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Opinión 11 de noviembre de 2016

¿Cómo comprender que un “millonario dudoso, que no paga impuestos desde hace veinte años, miente con todos los dientes, coquetea abiertamente con el racismo, la xenofobia y el sexismo, y que jamás ha ejercido el más mínimo mandato electivo o público, supo captar [la rabia protestaria]?” (Editorial de Le Monde, 9 de noviembre[1]). Antes del 8 de noviembre hubiera sido imposible imaginar que un candidato con esas características pudiera ganar una elección presidencial en cualquier parte del mundo, más aún en Estados Unidos, que durante ocho años ha tenido un presidente de la talla moral y cultura de Barack Obama, primer afroamericano en la Casa Blanca. Después del 8 de noviembre, esta situación que parecía irreal se ha plasmado en la práctica.

El resultado de esta elección debe más bien enmarcarse en la gran ola de protesta contra las élites tradicionales sacude tanto ese país como Europa y América Latina. Se trata de un movimiento difuso contra la globalización y contra de los efectos nefastos de la crisis financiera de 2008 que ha empobrecido los países del Norte y ha hundido en la recesión a los países del Sur. Esta coyuntura ha sido empeorada por la gran transformación que sacude los países árabes del Oriente Medio y del Magreb [Occidente musulman] desde los años 1990, en la cual los Estados Unidos han jugado y siguen jungando un rol de primer línea. Por lo mejor y por lo peor. En forma paralela, el impacto de las guerras en el Oriente Medio y la gran miseria de muchos países del Africa han producido una ola migratoria sin precedentes en la época contemporánea hacia Europa que no esta preparada para afrontarla en un momento particularmente difícil de crisis económica y de desempleo sin precedentes.

Esta crisis mundial que ha empobrecido a millones de personas esta siendo instrumentalizada por los populistas sin ninguna legitimidad política como Donald Trump, que agita los viejos temas del ultra nacionalismo, la xenofobia, el racismo, el machismo, la homofobia y el nuevo item de la islamofobia, para obtener los votos de un pueblo vencido por el miedo de la pobreza y la desesperanza en el futuro. Trump pretende ser el representante de los marginados de la globalización tomando como chivos expiatorios a los inmigrantes, el libre comercio y las élites. Y se apoya en el puritanismo y la estrechez de espíritu de una parte del electorado norteamericano (sobre todo en el medio rural) para oponerse a la homosexualidad, al aborto y a los “Musulmanes” que son vistos como “terroristas” reales o potenciales. Su consigna de campaña “Hagamos Una América grande” excluía de facto a las minorías Latinas (30% del país) y afroamericanas (8%), y tambien a los liberales educados, para defender solamente a los “Blancos” de origen europeo como él [su madre es escocesa y su padre alemán].

Como sabemos, el populismo de extrema derecha se está expandiendo en Europa donde los clones de Trump (Marine Le Pen en particular) ya han expresado su satisfacción de verlo llegar al poder. Desde un punto de vista pragmático, la elección de Trump provoca una gran preocupación y una gran incertitud pues no se sabe si va a respetar los tratados de cooperación militar, de lucha contra el terrorismo mundial y los convenios de libre comercio. La Ministra de Defensa de Alemania acaba de pedir públicamente a Trump de esclarecer su posición en relación con la Otan [Organización del tratado del Atlántico norte] y con Rusia; Ursula von der Leyen ha declarado que Trump debe evitar toda aproximación con el presidente ruso Vladimir Putin, y “decir claramente en que campo está, si está del lado de la ley, de la paz y de la democracia, o si todo ello no le importa y lo que quiere es buscarse un buen amigo.” En efecto, durante su campaña Trump ha dicho que los Europeos deberán aportar más financiamiento a la Otan sino tendrán que arreglárselas solos pues los Estados Unidos no pueden estar ayudándolos en modo permanente (Le Monde del 11 de noviembre[2]).

Las incertidumbres sobre las acciones del nuevo presidente – quien asumirá el mando a partir del 20 de enero de 2017 – son muy importantes en todo el mundo. En estos momentos, en que se desarrolla la COP 22 en Marrakesh, los países participantes se preguntan también si el nuevo presidente de Estados Unidos va a respetar los acuerdos de Paris sobre la disminución de la contaminación industrial. Por su lado, el presidente de Irán ha declarado que su país espera que los acuerdos establecidos sobre el desarrollo de la industria nuclear para uso civil sean respetados por Trump. Es evidente que los problemas de la política extranjera bajo el gobierno de Trump solo están por empezar…

A nivel interno, Trump es un verdadero “outsider”, que no obtuvo siquiera un apoyo masivo del Partido Republicano al que nunca perteneció como militante o como personalidad política. Por lo cual se esperan luchas bastante fuertes entre el nuevo presidente y los republicanos que defienden las ideas de la derecha tradicional, sin llegar a los extremos de racismo y de sexismo de Trump. Los partidarios de Trump dicen estar convencidos que el país va a mejorar a través del proteccionismo económico, del repliegue interno, de la defensa de la propia seguridad con las armas, y de las expulsiones masivas de “extranjeros”, sobre todo mexicanos y musulmanes.

Sin embargo, los partidarios de la democracia están expresando su protesta masiva a través de manifestaciones en las principales grandes ciudades del país. La fractura entre los pro-Trump y los defensores de la democracia, sean del Partido Demócrata o del Partido Republicano, será muy fuerte en los próximos cuatro años. Los actos de racismo y las violencias verbales y físicas ya han empezado contra los musulmanes y contra los “latinos” y es seguro que van a multiplicarse rápidamente. Trump ha sembrado las ideas de odio entre los norteamericanos, vendiendo ilusiones simplistas y absurdas —como la construcción de un muro entre su país y México para impedir la inmigración ilegal, o la prohibición de entrada a todos los musulmanes del mundo—; pero la complejidad de la realidad social de nuestro mundo globalizado demostrará que todo ello es imposible.

La elección de Donald Trump a la Casa Blanca, luego del Brexit del Reino Unido, nos advierte que en el mundo actual la toma del poder de un partido extremista de derecha es posible. Lo cual implica una gran mobilización de los demócratas del mundo para impedir que ello se repita. En nuestro país ya hemos tenido la dolorosa experiencia de un régimen de extrema derecha encabezado por Alberto Fujimori, y la tarea de barrer el camino a la posible elección de su hija Keiko en 2021 es de toda actualidad. Queda mucho por hacer.

El mundo entero va a cambiar a partir de enero de 2017. Luego de ocho años de gobierno progresista, dirigido por el Dr Barack Obama, graduado de Harvard, la Casa Blanca será ocupada por un millonario acusado de inculto, manipulador y populista, con serios cargos sobre agresiones sexuales. Un retroceso político inédito en la historia de la primera potencia mundial, del cual las democracias de todos los países del norte y del sur tienen que sacar las mejores lecciones para impedir que ello se repita, para que el odio no vuelva a triunfar.

Escribe: Mariella Villasante, investigadora asociada del IDEHPUCP

(11.11.2016)