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Opinión 18 de mayo de 2018

Para la columna de hoy, nos hemos permitido  invitar al historiador Alejandro Santistevan G., para que nos relate un episodio ocurrido en el pueblo de  Sacsamarca y que reviste especial significado para bien comprender la violencia que padecimos (1980-2000) y que fue estudiada por la CVR.

“El nombre de Sacsamarca, en Huanca Sancos, Ayacucho, seguramente es menos familiar para los lectores que el de Lucanamarca o del Accomarca, donde Sendero Luminoso  y las Fuerzas Armadas cometieron masacres. Entre una memoria urbana del conflicto que olvida que la mayoría de muertes ocurrieron en Ayacucho entre 1983 y 1985, otra construida sobre la idea de que los campesinos estaban inmóviles “entre dos fuegos” y una donde solo las FF.AA. fueron responsables de la derrota de SL, la historia de Sacsamarca no ha tenido lugar. Solo estudiando estos casos, que problematizan los marcos típicos de análisis del conflicto, se avanzará en el conocimiento de la historia reciente del Perú.

Este 21 de mayo, con la presencia del Dr. Salomón Lerner, se conmemora en Sacsamarca el 35 aniversario de la batalla que selló el levantamiento del pueblo contra SL. En 1983, decenas de comuneros y un puñado de policías se enfrentaron a unos 200 atacantes, pocos senderistas armados y un numeroso grupo de campesinos reclutados en otras comunidades y equipados solo con piedras y lanzas. Se desató un tenaz combate que costó la vida de 9 sacsamarquinos y pallccinos, de un policía y de decenas de combatientes de SL. El plan de los atacantes era aniquilar a los sacsamarquinos, como lo hicieron luego con Lucanamarca, en venganza por su rebeldía. Los líderes de la comunidad habían asesinado a los dirigentes locales de SL, dos jóvenes sacsamarquinos de la UNSCH, el 15 de febrero de 1983. (La historia de estos hechos es compleja, el autor está preparando con la comunidad una versión detallada). 

Estos hechos no deben ser tomados solo como expresiones aisladas de rebeldía ante SL. Sacsamarca durante el S. XX buscó ser reconocida como parte de la comunidad nacional e imaginó su relación con el estado a partir de la expectativa del progreso material. Esto motivó la resistencia contra SL, que buscaba destruir el estado y la nación, y orienta hoy su búsqueda  por reconocimiento estatal a sus hazañas contrasubversivas.  Es por eso que los sacsamarquinos no quieren ser solo asimilados a la categoría de víctima sino que buscan ser reconocidos como agentes y como la “Cuna de la pacificación nacional”.

Desde Lima es complicado entender este escenario posconflicto. En Sacsamarca saben que no se trató de la invasión de un ejército “objetivamente externo”, como decía Degregori, sino de una guerra “entre prójimos”, como señala Theidon, donde las familias están repartidas entre los senderistas, los ronderos, las víctimas y los victimarios.  En Sacsamarca, rebelados y senderistas conviven. Por eso, la búsqueda de justicia no se orienta tanto al castigo de los implicados en SL, sino más bien, al reconocimiento de lo sucedido por parte del estado, propiciar el  progreso material y espiritual para toda la comunidad y el pago de  justas reparaciones a las víctimas. La búsqueda de la verdad y la reconciliación en Sacsamarca, entonces, no debe consistir solo en dar un merecido homenaje a los líderes de la rebelión. Sino en construir, a partir de políticas públicas, las condiciones para que la organización y la determinación que se orientaron hacia la guerra hace 35 años se dirijan hacia la construcción de una Sacsamarca más desarrollada y unida”.