Agradecimientos especiales Pedro Pablo Alayza, Carolina Cáceres, Iván Hinojosa, Iris Jave, Susan Meiselas, Antonio Ramos, Fernando Torres, Pontificia Universidad Católica del Perú - PUCP.
Agradecimientos Dante Antonioli, Mariana Bazo, Adelma Benavente, Ruth Borja, Anne-Marie Brougere, Juan Carlos Burga, Bernardo Cáceres, Juan Camborda, comandante PNP Juan Casanova,
Rodolfo Cerrón Palomino, Carlos Chuquimantari, Mabel Cruz, Carlos Iván Degregori, Jorge Deustua, Alberto Durand, Luz Herquinio, Ana Cecilia González-Vigil, Roberto Huarcaya, Katia Isla, Ernesto
Jiménez, Segundo Jara, coronel PNP Benedicto Jiménez, Rubén Liendo, Almendra Matayoshi, Alfredo Márquez, Lupe Mohanna, Margarita Morales Macedo, Rosario Narváez, Lilian Osco, Denesy
Palacios, Susana Pastor, Luis Peirano, Paulina Quispe, Luis Alberto Ramos, Edgardo Rodríguez, Humberto Saco, Emilio Santisteban, Pamela Stewart, Vera Tyuleneva, Jorge Luis Valdez, Fernando
Valdivia, Yuri Valdivieso, Oswaldo Voysest, Pamela Yates.
América Televisión, Andina de Radiodifusión Canal 9 - ATV, Asociación Pro Derechos Humanos - APRODEH, AXIS consultores en diseño, Centro Amazónico de Antropología y Aplicación
Práctica - CAAAP, Centro de Estudios Regionales Bartolomé de las Casas, Defensoría del Pueblo de Trujillo, Dirección Contra el Terrorismo - DIRCOTE, Iguana Producciones, Instituto de Estudios
Peruanos - IEP, Instituto Francés de Estudios Andinos - IFEA, Metacolor, Oficina de Infraestructura de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Registro Nacional de Identificación y Estado
Civil - RENIEC, TELEANDES, TVCultura.
Auspiciadores del Banco de Imágenes de la CVR Asociación Cultural Peruano Alemana Región Inka - ACUPARI, Asociación Paz y Esperanza Ministerio Diaconal, Cámara de Comercio e Industrias
de Huánuco, Centro de la Fotografía, Cementos Andinos, Coordinadora Intercentro de Educación y Desarrollo - COINCIDE, Comisión de Derechos Humanos Alto Huallaga - CODAH-AUCAYACU,
Instituto Cultural Peruano Norteamericano. Lima - ICPNA, Instituto Pastoral Andino - IPA, Instituto Cultural Peruano Norteamericano. Cusco - ICPNA, Industria Gráfica Obregón, Instituto Nacional de
Cultura. Cusco, Instituto Nacional de Cultura. Huánuco, Municipalidad Provincial del Cusco, Municipalidad Provincial de Huamanga, Municipalidad Provincial de Huancayo, Office of Transitional
Initiatives - OTI - USAID, OLVA courier, Programa de Apoyo al Repoblamiento - PAR, Pontificia Universidad Católica del Perú - PUCP, Universidad Nacional Hermilio Valdizán, Universidad Nacional San
Cristóbal de Huamanga - UNSCH.
Auspiciadores de esta edición Familia Retto, Nancy Chappell, Jorge Deustua, Ana Cecilia González-Vigil, Silvia Izquierdo, Cecilia Larrabure, Mónica Newton, Jaime Rázuri, Pedro Ugarte,
Agencia France Presse, Agencia Reuters, Diario Correo de Huancayo, Diario El Comercio, Diario Oficial El Peruano, Diario La República, Diario Ojo, Revista Gente, Secretaría de Prensa de Palacio de
Gobierno - SEPRES, Consejo Nacional de Inteligencia - CNI, Taller de Fotografía Social - TAFOS-PUCP.
Comisión de la Verdad y Reconciliación
Presidente: Salomón Lerner Febres
Comisionados: Beatriz Alva Hart, Rolando Ames Cobián, Mons. José Antúnez de Mayolo Larragán, Luis Alfonso Arias Graziani, Enrique Bernales Ballesteros,
Carlos Iván Degregori Caso, Gastón Garatea Yori, Humberto Lay Sun, Sofía Macher Batanero, Alberto Morote Sánchez, Carlos Tapia García
Observador: Luis Bambarén Gastelumendi
Secretario Ejecutivo: Javier Ciurlizza Contreras
Banco de imágenes de la Comisión de la Verdad y Reconciliación -
Área de Comunicaciones e Impacto Público
Dirección: Mayu Mohanna / Nancy Chappell
Coordinación general: Denise Okuyama
Investigación gráfica: Paolo Aguilar, Nancy Chappell, Cecilia Durand, Mayu Mohanna, Denise Okuyama, Javier Prado Gálvez
Producción: Javier Prado Gálvez
Investigación histórica: Área de Reconstrucción Histórica de la Comisión de la Verdad y Reconciliación
Editor de reseña de fotos: Nathalie Koc
Asistentes: Ledda Narváez, Ángela Peña, Maribel Sánchez, Cintia Ventocilla
Libro
Edición gráfica: Mayu Mohanna / Nancy Chappell
Producción: Javier Prado Gálvez
Reseña de fotos: Jacqueline Fowks, Iván Hinojosa, Paula Muñoz, Paola Ugaz, Jorge Luis Valdez
Editor de textos: Jeremías Gamboa
Cronología: Área de Reconstrucción Histórica de la Comisión de la Verdad y Reconciliación
Diseño gráfico: Axis consultores en diseño
Fotografía de cubierta: Vera Lentz
Corrección de textos: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Patricia del Río
Asistentes: Ángela Peña, Maribel Sánchez, Cintia Ventocilla
Fotolitos: Litho Láser
Impresión: Metrocolor
Exposición fotográfica, Lima
Curaduría: Mayu Mohanna / Nancy Chappell
Producción: Javier Prado Gálvez
Asistente de producción: Carolina Cáceres
Museografía: Luis Longhi
Realización: Héctor Suasnabar
Coordinación: Denise Okuyama
Reseña de fotos: Jacqueline Fowks, Iván Hinojosa, Paola Ugaz, Jorge Luis Valdez
Reseña de textos: Mónica Vecco
Editor de reseña de fotos: Jeremías Gamboa
Editor de reseña de textos: Augusto Cabada
Guión de video: Augusto Cabada
Producción de video: Verónica Oliart
Locución de video: Paul Vega
Edición de video: Alan Brain
Realización de video: Wagner Producciones
Investigación, dirección y producción de audios: Verónica Oliart
Edición de audios: Alan Brain
Realización: Wagner Producciones
Producción y montaje de Sala de testimonios: Sergio Saito
Infografía: Javier Conesa
Asistentes: Ángela Peña, Maribel Sánchez, Cintia Ventocilla
Montaje: Instituto Cultural Peruano Norteamericano, Lima
Impresión digital: Taller de Fotografía Profesional
Restauración de la Casa Riva Agüero - Chorrillos: Pontificia Universidad Católica del Perú
