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18 de agosto de 2020

Desde diciembre de 2019, el Covid-19 sigue su progresión en el mundo entero, y luego de haber provocado más de 212 mil muertos en Europa, el epicentro de la pandemia se ha instalado en el continente americano donde la curva de contaminaciones y de decesos no cesa de aumentar. Estados Unidos, Brasil, México y Perú son los países que lamentan el número más alto de pérdidas en vidas humanas y una situación económica marcada por la recesión y el aumento de la pobreza. La crisis sanitaria en nuestro país es muy dolorosa y se acompaña además de una honda crisis política que deberá ser superada para poder afrontar dignamente el presente y los meses venideros que serán muy difíciles desde el punto de vista sanitario y económico. En esta breve nota aporto algunas informaciones y análisis sobre esta situación preocupante desde la antropología política.

El Covid 19 y su expansión en el mundo

El sábado 8 de agosto, la Agencia France Press[1] presentó una evaluación a partir de fuentes oficiales, según la cual el Covid 19 ha provocado la muerte de 730,000 personas en todo el mundo. Cerca de 19,6 millones de casos han sido contabilizados en 196 países. Entre ellos 11,6 millones son considerados casos curados (aunque el Covid 19 puede volver a contaminar a los que se sanaron). América Latina y el Caribe deploran más de 213 mil decesos, un número mayor que el total de muertes registradas en Europa hasta el momento. Actualmente, 44% de muertes por Covid 19 en el mundo tienen lugar en nuestra región, en gran medida a causa del fin de los confinamientos y el retorno parcial a las actividades económicas. En su alocución del 6 de agosto[2], el Director general de la OMS declaró que

Las Américas siguen siendo el epicentro actual del virus y las consecuencias están siendo particularmente graves. (…) La mejor manera de salir adelante es aferrarnos a la ciencia, a sus soluciones y a la solidaridad, juntos podemos superar esta pandemia.

En Estados Unidos (328,2 millones de habitantes) se registra un resurgimiento de la epidemia desde fines de junio, y se lamentan hasta la fecha más de 162 mil decesos y más de 5 millones de personas contagiadas, según la Universidad Johns-Hopkins. A pesar de esta situación dramática, el gobierno del lamentable presidente Donald Trump continúa subestimando el riesgo sanitario de la población y se niega a adoptar medidas federales, aunque por fortuna los gobernadores de la mayoría de Estados de ese país han tomado las medidas de protección indispensables para contener la progresión de esta enfermedad. Sin embargo, diversos sectores de la población no respetan las restricciones oficiales y celebran fiestas, conciertos y reuniones sociales provocando el aumento de los contagios.

En segundo lugar, se encuentra el Brasil (212 millones de habitantes), donde, según las fuentes oficiales, el nuevo corona virus ha provocado la muerte de más de 100 mil personas y contaminado más de 3 millones de brasileños. Pero las cifras reales son mucho mayores, como señala Domingos Alves, especialista brasileño de estadísticas de la pandemia, quien considera que la evaluación oficial es “seis a siete veces inferior a la realidad” (Ouest France del 7 de agosto). Del mismo modo que en el Perú, el ritmo de contaminaciones se ha acelerado en las últimas semanas en el interior del país, sobre todo en el sur y en el centro-oeste. En cambio, en São Paulo y en Rio de Janeiro, que son las ciudades más afectadas, la situación es estable. En fin, en el norte del país, donde la situación ha sido catastrófica en abril y en mayo, se observa un descenso de la curva de casos y de muertes. El expresidente Lula da Silva ha denunciado el comportamiento del presidente Jair Bolsonaro, quien “ha preferido calificar el virus de pequeña gripe” y que “llevará en su alma la responsabilidad de miles de vidas perdidas”. Por su lado, el presidente de la Academia de Letras, Marco Lucchesi, denunció la “ausencia de política sanitaria” y la “inhumanidad” de Bolsonaro (Le Monde del 8 de agosto).

México (126, 2 millones de habitantes) ha registrado más de 50 mil muertos y más de 462 mil casos de contaminación. Las medidas adoptadas por el gobierno del presidente populista Andrés López Obrador[3] son muy criticadas. Los gobernadores de siete Estados federales (sobre un total de 32) han decidido unirse y no acatar las medidas de la Secretaria de Salud para reanudar las actividades económicas; la oposición a la política desordenada de López Obrador se ha agudizado con la pandemia (BBC Mundo del 3 de junio[4]).

