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Notas de prensa 24 de agosto de 2017

Según el Registro Único de Víctimas, el Conflicto Armado Interno 1980 – 2000 cobró la vida de 3887 menores. Niños, niñas y adolescentes de entre 6 y 17 años que desaparecieron o fueron ejecutados por Sendero Luminoso, el MRTA y las Fuerzas Armadas. Este lunes 28 conmemoramos la entrega del informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación recordándolos, y rendimos especial homenaje a los 176 estudiantes de diversas universidades que, según datos de la CVR, fueron asesinados o desaparecidos. El punto de encuentro será el Memorial El Ojo que Llora.

La jornada inicia a las 10:30 a.m. y contará con la presentación de la obra ‘En tu vibrar mi quebranta’, creada por estudiantes del TUC y dirigida por Ana Correa, y visitas guiadas a escolares (previa coordinación al teléfono 964807776). El evento es convocado por la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, los Colegios Fe y Alegría y el IDEHPUCP. Además cuenta con el apoyo de familiares de víctimas, Amnistía Internacional, APRODEH, Arte por la Memoria, Caminos de la Memoria, COMISEDH, Coordinadora contra la Impunidad, DEMUS, EPAF, IDL, Paz y Esperanza, Red de Mujeres Constructoras de Paz, Ser, TUC y Yuyachkani.

La estigmatización de la protesta juvenil, por Félix Reátegui (asesor del IDEHPUCP)

Durante el conflicto armado interno, los jóvenes fueron uno de los principales blancos de los actores armados, tanto de las organizaciones terroristas como del Estado. La dirección de la violencia contra los jóvenes –y, entre ellos, en particular los estudiantes universitarios— ejemplifica el carácter arbitrario de esa violencia. Se operaba según un estereotipo que hacía que cualquier joven fuera una potencial víctima. De parte del Estado, eso era por la presunción de que los estudiantes universitarios eran o podían ser adherentes de Sendero Luminoso. Se estigmatizaba la inquietud política, e incluso contestataria, de los jóvenes. De parte de Sendero Luminoso, se consideraba que los jóvenes eran un terreno fértil de reclutamiento. (Ambien) Así, en las comunidades rurales se colocaba la presión sobre ellos y se los convertía en víctimas de abusos.

La violencia ejercida contra los estudiantes en aquella época ha dejado un eco en la actualidad, que se expresa en la estigmatización de la protesta juvenil y universitaria. Todavía se usa la calificación de terroristas para los jóvenes que se movilizan en contra de alguna decisión pública. Eso tiene el efecto de justificar abusos y represión ilegítima contra la población estudiantil, pero además pretende mantenerla alejada de la inquietud política. Es una gran pérdida para el país esta aparente o pretendida neutralización de la juventud como actor político. La representación de los jóvenes como presuntos terroristas es una manifestación de los remanentes de la cultura autoritaria que se generó en la época del conflicto armado interno.