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Notas informativas 12 de marzo de 2013

Estas pocas oraciones pueden generar un gran número de comentarios. Ante todo, es saludable que, después de muchas complicaciones, se hable del Lugar de la Memoria como un hecho cierto. Los lugares de la memoria son formas de expresión que responden a diferentes contextos e iniciativas y que no son ajenos al contexto de la transición peruana tras el conflicto armado. Según el libro Los Sitios de la Memoria (Reategui, 2010), existen alrededor de 101 sitios de la memoria en el país, de estos; 28 están en Lima. La cifra puede sorprender, pero no debería, ya que, es usual, que exista una reacción por parte de la población que sufrió durante dicho periodo para poder recordar a sus desaparecidos, conmemorar a sus héroes y- en general- mantener una memoria viva de lo sucedido. Algunos de estos lugares pueden ser espacios de considerables dimensiones y con mayor exposición pública como el «Ojo que Llora» o «Yuyanapaq», pero existen otros más pequeños como el árbol, la escultura y la placa en la Pontificia Universidad Católica del Perú, que entre muchos otros, dispersos por la ciudad, pueden pasar desapercibidos para quienes frecuentan diariamente sus alrededores dada su sencillez. Sin embargo, un lugar de memoria es un espacio de encuentro y reencuentro entre personas, contextos, recuerdos y opiniones. Por ello, sin importar su tamaño, lo relevante es el significado que tiene, que conserva y que crea entre quienes lo visitan.

En ese sentido, no debería sorprender la cantidad de sitios memoria existentes, lo que debería sorprender es que un proyecto como el Lugar de la Memoria no haya sido una realidad concreta con anterioridad. Una de las respuestas del por qué de ello es lo difícil que resulta definir su guión museográfico puesto que, por diferentes motivos; geográficos, culturales, sociales, económicos o históricos, detallados en el Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, el conflicto armado peruano influyó de muchas maneras diferentes en una gran mayoría de los peruanos, por lo que la memoria colectiva puede diferir mucho conforme al colectivo del que se trate.

Frente a ello, con sus declaraciones, García Sayán busca erradicar los temores de diferentes sectores de la sociedad peruana que ven en el Lugar de la Memoria un posible espacio de abuso de la memoria. De esta manera, al ser un espacio de recuerdo que busca incluir las diversas visiones que existen en el Perú sobre el periodo del conflicto armado, acierta en incluir dentro de estas la de las Fuerzas Armadas. Como bien señala, la intención no es poner en un mismo espacio memorias irreconciliables, por el contrario, lo que se busca es tener el panorama completo de lo ocurrido, desde diferentes posturas, la cuales deben dialogar entre ellas y producto de esto se puede alcanzar lo más cercano a la verdad en sentido estricto. Para ello, no debe perderse de vista que el derecho a la verdad incluye, el derecho de las víctimas y sus familiares de conocer lo ocurrido con respecto a las violaciones concretas así como el derecho de toda la sociedad de conocer lo que sucedió en periodos de violencia o dictaduras.

El Lugar de la Memoria debe incluir esta complejidad de posturas y crear un espacio para el diálogo. Debe reconocer los actos terroristas de Sendero Luminoso y el MRTA, las violaciones de derechos humanos cometidas por las Fuerzas Armadas y por el Estado en general, tanto en su deber de respeto como de garante de los derechos humanos. Asimismo, este espacio también debe resaltar los actos de valor realizados por civiles y militares en defensa de la democracia y de nuestra seguridad. La creación por el Estado de un espacio de memoria que cumpla con dar a conocer el conflicto armado que sucedió en nuestro país teniendo en cuenta todas sus aristas no es solo una decisión política adecuada. Como lo señaló la Corte IDH en la sentencia del reciente caso de las Masacres de Río Negro vs. (Xanax) Guatemala, la creación de estos lugares de memoria son una medida adecuada conforme a la obligación internacional de reparar el derecho a la verdad que el Estado tiene con las víctimas y con la sociedad en su conjunto tras graves violaciones a los derechos humanos.           

Por Jean Franco Olivera

(Fotos: Domingo Giribaldi del Mar)