El Perú ocupa el cuarto lugar en las Américas. Como sabemos, oficialmente se lamenta la muerte de más de 20 mil personas, aunque las víctimas de esta terrible enfermedad deben de ser superiores a esa cifra. Como en el resto de países del Tercer Mundo, la contabilidad real será conocida cuando se haya superado la crisis sanitaria, es decir dentro de varios meses.

El Covid 19 avanza inexorablemente en otras zonas del mundo. África del Sur (58,7 millones de habitantes) más de la mitad de casos de contaminación del continente africano y deplora la muerte de más de 10 mil personas. La mayoría de nuevos fallecimientos se registra en el sur este, una región muy pobre del país, con pocos servicios médicos (Le Monde del 8 de agosto).

En la India (1,3 mil millones de habitantes) se registran más de dos millones de casos de contaminación; la mayoría de las personas con Covid 19 se encontraba en las grandes ciudades de New Delhi y Bombay, pero desde hace dos semanas los contagios llegan a las regiones rurales del interior del país donde viven 70% de indios. Oficialmente se contabilizan más de 41 mil muertos; pero los expertos piensan que las cifras son subestimadas porque las autoridades del gobierno nacionalista hindú de Modi limitan el acceso a los tests de despistaje. Luego de una cuarentena impuesta con mucha brutalidad entre el 15 de marzo y el inicio de junio, se ha retomado la vida social para reactivar la economía exangüe del país. Muchas restricciones y cuarentenas continúan sin embargo en las regiones más devastadas por el Covid 19 (Ouest France del 7 de agosto).

La situación sanitaria en Europa occidental

Desde el mes de junio, varios países europeos han finalizado el periodo de confinamiento total y se han autorizado los viajes al interior de los países y a países vecinos, con restricciones de uso de máscaras en lugares públicos y de distanciamiento físico. Hasta ahora se contabilizan más de 213 mil muertes. Los 27 países de la Unión europea han decidido mantener sus fronteras abiertas para no aumentar el desorden en un periodo durante el cual millones de europeos viajan durante las vacaciones estivales. Sin embargo, las fronteras exteriores permanecen cerradas a muchos países, sobre todo Estados Unidos, Rusia, India y países de América Latina, y abiertas con controles estrictos a otros (Argelia, Marruecos, Australia, Canadá, Japón, Nueva Zelandia, Tailandia y Uruguay). Los controles sanitarios son muy estrictos en los aeropuertos y Gran Bretaña y Noruega han impuesto 14 días de confinamiento a todos los recién llegados del espacio europeo. Un aumento de casos de contagio se ha registrado también en las regiones españolas de Cataluña, Aragón y Navarra. Alemania las ha incluido entre las zonas “con riesgo sanitario” adonde no se aconseja ir; las personas que lo hagan deberán someterse a un test obligatorio a su retorno a Alemania (Le Monde del 1ro de agosto).

Desde julio, la llegada del verano en el hemisferio norte está influenciando negativamente el comportamiento de ciertos europeos, sobre todo los jóvenes, que tienen dificultades para seguir respetando las restricciones impuestas por las autoridades. Por ello se observa un aumento de contagios en las estaciones balnearias y en conciertos o manifestaciones contra las restricciones (como sucedió en Berlín). Esta nueva situación ha llevado a las autoridades de Reino Unido, Francia, Bélgica y Alemania a poner fuertes multas a los infractores, a conducirlos a las comisarias, y también a cerrar playas y parques donde la gente podría reunirse nuevamente de modo ilegal. En Francia, donde los casos han aumentado en las últimas dos semanas, las autoridades preparan la posibilidad de un retorno al confinamiento parcial para evitar un retorno de la epidemia en el otoño (octubre) y/o en el invierno (diciembre).

Recesión económica y crisis social en todo el mundo

En todos los países del mundo, la crisis sanitaria está provocando una crisis económica y social inédita y devastadora por su amplitud, cientos de miles de empresas de hotelería, de restauración y de aeronáutica han tenido que cerrar dejando sin empleo a millones de personas. De acuerdo con el Banco Mundial, la pandemia de Covid 19 implica una contracción de 5% del PIB mundial, en la zona euro la situación es más grave pues se espera un retroceso de
9%. Nunca tantos países habían conocido tal recesión desde 1870 (Le Monde del 8 de junio[5]).

