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Opinión 19 de septiembre de 2017

La cobertura periodística de estos días ofreciendo impactantes imágenes acerca de los atentados y crímenes producidos por Sendero Luminoso, en el marco de los 25 años de la captura de su líder Abimael Guzmán, evidencia nuevamente la ausencia de una política pública de memoria que permita procesar los hechos de violencia en la sociedad, y sobre todo en las nuevas generaciones. La salida de prisión de Maritza Garrido Lecca; Guzmán en el momento de su captura; las escenas de violencia y terror al lado de ceremonias de reconocimiento de los agentes del GEIN: toda una puesta en escena que nos ofrece un panorama confuso del periodo de violencia en el país. ¿Quiénes son esos personajes y por qué actuaron así? ¿Por qué vestían trajes a rayas? ¿Qué gritaban cuando los apresaban? ¿Por qué 25 años después se “revela” que fue un equipo –formado por 87 policías- el que capturó a Guzmán y no un “salvador” como nos habían contado todos estos años? Estas y otras interrogantes son planteadas por los jóvenes cuando se enfrentan a la construcción mediática de estos días.

Podemos ensayar una explicación y argumentar que los medios de comunicación han acudido –una vez más– al uso del framing [1] para componer esa impresionante cobertura dedicada a la liberación de una senderista. Un ejemplo de ello son las 19 páginas en la principal revista de variedades. O, se puede sostener que responde a la crisis de información, frugalidad y pérdida de autonomía por la que atraviesan los medios de comunicación en la actualidad. Pero la ausencia más notable de esta puesta en escena son las víctimas de Sendero Luminoso (SL): mujeres, niños y hombres, asesinados o desaparecidos por esta organización criminal. En los medios de comunicación no aparecen los rostros de ese 75% -víctima de la violencia- que tenía el quechua como lengua materna, procedía del campo y era pobre.

Aunque nadie puede negar el repudio absoluto al senderismo expresado por la sociedad peruana, este sentimiento no se ha convertido en un repudio absoluto a la violencia. La sociedad se ha negado a hacer un ejercicio de memoria que conduzca a procesar y entender la complejidad de lo que vivimos y a adoptar valores ciudadanos como justicia, diálogo, defensa de derechos, equidad. Lo que vemos es un uso instrumental de la amenaza de Sendero Luminoso y el reclamo de acciones de fuerza para defenderse, pero otra vez se invisibilizan a las víctimas y se olvida que también son ciudadanas. Con la misma energía que se invoca el riesgo de SL, debería atenderse también la necesidad de reforzar la política de reparaciones, de incluir una política educativa de memoria o de plantear acciones urgentes para implementar la ley que permita buscar a los más de 15 mil desaparecidos. Si somos capaces de pensar e incluir a las víctimas como ciudadanas en las políticas de memoria y en las narrativas de los medios, podemos empezar a derrotar esos discursos de violencia y odio que nos quiso imponer SL. Y entonces podemos hablar de forjar una verdadera democracia.


[1] La teoría del framing dice que los medios no solo establecen la agenda de temas de debate público, sino que también definen una serie de pautas (marcos) con los que pretenden favorecer una determinada interpretación de los hechos.