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Opinión 14 de abril de 2014

Todo eso, sin embargo, se reduciría a una mirada superficial y por lo mismo ilusoria si fuese nuestro propósito explicar de qué materia está hecha la verdadera riqueza de nuestra casa de estudios. Porque más allá de cuanto ella fácticamente posee, encuentra su valor auténtico y perdurable en lo que ella ha sido y es hoy, eso que llamamos con orgullo nuestra tradición, nuestro espíritu, nuestros valores. Y cómo explicar esa identidad que nos hace singulares sin referirnos a las virtudes de las personas que, con su diario afán, han entregado lo mejor de ellas mismas para así cumplir la más propia naturaleza de una institución que se reafirma universal en su propio nombre: Universidad y Católica.

Por ello, porque ante todo somos una comunidad viva de personas y consideramos lo humano como valor superior –que es huella de lo sagrado– nos sentimos acongojados por la partida de personas que encarnaron nuestro espíritu y lo hicieron con dignidad y excelencia. Hace ocho días nos ha dejado otro miembro distinguido de nuestra Casa de Estudios que, al igual que muchos otros maravillosos docentes y amigos que ya partieron, se hallaba inextricablemente vinculado con nuestra universidad. Me refiero a Enrique Carrión Ordoñez quien demostró un compromiso profundo con el cultivo del saber y con la educación, compromiso expresado en la disposición y el cariño, de textura excepcional, que sólo posee quien merece el calificativo de Maestro. Pues Maestro es en verdad quien, como él, entiende que la enseñanza es aprendizaje continuo, diálogo con la realidad nunca terminado, pasión y vocación de servicio que busca decantar en el discípulo, a través del renovado desafío intelectual, las virtudes más firmes y los saberes más claros. Todo ello lo supo muy bien Enrique y por eso ejerció siempre su magisterio con un trato horizontal y cálido, no sólo en las aulas sino también fuera de ellas: en los pasillos, en los jardines, en la cafetería, en todo espacio en el que fuera posible entablar una conversación inteligente y honesta.

A esa voluntad constante y fecunda de compartir, que fue la esencia de su vocación docente, Enrique supo impregnar de modo indeleble una vasta cultura, centrada en su conocimiento erudito de nuestro idioma. Ya sea como profesor, académico o autor de numerosas investigaciones, él mostró siempre un interés particular en vigilar la pureza del castellano y mantenerlo en alto a través del ejercicio de una prosa bella y razonada. Buscó asimismo explicar y dilucidar el origen y la historia de los vocablos que lo componen y había en tal búsqueda incesante algo de poético y de metafísico. Vicente Huidobro decía que los poetas hablan el lenguaje del paraíso, pues llevan impresas en sus palabras el recuerdo de aquel tiempo primero, esos vagidos y acentos originales del mundo recién creado. En sus intrincadas pesquisas por descubrir el devenir de una palabra, Enrique Carrión recurrió a otros caminos para encontrar los rastros de ese mismo lenguaje primigenio, pero al recorrerlos procedió igual que los poetas: los conservó y transmitió a todo aquel que quiso conocerlos.

La figura de Enrique, reitero, representó en la PUCP la imagen del Maestro. Y esa imagen, en su caso, está indisolublemente ligada a las humanidades que, como sabemos, constituyen el alma misma de nuestra naturaleza como casa de estudios. A lo largo de más de cuarenta años de magisterio, él alentó a sus alumnos a internarse en las investigaciones lingüísticas y literarias con los siempre saludables hábitos del rigor, la reflexión, el estudio paciente y la indagación crítica. Pero, por sobre todo, los impulsó a aventurarse más allá del simple saber informativo y, con ese talante, los hizo interrogarse por el sentido más profundo de ese fenómeno misterioso y sorprendente que es nuestra existencia.

Así lo recordamos y por ello, para nuestro claustro su figura queda registrada como la del hombre cabal que concernido hondamente por el lenguaje lo entendió y lo utilizó como distintivo cierto de lo más auténticamente humano.

Te extrañamos, Enrique