La recesión en los países pobres y subdesarrollados no debería ser mayor a 2,5%; sin embargo, en esos países como el nuestro, donde predominan las economías informales, la crisis será más difícil de combatir en razón de la falta de presupuestos suficientes para paliar el empobrecimiento y de la débil capacidad administrativa para distribuir la ayuda económica (indemnidades de desempleo, bonos de asistencia). El FMI ha calculado que los gastos financieros para hacer frente a la crisis actual representan 1,4% del PIB de los países pobres; 2,8% en los países emergentes o Bric (Brasil, Rusia, India, China y África del Sur) y 8% en las economías avanzadas. Estas últimas tienen la capacidad de endeudarse, contrariamente a las otras economías. Dicho esto, en cuatro países pobres/emergentes sobre diez, la deuda pública ha aumentado en 20% desde 2007. El FMI teme que la pandemia deje cicatrices profundas y durables en las economías de países pobres y emergentes en razón de la baja de inversiones, de la erosión del capital humano por el desempleo, y de la desintegración del comercio mundial. Por lo tanto, se estima que la pandemia causará la caída en la extrema pobreza de 70 a 100 millones de persones en los países subdesarrollados.

La CEPAL presenta un panorama desolador en nuestra región. En efecto, según el Informe de julio:

América Latina y el Caribe se han convertido en zonas críticas de la pandemia de Covid 19, exacerbada por estructuras de protección social débiles, sistemas de salud fragmentados y profundas desigualdades. El Covid 19 provocará en la región la peor recesión de los últimos 100 años y se estima que habrá una contracción del 9,1% del PIB regional en 2020.” En consecuencia, esto podría aumentar el número de personas en situación de pobreza en 45 millones (hasta llegar a un total de 230 millones de personas) y el número de personas en situación de extrema pobreza en 28 millones (llegando a un total de 96 millones de personas). La pandemia afectará también los derechos humanos y los avances democráticos que podrían derivar en malestar social y disturbios (Comisión económica para América Latina y el Caribe, CEPAL, julio de 2020[6]).

La coyuntura de incertitud geopolítica y económica está marcada por dos hechos: la duración incierta de la pandemia y las posibilidades de adaptación de las economías de todos los países del mundo, agravadas por las tensiones entre Estados Unidos y China (Le Monde del 8 de junio).

La situación en Estados Unidos es particularmente dramática, pues a pesar de haber sido la primera potencia mundial, el presidente Trump ha demostrado su incapacidad total de enfrentar la crisis en modo razonable, siguiendo las recomendaciones de su equipo médico y científico. En vez de ello, y del mismo modo que Bolsonaro en Brasil, está tomando medidas desordenadas que provocan un empobrecimiento general de los norteamericanos. La crisis ha desvelado además la precariedad total en la cual vivían los ciudadanos de las clases trabajadoras de ese país (sobre todo afroamericanos, latinos y asiáticos), sin seguro social, con salarios mínimos en los rubros manuales, sin protección social cuando no se puede pagar el alquiler y en general sin pensión de jubilación. Estados Unidos es en realidad un país subdesarrollado.

En ese contexto preocupante se ha registrado una gran ola de protestas sociales por la muerte brutal de Georges Floyd, un afroamericano de 46 años que fue asesinado por un policía blanco, Derek Chauvin, en la ciudad de Minneapolis el 25 de mayo de 2020. Este crimen racista ha provocado las manifestaciones más importantes contra el racismo y la violencia de la policía en Estados Unidos, y han sido también apoyadas en varios países europeos. Los manifestantes pertenecían a todas las comunidades étnicas, lo cual demuestra una toma de conciencia de la injusticia y de la iniquidad que representan tanto el racismo como la brutalidad de las fuerzas del orden. Esas problemáticas son recurrentes en todo el continente americano, y son aún más importantes en el periodo preelectoral de ese país que debe elegir un nuevo presidente en noviembre próximo; el oponente demócrata al nefasto presidente Trump es Joe Biden, quien ha elegido a Kamala Harris, diputada de California afroamericana, como su vicepresidenta. El hecho es transcendental no solo para Estados Unidos sino para todas las Américas y el resto del mundo.

