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Opinión 1 de julio de 2016

La música, el teatro, las artes plásticas, el cine, la literatura, entre otras formas de expresión artística son, manifestaciones de un espíritu enriquecido por la vivencia de valores superiores y un espacio en el que nos encontramos con todos los pueblos del mundo. El cultivo de las artes en el Perú, así como también la posibilidad de apreciar lo producido en otros países es necesaria fuente de elevación humana que compromete tanto nuestra inteligencia cuanto nuestros sentimientos, por ello significa un aspecto central de la educación de las personas y por ende de la sociedad.

En el Perú la posibilidad de acceder a diversas formas artísticas ha mejorado en las últimas décadas gracias al esfuerzo intenso de diversas instancias de la sociedad civil, sin embargo aún estamos lejos de poseer una vida artístico-cultural vibrante, rica, estimulante, variada, dinámica y accesible al gran público. Para conseguir todo esto, que se presenta tan endeble en nuestro país, ciertamente es indispensable algo más que el menguado apoyo de algunos sectores conscientes de la sociedad civil; también resulta fundamental el compromiso y la participación efectiva del Estado a través de políticas claras que permitan y promuevan el financiamiento directo e indirecto de la actividad artística a lo largo de todo el país.

Quienes conocen los dilemas y restricciones que se deben enfrentar para el desarrollo y la promoción del arte coinciden en la necesidad de una ley que, complementando lo que el propio Estado haga de manera directa, facilite y aliente el patrocinio o el mecenazgo por parte de personas y empresas de la sociedad civil, que se hallan bien dispuestas para ello. En el Perú la filantropía no encuentra instrumentos legales apropiados y eso priva a muchas actividades de beneficiarse de la buena voluntad de ciudadanos o empresas que querrían apoyarlas. Una ley, con los controles y regulaciones necesarias, que plantee invitar al apoyo por parte de los privados, tendría sin duda, importantes efectos sobre nuestra vida cultural.

Ciertamente, fomentar el aporte privado a la actividad artística no agota el repertorio de tareas pendientes. Como ya señalábamos el Estado mismo puede y debe ser una fuerza directamente impulsora del desarrollo del arte y la cultura en nuestro país.

Asumamos pues clara conciencia de la importancia que reviste el resolverse a crear las condiciones para que Estado y Sociedad se encuentren celebrando, ambos, los avances hechos en el mundo del arte y la cultura.

Escribe: Salomón Lerner Febres, presidente ejecutivo del IDEHPUCP, en La República.