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Notas informativas 10 de diciembre de 2018

El gran movimiento social que se está desarrollando en Francia desde inicios del mes de noviembre ha adoptado el apelativo de “Chalecos amarillos” por una razón muy simple: todos los automovilistas tienen la obligación de tener un chaleco amarillo para usarlo en caso de accidente o de avería del auto. Por ello fue escogido como símbolo visible de la protesta ciudadana que traduce la frustración y la cólera de las clases populares y medias ante las reformas ultra liberales del gobierno del presidente Emmanuel Macron. La amplitud de un movimiento inédito en la historia reciente de Francia desde Mayo de 1968, y la fuerza de las protestas, que han comportado también violencias urbanas extremas, antes nunca vistas, puede llevarnos a considerar que se trata de una crisis social y política profunda: un alzamiento ciudadano no solo coyuntural “por el al alza del costo de la vida”, sino estructural pues lo que se está poniendo en cuestión es todo el sistema social, económico e institucional que administra el país desde la “V República”. Recordemos que la 5ta Constitución francesa entró en vigor el 4 de octubre de 1958, bajo la presidencia del general Charles de Gaulle, héroe de la Resistencia, y refuerza el rol del Poder ejecutivo, disminuyendo el rol parlamentario del periodo precedente (IV República).

Dadas las características del orden político democrático en una nación europea como Francia, pienso que no podemos comparar el alzamiento actual con fenómenos similares en países como los nuestros. Ello por lo menos por dos razones: desde inicios del siglo XX, Francia no ha conocido dictaduras y/o guerras civiles, el orden democrático ha sido resquebrajado solamente durante la Segunda Guerra mundial; además, la conciencia de los derechos ciudadanos, fundados sobre la igualdad social, está afirmada en el pueblo francés desde la Revolución de 1789. Por esas razones, el alzamiento actual tiene implicaciones profundas en el orden institucional y podría marcar el inicio de una gran reforma no solamente en Francia sino en todos los países de Europa occidental que atraviesan por la misma crisis global del sistema socio-político y de la economía liberal que empobrece a las mayorías y enriquece a las élites. Este es el nudo central de la crisis que empeora desde 2008. El tema es sumamente complejo y aún no tenemos todos los elementos de análisis, por lo cual trataré simplemente de señalar algunos puntos centrales.

  • ¿Quiénes dirigen el alzamiento? Todos los Chalecos amarillos y ninguno. En efecto, la característica central del alzamiento es que no tiene líderes conocidos por sus carreras políticas o sus adhesiones de izquierda, de centro o de derecha. Todo el alzamiento ha sido organizado a través de las redes sociales, donde han aparecido algunos grupos de personas que influencian, pero que no dirigen, el movimiento social. Esto representa una gran novedad en Francia, donde los partidos tradicionales se han debilitado mucho desde hace una veintena de años, pero donde existen fuerzas sociales sindicales que tienen la costumbre de organizar huelgas y marchas de protesta. Para el Poder ejecutivo, la falta de interlocutores es vista con mucha preocupación, hasta diríamos con aprehensión. Algunas personalidades han aceptado representar a sus bases y deben tener el primer debate con el presidente en la mañana del lunes 10. En la noche, se espera el primer mensaje a la nación del presidente Macron.
  • ¿Quiénes adhieren al movimiento? Las mayorías silenciosas de las provincias francesas, donde ha empezado el alzamiento, y los habitantes de las periferias urbanas. Los sociólogos dirían que se trata de las clases populares y de las clases medias provinciales que a pesar de trabajar más de 40 horas por semana, han visto disminuir siempre más sus capacidades adquisitivas por el encarecimiento desenfrenado del costo de vida en Francia. Para comprender mejor la situación hay que precisar que el nivel de vida en Francia para las clases medias es (o era) equivalente a aquél que tienen las clases burguesas en nuestro país y en el resto de América Latina. En gran medida porque, gracias a los impuestos, el Estado mantiene los servicios de educación pública y de salud con poco costo para las familias. Pero esos servicios que se consideran “básicos y normales” han sido influenciados negativamente por los recortes de presupuesto nacional. Como los salarios no aumentan y la vida cuesta cara, la pobreza ha aumentado considerablemente y la distancia entre los “ricos” y los “pobres” se ahonda cotidianamente. La desigualdad social se ha banalizado en un país que tiene muy presentes los valores de la revolución: igualdad, libertad, fraternidad.