Iluminación: Josfel
Rotulado: Miguel Nishi
Corrección de textos: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Patricia del Río
Exposiciones fotográficas (Abancay, Ayacucho, Cusco, Huancayo y Huánuco)
Coordinación general: Denise Okuyama
Producción general: Javier Prado Gálvez
Asistentes de producción: Bernardo Cáceres, Arturo Higa, Santiago Laos, Marleny Silva, Michelle Szejer, Milene Tábori
Reseña de fotos: Jacqueline Fowks, Iván Hinojosa, Paola Ugaz, Jorge Luis Valdez
Editor de reseña de fotos: Jeremías Gamboa
Corrección de textos: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú
Diseño de tríptico: Arturo Higa
Diseño de afiche e invitaciones: Axis consultores en diseño
Asistentes: Ángela Peña, Maribel Sánchez, Cintia Ventocilla
Montaje de textos: Instituto Cultural Peruano Norteamericano, Lima
Rotulado: Miguel Nishi
Impresión digital: Taller de Fotografía Profesional
Las fotos presentadas en este publicación virtual han sido publicadas en el libro Yuyanapaq. Para recordar en su versión original y en su versión para escolares y se encuentran en la Muestra fotográfica del mismo nombre que se exhibe actualmente en el Ministerio de Cultura
Yuyanapaq. Para recordar
Primera edición: agosto 2003
Segunda edición: diciembre 2014
Tercera edición: febrero 2015
Tiraje: 10 600 ejemplares
© 2015 de esta edición
Instituto de Democracia y Derechos Humanos
Pontificia Universidad Católica del Perú
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Supervisión del IDEHPUCP:
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De los autores
Prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio, total
o parcialmente,
sin permiso expreso de los editores.
Derechos reservados
ISBN: 978-612-4206-59-7
Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2015-01387
Impreso en el Perú - Printed in Peru
Metrocolor S.A.
Los Gorriones 350 - 360
La Campiña - Chorrillos
Lima 09 - Perú
Contenido
15 |
Palabras preliminares Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú |
16 |
Presentación a la segunda edición Instituto de Democracia y Derechos Humanos, Pontificia Universidad Católica del Perú |
17 |
Prefacio Salomón Lerner Febres Presidente |
20 |
Tiempo de la memoria Carlos Iván Degregori Caso Comisionado |
23 |
Itinerario de un viaje por la historia Rolando Ames Cobián Comisionado |
28 |
El relato visual |
129 |
Cronología |
149 |
Fuentes del relato visual |
151 |
Selección de Testimonios |
A las víctimas, al Perú
En febrero de 1983, en Ayacucho, una mujer campesina acompaña el cuerpo de un familiar víctima del conflicto armado.
Foto: Juan Manuel Vilca. Diario La República.
Palabras preliminares
Los analistas políticos, y buena parte de la opinión pública nacional, consideran que el 17 de mayo de 1980, en Chuschi, Ayacucho, se registró el inicio del conflicto armado interno en el Perú. Esta data, tan frecuentemente utilizada en numerosos informes y comentarios periodísticos, no tiene una contraparte contundente para determinar el fin de este largo periodo de violencia en el que todos los peruanos estuvimos involucrados durante casi veinte años. Es lamentable, y hasta cierto punto irónico, precisar con exactitud las fechas en que ocurrieron ciertos hechos, pero no poder afirmar con la misma seguridad cuándo terminó la denominada «guerra interna».
Las pérdidas humanas y materiales que se produjeron en este periodo tampoco se han podido determinar con exactitud. Las cifras pueden resultar demasiado frías, pero el recuerdo de miles de muertos y desaparecidos, heridos, lisiados, huérfanos y viudas deberá mantenerse
siempre en nuestra memoria colectiva no solamente como un homenaje sino también como una imagen permanente que impida que las atrocidades producto de la violencia vuelvan a ocurrir.
Para el Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, coeditar este testimonio fotográfico, concebido por la Comisión de la
Verdad y Reconciliación, es una de las maneras de participar en la reconstrucción de nuestra historia reciente desde una óptica diferente,
visual, periodística, plural y sobre todo real. El dolor, la desolación, la impotencia, la tragedia y sus consecuencias quedaron plasmadas en
miles de registros fotográficos, de los cuales se ha extraído más de un centenar para esta edición. Coincidimos en que el principal objetivo
para publicarla, en palabras del presidente de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, Salomón Lerner Febres, es «no consentir en el
olvido interesado o indiferente, escribir nuestra historia que adviene bajo el signo de un mandato moral perentorio: que el horror no regrese, que la memoria del dolor se vea trocada en esperanza, que la vida en el Perú transcurra bajo el signo de la solidaridad y la justicia».
Vivimos una época en la cual el continuo flujo de información desborda nuestra capacidad para asimilar, entender e intervenir en nuestra
realidad. Este libro, como testimonio impreso, cumplirá un papel fundamental: la permanencia y durabilidad de su contenido ayudará a
mantener la vigencia de sus registros y permitirá su difusión a toda la comunidad, a todas las instancias de la sociedad civil y a todos los espacios físicos y geográficos.
La publicación de este testimonio es para nosotros una responsabilidad histórica. Durante más de treinta años hemos contribuido ininterrumpidamente
con la comunidad académica nacional y extranjera en el enriquecimiento del saber, en la promoción de la investigación y
en la difusión del conocimiento, del arte y la cultura. Hemos editado cerca de un millar de publicaciones e impreso casi un millón de
ejemplares. Nuestra labor estaba incompleta sin esta edición. Nos sentimos realmente orgullosos de participar en ella.
