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Notas informativas 24 de agosto de 2017

El jueves 17 de agosto ha tenido lugar un atentado del Estado Islámico en la avenida Las Ramblas de Barcelona, produciendo la muerte de 13 personas e hiriendo una centena de personas. Después de medianoche, al alba del viernes 18 de agosto, otro ataque con una camioneta ha producido la muerte de una persona y ha dejado heridas a otras cinco. La policía catalana ha eliminado a los cinco terroristas, se trata de jóvenes marroquíes que vivían en Ripoli, al norte de Cataluña. El conductor de la camioneta de Las Ramblas ha sido identificado igualmente, se trata de un marroquí de 22 años llamado Yunes Abuyaaqub. Este hombre logro escaparse a pie de la zona del atentado, y robó un auto luego de asesinar al dueño. En total este ataque ha costado la vida a 15 personas de varias nacionalidades.

La policía ha identificado también la célula de 12 miembros del Estado Islámico responsable del atentado asociándolo a una explosión accidental que tuvo lugar la víspera, el 16 de agosto, en Alcanar, a 200 Km. al sur de Barcelona, produciendo la muerte de dos terroristas, uno de los cuales era el imam [persona que llama al rezo y que da sermones los viernes] Abdelbaki Es-Satty. En Alcanar se encontraron una centena de botellas de gas y trazas de un explosivo artesanal, el TATP, utilizado por los yihadistas [de yihad, guerra santa]. Estos hechos han hecho considerar a la policía que los terroristas tenían planes de realizar atentados aun más mortíferos en Barcelona. El viernes 18 de agosto, la policía detuvo a cuatro hombres sospechosos de pertenecer a la célula terrorista desmantelada, se conoce la identidad de dos de ellos: un español del enclave de Melilla, al norte de Marruecos [ocupado por España junto con el territorio de Ceuta], herido en la explosión de Alcanar, y tres marroquíes de la localidad de Ripoli.

El 21 de agosto, la policía ha eliminado a Yunes Abuyaaqub en la localidad de Subirats, cerca de Barcelona. Las autoridades catalanas consideran que la célula terrorista del Estado Islámico había sido organizada por el imam Es-Satty, que había estado en la cárcel hasta 2014 por tráfico de droga. Es en la cárcel que es-Satty estableció una relación con un hombre condenado por haber participado en los atentados de Madrid de 2004 (Le Monde del 21 de agosto de 2017).

En efecto, el 11 de marzo de 2004 tuvo lugar el más grande atentado islamista en Madrid, cuando varias bombas estallaron en los trenes de la ciudad, produciendo la muerte de 191 personas y dejando 1,500 heridos. El atentado fue reivindicado por Al-Qaeda. Desde este trágico evento de violencia islamista, ha habido más de 700 capturas de extremistas musulmanes y 124 personas han sido encarceladas por sus relaciones con el Estado Islámico; en junio de 2017, la policía española explicaba al periódico El País que los tribunales vigilaban a 259 personas y que 500 teléfonos estaban bajo escucha policial. Esta vigilancia constante, así como la buena integración de los musulmanes españoles explicarían que pocos jóvenes habían sido cooptados por el Estado Islámico para luchar en Siria y en Irak. Un informe del Real Instituto Elcano precisa que 45% de personas capturadas entre junio de 2013 y mayo de 2016 por sus lazos con el Estado Islámico eran de nacionalidad española (la mayoría eran de Ceuta o de Melilla y algunos de Barcelona); y 41% eran de nacionalidad marroquí. La agitación yihadista en Ceuta y Melilla no estaría ligada a España, sino que representaría la prolongación del movimiento en Marruecos, que tiene al menos 1,500 combatientes en las filas del Estado Islámico. Precisemos que en Marruecos el avance del puritanismo rigorista del salafismo, o del wahabbismo de Arabia Saudita, es importante, como en el resto del Maghreb. Residiendo en este país desde hace tres años, puedo atestiguar que la “re-islamización” de la sociedad concierne sobre todo las clases populares y las mujeres; aun cuando ellas son las primeras víctimas de agresiones sexuales y de violencia domestica.