En ese contexto de crisis, el gobierno de Macron lanzó una serie de reformas que debían “acelerar” la transformación económica y ecológica del país. Primero se ha anulado el Impuesto de solidaridad sobre la fortuna (ISF, enero de 2018), es decir que las grandes empresas y las élites ultra ricas dejan de pagar impuestos “para propiciar las inversiones”. Luego se ha ordenado el alza del costo de la gasolina diésel “para empezar la transición ecológica”; y el alza del costo del gas y de la electricidad. Todas esas “reformas” debían empezar el 1ro de enero de 2019. Es decir, que en pleno invierno, con temperaturas que van de -15°C a 5°C según las regiones, las familias pobres y de clases medias debían pagar más para poder vivir y trabajar con calefacción, como es ordinario en toda Europa.

Es ese conjunto de medidas alucinantes que han conducido al alzamiento actual en el cual participan obreros, agricultores, técnicos, profesores y otros profesionales que sufren también del modo de vida ultra liberal que se impone en modo autoritario en Francia.

  • ¿Cuáles son las reivindicaciones principales? Las primeras consignas de los Chalecos amarillos eran: la anulación del alza del costo de gas y electricidad y el retorno del Impuesto a las grandes fortunas. Luego de dos semanas de alzamiento, y sobre todo luego del sábado 1ro de diciembre, cuando se registraron violencias urbanas inéditas en Paris, y también en otras ciudades (Toulousse, Bordeaux, Marseille, Lyon, Nantes), el presidente Macron envió al ministro de Ecología anunciar que se anulaba el alza de gasolina, de gas y de electricidad. Este hecho ilustró la existencia de problemas de comunicación entre el presidente y el Primer Ministro Edouard Philippe, que había propuesto un retardo hasta mediados de 2019.

No obstante, la anulación de las alzas previstas no ha detenido el movimiento de protesta. Las nuevas reivindicaciones son: el cambio total del sistema económico ultra liberal y el reconocimiento del peso que tienen los ciudadanos, el alma del pueblo francés, en el orden político. Es decir, los Chalecos amarillos, y todos los simpatizantes, exigen un acceso directo a la democracia y un cambio del ultra liberalismo. La gente grita en las marchas que son ellos “el pueblo francés” quien decide como gobernar el país, y que este derecho ha sido manipulado y pisoteado por el gobierno de Macron. Además, se recuerda mucho la poca legitimidad democrática que tiene dado que en la primera vuelta de las elecciones de 2017, Macron y su “Republica en marcha” obtuvo solo 24% de los votos. En esa coyuntura, los franceses tuvieron que elegir entre la peste y el cólera (como nosotros en 2011). Y en las segunda vuelta Macron fue elegido con 66% de los votos para que Marine Le Pen y su partido populista de extrema derecha (xenófobo, racista y demagogo) no lleguen al poder en Francia. Le Pen obtuvo casi 34% de los votos, lo cual la plaza como segunda fuerza política del país. Muy inquietante.

El alzamiento actual es el resultado de ese periodo de enfrentamiento político, cuyas raíces datan de hace 30 o 40 años, cuando empezó la transición de una sociedad industrial a una sociedad de servicios. Transición que implica desempleo pues muchas industrias se han vuelto obsoletas. La base de la riqueza ya no se encuentra en las fábricas sino en la formación profesional de las personas, sobre todo en las nuevas tecnologías.

A las clases trabajadoras y medias se han sumado los jóvenes estudiantes de los liceos (15-19 años) y de algunas universidades que rechazan las reformas del sector de educación que han empezado en setiembre. Los sectores de agricultores y de transportistas se están añadiendo también a las protestas.

  • ¿Cómo explicar las violencias urbanas? Para la mayoría de analistas, es muy difícil de comprender los extremos de violencia a los que se ha llegado tanto en Paris, como en las otras ciudades de provincias, e incluso en pequeñas localidades rurales.

En Francia se tiene memoria de las revueltas de octubre de 2005, que duraron tres semanas, y que fueron ocasionadas por el asesinato “por error” de dos jóvenes de la periferia urbana de Paris por dos Policías que los confundieron con asaltantes. Este hecho provocó un alzamiento generalizado contra las Fuerzas del orden en las zonas periféricas donde viven franceses pobres, muchos de los cuales son descendientes de migrantes musulmanes y africanos, como los jóvenes asesinados. Durante las tres semanas de revuelta, una persona falleció, hubieron más de 10,000 autos incendiados, 300 edificios destruidos, 6,000 interpelaciones y 1,300 personas en prisión preventiva. El estado de emergencia fue declarado en 25 departamentos del país.