Fondo Editorial de la PUCP
Lima, abril de 2003
Presentación a la segunda edición
El IDEHPUCP se complace en ofrecer una nueva edición de Yuyanapaq: para recordar, donde se presentan las fotografías que componen la
muestra del mismo nombre organizada por la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) en el año 2003. Actualmente, dicha exposición
se encuentra en exhibición en el Ministerio de Cultura y bajo la gestión de la Defensoría del Pueblo.
Once años después de la entrega del Informe Final de la CVR, consideramos imprescindible poner a disposición del público un testimonio que resume en forma gráfica, sin mitigar su profundo significado, las dos últimas décadas del siglo XX, en las que nuestro país se vio sumido en un conflicto armado interno que costó más de 69 000 vidas. Las fotografías muestran las diversas dimensiones de la tragedia vivida entre 1980 y 2000, y exponen varias de las historias de resistencia protagonizadas por agentes del Estado y miembros de la sociedad civil.
En los años posteriores al trabajo de la CVR, la actividad intelectual y artística ha difundido con fuerza los principales mensajes sobre los hechos de la violencia, los factores que le dieron lugar y sus significados para nuestra sociedad. Esos mensajes han llegado, así, tanto a las generaciones que fueron protagonistas o testigos de aquellos años como a aquellas que no han tenido experiencia directa de esa época. A través del teatro, las artes plásticas, la música, el cine y la fotografía se han presentado diversos hechos, perspectivas y miradas frente a un conjunto de acontecimientos que han marcado de diversas formas la vida contemporánea del país.
La exposición fotográfica Yuyanapaq: para recordar, una de las más visitadas durante la última década, reflejó con rigor y crudeza, pero sin sensacionalismo, diversas facetas de esos años, que se cuentan entre los más violentos vividos en el Perú durante su vida independiente. Ese esfuerzo documental y artístico se expresa en el valor de cada una de las imágenes, captadas en medio de la convulsión social y, en varias ocasiones, en situaciones de riesgo para los propios reporteros gráficos. A ellos y a su trabajo les expresamos nuevamente nuestro reconocimiento.
Durante los años en que esta exposición ha estado abierta al público no solo ha concitado un elevado número de visitantes sino que también ha generado respuestas espontáneas de espectadores de toda edad. Esas reacciones, impresiones y pensamientos han sido recogidos a lo largo de más de una década en cuadernos de comentarios puestos a disposición del público en la exhibición. Ellos constituyen un poderoso testimonio del significado y la importancia que tiene para los peruanos y peruanas, hoy, confrontar su propia historia, hablar públicamente de aquello que fue silenciado, mirar frente a frente el dolor de sus compatriotas, la ferocidad de los verdugos y la dignidad intacta de los sobrevivientes.
Esta segunda edición ha sido enriquecida con una muestra de esos testimonios, la mayor parte de los cuales nos recuerdan una lección aún poco asimilada por la sociedad y el Estado peruanos: la necesaria solidaridad frente al dolor de nuestros hermanos, sobre todo el de los más vulnerables.
Con esta edición, el IDEHPUCP continúa en su misión de recordar las tareas pendientes en torno al proceso de reconciliación nacional, entendido como la reconstrucción de los vínculos políticos y sociales entre los peruanos. Estamos seguros de que este libro ayudará a que no se olvide el horror de lo ocurrido y a que las nuevas generaciones asuman con decisión el compromiso de construir un país donde la paz, la justicia y la tolerancia sean vivencia cotidiana para todos.
Instituto de Democracia y Derechos Humanos, Pontificia Universidad Católica del Perú
Lima, diciembre de 2014
Prefacio
Toda comunidad que sale de una historia de violencia enfrenta, entre varios dilemas, uno que es ineludible y radical:
recordar u olvidar. El Perú, al constituir una Comisión de la Verdad y Reconciliación, CVR, tomó partido por la memoria.
Y nosotros hemos querido ser fieles intérpretes de esa voluntad y cumplidores leales y diligentes del mandato que se
nos hizo.
Optar por el recuerdo es, al mismo tiempo, escoger la verdad. Es una elección moral que implica valentía y madurez.
La verdad es un bien complejo, que si de un lado trae alivio, de otro lado llega cargado de exigencias y retos. Quien
se decide a favor de la verdad, ha de saber colocarse a la altura de los desafíos que ella trae consigo. Y el primer paso
en ese camino es reconocer que la búsqueda de la verdad no es profesión ni tarea que pueda realizarse solamente
contando con los mejores medios científicos y técnicos. Reclama que la asumamos como un deber y sobre todo
como una pasión.
Como pasión nacida de un deber, nuestra tarea ha sido perseguida poniendo en acto todas nuestras capacidades y todos
nuestros sentidos. La búsqueda de hechos, datos, evidencias, y la conexión entre esos hallazgos, es el terreno elemental
en el que nos hemos movido. Pero pronto supimos que la verdad –realidad poliédrica, irreductible a una sola dimensión– no
solamente ha de ser recuperada en su dimensión inteligible y discursiva, sino también en su aspecto de fuerza demostrativa,
que habla a nuestra emotividad y a nuestra sensibilidad y que no se agota en una historia reconstruida sino que
se prolonga en sufrimiento humano y en el testimonio de ese sufrimiento –pasado y vivo al mismo tiempo– tal como
ha sido preservado en las imágenes de la violencia y de la resistencia humanas.
Así, quisiéramos que esta publicación que ahora presentamos sea percibida y acogida como un complemento esencial
–y válido en sí mismo– del Informe Final en el que constan nuestros hallazgos. Las imágenes que aquí entregamos al
país constituyen una rotunda prolongación de la verdad que se nos encargó recuperar cuando tomamos partido por la
memoria y, junto con ella, por la justicia.
El ideal de la justicia es irreconciliable con la parcialidad y en eso se asemeja a la verdad. No hay verdad ni justicia
fragmentarias que merezcan esos nombres. Por ello, nuestro trabajo –combatir el silencio interesado o cómplice,
desbaratar las grandes mentiras, rasgar esa capa de indiferencia que fue la mejor cómplice de la tragedia– siempre se
desarrolló en un clima de urgencia. Era poco el tiempo concedido para descubrir y exponer tanta violencia y
tanta injusticia, y había que ensayar todos los caminos para llegar a nuestra meta, que fue siempre la misma: proporcionar
a los peruanos un relato verídico de los hechos ocurridos entre los años 1980 y 2000, pero compuesto por una veracidad
al mismo tiempo científica y moral; esto es, iluminadora fiel de la realidad fáctica y al mismo tiempo señaladora
intransigente de las grandes culpas humanas –individuales y sociales– implicadas en el proceso vivido en el país.