El atentado de Barcelona suscita actualmente mucha agitación tanto en Cataluña como en España y en Europa en general, donde los atentados del Estado Islámico han sido muy cruentos en los últimos años. Para comprender mejor esta problemática compleja y poco conocida en nuestro país habría que recordar dos hechos importantes.

  • El Islam y la violencia: el atentado ha dejado una fuerte impresión en la comunidad musulmana de Barcelona y de España en general, que temen la amalgama que los españoles no-musulmanes pueden establecer entre los “musulmanes” y los “yihadistas”. En las manifestaciones de Ripoll y de Barcelona se han visto pancartas que rezaban “somos musulmanes, no terroristas”, o “el islam es paz, no violencia”. Esta percepción que niega la violencia real del islam, o que la esconde bajo los valores de paz, ha sido expuesta en todos los países europeos o del Norte de América donde ha habido atentados islamistas, sea durante el periodo de actividades de Al-Qaeda, actualmente agonizante; como en el período actual de terrorismo del Estado Islámico que empezó en 2011 [Primavera árabe, seguida de la creación de una organización territorial entre Siria e Irak]. Y aunque muchos Europeos reconocen la distinción entre el islam ordinario y el islam yihadista, la amalgama también se manifiesta y es fuente de conflicto evidente.

En realidad, el islam es una religión monoteísta que ha recuperado una gran parte de las herencias teológicas del judaísmo y del cristianismo, incorporando, sin embargo, un componente particular: la expansión religiosa por medio de la guerra santa [yihad]. En El Corán se encuentran muchos mensajes de paz y de concordia, pero también muchos otros de violencia legitimada en nombre de la defensa de la “verdadera y última religión revelada”. Son estos segmentos del islam revelado al profeta Mohammed (según la creencia musulmana) que sirven de legitimación a los ideólogos de la guerra santa; cuyos ancestros se sitúan en el marco de las luchas contra la colonización occidental del Oriente Medio. Los Hermanos musulmanes nacieron en 1920 en Egipto, y su mensaje fue retomado y transformado por Al-Qaeda en el marco de la lucha armada contra la ocupación soviética de Afganistán en los años 1980. La violencia política y militar contra los “enemigos del islam” es pues parte intrínseca de la ideología y de los discursos islámicos.

Los analistas que explicitan esta situación son acusados de “racismo anti-musulmán”, o de “islamofobia”. Sin embargo, el escritor Salman Rusdhie ha vuelto a denunciar esta manera errada de ver el mundo actual y en particular “la estúpida ceguera del Occidente ante el yihadismo”; en efecto, Rushdie considera que “aunque exista una tradición del islam ilustrado, ésta no se encuentra en el poder. Por el lado chiita [el sector minoritario de los musulmanes], ha habido el imam Khomeini y su evolución islamista; y por el lado sunnita [el sector mayoritario en islam], Arabia Saudita ha utilizado sus inmensos recursos para financiar la difusión del fanatismo wahabbita [una ideología rigorista y puritana del islam]. Pero esta evolución ha tenido lugar en el seno del islam, no al exterior.” Más claramente: “los militantes del Estado Islámico cometen atentados suicidas gritando “¡Allahou akbar!”, Dios es grande, ¿cómo poder decir entonces que eso no tiene que ver con el islam?” En consecuencia, “para evitar la estigmatización del islam es preferible y mas eficaz reconocer la naturaleza del problema al que estamos confrontados.” (L’Obs n° 2744, 8-14 junio de 2017). Este reconocimiento tiene que venir no solamente de parte de los occidentales que están sufriendo ataques terroristas en nombre del islam sino también, y sobre todo, de los propios musulmanes que tendrán que reconocer que varias partes del mensaje islámico deben ser reformadas: aquella que concierne la violencia contra el Otro, “infiel”; así como las partes que legitiman la condición de inferioridad de las mujeres (que siguen heredando la mitad que los hombres); y finalmente las partes que legitiman la esclavitud y el status servil, siempre en vigor en países como la República Islámica de Mauritania [donde realizo investigaciones desde 1986].

