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Opinión 8 de mayo de 2015

Por desgracia, constituye un hecho conocido desde décadas que –frecuentemente– los medios de comunicación suelen autocomprenderse, y por ello comportarse, como básicamente un negocio. Por eso le ofrecen a la comunidad a la cual se dirigen lo que ella quiere ver, escuchar o leer: las últimas novedades de los realities, los trascendidos del mundo de la farándula, la noticia que haga  sensación por su extremada dosis de violencia… pareciera, en fin, que cuanto más sórdidos sean los asuntos mayores serán las ventas.  Sucede así que muchos medios renuncian a todo quehacer pedagógico y no asumen entonces la tarea de ofrecer una mirada crítica sobre los problemas mayores que nos rodean.  

En vinculación con lo señalado,  y salvo casos excepcionales, la prensa de investigación se ha debilitado notoriamente en el Perú y, en ocasiones, algunos medios han asumido un rol de presión en el ámbito de lo político. Es así como se pueden apreciar tomas de posición que, sin advertirlo a la comunidad a la que se dirigen, son optadas decididamente  en favor de organizaciones políticas o de personajes públicos, exaltando sus “virtudes” o, por el contrario, se dedican  a la demolición de imágenes de actores políticos y/o al cuestionamiento de sus gestiones. En este punto es bueno recordar lo ocurrido durante el fujimorato con quienes representaban la oposición al régimen: fueron numerosos los medios que –de modo venal– en lugar de luchar por destacar la diversidad de visiones de país, o fortalecer la democracia, se comprometieron con la misión de minarla para que  un determinado grupo preservara el poder.

No cabe duda de que lo señalado es condenable.  Necesitamos herramientas que ofrezcan una visión lúcida de nuestra sociedad y en ella las dificultades que muchas veces se padecen para lograr la justicia, la democracia  y el bien común. Pensemos en los últimos sucesos vinculados a un personaje acusado de lavado de dinero y afiliado a un conocido grupo político. Hace poco tiempo una de las personas de su entorno ha sido asesinada, hecho que ha vuelto a proyectar la sombra del sicariato en Lima. Se entiende que  la atención de los periodistas  se dirija a estos sucesos  como expresión de una “crisis de seguridad ciudadana” en el Perú pero, y por sobre todo, ellos y los medios en los que laboran deberían también  examinar con rigor y seriedad un fenómeno inquietante: la influencia cada vez mayor del narcotráfico en las organizaciones políticas y, en ciertos sectores del ámbito público. 

Queda pues por cumplir una tarea por parte de muchos medios de comunicación en nuestro país: recuperar la conciencia de su misión como instituciones que deben promover  la formación de una recta  opinión pública para así fortalecer la democracia.  Dejar de lado esta misión, solo puede conducir a una penosa situación en la que libertad, la sociedad, y la cultura quedan como simples nombres usados para avalar la banalidad cuando no  el irrespeto de la ley y la moral.