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Notas informativas 9 de diciembre de 2019

Cada 10 de diciembre – desde hace 71 años – la comunidad internacional celebra el Día de los Derechos Humanos. La fecha conmemora la aprobación por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas la Declaración Universal de  Derechos Humanos en el año 1948.

Desde el Instituto de Democracia y Derechos Humanos reiteramos nuestra compromiso de fortalecer la democracia y mantener vigente la importancia de los Derechos Humanos en el Perú. Por ello para comprender su real dimensión – y cómo se debe practicar en el día a día – conversamos con Salomón Lerner Febres, presidente emérito de Idehpucp. 

¿Cómo ha visto el avance (o retroceso) este año en materia de Derechos Humanos en el Perú?

Si bien puede haberse avanzado algo, lo cual es de resaltar, debiera haberse ido más lejos. Este conflicto armado que la Comisión de la Verdad y Reconciliación investigó – que comprendió las últimas décadas del siglo pasado – entrega el informe en el 2003. Han pasado 16 años de no solo un estudio de conflicto sino también de las propuestas relativas a la reparación y al reconocimiento de las víctimas, y las recomendaciones hechas para la reformulación de política sociales, dirigida a los peruanos (en especial a los pobladores andinos y a los pueblos indígenas) sobre la importancia de los derechos como a la educación o a la salud, que demuestran que quizá esta universalidad, este ser inalienable que implica los derechos humanos, todavía aquí en el Perú se les entiende de forma parcial.

Creo que hay una cierta alteración de valores – y esto va más allá de la sociedad peruana – por la cual el hombre es en última instancia fin de una serie de acciones, se ve sometido a otras metas «superiores”, y es convertido en un instrumento. El ser humano es un fin, no es un instrumento ni bestia de labor. Hay que desterrar por tanto cualquier acción de particulares o instituciones en las cuales no se respete la dignidad de la otra persona, no se la entienda como valiendo igual que uno, pudiendo incluso discrepar. Necesitamos todos dialogar para llegar a acuerdos. Hannah Arendt decía el «derecho a tener derechos» y eso es para todos.

Justamente este año hemos observado el uso excesivo de la fuerza en las manifestaciones sociales en la región. ¿Cómo debemos las instituciones y los ciudadanos a alertar este tipo de atropellos?

De lo que se trata es la búsqueda del bien común. Lo cual implica detectar estos abismos que se establecen dentro de la vida social, entre algunas personas altamente favorecidas y otras completamente abandonadas. Muchas veces – hay que decirlo – los grupos altamente favorecidos lo son porque detrás de su ostentación o crecimiento económico están los pobres siendo explotados o siendo poco considerados, manteniéndolos en la ignorancia y que permiten, en última instancia, una especie de sujeción. Las ganancias que producen van hacia aquellos que tienen el gran capital. Es el problema de una sociedad llamada neoliberal – distinta a la liberal que sí reconoce igualdad y dignidad – en donde la política se ha convertido en un negocio y lo que interesa es el poder para ganar más. El poder busca el poder. Y ese poder no estriba siquiera en el saber sino simplemente en la violencia, la fuerza que somete, eso creo que es una grave violación de los derechos humanos que se da día a día o pasa desapercibida. Hablamos siempre que se violaron los derechos humanos en los ‘80 o ‘90 del siglo pasado, pero no nos damos cuenta que también se violaron los derechos humanos desde antes de los ‘80 y que se siguen violando actualmente.

Este año la declaración de los derechos humanos cumple 71 años. ¿Cómo se debe trasladar a la siguiente generación el mismo mensaje pero que mantenga su vigencia?

La única forma es a través de la educación, enseñando a todos los hombres y mujeres, desde niños en el hogar, y luego en la escuela. El valor que tiene cada uno de nosotros como persona – a diferencia de cualquier otro ser de la naturaleza que no sean los humanos – poder conocer, razonar, amar, tener sentimientos, actuar y buscar metas como la verdad, el bien, la belleza. Que eso no se puede simple y llanamente borrar o proscribir para determinadas personas. La educación es el primer momento y luego fruto de eso es el ejercicio diario del respeto de los derechos humanos. No esperemos a ver casos públicos y graves donde los derechos humanos son violados. Cada día debemos tomar nota de cómo el otro merece respeto y cómo la sociedad debe organizarse en función del bien común y regida por criterios de justicia, cumplimiento de deberes primarios por parte del Estado. Desgraciadamente, la tendencia de los humanos es vivir el día a día y no nos damos cuenta de los problemas hasta cuando de pronto estalla algo. Lo que ha sucedido en Chile, todo parecía muy lindo hasta que por una cosa tan pequeña que afectaba a alumnos de colegios, se destapa un modo de vida en el cual muchos ciudadanos chilenos no fueron respetados en la época que siguió a Allende y Pinochet. Y todo esto estuvo ahí medio olvidado y callado. Eso puede suceder en cualquier sociedad, y va a suceder si es que no ponemos freno a este día a día en que de modo creciente se ahondan las diferencias y se establecen distancias entre las personas, entre superiores y pensando que los otros no valen tanto.

«Debemos trabajar intensamente, de modo que las instituciones públicas encargadas de enfrentar aquellos hechos en donde ocurra una violación de los derechos humanos sean judicializados»

 

Ya estamos en nuevo ciclo electoral y comenzamos a escuchar discursos en donde aparecen candidatos prometiendo pena de muerte a los corruptos. ¿Cómo decirles a los electores que todas las personas solo por ser personas también tienen derechos? 

Lo que podríamos insistir es que cada ciudadano, cada persona que tiene la capacidad de elegir, reflexione un poco sobre su propia situación y la del Perú. Vea cuánto fondo y cuánta verdad y nobleza puede haber en esas fórmulas tan usadas que finalmente ni siquiera se llegan a cumplir. Hablar de pena de muerte sin entender qué significa la vida humana es una mera tontería. Hablar de grandes crecimientos económicos sin decir cómo van a realizarse. En el Perú no tenemos partidos políticos y por lo tanto no tenemos movimientos ni doctrina que apunten al buen gobierno, al bien común, al bienestar de todos los peruanos. Lo que seduce es la persona, de cómo habla o si posee alguna historia detrás de éxito, sea comercial o deportivo. Hay que pensar más en el bien común, en la honestidad, en el destierro de la corrupción, en el servicio, en los más pobres y vulnerables, en la necesidad de educar a las personas. Solo la educación en última instancia, aunque sea a largo o mediano plazo es lo que nos va a salvar.

Muchas veces vemos en noticias cómo las personas que han realizado las peores acciones contra la humanidad no son procesadas o tienen penas menores ¿Qué se puede hacer ante ello?

Debemos trabajar intensamente, de modo que las instituciones públicas encargadas de enfrentar aquellos hechos en donde ocurra una violación de los derechos humanos sean judicializados, castigada, para dar así no solamente una especie de sanción a aquél que ha delinquido sino también de aliento y reconocimiento a la víctima que, en su calidad de ser humano, tiene honor, dignidad y merece respeto. Esto se presenta siempre, no solo aquí sino en otros lugares también, sin embargo, a través de la educación hay que trabajar, no para tener sabios sino personas justas y buenas. Ese es el camino.