La situación social en Europa occidental es muy distinta. El liberalismo que caracteriza la economía no deja de lado la calidad y el respeto de la vida decente de los ciudadanos. En general, los presidentes han tomado medidas de protección de los grupos más vulnerables de las sociedades, en la medida de las posibilidades de cada país. Para evitar una recesión muy grave, el 21 de julio los países de la Unión Europea llegaron a un acuerdo para mutualizar los préstamos que deben hacer en el mercado internacional y que deben servir para financiar la reactivación de la economía entre 2021 y 2023 (Euronews del 21 de julio[7], ver también Villasante, Boletín del Idehpucp del 26 de mayo[8]]. Se sabe sin embargo que la pandemia ha cambiado muy duramente el modo de vida anterior, que muchas industrias (turismo, hotelería, restauración, aeronáutica, automóvil) ya no regresarán a los niveles anteriores, y que se deben hacer cambios estructurales profundos para salir adelante, con mucha dificultad, en varios años.

Crisis sanitaria y crisis política en el Perú

La crisis sanitaria del Covid 19 está golpeando duramente nuestro país, aun cuando el presidente Vizcarra y sus ministros hayan tomado las medidas adecuadas de aislamiento social para reducir los contagios desde el mes de marzo. Reitero lo que he considerado anteriormente:

El presidente Vizcarra está organizando la mejor respuesta posible al Covid-19 teniendo en cuenta las graves carencias estructurales de nuestro sistema de salud y los antiguos problemas de corrupción y de gestión desordenada de los ministerios. Todo ello es el resultado del retraso económico, social y político de 40 años que hemos acumulado desde la guerra interna (1980-2000), durante la cual sufrimos además del gobierno populista y corrupto de Alberto Fujimori (1990-2000), seguido por cuatro gobiernos lamentables (2001-marzo de 2018) que fueron incapaces de privilegiar la reconstrucción estatal y la inclusión de los pobres y de los pueblos originarios de los Andes y de la Amazonía en la sociedad peruana que tiene un nivel de vida decente. Durante todo ese tiempo, nuestra sociedad ha consentido la persistencia de niveles de pobreza y de miseria pasmosos, y ha considerado “normal” que los “indios” sigan siendo marginados y excluidos. La responsabilidad de las dificultades actuales de la lucha contra la pandemia de Covid-19 es del Estado, pero también de nuestra sociedad civil. Todos somos responsables de la inexistencia de infraestructura sanitaria decente en las ciudades y en las zonas rurales porque lo hemos permitido sin intentar siquiera cambios profundos. (Villasante, Boletín del Idehpucp del 26 de mayo).

  • ¿Por qué no se puede atenuar la curva de contagios y de muertes en el país? Simplemente porque las medidas restrictivas que se han tomado en un país subdesarrollado como el nuestro no pueden ser bien respetadas, en parte por razones objetivas y en parte por inconciencia e ignorancia del peligro de infección.

Contrariamente a los países europeos, donde el teletrabajo y la educación a distancia han podido ser instaurados rápidamente, en nuestro país ello no es posible. El teletrabajo y los cursos por internet conciernen a una ínfima parte de la población; la mayoría de nuestras clases trabajadoras necesitan salir a ganar dinero cada día para poder sustentarse. Por otro lado, luego de la autorización de viajes al interior del país miles de personas están llevando el Covid 19 a regiones que estaban relativamente aisladas y que ahora se contaminan sin cesar. La situación es similar en la India y en Brasil.

Estas son las razones objetivas. Las razones subjetivas conciernen a la falta de toma de conciencia del peligro que representa la falta de respeto de la distancia social; lo hemos visto en varios reportajes televisivos. También hubo inconciencia patente, por ejemplo, cuando un grupo de nativos Ashaninka del río Tambo (Satipo, Junín) fue a la localidad de Atalaya (Raimondi, Ucayali) a mediados de julio para cobrar los bonos del Estado, y se quedó ahí unos días para celebrar la buena noticia sin tomar ninguna precaución de distancia social. Como era de esperarse, todos se contaminaron con el Covid 19 y de regreso a sus comunidades contagiaron a sus parientes [relato de Luzmila Chiricente, dirigente nacional ashaninka, miembro del Consejo de reparaciones]. La situación de las comunidades nativas ya era dramática antes del Covid 19, y con la pandemia todo ha empeorado, pero es preciso comprender que el gobierno actual no tiene los medios de solucionar un abandono de siglos en unas pocas semanas. Dicho esto, la ayuda de urgencia deberá llegar próximamente.