Es cierto: hemos probado todos los caminos que nos pudieran conducir a rescatar un aspecto de esa verdad. Es sabido
que la principal de nuestras vías fue la palabra viva de las víctimas. Es algo que nos enorgullece: nunca antes en el país
se había prestado tan masivamente, y con tanto respeto, atención a la voz de los peruanos más humildes y postergados.
Pero hemos buscado y explorado otros caminos. Nunca quisimos descuidar ninguna veta si intuíamos que al internarnos
en ella podíamos rescatar una pieza más de la historia de la violencia. Y así, al lado de la recuperación de las palabras,
estaba –como complemento natural– la enseñanza de las imágenes. La aprehensión y la preservación visual de la
historia –concretada en los ricos archivos fotográficos existentes relativos al periodo de la violencia– ha sido para
nosotros desde nuestros primeros pasos no solamente una ayuda en el sentido instrumental del término, sino también
una constante inspiración.
El libro que se presenta es el testimonio de esa inspiración y es parte del relato que la Comisión deja al país al cabo de su
mandato. Aquí se recoge el trabajo de mujeres y hombres de valor y talento notables, profesionales que, siguiendo la mejor
tradición del fotoperiodismo, hicieron de su herramienta un intérprete leal y comprometido del drama del que eran testigos.
He afirmado que este trabajo de registro visual –del que se recoge una apreciable muestra en este volumen– fue para la
Comisión una permanente fuente de inspiración, y quisiera ahora precisar en qué sentido ello fue así. Entre las diversas
formas en que cabe entender nuestra misión, es posible decir que a la Comisión de la Verdad y Reconciliación le
tocó erigirse en una voz institucional que diera testimonio de lo sucedido. Conscientes de esa obligación, fue para
nosotros muy importante llegar a una correcta interpretación del encargo recibido. ¿Para preservar nuestro relato de
toda sospecha de parcialidad, debíamos refugiarnos en la fría objetividad del notario? ¿Nos correspondía, por el
contrario, tomar distancia de toda concepción positivista de la verdad y asumir una voz admonitoria y puramente
emocional, acorde con la gravedad de los hechos que conocíamos? ¿O era posible, tal vez, encontrar un punto de
equilibrio, un lugar a medio camino entre los dos extremos desde el cual pudiéramos cumplir con mayor fidelidad la
responsabilidad asumida ante el país?
Por supuesto, ese punto intermedio era posible y necesario. Nuestro deber fue ofrecer al Perú un retrato de sí mismo,
pero tal imagen no debía ser solamente una silueta, un bosquejo sumario que diera cuenta de lugares, posiciones,
tiempos, movimientos. Debía ser un retrato cargado de densidad simbólica y que cumpliera la función de restituir los
dramas subjetivos vividos por quienes fueran víctimas de la violencia; tenía que constituir una representación que, al
mismo tiempo que hechos, ofreciera un comentario moral sobre los mismos, pero no en la forma de una acotación
colocada de manera postiza, como una glosa anterior ni posterior a los hechos, sino como una apreciación integrada
a la sustancia de los mismos sucesos que nos tocó averiguar, recuperar y exponer públicamente.
Un modelo de ese equilibrio buscado lo encontramos, precisamente, en la labor de los fotógrafos que durante los años
duros de la violencia dejaron registro visual de lo ocurrido, muchas veces al precio de poner en riesgo sus propias vidas.
Las imágenes que se han conservado en diversos archivos constituyen por ello no solamente una fuente invalorable de
información que nuestros investigadores han sabido aprovechar; estas imágenes son también uno de los caminos por los
que podemos contar hoy con una verdad más integral, más plena, más colmada de dolor y esperanza.
Preguntémonos, sin embargo, por qué son tan instructivas estas imágenes que ahora presentamos al país. Lo son
porque, aunque me he referido al fotoperiodismo como un registro de los hechos, cuando él se ejerce con talento, con
inteligencia y con sensibilidad significa mucho más que eso. La noción de registro evoca en nosotros la idea de la
frialdad y la impasibilidad de quien se limita a dar cuenta objetivamente de lo que ocurrió. Es, por decirlo así, un
acercamiento plano a la realidad humana, que apenas se dirige a sus aspectos fácticos y constituye –no cabe duda de
ello– un acercamiento indispensable, pues sin él no se puede empezar a reconstruir la verdad. Pero el registro no lo
puede ser todo, y menos aún cuando se refiere a una realidad tan densa, tan impregnada de dilemas morales y de
apelaciones a nuestra sensibilidad como fue el proceso de violencia vivido por el país. Ante unas circunstancias así de
graves, el periodismo fotográfico se reinventa a sí mismo para convertirse, además de registro, en comentario de los
hechos que captura y preserva para el futuro.
Así, se ve obligado a hacer una reflexión sobre sí mismo, a discernir su misión teniendo en cuenta los dilemas éticos
y también políticos que rodean su actividad. ¿Se hizo ese discernimiento con claridad y lucidez? No siempre. Las crisis que
derivan de la violencia dan lugar a que se exprese lo mejor y también lo peor de las sociedades. La tentación de lucrar
con las imágenes de la violencia –la exposición de seres destrozados, sin otro propósito que el de la exhibición del horror
por interés comercial, por un sentido de la competencia divorciado de todo escrúpulo– no siempre fue mantenida a
raya. Pero, por fortuna, siempre hubo quienes supieron sopesar adecuadamente el drama al que nos enfrentábamos y,
al hacerlo, adecuaron su oficio y su arte a una tarea que trascendía largamente el estricto reconocimiento de los hechos.
En la publicación que aquí se presenta hallaremos ejemplos cabales de ese oficio al mismo tiempo valiente, compasivo y
lúcido, de profesionales que comprendieron que se trataba de denunciar una tragedia humana y no de comerciar con
ella y que supieron ubicar su posición y su deber en un trance sumamente crítico para nuestro país.
