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Entrevistas 13 de agosto de 2015

¿Cuál es la realidad de los pueblos indígenas en Ecuador?

No se puede generalizar. Hay condiciones muy diferentes entre las distintas comunidades indígenas. La realidad de las comunidades en las tierras bajas de la Amazonía – que es la realidad que mejor conozco en Ecuador – es muy distinta a la de otras zonas del país. E incluso entre ellas hay diferencias sustanciales.

Concentrémonos en las tierras bajas de la selva ecuatoriana. ¿Qué problemas existen y qué diferencia hay entre algunas comunidades y otras?

Todas las comunidades son afectadas por la actividad petrolera. Todo el petróleo que se produce en Ecuador se localiza en la cuenca amazónica. La afectación depende de la trayectoria histórica de cada comunidad, es decir, desde hace cada cuanto tiempo está integrada en la comunidad nacional, así como de la cohesión al interior de estas etnias.

¿A qué tipo de afectaciones nos referimos? ¿Hablamos de impactos directos en el medio ambiente y en el modo de vida? ¿También se vincula a mecanismos como la consulta previa?

Resulta difícil establecerlas y lo puedo ejemplificar con una anécdota. Cuando las organizaciones no gubernamentales y movimientos sociales comenzaron a protestar contra las compañías petroleras estadounidenses – como fue el caso de Chevron -, me pidieron participar como especialista. Me enviaron los documentos del juicio y pedían que pueda comprobar que esta empresa había provocado un «etnocidio». Yo les dije que dicha solicitud era imposible de comprobar mediante mi trabajo como antropóloga. En primer lugar, no se puede hacer una diferencia entre empresas norteamericanas y ecuatorianas. Es el proceso de explotación del petróleo en sí mismo, sin importar banderas, el que ha generado problemas.

En otras palabras, usted considera que el problema está en el modelo de desarrollo antes que en la responsabilidad de una empresa en particular.

En efecto. Posteriormente, al señalar que una compañía ha generado etnocidio, se niega toda agencia o poder de actuar a las comunidades indígenas. Ello también resulta falso. Las comunidades han participado en este proceso de desarrollo inequitativo vinculado a la explotación petrolera en la amazonía ecuatoriana. No se puede decir que ellos son, en forma exclusiva, víctimas. Durante los debates en el evento, se habló mucho de la violencia simbólica. En efecto, se puede hablar mucho en torno a este tipo de conceptos, pero sí se puede observar que las comunidades querían tener algún tipo de vínculo con estas empresas.

Lo que señala usted es cierto. En efecto, en este momento nos encontramos ante el proceso de consulta previa de la concesión del Lote 192, que se encuentra localizado en la selva peruana, donde algunos de los pueblos indígenas involucrados están pugnando por una fuerte compensación económica para continuar la explotación en un área que ha sido afectada por derrames de crudo.

No se trata únicamente de una cuestión meramente económica, como en el caso que usted describe. Se trata también de un encuentro con el otro, del manejo de distintos discursos culturales, en particular, frente al discurso civilizador que tienen algunas personas que se acercan a los pueblos indígenas. Quieren entablar un diálogo genuino con el Estado y las empresas. Volviendo a lo que comentaba, estos ejemplos ratifican que no necesariamente los académicos vamos a pensar igual que los activistas y los actores políticos. Si ellos piensan que mis conocimientos no sirven en su lucha, esta situación puede darme pena, pero es así. Entender el impacto que el desarrollo industrial puede tener toma tiempo: pueden pasar varias generaciones para que se manifiesten las huellas ambientales y, además, se requiere evidencia científica para demostrarlas. El tema de las afectaciones es complicado porque no es cultural. Todos somos impactados por el modelo del desarrollo.

Vayamos al caso del Yasuni, que usted expuso en el evento. Se trata de una zona que fue declarada como parque nacional en Ecuador, con una iniciativa del presidente Rafael Correa para su sostenimiento por parte del financiamiento internacional y, luego de algunos años, el mismo gobernante declara que este mecanismo “no funciona” y permite la explotación petrolera en esta región. ¿Por qué se produce este tipo de decisiones políticas?

Yo me enteré de este tema cuando los abogados de las comunidades acudieron a mí para que pudiera esclarecerles estos problemas. Yo les dije: «señores abogados, ustedes no necesitan de una antropóloga para señalarles que la principal dificultad es que el gobierno no respeta su propia ley». El gobierno ecuatoriano creó una reserva natural y luego cambió las reglas del juego.

Es decir, básicamente es un problema de respeto de la ley antes que un choque cultural.

Exacto. Implica un pobre respeto de sus instrumentos institucionales.

Durante este evento, se ha hablado mucho y muy fuerte respecto de los gobiernos progresistas extractivistas. Luego de una década de gobiernos de izquierda en América Latina, comienza a hacerse un balance sobre su actuación. Si bien lograron reducir la pobreza y ampliar los programas sociales, se critica que hayan mantenido el mismo esquema de explotación de recursos naturales. ¿Cómo observa este tipo de evaluaciones?

En este Coloquio se ha mencionado mucho la palabra extractivismo. Como antropóloga me preocupan más los megaproyectos de carreteras, hidroeléctricas y represas, que parecen desproporcionados respecto a las necesidades actuales de la ciudadanía. Se hacen en nombre de un futuro desarrollista. Correa ha destinado recursos del petróleo para hacer más obras, pero también ocurre que en una localidad de la amazonía hizo un aeropuerto para una ciudad de dos millones de personas, en una zona donde un avión llega cada dos semanas. También hizo un puente que resulta desproporcionado para el flujo actual de personas. Los gobernantes imaginan un futuro desvinculado de las necesidades de hoy. No entiendo porque esto se produce.

Quizás tiene que ver con una visión desarrollista que se emparenta con los modelos de los años 1960 y 1970, cuando se pensaba que el desarrollo implicaba un camino hacia adelante. O, ahora que las ideologías pesan menos en los imaginarios colectivos, a los políticos no les queda otro camino que las grandes obras para poder vincularse con los ciudadanos.

Eso es un hecho. Y el desarrollo humano no se da en cosas tan visibles, por eso es que tienen dificultades con este concepto. Correa quiso hacer el «Colegio del Milenio», una construcción que valía dos millones de dólares en medio de la amazonía, para demostrar a los pueblos indígenas que estaba al servicio de ellos. Se trataba de un colegio con buena infraestructura, acceso a Internet, pero que no tenía docentes. Lo que importa es que los profesores atiendan a los alumnos, un intercambio de conocimientos. Ello es lo que cuenta, más allá de la infraestructura física.