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Notas informativas 10 de junio de 2013

Burga preside el Instituto de Estudios sobre la Universidad (INESU) al que pertenezco y que agrupa a algunas antiguas autoridades de prestigiosas universidades en el país.  Nos dice:

Me sorprendió leer, en La República del domingo 2,  el artículo de Mario Vargas Llosa, “La hora de las trincheras”, dirigido a defender a Arturo Fontaine, novelista, ensayista y poeta chileno, que el 10 de mayo pasado, de manera bastante abrupta, fue invitado a dejar la dirección del Centro de Estudios Públicos en Santiago.  Fontaine convirtió al CEP, en las últimas tres décadas, en uno de los más importantes Think tank del pensamiento liberal latinoamericano. Deben existir, por lo tanto, razones muy importantes para que el Comité Ejecutivo del CEP tome esa decisión y para que MVLL lo defienda en uno de sus influyentes artículos.

Fontaine ha salido a presentar sus descargos y ha insinuado, que la razón fundamental de su salida es su posición frente a lo que él llama la universidad fabril. Parte de la premisa que en Chile, tan liberal como lo conocemos, no es legal lucrar con la educación superior universitaria. Cuando le preguntan porque critica a estas universidades, su respuesta es categórica: “Yo tengo la convicción de que el debate actual ha perjudicado a las universidades privadas sin fines de lucro”,  esta es una respuesta que se podría dar en nuestro país.   Aquí, las universidades 882, sin lugar a dudas, han asediado a las universidades de calidad y las han empujado a la loca carrera de crecer sin calidad.

Entonces si en Chile no es legal la inversión con fines de lucro en la educación superior universitaria, ¿cómo es que estas universidades lucran? La respuesta es muy sencilla, nos dice Fontaine, usan la triangulación, la inversión en otras empresas para obtener ganancias ilícitas. Él no es un liberal común y corriente, es más bien un intelectual sofisticado, profesor en la U. Chile, donde ha trabajado con importantes intelectuales de este país y ha estudiado historia con Mario Góngora y Álvaro Jara, a quienes leí –y escuché– atentamente cuando hice mi tesis doctoral en París en los años 1970. Pero también tiene un concepto muy elaborado de lo que debe ser la formación universitaria sustentada en un trípode (el profesionalismo, la formación en valores y la ciudadanía).  Considera que las universidades negocios están interesadas en una sola pata de ese trípode, el profesionalismo y se despreocupan de las dos restantes.

Para tratar el tema de la Nueva Ley Universitaria peruana, el 29 de mayo pasado, hubo un interesante debate en la PUCP donde escuché a Salomón Lerner Febres, integrante de INESU, defender lúcidamente esos principios esenciales de la universidad. José Dextre, presidente de la FIPES, la federación de las universidades con fines de lucro en nuestro país, le replicó, defendiendo lo que parecería ser indefendible en Chile, la exoneración tributaria y el beneficio económico utilizado para reinvertir en el desarrollo de estas instituciones. 

Comparó la inversión inmobiliaria, que florece en nuestro país, con la multiplicación de universidades, indicando que ambas son signos de nuestra de fortaleza actual, pero que sin embargo se usa la palabra “proliferación” para censurar la multiplicación de universidades, no así cuando se habla del boom inmobiliario.

Fontaine  justamente nos dice que estos dos procesos no son comparables, porque los créditos subprime en EE.UU. condujeron a la corrupción financiera y a la crisis, de la que se puede salir.  Contrariamente, una mala educación superior es algo mucho más marmóreo, duradero, construye personas con las que tenemos que convivir el resto de nuestras vidas.  

 En Chile, Fontaine ha sido removido de su cargo, aquí, en este momento, se debate en el Congreso una nueva ley universitaria, pero ¿podremos realmente enfrentar a los temores de la FIPES y a sus trasplantados en el Congreso?