¿Qué nos ha dejado esa arriesgada labor del periodista-fotógrafo, cuyos frutos deseamos compartir con todo el país
en esta publicación? Pasando las páginas de este libro, obtendremos algo más que información. Las imágenes aquí
reunidas nos instruirán sobre el horror vivido y subsistente en miles de localidades y hogares del país y, si sabemos
mirar, harán crecer en nosotros algo de esa compasión que no supimos practicar en la época en que estas imágenes
eran actualidad viva.
Esta es, pues, fundamentalmente, una documentación de la resistencia de miles de hombres y mujeres del Perú, en
cuyos rostros de desolación y perplejidad ante la tragedia hallamos el mejor comentario moral –testimonio y enseñanza–
y al mismo tiempo un mandato perentorio: el de no consentir el olvido indiferente o interesado, la obligación de
escribir nuestra historia reciente con conocimiento de causa e integrando en ella la memoria de quienes la padecieron
en silencio.
La Comisión de la Verdad y Reconciliación, al hacer público este volumen, quiere expresar su reconocimiento a esos
profesionales que en el fragor de la violencia –y del insensible comercio de imágenes que prosperó alrededor de ella–
supieron darse tiempo para mirar a las víctimas con los ojos de un ser humano compasivo y solidario; y al mismo tiempo
quiere ofrecer a todos los peruanos este rostro inmediato de una verdad que no solamente debemos reconocer y
entender, sino que también necesitamos sentir como propia para edificar sobre ella un país más pacífico y más humano.
Salomón Lerner Febres | Presidente
Lima, marzo de 2003
Tiempo de la memoria
Entre los yagua de la Amazonía, el saber (ndatará) es aprehendido primero por la visión. Para conocer las cosas hay que
«verlas» en sueños o durante un trance a través del cual el chamán ingresa al mundo de los espíritus para consultarles
sobre los enigmas del caso que atiende. En las sociedades letradas no es ya a través de estos medios que se accede al
saber y se conserva o se contesta el poder. Sin embargo, en décadas recientes, el desarrollo vertiginoso de los medios
audiovisuales ha obligado a replantear las relaciones entre ver, saber y poder. Un saber que surge del ver apela
principalmente a intuiciones, sensaciones, sentimientos, que no son necesariamente irracionales ni anticientíficos y
pueden más bien ampliar el ámbito de nuestros conocimientos.
Así, como parte de sus productos finales, la Comisión de la Verdad y Reconciliación publica Yuyanapaq. Para recordar,
pues considera que para acceder a la verdad que busca desentrañar es conveniente hacerlo también a través de
documentos visuales. En cumplimiento de su mandato, la Comisión de la Verdad y Reconciliación recogió miles de
testimonios, realizó un sinnúmero de entrevistas y consultó bibliotecas y archivos diversos. Pero la verdad no sólo aflora
en discursos orales o escritos. Desde las pinturas rupestres o las catedrales medievales hasta la televisión y la internet,
las imágenes «hablan». En un nivel, ilustran; el soporte visual resulta en este caso complemento del discurso escrito. Sin
embargo, también pueden ser vehículos de transmisión de sentido. En el caso de la fotografía, el punto de mira se
convierte en punto de vista. Por eso Ernesto Jiménez, varias de cuyas imágenes aparecen en el presente volumen, puede
afirmar: «tomé aquellas fotos para hacer justicia».
Seleccionadas y presentadas como un conjunto, estas reproducciones reconstruyen la historia de esos años violentos
gracias a los hombres y mujeres que, premunidos de una cámara, decidieron registrar las diversas aristas de la compleja
realidad del manchaytimpu o ‘tiempo del miedo’. Muchas de estas imágenes habían sido invisibilizadas o trivializadas.
La mayoría de acontecimientos y protagonistas de los que dan cuenta habían pasado desapercibidos o habían quedado
en el olvido. Rescatarlos, traerlos otra vez a nuestra memoria o inscribirlos por primera vez en ella, es parte de una lucha
por la verdad y la reconciliación en la que estamos inmersos.
La memoria necesita anclajes: lugares y fechas, monumentos, conmemoraciones, rituales. Estímulos sensoriales –un
olor, un sonido, una imagen– pueden desencadenar recuerdos y emociones. La memoria necesita vehículos para ser
transmitida a las nuevas generaciones que no fueron testigos directos de los acontecimientos, en este caso infaustos,
que se considera necesario recordar. Los documentos visuales que aquí aparecen, por ejemplo, nos sorprenden y son a
la vez emblemáticos porque sintetizan el dolor, la soledad, el desarraigo; pero también la capacidad de respuesta frente
a la violencia: el coraje, la resiliencia, la solidaridad. Vemos, así, en estas páginas, el dolor insoportable de las viudas,
pero también una mano que enjuga sus lágrimas, unos brazos o un pecho que contienen su pena.
En la puerta de una «sala de detenidos», alguien escribe. ¿Será una carta para un pariente preso? Menos dramáticas,
pero tal vez más terribles, son las imágenes de soledad. Una mujer frente a un cadáver envuelto en una sábana en la
morgue de Ayacucho. El desamparo final de un ataúd entrando al sepulcro. Más allá sólo queda el grado cero: los que
no tuvieron sepulcro ni ataúd. Esa pila de cadáveres de la masacre de Pucayacu arrumados en el fondo de una quebrada
o sobre la tolva de un camión. La deshumanización radical que produjo la violencia sintetizada en una sola instantánea.
Las imágenes no cambian, pero sí los ojos que las ven. Con el paso de los años, el surgimiento de nuevos escenarios
socioculturales y políticos, y la transformación de las sensibilidades, las mismas imágenes adquieren matices y revelan
sentidos que quizá no eran fáciles de descubrir en un primer momento. Las amenazantes inscripciones en las paredes
de un aula universitaria pueden hoy transmitir principalmente fealdad. Las presas senderistas marchando y coreando
arengas frente a un gran mural de Abimael Guzmán en una cárcel de Lima pueden provocar ahora una tristeza
profunda por tantas vidas desperdiciadas. Las terroríficas capuchas de los emerretistas pueden resultar hoy más bien
patéticas. Sin embargo, la incongruencia y perversidad de esa «foto de familia» en la que una criatura aparece en
brazos de sus padres encapuchados flanqueada por metralletas sigue provocando la misma repulsión del primer día.
Porque hay sentimientos, y valores, que resisten el paso del tiempo y las resignificaciones: el respeto a la vida, la
indignación moral ante la violencia, la solidaridad con las víctimas, la decisión de que escenas como las que aparecen en
estas páginas no se repitan jamás.
