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25 de octubre de 2022

Escribe: Laura Balbuena González (*)

En los últimos días las redes sociales y los medios de comunicación se vieron conmovidos por un caso que tocó uno de los miedos más profundos de cualquier sociedad: el secuestro de una mujer gestante y el robo de su recién nacida. El caso se hizo viral en pocas horas y su desenlace mostró cuán poco preparado está nuestro país, en todos sus ámbitos, para tratar temas relacionados con la salud mental.

Inmediatamente después de que el ministro del Interior saliera ante cámaras y dijera que, según los análisis realizados, Gabriela Sevilla no mostraba signos de haber dado a luz recientemente o de haber estado  embarazada, ella pasó de ser una víctima a ser una villana. Y, como villana, fue atacada masivamente en redes y su privacidad no fue respetada. Tanto el Ministerio Público como medios periodísticos mostraron sus exámenes médicos a pesar de que, como nos recuerda la Defensoría del Pueblo, las atenciones médicas e historia clínica son reservadas según Ley General de Salud y son información sensible según la Ley de Protección de Datos Personales [1]. Con estos resultados, que contradecían lo que ella y sus familiares habían sostenido, los canales de televisión y YouTube se volcaron a entrevistar a dos tipos de especialistas: en derecho y en salud. A los primeros se les preguntaba qué sanción legal tendría Gabriela por mentir, si iría a la cárcel y por cuánto tiempo. A los segundos se les preguntó si eran contundentes los resultados de laboratorio mostrados para demostrar que no estuvo embarazada. Es recién cuando especialistas en ginecología y obstetricia hablaron de la posibilidad de un embarazo psicológico o pseudocyesis que se entrevista a psiquiatras para hablar de la salud mental de Gabriela.

Según una reciente encuesta realizada por IPSOS en diversos países por el Día Mundial de la Salud Mental, en Perú se considera a la salud mental como el tercer problema de salud más importante, sólo superado por el cáncer y el coronavirus [2]. Luego de una pandemia que tomó la vida de más de 200 mil personas, es preocupante que en nuestro país exista sólo un promedio de 3 psiquiatras y 10 psicólogos/as por cada 100,000 habitantes [3]. ¿Cómo poder salir del trauma colectivo con tan poco apoyo? Los problemas psicológicos y psiquiátricos en nuestro país aún sufren de un estigma, a pesar de que la repercusión de estas condiciones va más allá de las personas que los padecen directamente y afecta a sus familiares y a su entorno. Como se pudo ver en este caso mediático, las consecuencias pueden ser graves, pues, al margen de que la mentira sobre el embarazo haya sido producto de una pseudocyesis o de una manipulación, estamos ante un muy posible caso de trastorno psicológico que requiere ayuda y que nos demanda hablar de la salud mental en nuestro país. Sin embargo, el enojo de las personas por haberse sentido burladas ante la mentira del embarazo y secuestro no se transformó en empatía y preocupación una vez que se habló de salud mental. La “villana” no regresó a ser víctima. Se la continuó condenando en redes sin lograr ver que aquí hay muchas víctimas, muchos duelos que deberán vivirse. Como en la mayoría de los casos de problemas que requieren de apoyo psicológico o psiquiátrico, las familias y el entorno cercano también sufren las consecuencias de los actos realizados por las personas afectadas. En este caso en particular, debemos ver que tenemos a dos familias y un padre que, engañados o no, esperaban la llegada de una bebé; dos familias y un padre que en los hechos harán duelo por una bebé perdida. Y ello es así porque durante meses prepararon la llegada de esta nueva integrante de la familia, de la hija, nieta o sobrina, con ilusión y ésta nunca llegó.

En el Perú, se estima que casi el 21% de personas mayores de 12 años sufre de algún trastorno mental y sólo la quinta parte de ellas recibe apoyo psicológico [4]. ¿Cómo hablar de salud mental en el espacio público si ante un caso evidente de necesidad de apoyo psicológico o psiquiátrico la empatía mediática inicial se transforma en odio? Nos falta, entonces, educación en salud mental. Necesitamos entender, además, que si esta no es tratada puede influir en las familias, en el trabajo, en la economía misma del país.

Y mientras dos familias hacen duelo (esperemos que de manera privada, lejos de las cámaras), nuestra sociedad no debe olvidar que 36 mujeres desaparecen en nuestro país cada día. Entre enero y agosto del 2022, han desaparecido en el Perú 7762 mujeres, de las cuales solo 3676 han sido ubicadas. Más de la mitad de ellas, son niñas y adolescentes. Es imperativo recordar que aún nos faltan 4086 mujeres adultas, niñas y adolescentes [5]. Y que no debemos dejar de buscarlas.

(*) Doctora en Ciencia Política de New School for Social Research


[2] https://www.ipsos.com/es-pe/dia-mundial-de-la-salud-mental-2022

[3] https://www.defensoria.gob.pe/defensoria-del-pueblo-estado-peruano-debe-priorizar-la-atencion-de-la-salud-mental/

[4] https://www.comexperu.org.pe/articulo/ley-de-salud-mental-un-paso-adelante-y-dos-hacia-atras