  • El segundo problema vinculado con la continua progresión de esta terrible enfermedad es la falta de capacidades de gestión sanitaria de los ministerios y de las regiones. Es un problema bien identificado por el FMI, como acabamos de ver. Tampoco tenemos personal médico ni la infraestructura necesaria para afrontar una epidemia tan importante. La ayuda sanitaria disponible no puede llegar a las zonas del país donde viven sectores vulnerables como son las comunidades amazónicas y alto andinas, y ni siquiera a los barrios más pobres de la periferia de Lima que es el epicentro de la enfermedad a nivel nacional. Hay que tomar conciencia, en efecto, de que en la capital se registra casi la mitad del total de víctimas de Covid 19 registradas en el país (9,040 sobre un total de 21,713 hasta el día 13 de agosto).
  • Las últimas semanas, después del mensaje a la nación del presidente Vizcarra el 28 de julio, se han reactivado el desorden y la anarquía en el Congreso actual, que en realidad no es muy diferente del anterior y de los que los precedieron desde 1990. Salvo raras excepciones, los congresistas son populistas y tienen poca o ninguna experiencia en los asuntos del bien común que caracterizan al Estado moderno, y en general tienen poca o ninguna formación profesional. La mayoría ha entrado en la vida política nacional por razones que no tienen relación con la voluntad real de querer trabajar por el “bien de la nación peruana. Lo que desean es sobre todo concretar sus agendas personales y obtener privilegios o beneficios de su función, lo cual no les impide anunciar que están en el Congreso por “elección del pueblo”. Esto puede ser cierto, pero de manera general y salvo raras excepciones se trata de sectores nacionales poco educados que se han dejado convencer por los discursos demagógicos de personas que se presentan como representantes de las “clases populares y que anuncian “cambios sociales antielitistas y antioligárquicos. El brillante historiador Tzvetan Todorov[9] (2012: 201 y sqq.), precisa con mucha lucidez que el “pueblo” puede volverse una amenaza real a la democracia, como se observa en los países europeos, donde han aparecido grupos y partidos populistas de extrema derecha para oponerse a la instalación de migrantes [africanos y árabes] en sus países. Todos utilizan la demagogia para ganar adeptos: identifican inquietudes “populares” y proponen soluciones fáciles de comprender, pero imposibles de aplicar. En el Perú, el populismo es una característica central de la política desde 1990. Ese es el marco pertinente de análisis del orden político que prevalece en nuestro país.
  • El nuevo gabinete del primer ministro Walter Martos ha propuesto mejoras importantes para enfrentar la pandemia. Esperemos que en esta nueva fase de la crisis sanitaria y económica la sociedad peruana sea capaz de concretar mejor las consignas de prevención del Covid 19. Esperemos también que los congresistas sean capaces de dejar de lado sus luchas facciosas y su absurda perspectiva populista contra las élites y que apoyen las decisiones del gobierno en aras del bienestar de la nación peruana.

Reflexiones finales

  • La pandemia del Covid 19 ha desvelado dramáticamente la situación estructural real de todos los países del mundo. Ante una enfermedad tan letal, inédita desde la gripe española de 1918-1919, todas las sociedades están afrontando consecuencias sociales muy graves en la economía y en el modo de vida en general. Como era de suponer, los países que están afrontando mejor esta plaga del siglo XXI son los países que han construido Estados-naciones fuertes, en particular en Europa occidental. Sin embargo, la mayoría de gobiernos ha hecho llamados a la unidad nacional para poder enfrentar la pandemia. La solidaridad nacional es, en efecto, el primer elemento de adaptación positiva de las sociedades ante un grave peligro común.
  • Frente a esta triste situación pienso que es urgente que los ciudadanos responsables apoyemos las medidas de restricción adoptada por el gobierno del presidente Vizcarra para contener el Covid 19, que seguirá presente en todo el mundo durante varios meses, con consecuencias dramáticas de empobrecimiento por muchos años. Es urgente también seguir desarrollando la solidaridad de la sociedad y de los empresarios para socorrer a los sectores pobres y marginados del país que sufren con más dureza la pandemia. En fin, los universitarios y las élites educadas del país deben tomar conciencia de su responsabilidad ciudadana y empezar a preparar las elecciones generales de 2021 seleccionando y votando por personas idóneas, competentes, con formación profesional, y con una voluntad clara de empezar a construir una nación peruana digna, democrática y unida. La continuidad o la exclusión definitiva del populismo, enemigo de la democracia, depende de todos nosotros.

[9] Todorov, 2012, Les ennemis intimes de la démocratie, Paris: Robert Laffont.