Carlos Iván Degregori Caso | Comisionado
Lima, marzo de 2003
Itinerario de un viaje por la historia
Este libro nos invita a mirar una historia que es nuestra. Sus imágenes perennizan algo de lo que pasó entre nosotros
desde que una organización política, un 17 de mayo de 1980 –día de elecciones nacionales, de retorno a la democracia
representativa después de doce años de autoritarismo reformista– comenzó a forzar el estallido y la expansión de una
supuesta «guerra popular» a fin de cambiar el mundo y “acabar con la explotación”. El llamado Partido Comunista del
Perú, «...por el sendero luminoso de Mariátegui», inició ese enfrentamiento contra el Estado oficial y contra todos
quienes se opusieran al otro Estado que ellos, desde entonces, intentarían materializar.
Cuando los hechos de violencia se iniciaron en zonas rurales vecinas a la ciudad de Huamanga, símbolo de un pasado
colonial de esplendor señorial y de dominación sobre el campesinado andino, los peruanos más ligados al mundo
moderno-urbano-occidental, que usualmente no podemos creer que algo de impacto nacional pueda empezar en
nuestra sierra pobre, casi ni nos enteramos. Durante los dos primeros años, las acciones de propaganda, de agresión a
autoridades comunales, a alcaldes distritales, a jueces y a puestos policiales se habían extendido a buena parte del
departamento de Ayacucho y a zonas limítrofes de Huancavelica y Apurímac. Entonces, el gobierno de Fernando
Belaunde Terry, cediendo finalmente a las imaginables y múltiples presiones de su entorno, decidió enviar a las Fuerzas
Armadas a aplastar la subversión.
Era la víspera de 1983 y se creía entonces, con plena certeza, que algún sector del comunismo internacional apoyaba
a los sublevados. No se sabía que, según las consideraciones de éstos, el movimiento comunista mundial había
traicionado sus ideales. Así, los senderistas se inspiraban en Mao Tse Tung pero renegaban del gobierno chino; iniciaban
una guerra prolongada del campo a la ciudad pero no a través de una guerrilla armada sino de una militancia política
que operaba vía milicianos campesinos mal pertrechados, los mismos que atacaban eventualmente y volvían luego a
confundirse con la población. Nada más disfuncional para enfrentarlos que militares y marinos preparados para combates
tecnologizados con ejércitos análogos, con escenarios y fuerzas claramente identificables.
Desde entonces, la modalidad de las intervenciones militares golpeó a los subversivos en su centro original, pero
les permitió a la vez desplazarse a otras regiones. Pese a que a nivel nacional había un juego político democrático
en el que concursaban partidos de amplio respaldo popular, la tenacidad de los actores de la guerra fortaleció el
impacto de ésta. La política legal y el conflicto armado fuera de todo marco continuaron desarrollándose lado a
lado o se superpusieron. En las zonas declaradas en emergencia, los comandos político militares se convirtieron en
los ejes del Estado. Hubo etapas en que éste trató de encuadrar la respuesta militar en políticas sociales y de
control civil –particularmente entre 1985 y 1986, cuando el gobierno de Alan García acababa de acceder al poder–,
pero pesaron más la mezcla de viejos hábitos de desvalorización del mundo andino, la provocación subversiva y las
decisiones políticas equivocadas. Se estableció así un accionar estatal doble e incoherente; es decir, comportamientos
democráticos en algunos campos de actividad y en ciertas regiones, y permisividad frente a una guerra descontrolada
en otros campos y lugares.
Hacia fines de 1988, el rechazo campesino a Sendero Luminoso en el mundo rural andino era bastante fuerte. Aquella
expansión senderista a otras regiones y, sobre todo, la crisis económica y política extremas en que se sumió el país
permitieron a los subversivos difundir la idea de que tenían condiciones para «el equilibrio estratégico» en su guerra.
Esta propaganda arreció al compás de más acciones de terror urbano que empezaron a sacudir Lima y otras ciudades.
Los itinerarios de la violencia se fueron mostrando con peculiaridades propias en cada región: mientras en ese tiempo
Huamanga ya aparecía controlada por el Ejército, los asesinatos selectivos aterrorizaban a los jóvenes universitarios de
Huancayo; la población ashaninka de la selva central se volvía el blanco más cruento del combate; las alianzas de una
sociedad popular democratizada impedían la militarización en Puno, pero en el Huallaga y la selva norte los senderistas
aprovechaban el narcotráfico para terciar en las relaciones con la población. En esa región, además, el Movimiento
Revolucionario Túpac Amaru, MRTA, otro grupo subversivo, había hecho su aparición con un ejército uniformado y un
respaldo a las luchas sociales que ocurrían en el escenario político democrático, rasgos propios de la guerrilla latinoamericana
«clásica» de los setenta.
El Perú ardía y se empobrecía no sólo materialmente. La esperanza en los políticos democráticos colapsaba. De la
política de los partidos y las ideologías estábamos pasando a la de la televisión y las encuestas. El tiempo de las figuras
independientes en política, los llamados «outsiders», empezó a hacerse visible en las elecciones municipales de 1989.
La guerra se mezcló así con profundas mutaciones de la sociedad peruana. Los ciudadanos se retrajeron a su vida privada
por la crisis económica, el debilitamiento de las organizaciones sociales, el miedo al terror y, en los sectores populares,
por el riesgo de ser acusados ellos mismos de terroristas.
Entre 1989 y 1992, y pese a que el hambre y la pobreza se habían disparado por la crisis económica y fiscal, el temor
al conflicto armado fue considerado el problema número uno del país. En foros internacionales se llegó a discutir el
riesgo de que el Estado peruano pudiera quebrarse. Sin embargo, aquí, el estruendo físico y noticioso de los «coches
bomba» ocultaba un hecho positivo: finalmente las Fuerzas Armadas distinguían con claridad a quiénes se enfrentaban
y diferenciaban a la población inocente –y aún a la organizada social o políticamente– de los militantes y la periferia
del Partido Comunista del Perú, Sendero Luminoso. El trabajo de inteligencia se perfeccionó profesionalmente en la Policía
Nacional y en las Fuerzas Armadas. A fin de cuentas, el campesinado y la población popular urbana terminaron cerrando
filas con un Estado que les era tan ingrato, demostrando tener más recursos que los previstos para salir adelante de esa
guerra cruel e inesperada. Sendero Luminoso terminó rechazado por la enorme mayoría del país en todas las regiones
y estratos sociales.
