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Opinión 3 de junio de 2016

El ciudadano se enfrenta a una situación de estricta responsabilidad. Ser responsable implica ser capaz de justificar las opciones que uno toma –como elegir a las autoridades–, pero también, más adelante aceptar las consecuencias derivadas de su elección. Elegir a consciencia es pues de algún modo una experiencia moral. El candidato elegido emprenderá políticas que nos afectarán a todos en temas cruciales como la economía, la seguridad, la lucha contra la corrupción y el narcotráfico. Resulta esencial evaluar en este sentido los planes de gobierno, la hoja de vida de los candidatos, su historia en la política y su conducta en esta campaña electoral.

Creemos que en la circunstancia es imperativo valorar dos elementos fundamentales. En primer lugar, la observancia programática de los principios democráticos y los valores ciudadanos que les son esenciales. La necesidad de cuidar el Estado de derecho, el balance de poderes, los derechos fundamentales y las libertades básicas debe convertirse en una prioridad que oriente al elector. Una democracia precisa la generación de políticas que garanticen el acceso de los peruanos a un servicio de salud eficiente y a una educación pública adecuada. No existe desarrollo humano posible sin una buena educación básica y superior. Necesitamos combatir la pobreza y educar a los peruanos en valores políticos basados en el compromiso con la libertad y la justicia.

En segundo lugar, hemos de prestar atención a la observancia de los principios fundamentales de la moral pública. Debemos elegir autoridades que consideren que la máxima “roba pero hace obra” es solo un eslogan siniestro, que promueve la condescendencia con la corrupción y con el crimen. Que una autoridad política haga obra no es un favor para con la población: simplemente es lo que debe hacer: cumplir con su trabajo. Para eso precisamente fue elegido. La probidad del funcionario, la transparencia en el ejercicio de su labor y la rendición de cuentas al Estado y a los ciudadanos constituyen dimensiones morales de la gestión pública en todos sus niveles e instituciones. Para garantizar el cumplimiento de estas exigencias, requerimos organizaciones públicas, partidos e instituciones civiles dedicadas a la fiscalización en condiciones de real independencia.

Sin el cuidado de los principios democráticos y de los preceptos esenciales de la moral pública, el mal espíritu de la corrupción y de la tiranía seguirá rondándonos. Este domingo el Perú requiere un voto responsable, informado y memorioso que promueva los proyectos más sólidos y designe para su implementación a las personas que entiendan el poder como servicio.

Escribe: Salomón Lerner Febres, presidente ejecutivo del IDEHPUCP, para La República