El alzamiento de este año es mucho más importante y aunque las situación ha sido peor en Paris, las violencias urbanas se han manifestado en todo el territorio nacional, lo cual representa un hecho inédito que necesitará mucho tiempo para aceptar y comprender. Por ahora podemos plantear que los manifestantes eran, en su inmensa mayoría, pacíficos y lo que buscaba era “hacer oír su voz al gobierno”, una voz que consideraban confiscada y silenciada desde hace demasiado tiempo.

— El 1ro de diciembre hubieron 136,000 manifestantes en el país; la situación de violencia fue muy importante en París, donde hubieron 201 manifestantes y 284 policías y gendarmes heridos. 255 personas fueron interpeladas. El monumento Arco de Triunfo fue atacado de manera brutal, lo cual ha dejado un trauma nacional.

— El 8 de diciembre se aumentó considerablemente el número de policías para reprimir las manifestaciones: 89,000 en el país y 8,000 en París; y por primera vez en la historia, se utilizaron 14 carros blindados [parecidos a nuestras tanquetas] en Paris. Se estima que hubieron 125,000 manifestantes, hubieron 1,723 interpelaciones y 1,220 personas fueron llevadas a prisión preventiva. También hubieron 118 heridos entre los manifestantes y 17 entre las fuerzas de policía.

La explosión de violencia urbana en Francia, sobre todo aquella del sábado 1ro de diciembre, puede ser vista como el resultado final de una acumulación de frustraciones y del sentimiento compartido por las clases sociales pobres y medias de estar marginalizadas de su propio destino. La gente quería manifestar su sentimiento de injusticia ante una fiscalidad extrema que no debe continuar a empobrecerlos a ellos, a sus padres y a sus hijos; las referencias a la Revolución de 1789 han hecho evidente además la conciencia clara y constante de los derechos a la igualdad social de todos los franceses. No obstante, durante las manifestaciones se mezclaron grupos de extremistas de izquierda y de derecha, así como jóvenes pobres y marginados de los barrios periurbanos que tenían como único objetivo “saldar cuentas”, “vengarse” y “causar daños gratuitos” a las fuerzas del orden; son ellos los principales responsables de los excesos de violencia. Pero como la violencia llama a la violencia, las fuerzas del orden han sido también responsables de excesos y de abusos contra algunos manifestantes. La justicia deberá juzgar a los responsables civiles y policiales.

  • La personalidad altanera y autoritaria del presidente Macron, y sus declaraciones arrogantes y desdeñosas ante las clases empobrecidas del país, han atizado la cólera de los franceses. Durante este periodo de crisis ha demostrado su distancia de la realidad en la que vive la mayoría de franceses, ilustrada últimamente con la restauración del Palacio del Eliseo con un costo de más de medio millón de euros. La escritora Annie Ernaux (Libération del 9 de diciembre) considera que el “sentimiento de ser desdeñado”, humillado, ya se hizo evidente durante los gobiernos de Nicolas Sarkozy y François Hollande; pero Macron lo ha profundizado porque está desconectado de la realidad y no puede evitar mostrar inconscientemente su pertenencia a la clase superior de la sociedad. Su silencio desde el inicio de esta grave crisis institucional y social es además unánimemente criticado, como una muestra suplementaria de su orgullo desmesurado. En fin, Annie Ernaux tiene razón en considerar que Macron es también responsable de los extremos de las violencias urbanas, sobre todo en Paris, en los barrios residenciales donde viven y trabajan las élites que gobiernan, donde los manifestantes gritaban: “¡Macron renuncia!”.

Reflexiones finales

  • La crisis social, económica, política e institucional que atraviesa Francia marca el inicio de un nuevo proceso de debate y de transformación de las políticas sociales y fiscales. Sin embargo, dada la interdependencia de las naciones europeas, el proceso deberá incluir a toda Europa. Un Manifiesto para transformar las instituciones y las políticas europeas acaba de ser lanzado por el economista Thomas Piketty (Le Monde, 9 de diciembre), y lleva las firmas de 120 intelectuales y dirigentes políticos de 16 países europeos. Esta iniciativa representa una esperanza real de cambio pues la situación de crisis concierne toda la Unión Europea y todos los ciudadanos de esta zona geopolítica del mundo que tiene una gran influencia en la marcha del resto del mundo.
  • Francia es el país donde nacieron los Derechos humanos en tanto utopía de esperanza para las sociedades humanas; esperemos que se afirmen junto con los derechos a la justicia social y fiscal. [Ver Le Monde, 9 de diciembre]

*  Mariella Villasante, es antropóloga, investigadora independiente, asociada al IDEHPUCP. Especialista del Perú y de Mauritania