Al final, los términos híbridos y dobles con que se comportó el Estado peruano, esa mezcla de libertades políticas y de
represión incontrolada, terminaron permitiendo que el nuevo grupo en el poder, liderado por Alberto Fujimori y Vladimiro
Montesinos, aprovechara la cúpula militar para, en abril de 1992, controlar el gobierno en nombre de la crisis. Hoy
sabemos bien que fueron acciones de inteligencia –y no el cierre del Congreso o el control sobre el Poder Judicial– las
decisivas en la captura de Abimael Guzmán en setiembre de ese mismo año y en el consecuente derrumbe de una
organización vertical y cerrada que dependía objetiva y anímicamente de su jefe.
De 1994 a la actualidad, el conflicto armado ha sido un hecho objetivamente marginal en el Perú real. Sólo la toma de
rehenes en la residencia del embajador del Japón, a fines de 1996, por el último grupo operativo del MRTA constituye
la excepción. En cambio, en la realidad «virtual» de la televisión y del universo noticioso que bombardea la vista y los
oídos de los peruanos, la presencia de Sendero Luminoso fue prolongada muchas veces según los intereses políticos
del gobierno de Alberto Fujimori y de sus asociados. Hasta hoy mismo ocurren intentos de magnificación de hechos
nuevos que es necesario esclarecer y enfrentar pero con eficiencia y sobriedad. En la Comisión de la Verdad y
Reconciliación, nos hemos referido a esos años finales de la década como la época de la política antisubversiva sin
subversión. Las comprensibles demandas de orden, la ansiedad y el temor que unificaron vitalmente a la sociedad
peruana en 1992, fueron muy bien capitalizados durante todo el resto de la década por el régimen fujimorista que, al
reclamar la victoria para sí, la asoció indisolublemente a la cúpula militar y civil corrupta en la que se asentaba. Fue
lamentable que jefes militares cayeran en ese perverso juego. Sabemos, claro está, que ocurrió lo mismo con buena
parte de todas las otras élites de poder de nuestra sociedad.
Al final del recorrido, nos queda la certeza de que, por muchas razones, la historia de estos veinte años no debe olvidarse.
En ella se explicita la tragedia constitutiva, no resuelta, de un país separado por brechas y desencuentros que no ha
logrado forjar un sentido de comunidad intercultural, humana, que reconozca la igualdad básica entre sus miembros.
Por todo ello, el itinerario que hemos compendiado aquí, esta modesta guía de apoyo en el viaje visual y anímico al que
nos invitan las fotos de este libro y del que todos debemos tomar parte, deberá facilitarnos el recorrido constante por
esta ruta. Evitarla significaría refrendar esa actitud mediante la cual los peruanos tendemos a encerrarnos en nuestros
propios submundos, refugiándonos en la discriminación, el temor o la vergüenza frente a nuestros propios compatriotas.
La resistencia a volver a mirar un pasado doloroso es inevitable en toda sociedad. Pero aquí y ahora nosotros debemos
vencerla; de lo contrario recaeremos en la indiferencia mientras la desconfianza y la discriminación mutan y se extienden
en lugar de reducirse.
Así pues, las páginas siguientes interpelan nuestra capacidad de esperanza, nuestra voluntad de intervenir para que la
historia de nuestro país sea distinta. Hemos podido entrever que durante esos años de lucha eso fue difícil, pero que
muchos peruanos trataron de hacerlo de diversas maneras. Ahora, cuando los propios actores directos e indirectos no
quieren repetir la experiencia, cuando sabemos mucho de cómo y de por qué pasó lo que pasó, la esperanza y las
voluntades lúcidas tienen más espacio. Si aprendemos a tratarnos con respeto mutuo, si construimos las condiciones
concretas para integrarnos como una sola comunidad política, el dolor y la muerte que este libro pone otra vez ante
nuestros ojos podrían no haber sido en vano.
Rolando Ames Cobián | Comisionado
Lima, abril de 2003
Selección de testimonios
Los testimonios que aquí se presentan han sido extraídos y seleccionados de los cuadernos de visitantes de los lugares en los que fue expuesta la muestra Yuyanapaq. Para recordar, primero en la casa Riva Agüero, y luego, en el Museo de la Nación, entre el 2003 y el 2014. Padres, madres, hijos e hijas, jóvenes, adultos y niños dejaron estos testimonios de forma espontánea luego de visitar la muestra. En sus relatos se refleja los sentimientos que afloran luego de recorrer las fotografías y reconocer ese periodo de violencia que vivió nuestro país. La exposición Yuyanapaq. Para recordar, fue elegida la más importante del país en 2003, año en que fue inaugurada, y ha sido una de las más concurridas a lo largo de la última década. En estos años, ha logrado expresar no solo la constatación de la historia de ese periodo cruento sino, sobre todo, el reconocimiento como peruanos, de ser parte de una misma historia, una historia que debe motivar la reflexión hacia la construcción de un país democrático y que respete los derechos fundamentales de todos sus ciudadanos.
Es por ello que en esta tercera edición de Yuyanapaq. Para recordar. Relato visual del conflicto armado interno 1980 - 2000, hemos creído necesario recoger estas expresiones como la fiel manifestación de un sentimiento de reflexión sobre dicho periodo. Estas impresiones, con sus relatos frescos y espontáneos, dan cuenta de la humanidad y de la solidaridad de nuestros compatriotas.
Así, para una mejor comprensión, hemos organizado estos testimonios en cuatro categorías que corresponden a las demandas de las víctimas del conflicto armado interno. Nos referimos a la búsqueda de verdad, de justicia, de reparación y de hacer memoria. Adicionalmente hemos agregado una sección dedicada a presentar los testimonios de visitantes extranjeros, los mismos que permiten describir una mirada internacional sobre lo hechos evidenciados en la muestra. A continuación presentamos los testimonios seleccionados.
I. La búsqueda de la verdad
La impresión que se llevan los visitantes cuando logran conocer —ver— lo que pasó durante el conflicto armado interno, es quizá una de las mayores revelaciones que deja la muestra. Como dice uno de ellos “ver con otros ojos al Perú”.
- La vida de una sola persona, no puede ser valorada comparativamente con la de otras mil. Cada vida es importante y ni una ideología justifica la muerte de tan solo una. Para que no olvidemos nuestra historia, ni el dolor que vivieron cada una de esas personas y cada peruano. Sin verdad no hay justicia.
