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Notas informativas 8 de marzo de 2019

Querida mujer migrante:

Para mí, la historia de las luchas detrás del Día Internacional de la Mujer es una historia que nace de cuestionamientos a verdades universalmente reconocidas. Desde el derecho al voto hasta los derechos sexuales y reproductivos, cada batalla que conmemora este día tiene como trasfondo una situación que afectaba (o afecta) a las mujeres, vulnerando el ejercicio de sus derechos, y que era asumida como normal o invisibilizada porque no se veía como un problema real. Mi trabajo como investigadora me ha abierto las puertas a conocer poco a poco la complejidad de lo que significa ser mujer y ser migrante, sus riesgos, y creo que la batalla por el respeto y protección de sus derechos aún nos queda pendiente como sociedad.

Y en el marco de este Día Internacional de la Mujer, en un contexto en el que millones de mujeres en nuestra región se han visto forzadas a dejar su país de origen, es más importante que nunca reflexionar sobre lo que nos queda por hacer. Para eso, es fundamental primero saber lo que ya se ha hecho: En el Perú, la Política Nacional Migratoria 2017-2025 (Decreto Supremo N° 015-2017-RE) reconoce la doble vulnerabilidad que afecta a la mujer migrante en su calidad de tal; esta misma política incluye el enfoque de género para su aplicación de forma transversal a sus lineamientos y objetivos específicos, especialmente en el abordaje de la reducción las desigualdades de género que las afectan el ejercicio pleno de sus derechos, y en la prevención, investigación y sanción de la violencia ejercida en su contra. Asimismo, la especial necesidad de protección en que se encuentran también ha sido abordada en el Plan Nacional contra la Violencia de Género 2016-2021 del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP).

Pero este avance resulta tímido cuando miramos el camino que queda por recorrer. Por eso HOY #8M ponemos luz en aquello que falta ver o incluso aquello que aún ni siquiera es perceptible como situación injusta y sobre lo cual necesitamos hablar más, profundizar más, denunciar más, discutir más, para seguir moviéndonos en el camino hacia la equidad.

Resulta complicado hablar de respeto y protección adecuada cuando sabemos que se encuentran expuestas a mayores riesgos de abusos sexuales en todas las fases del proceso no solo por parte de autoridades, sino por parte de sus propios compañeros de viaje. O el alto riesgo que tienen de caer en una red de trata de personas en un país en el que el 94% de las víctimas de este delito son mujeres. Más complicado resulta hablar de igualdad cuando existen reportes de la inseguridad que sienten las mujeres extranjeras en Perú al ser víctimas de acoso sexual continuo, o las barreras en el acceso a la justicia para víctimas de violencia ejercida por parte de su pareja o cónyuge peruano. Si bien la Defensoría del Pueblo ha reconocido que los programas para atender a migrantes deben incluir enfoques de derecho, inclusión y género, la propia norma rectora en materia de migraciones en Perú, el Decreto Legislativo 1350, y su reglamento omiten hacer mención a la necesidad de un enfoque diferenciado en la atención y protección de la mujer migrante.

Si bien el escenario es desalentador, es importante no rendirnos en la búsqueda de visibilizar estos problemas y otros tantos que puedan surgir del ejercicio del poder sobre sus cuerpos y su espíritu, de la indiferencia de la sociedad y del Estado sobre los obstáculos que enfrentan para (sobre)vivir como mujeres y migrantes.

Hoy más que nunca, yo, Génesis Vargas Canales, investigadora del Idehpucp, sigo aquí trabajando por hacer visibles nuestros derechos humanos.