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Entrevistas 10 de octubre de 2017

Enfoque Derecho conversó con Elizabeth Salmón, profesora principal de Derecho Internacional en la PUCP, sobre el proceso de reconciliación en el Perú. 

Enfoque Derecho: A propósito del fallecimiento de Mamá Angélica, ¿cuál fue su rol en la materia de reconciliación?

Elizabeth Salmón: La figura de Mamá Angélica es muy importante en el Perú, porque es una ayacuchana; es decir, una representante de la tradición o población que más sufrió el conflicto armado en nuestro país. Representa también la lucha de las mujeres en la búsqueda de los detenidos desaparecidos, en general, no solo en el Perú. En Guatemala, en El Salvador, en Argentina, las mujeres suelen tener un rol muy particular frente a la desaparición forzada porque normalmente son las que buscan al hijo, al esposo, al hermano, y son las que padecen también la violencia que sufren los familiares de los desaparecidos, no solo en el sentido de no encontrar a sus seres queridos, sino también el de haber sufrido extorsiones incluso de carácter sexual para obtener información.

Entonces, es un peso muy grande el que se le pone sobre los hombros a las mujeres cuando hay casos de desaparición. Ello sin mencionar el hecho de que también se convierten en jefas de familia, preocupadas por el mantenimiento económico de la familia; estas son circunstancias para las que no siempre han estado preparadas.

Creo también que la importancia del rol de Mamá Angélica radica en su representación de las víctimas, representa a esta población que ha sido silenciada en muchas ocasiones. Ella tuvo la valentía de hacerse escuchar y, a pesar de todas las limitaciones, llegar a ser un punto de vocería y de esperanza para miles de víctimas en el Perú. Su figura reúne por lo menos estas características.

ED: En los últimos días, se generó polémica por una muestra que se llevó a cabo en el Lugar de la Memoria (LUM) que incluso le ha costado el cargo al Director. La discusión giraba en torno a si la muestra era antifujimorista o no. ¿Cómo encontrar un equilibrio entre memoria y reconciliación?

ES: La verdad es incómoda. La verdad no va a satisfacer a todos, probablemente va a molestar a muchos. Estar a cargo de una institución como el LUM, pero también de la reconciliación nacional, es una tarea bastante dura, no es un trabajo que va a satisfacer a todos. Creo que hay que ser conscientes de que la verdad es así y que no es posible contar media verdad; la verdad es la verdad.

Considero que la necesidad de permitir un espacio donde todas las víctimas se sientan representadas y tengan un referente social de su situación es algo que el Estado peruano le debe a las víctimas. En ese sentido, tengo la impresión de que un lugar como el LUM debería ser dirigido con la mayor libertad, con mucho diálogo, apertura y capacidad de darse cuenta de que cumplo un papel particular. No puede ser utilizado políticamente ni se puede querer que solo se conozca un pedazo y no otro. Esto último no solo es faltar a la verdad en concreto, sino también faltar a la necesidad de verdad de todas las víctimas.

Así las cosas, un equilibrio entre memoria y reconciliación es algo sumamente complejo. Personalmente, he trabajado mucho respecto a qué significa el concepto de reconciliación verdaderamente, y hay toneladas escritas al respecto. A mí siempre me ha llamado la atención que la palabra reconciliación no exista en todos los idiomas y que en el pueblo ashaninka reconciliación signifique volver a mirarse a los ojos. Me parece una de las definiciones más bonitas e importantes de reconciliación. Volver a mirarse a los ojos de frente, volver a reconocer al otro como tu par, dialogar, abrirte, sin engañarse. Es una gran lección del pueblo ashaninka y nos brinda mensaje muy poderoso acerca de lo que denota reconciliación. En cualquier caso, miente el que dice que al día siguiente hay reconciliación; este es un proceso y creo que estamos en él.

ED: Con respecto a las víctimas, los avances en el proceso de reparación han sido siempre percibidos como lentos, a pesar de que hay una ley que crea el Plan Integral de Reparación, ¿en qué situación se encuentra este proceso y cómo se puede mejorar?

ES: En primer lugar, hay que partir del hecho de que cualquier reparación es lenta. Podríamos preguntarnos si realmente es posible reparar violaciones de Derechos Humanos; pero dentro del mundo del Derecho, dentro del marco jurídico, tenemos que creer que si es posible reparar. Ahora, esa reparación siempre va a ser vista como insuficiente por parte de quien ha sufrido la violación.

Partiendo de ese marco, hay que reconocer que el Plan Nacional de Reparaciones es lento, se ha tardado, ha tenido muchos baches en el camino producto de esta imposibilidad de mirarse a los ojos. Se planteó que los miembros de Sendero Luminoso no podían ser considerados como víctimas (por más que también hubiesen sido víctimas), también el registro único de víctimas que se cerró, y solo se podía ser familia-víctima por un delito pero no por dos cuando en la realidad mucha gente fue víctima de distintas violaciones. Entonces, ha habido una serie de traspiés a lo largo de los años, pero también se han producido avances.

