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Opinión 26 de junio de 2014

El 5 de mayo de 2014, un comunicado del jefe Abubakar Shekau hizo saber que las niñas iban a ser vendidas como esclavas y/o forzadas a casarse con miembros de Boko Haram. Desde entonces, las reacciones diplomáticas y las manifestaciones contra este acto terrorista dirigido contra niñas se han multiplicado en el mundo. Una campaña en las redes sociales se ha extendido en el mundo con el slogan «Bring back our girls» [Que regresen nuestras niñas]. Estados Unidos, Reino Unido, Francia y hasta China han ofrecido su ayuda al gobierno nigeriano, que se muestra incapaz de reducir a Boko Haram. Sin embargo, estos países no intervendrán militarmente, acción que podría ocasionar centenas o miles de muertes civiles, como ya ha sido el caso desde 2009.

Dos estrategias han sido adoptadas para eliminar a Boko Haram. La primera es identificar sus fuentes de financiamiento, pues el grupo dispone de armas de guerra y de material de comunicación sofisticado. La segunda consta en instar a las autoridades islámicas a rechazar públicamente la instrumentalización de la fe musulmana para perpetrar actos criminales. El 7 de mayo, las autoridades de Al-Azhar, la Universidad Islámica del Cairo (Egipto), han condenado el rapto de las niñas y han llamado a Boko Haram a liberarlas de inmediato. El 8 de mayo, la Academia Islámica Internacional de Jeddah (Arabia Saudita), y el gran mufti Cheikh Abdul Aziz ha condenado esta acción calificada de «acto odioso» y «crimen contra el Islam». Ese mísmo día, el Papa Francisco hizo un llamado para la liberación de las menores desde la ciudad del Vaticano.

El 12 de mayo, otro comunicado de Boko Haram, dirigido al presidente de Nigeria, anunció que la mayoría de niñas había sido convertida al Islam y que aquellas que no querían ser convertidas podían ser intercambiadas contra presos terroristas. El presidente Jonathan ha rechazado esta demanda y anunció, el 26 de mayo, que el ejército había localizado las niñas, pero que no se había decidido una intervención directa pues se teme que las niñas y adolescentes mueran en el asalto militar. El ejército de Nigeria es conocido por su brutalidad y son miles las personas que han fallecido en las localidades donde los soldados han entrado a buscar terroristas. Algunos analistas consideran también que este ejército, conocido por su corrupción, protege a las bandas de Boko Haram pues resulta poco creible que camiones con doscientas niñas hayan podido circular en el norte del país sin que las fuerzas armadas lo desconozcan.

Un grupo terrorista y criminal que instrumentaliza el islam

¿Quienes son los miembros de Boko Haram? El grupo salafista (perteneciente al Islam rigorista) fue fundado en febrero de 2002 por el imán Mohamed Yusuf, teólogo formado en Arabia saudita. Los militantes son captados entre la juventud musulmana pobre y analfabeta del norte, radicalizada en torno al proyecto de imponer la ley islámica en todo el país. En diciembre de 2003 comenzaron las primeras acciones contra las fuerzas del orden de Nigeria. El país era una colonia británica hasta 1960, el petróleo se descubrió en 1956 y, en 1970, Nigeria entró en la opep, volviéndose el sexto país exportador de crudo en el mundo y el primer país productor de Africa. Como el país no tiene refinerías, se tiene que importar la gasolina desde la Unión Europea y de Estados Unidos. Las tensiones políticas se manifiestan desde la fundación de un Estado federal (conformado por 36 partes) en el marco de luchas religiosas y étnicas: el norte es en mayoría musulman y el sur en mayoría cristiano.

En julio de 2009 tuvo lugar un enfrentamiento importante que duró cinco días, donde hubo 700 muertos, de los cuales 300 eran miembros de Boko Haram. Mohamed Yusuf fue asesinado por el ejército. En julio de 2010, Abubakar Shekau se proclamó nuevo líder de Boko Haram y comenzó una escalada de violencia que produce miles de muertos. Las bandas de este grupo extremista se refugian también en los países vecinos – Camerún, Niger o Chad – donde realizan raptos y otros atentados y tienen cómplices locales.

