Escribe: Jackeline Velarde Castillo (*)
Hoy el COVID-19 es lo que más preocupa a las personas en todo el mundo[1]. Dada la magnitud de la emergencia de salud pública, se ha producido una enorme oferta de información difundida a través de los medios de comunicación masiva en todos sus formatos. Esto no ha excluido, por supuesto, la difusión de rumores, noticias falsas y recomendaciones sin sustento cuyo efecto, más allá de la desinformación, ha sido también la incitación al pánico colectivo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya se ha pronunciado respecto de lo que ha denominado como infodemia[2], cuyas consecuencias más graves repercuten directamente en la salud de las personas. Ante esta situación, diversas instituciones han llevado a cabo esfuerzos para elaborar materiales que orienten la actividad de periodistas y medios de comunicación, reconociendo las consecuencias negativas que un mal tratamiento de la noticia tiene en un escenario como el actual. Lamentablemente, en nuestro país este tipo de recomendaciones ha tenido poco eco.
Uno de los cambios más significativos en las dinámicas de consumo de contenidos durante la emergencia sanitaria nacional ha sido el incremento en el tiempo de exposición de las personas a las pantallas. Hacia el mes de marzo, Ipsos Perú llevó a cabo una encuesta de opinión para recoger percepciones en el marco de la medida de aislamiento social obligatorio. Destaca que, respecto al uso del tiempo durante este periodo, la mayoría de personas encuestadas respondió que usaba su tiempo viendo, leyendo o escuchando noticias y un importante porcentaje señaló que lo usaba revisando redes sociales[3]. Asimismo, los resultados de la encuesta de opinión llevada a cabo por el IEP en el mes de abril arrojan que el 78% de personas consume noticias sobre el COVID-19 a través de la TV[4].
La sobreexposición y sus potencialidades
El domingo 15 de marzo, Martín Vizcarra dio el que sería el primero de 39 mensajes presidenciales transmitidos en vivo a la fecha[5]. Haciendo uso del espacio televisivo estatal y todos los canales de señal abierta, el presidente de la República, la mayoría de veces junto a todo su gabinete y unas pocas solo junto al primer ministro, se ha dirigido a la población para informar sobre la evolución de la epidemia en el país y las medidas oficiales que se han ido adoptando a lo largo de estos 64 días. Este despliegue ha incluido ruedas de prensa con diversos medios nacionales y extranjeros. Hemos sido espectadores de un buen ejemplo de lo que propondría Wolton[6] al hablar de comunicación política: los políticos, los periodistas y la opinión pública interactuando frente a la ciudadanía en vivo y en señal abierta. Los efectos de este trabajo se han visto reflejados en el aumento en 33% de la audiencia de los mensajes presidenciales durante esta época, lo que significa más de 100 mil personas adicionales sintonizando este contenido a diario[7].
«El horizonte debiera ser la transformación en forma, pero, sobre todo, en el fondo del ejercicio de la comunicación mediática: medios de comunicación que contribuyan activa y efectivamente al desarrollo del país y sus habitantes.»
Desde otro frente, pero en esa misma línea, los programas de la plataforma educativa “Aprendo en Casa”, inicialmente transmitidos solo por TV Perú y luego también por televisoras privadas, han alcanzado los 6 millones de televidentes por semana desde su lanzamiento el lunes 6 de abril[8], además de la sintonía a través de la radio y streaming en su página web. Nunca antes contenidos de corte educativo habían alcanzado este nivel de sintonía en la TV peruana. Es así, que esta plataforma se viene posicionando como una herramienta educativa/comunicacional valiosísima en la búsqueda de garantizar el derecho a la educación de los niños, niñas y adolescentes de nuestro país, especialmente en este contexto. ¿Tuvo que ocurrir una pandemia para lograr lo que se viene intentando hace varios años desde el canal del Estado y unos cuántos otros espacios?, ¿Qué va a suceder con la implementación y el consumo de este tipo de espacios y contenidos una vez que la pandemia se haya superado?
Estas cifras de sintonía de contenidos informativos y educativos son positivas y alentadoras, aunque insuficientes debido a la aún existente brecha de acceso a las TIC[9] en los hogares[10]. Es claro que se está haciendo el esfuerzo; hay plataformas y dispositivos comunicacionales ajustándose bien y rápido, sin perder de vista en el análisis que el éxito de estas implementaciones se sostiene, en buena parte, debido al contexto y por eso es fundamental evaluar y definir qué se hará después. Vale la pena preguntarnos qué retos nos deja en el futuro cercano esta transformación en las prácticas mediáticas y en la propia creación de contenidos; hacia dónde deberíamos mirar para sostener y seguir incentivando el desarrollo de capacidades digitales desde nuestras instituciones públicas. El horizonte debiera ser la transformación en forma, pero, sobre todo, en el fondo del ejercicio de la comunicación mediática: medios de comunicación que contribuyan activa y efectivamente al desarrollo del país y sus habitantes. Medios que, además de su labor informativa, estén cada vez más conscientes de su rol fundamental no solo para la prevención y manejo de crisis tan o más graves que esta, sino para la reducción de brechas y espacios que colocan aún en vulnerabilidad a nuestras poblaciones.