  • El mito de “Al-Andalus perdido”: el atentado en España tiene también un trasfondo ideológico que sigue muy vivaz en el imaginario yihadista, que considera que los siete siglos de dominación musulmana en Hispania representan una edad de oro de su civilización. A partir de 711 de nuestra era, la dinastía árabe Omeyade [de Siria] estableció su dominio en la mayor parte de Hispania que bautizaron Al-Andalus. El último reino musulmán de Al-Andalus, en Granada, cayó en 1492; última etapa de la “reconquista” emprendida por los reyes católicos Isabel de Castilla y Fernando de Aragón; una reconquista fundada sobre la oposición religiosa entre “cristianos e infieles” y que se sitúa en el centro de la identidad española.

El tema de la “recuperación de las tierras perdidas” hace cinco siglos vuelve de manera constante en los discursos de propaganda de Al-Qaeda y del Estado Islámico. Myriam Benraad, profesora de ciencias políticas de la Universidad de Leyde, considera que la lucha contra el yihadismo ha ocultado hasta ahora la fuerza del imaginario islamista centrado sobre la restitución de una “edad de oro” representada por Al-Andalus.  La celebración de un pasado ilustre, aunque reinventado en la modernidad, está destinada a proponer un futuro radioso, a la “recuperación” de Al-Andalus deben seguir otras conquistas territoriales, como en la época de expansión del islam por el ejército musulmán. La simbólica de “Roma” sigue siendo utilizada en la propaganda y el Estado Islámico publica una revista bajo el nombre de “Rumiyah”, Roma en árabe. Sin embargo, no se trata de una “lucha entre civilizaciones”, simplemente del uso pos-moderno de símbolos y de mitos del pasado musulmán que figuran en El Corán y en otros libros religiosos. Según Benraad, el imaginario islamista tiene tres funciones que participan en la adaptación del movimiento al presente y al futuro: (1) la afirmación de la unidad islámica y la conservación de una memoria positiva esta destinada a compensar el presente dramático; (2) la violencia y la muerte para sí y para los enemigos es un imperativo de la “reconquista” (Bin Ladem había declarado que el atentado de Madrid de 2004 era una respuesta a los ataques de Irak por parte de Estados Unidos y sus aliados); (3) en fin, el imaginario yihadista sigue creando lazos entre todos los militantes, y ello constituye un factor esencial de la resistencia y de la sobrevivencia del Estado Islámico, y de los otros grupos similares. Teniendo en cuenta este análisis, Benraad sugiere que la lucha contra el yihadismo debe desplazarse también hacia el campo de las ideas (Le Monde del 22 de agosto de 2017).

Reflexiones finales

La principal respuesta a los atentados islamistas en Europa y en el resto del mundo (últimamente en Francia, en Inglaterra, en Rusia, en Nigeria, en Burkina Fasso y en Camerún), ha sido la estrategia militar. Evidentemente, no basta con condenar la violencia terrorista, evocando el “integrismo” o el “salvajismo puro” de los “fanáticos” musulmanes, como lo ha hecho hace poco Mario Vargas Llosa, que en ese texto parecía querer hablar más de su afecto personal por Barcelona, que proponer un análisis serio sobre un tema que él desconoce (La República del 20 agosto de 2017).

La situación actual es extremadamente compleja. Pero la guerra y los bombardeos en Irak y en Siria, que ya han producido mas de 445,000 muertos desde 2011, no pueden ser la única solución. Los bombardeos occidentales, bajo la dirección de Estados Unidos, son una fuente de movilización permanente de jóvenes de origen árabe y/o musulmán en cualquier parte del mundo. Sus atentados son concebidos como represalias a los ataques y a las muertes de otros musulmanes.

Parece indispensable deconstruir la ideología que está a la base del yihadismo, y favorecer una gran reforma del islam que debe adaptarse a la modernidad de los Estados-naciones, a la democracia, a la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley y al respeto de los derechos humanos. El camino será muy largo, pero es indispensable empezar pues el riesgo de una banalización de la violencia y el recorte de los derechos ciudadanos a nombre de la “lucha anti-terrorista” es muy alto, y muy peligroso.

Escribe: Mariella Villasante, investigadora asociada del IDEHPUCP.