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Opinión 3 de agosto de 2021

Escribe: Leah Sacín Gavancho (*)

Fue un salto hacia atrás. Como la fotografía tomada desde una máquina del tiempo. Como si los espacios ganados hace tan solo algunos años se esfumaran de pronto. La presentación del primer gabinete del gobierno del presidente Pedro Castillo corroboró que el quinquenio que empieza será de lucha por los derechos de las mujeres, por la paridad y el recorte de la brecha de género.

Hasta el último minuto la lista de integrantes del gabinete era un misterio, pero las mujeres voceadas eran la minoría. Cuando por fin aparecieron los nuevos encargados de las carteras ministeriales el misterio dio paso a una profunda decepción: eran tan solo dos de dieciocho. Solo dos mujeres en el equipo. Un humillante 11%. Lo más lejos que hemos estado de la paridad desde el año 2001.

El gobierno que entrega la posta se despedía, por su parte, con una presidenta del Consejo de Ministros y la primera mujer a cargo del Ministerio de Defensa. Roles de avanzada y espacios conquistados hace solo unos meses pero que de pronto se han sentido muy lejanos. Celebramos el Bicentenario con mujeres a la cabeza del Congreso, la presidencia del Consejo de Ministros, el Poder Judicial y el Tribunal Constitucional. Meritocracia y paridad avanzando de la mano, conquistando espacios negados por largo tiempo.

Pero la realidad reciente nos ha enfrentado nuevamente a un techo de cristal que, aunque parecía roto, se ha reconstruido desde el poder político de turno. Como si de pronto las mujeres hubieran sido relegadas, una vez más en nuestra historia, a roles específicos, confinadas en espacios predeterminados. Y es que las dos únicas mujeres en el primer gabinete de Pedro Castillo son la socióloga Anahí Durand en el Ministerio de la Mujer y la abogada Dina Boluarte en el Ministerio de Inclusión y poblaciones vulnerables.

«La escasa presencia de profesionales femeninas en el gabinete no solamente preocupa por el número sino también por la ubicación. Reforzando roles de cuidado tradicionalmente asociados al género en un tiempo en el cual no existe ninguna justificación para no ampliar y buscar la paridad en los espacios de trabajo.»

El Ministerio de la Mujer existe desde 1996 y, como resulta bastante predecible, siempre ha sido dirigido por mujeres. El joven Ministerio de Inclusión Social existe desde 2011 y once de catorce ministros han sido mujeres. Ambas carteras tienen algo en común: su enfoque es el cuidado de poblaciones vulnerables, sectores asociados tradicionalmente a las labores de cuidado.

De esta manera, la escasa presencia de profesionales femeninas en el gabinete no solamente preocupa por el número sino también por la ubicación. Reforzando roles de cuidado tradicionalmente asociados al género en un tiempo en el cual no existe ninguna justificación para no ampliar y buscar la paridad en los espacios de trabajo, especialmente en el Estado peruano. No hay palabras ni mensajes que puedan ser más poderosos que las acciones tomadas. La fotografía de la juramentación del primer gabinete del presidente Castillo es la imagen de nuestro punto de partida en este gobierno respecto a los temas de lucha por la igualdad.

Resulta también muy preocupante que tengamos en el gabinete recién presentado a algunos ministros con denuncias de violencia familiar. Y además una pandemia que acaba con la vida de miles de mujeres día a día. Si no tenemos aliados en el Estado ¿dónde podremos buscarlos? Resulta indispensable aclarar toda acusación en ese sentido si se desea enarbolar las banderas de la lucha contra la violencia hacia la mujer.

Lo cierto es que, en temas de paridad, hemos retrocedido 20 años, hasta el 2001, cuando el gobierno de Alejandro Toledo presentó un gabinete con tan solo 6% de mujeres. Luego, según información del portal Ojo Público, en 2006 el presidente Ollanta Humala incluyó tan solo 17% de mujeres. El saliente gobierno de Francisco Sagasti se despidió con un contundente 42% de presencia femenina. Hoy somos solo 11% del gabinete. Nunca la hemos tenido fácil, es verdad, pero resulta doloroso retroceder en espacios ya ganados.

En el Bicentenario de nuestra Independencia nosotras, las mujeres, celebramos menos, retrocedemos en espacios antes conquistados, pero no callamos nunca más.

La lucha sigue por las que vienen detrás y para no dar más pasos en el sentido contrario.

(*) Periodista Socia Fundadora de Voceras