En agosto de 2011, Boko Haram atacó la sede de Naciones Unidas en Abuja produciendo 23 muertos. En mayo de 2013, el estado de emergencia fue instaurado en el norte de Nigeria y el ejército bombardeó pueblos enteros que, según ellos, albergaban a miembros del grupo islamista. En represalia, los terroristas atacaron localidades que ellos acusaban de colaborar con el ejército. Esta situación nos recuerda hechos similares ocurridos en el Perú durante el conflicto armado interno. El 14 y 15 de abril de 2014, los terroristas de Boko Haram cometieron otro atentado en Abuja que produjo 70 muertos y raptaron más de 200 niñas de un liceo de Chibok, en el norte. Los días 4 y 5 de mayo, otras once niñas fueron raptadas y se produjo otro ataque en Gamburu, otra ciudad del norte del país, cerca de Chad, que produjo más de 300 muertos. El 17 de mayo los presidentes de Nigeria, Chad, Camerún, Níger y Benin se reunieron en Paris con el presidente François Hollande y acordaron una colaboración importante para poner en acción un «plan de guerra contra Boko Haram. Estados Unidos enviaron 80 militares para apoyar las acciones de inteligencia y poner en funcionamiento drones destinados a ubicar los contingentes terroristas.

Para Wole Soyinka, Premio Nobel de Literatura 1986, la violencia extrema en Nigeria tiene sus raíces en el período de dictadura de los años 1990. El escritor acusa sobre todo al general Sani Abacha, que gobernó el país entre 1993 y 1998, utilizando la tortura y otras formas de barbarie, ordenando asesinar al presidente elegido y a su esposa, la militante ecologista Ken Saro-Wiwa, entre otras decenas de personas. Nigeria vivió este reino de terror que no tiene nada que envidiar a la violencia extrema de Boko Haram, grupo especializado en el asesinato de niños en edad escolar. En efecto, el 25 de febrero de 2014, 43 niños de un pensionado de Buni Yado, en el noreste del país, fueron asesinados en sus lechos con armas blancas. Las víctimas eran solamente niños que tenían entre 8 y 11 años. Los sobrevivientes fueron llevados a un hospital que lleva el nombre del general Sani Abacha, lo cual para Soyinka constituye un gran escándalo moral y una verguenza para Nigeria [Sahara Reporters, Courrier International n°1228].

La situación de tensión étnico-religiosa sigue marcada por la violencia extrema y las niñas no han podido ser aún liberadas. El 5 de junio, un nuevo ataque a pueblos cristianos del estado de Borno produjo al menos una centena de muertos y se difundió la creación de milicias civiles contra Boko Haram.

Para concluir, podemos decir que la expansión del terrorismo post moderno — que no tiene lazos con el terrorismo inicial donde existían lazos con alguna ideología— es favorecida en los países donde el Estado existe sobre todo de manera formal y no real en una gran parte del territorio y donde las naciones son débiles o inexistentes. Se trata de países donde se mantienen modelos coloniales con economías extractivas que no se fundan sobre el desarrollo y la industrialización internos, sino sobre la venta masiva de recursos naturales, aún cuando esto cause dramas sociales y pobreza. El caso de Nigeria es paradigmático pues se trata de uno de los países más ricos en petróleo del mundo. Sin embargo esta riqueza beneficia solamente a un cuarto de la población —estimada a 177 millones de personas en un territorio de 923,768 km2—y contribuye, más bien, a la corrupción en los más altos niveles del Estado y de las Fuerzas Armadas.

El islamismo se presenta como un recurso extremo para afrontar la modernidad de un mundo globalizado y demasiado complejo para sociedades poscoloniales que no están preparadas para mutaciones sociales, políticas y económicas tan rápidas. En ese contexto, los movimientos islámicos que han adoptado el terrorismo como estrategia de lucha extremista, cuyo ejemplo más claro es Al Qaeda, se han convertido en entidades transnacionales cuyas actividades se centran en el bandalismo criminal asociado a los tráficos de droga y de armas. Se trata de un proceso que Olivier Roy [L’islam mondialisé, 2002] denomina la «lumpenización» del islamismo radical, y que es estructuralmente comparable a los movimientos de Sendero Luminoso — y su avatar actual MOVADEF— y de las FARC de Colombia que, en vez del Islam, utilizan el comunismo como ideología totalizante y totalitaria.

Escribe: Mariella Villasante, investigadora asociada del IDEHPUCP


[1] Fuentes consultadas: Courrier international n°1228, Le Monde, Le Nouvel Observateur, Radio Canada, Radio Suisse romande, Encyclopédie Larouse on line.