Es importante reconocer que el Estado peruano tiene la voluntad de reparar y que esa lucha de las víctimas ha recibido algún nivel de respuesta. Como hemos mencionado, este nivel de respuesta siempre va a ser insuficiente, pero ello es mejor que nada. El establecer un plan integral de reparaciones significa reconocer que hay víctimas, que han habido perpetradores y que se han dado hechos que tienen que ser reparados. Ello es un avance, probablemente menor, ya que han pasado varios años desde el término del conflicto, muchas víctimas se están muriendo, etc.

Lo que falta es un poco de sensibilidad respecto a la reparación. No estamos hablando de una reparación cualquiera, sino de una reparación de violaciones de Derechos Humanos. El gobierno debería tomar una medida muy rápida, muy efectiva, quizás no hablemos de grandes cifras, pero sí de la capacidad de pedir perdón por parte del Estado. Lamentablemente, ya han pasado muchos años en esta búsqueda del perdón.

ED: Se ha discutido mucho sobre la excarcelación de los terroristas a propósito de la salida de Maritza Garrido-Lecca. ¿Las penas sentenciadas para estas personas son equivalentes al daño que le han causado al país? ¿Podría hablarse de una verdadera reconciliación con su liberación?, ¿o de repente es un fallo de la justicia el permitir su salida?

ES: En el Perú, producto de una serie de decisiones equivocadas, se juzgó mal a la gente, violando los derechos al debido proceso, a la defensa, al juez natural, etc. Muchas de estas personas fueron condenadas por tribunales militares y, por lo tanto, se les tuvo que juzgar nuevamente, con un procedimiento que respete las garantías del debido proceso. Eso fue lo que sentenció la Corte Interamericana y que el Estado peruano cumplió adecuadamente.

Una de las lecciones que nos deja lo que estamos viviendo ahora es que tenemos que hacer bien las cosas, juzgar bien a la gente, respetando las garantías, porque si esas primeras condena hubieran respetado las garantías, nunca se hubieran tenido que revertir, y no estaríamos lamentando lo que ahora lamentamos.

Un segundo comentario es que los abogados y los estudiantes de Derecho saben que cuando una persona cumple su pena tiene que ser liberada. Esto que nos resulta en estos días tan difícil de aceptar es parte de la operación y el funcionamiento de un sistema de justicia en cualquier parte del mundo. Lo que sucede es que las emociones se han quedado intactas y pareciera que estos 25 años simplemente hubieran quedado ocultos, se produce esa sensación de que no se ha hecho justicia, de que ella (Garrido-Lecca) en realidad debería estar más tiempo en la cárcel. Pero de eso nadie se acordaba cuando llevaba 2 años en la cárcel. Estamos siendo interpelados como sociedad. En el marco de un estado de Derecho, se debe juzgar bien a la gente, y la normativa no prohíbe –o al menos no prohibía en ese momento –cadena perpetua, pero no se dio porque se juzgó mal. También, hay que asumir nuestra responsabilidad como Estado.

Por otro lado, hay que reconocer que 25 años no es poca cosa tampoco. Lo que corresponde es empoderarse en memoria. Todos aquellos que decían que hay que recordar, que hay que saber qué fue lo que pasó, eran vistos como potenciales desestabilizadores del orden. Pero, era todo lo contrario; la idea de que hay que voltear la página, que hay que mirar hacia adelante y que hay que olvidarse de las cosas es equivocada. Van a haber más perpetradores fuera y el auto silenciamiento nos puede llevar a situaciones extremadamente peligrosas. Una sociedad que es capaz de entender lo que ha pasado y los errores que ha cometido es una sociedad más democrática, y que puede estar mejor protegida. Tenemos jóvenes que no saben qué fue Sendero Luminoso, que les preguntan quién fue Maritza Garrido-Lecca y no saben.

Creo que hay una sensación colectiva de no estar preparados para la liberación de los terroristas. Hay un ideario de vulnerabilidad, de riesgo, de que este movimiento se puede volver a organizar y que la sociedad está completamente indefensa. Pienso que eso no es así, el Perú del 2017 no es el Perú de los 80’s. Ahora hay mucha más conciencia, más lecciones aprendidas, más gente empoderada, pero también es cierto que tenemos una tarea pendiente como sociedad, que consiste en terminar de procesar lo que sucedió.

Tratemos como sociedad de reaccionar bien. Creo que en un sistema jurídico democrático existen todas las herramientas para defender el orden. No hay que tener miedo. Los derechos humanos no sirven para que uno se quede inmóvil y cualquiera pueda abusar. Los derechos humanos sirven para hacer las cosas bien. Debemos de estar muy firmes en nuestro discurso, muy firmes en nuestra capacidad de reacción como sociedad, pero también muy conscientes de que hay muchas cosas que no hemos hecho y que debemos hacerlas para no repetir el pasado.

*Entrevista original publicada el 5 de octubre de 2017 en Enfoque Derecho .