Firma ilegible
- Aunque resulta duro reconocer la verdad y la violencia desplegadas por todos desde los ámbitos que nos tocó desarrollar, agradezco la oportunidad de este choque con el pasado, que nos debe llevar al nunca más.
Firma ilegible
- Esta es la cuarta vez que vengo y siempre encuentro algo nuevo en los rostros desamparados de mi gente. Escogí el tema de la Comisión de la Verdad y Reconciliación para un concurso de oratoria de la universidad en el que estoy participando. Toco el tema porque, más allá de obtener el primer puesto, lo que deseo es poder expresarme y que mis palabras no queden en el aire. Si la gente siente el dolor ajeno como propio uno ve ajenas tantas muertes de nuestros hermanos, podremos creer que la verdad ha servido y que la reconciliación de nuestra sociedad consigo misma no es un sueño utópico. Gracias por su labor.
Gabriela Sandoval
- Soy estudiante universitario, 26 años de edad, y sin embargo hoy he visto las cosas que pasaron en mi país y que yo no vi. Difícil no derramar lágrimas ante ciertas imágenes. Felicitaciones a los realizadores. En lo que a mí concierne, han logrado su objetivo. Desde hoy veo a mi Perú con otros ojos.
César Loyola Broca
- …Tengo 20 años y me resulta increíble ver todas aquellas atrocidades y hechos que ocurrieron durante la mitad de mi vida sin que me diera cuenta. Esta es una exposición que hace que nosotros, los jóvenes, abramos los ojos a la verdad y seamos conscientes. Siempre busquemos la verdad y tengamos en cuenta lo que la historia tiene para enseñarnos.
C. Bazán
- Creo que es un mensaje para las nuevas generaciones. Yo perdí a mi padre hace once años, a mano de los terroristas. Sólo cuando te toca a ti conoces el verdadero sufrimiento. Ahora recemos por todas las víctimas de esa época. Que no se repita nunca.
Milagrina Flores.
- Al ver esto, lo único que puedo pensar es: pudo ser mi padre, pude ser yo, pudo ser mi madre, ¿y por qué? Total, mi padre estuvo en zona de emergencia, plantaron bombas por mi casa y mi colegio, padres de un amigo desaparecieron. ¿Cómo no acordarme? Esta experiencia refrescó en mi memoria los sentimientos de repudio y desesperación. Pero esto no debe quedar aquí, el terrorismo continúa y puede tomar fuerza nuevamente. Lo que no entiendo es por qué no veo muestras de lo que vivieron los militares y familias, aislados en esta década. NADIE ESTÁ EXENTO.
Sergio del Carpio Flores.
- Vengo de la ciudad donde nació Abimael, no conocí muchas cosas de la verdad, viví ajena a todo. Ahora sé que todo esto es parte de mi historia.
Cecilia
- La exposición debería llevarse a los colegios e instituciones que trabajan con jóvenes, para que se conozca la verdad. Para que no se repita.
Blanca Sánchez
- Cuando ha empezado la visita ya he sentido conmoción. Pero ahora al terminarla no puedo dejar de preguntarme ¿dónde estuve yo? Los rostros de niños, madres, ciudadanos comunes me interpelan. No soy la misma ahora, me llevo el dolor de sus ojos.
Giovanna Quispe
- La verdad tiene varios rostros, pero el dolor no. Para no olvidar, y no volver a vivir.
Anónimo
- Soy esposa de un policía, cuando sucedía esto, vivíamos en zozobra. Al recordar en esta exposición, los jóvenes deben saber la verdad, distinguir la injusticia y reconocer a las víctimas.
Anónimo
- No puede haber justicia sin verdad, no puede haber verdad si existe olvido.
Anónimo
- Veo estas imágenes y pienso: ojala nunca vuelva a pasar. Luego, un amigo ve la imagen de María Elena Moyano y dice: ahí está la terrorista. Yo le digo: ¿Qué cosa? Y el responde: Bueno, no sé. Entonces, comprendo que aún nada ha cambiado.
Eduardo Rojas
II. La dimensión de la Justicia
Sin restar importancia a los procesos que se vienen desarrollando en el Poder judicial, la demanda de justicia que nos lleva al reconocimiento del dolor y sufrimiento de nuestros compatriotas, pero también a la búsqueda de una acción para preservar la paz, es la que aparece de manera vívida entre los relatos de los visitantes
- …Los seres humanos no tenemos que pasar por estas experiencias. Como sacerdote y ministro de la Iglesia Católica, me comprometo a orar para que esto no suceda nunca más. Lo expreso desde lo más hondo de mi corazón, porque tengo un hermano desaparecido por las Fuerzas Armadas. Cometieron un exceso, porque no permitieron que mis padres le dieran una sepultura cristiana y quizás terminó siendo un cadáver en una fosa común o en el río Huallaga.
Padre Julio César Ori
- Esta exposición es un espacio de reflexión, Tengo 16 años escucho siempre que el Perú está en crisis. En el 80 el Perú estuvo verdaderamente en crisis, la injusticia gobernó y sin justicia social no puede existir paz.
Jonathan Rossi
- Es una realidad horrible, pero más horrible es pensar que no ha concluido. La paz verdadera vendrá solo cuando logremos la justicia. Sin justicia, la violencia será siempre una amenaza.
Ada Ampuero C.
- En dónde quedan los valores, cuando no recordamos pierdes esos mismos que te enseñaron tus padres y maestros, cuando no haces nada! Por no ser parte de la estafa e intriga! Mejoremos y seamos parte del cambio y la justicia.
Eva Valdivia
- ¡Doloroso, hasta escribir estas líneas es doloroso. Cuánta gente inocente! ¡Justicia!
Marco Chilca
- No puede haber libertad sin justicia y democracia. Lastimosamente nuestro país aún no entiende esta frase.
Edward La Torre
III. Preservar la Memoria
Avanzar hacia el futuro implica reconocer el pasado y eso lo entienden bien los visitantes cuando hablan de memoria para recuperarse como personas, como sociedad, como país. Y por más doloroso que este resulte, es fundamental conocerlo.
- Yuyanapaq akinta kusanapak manamakanakuspa.
Para no olvidar y vivir bien sin resentimientos
J.L.A.
- Por más dolorosa que sea nuestra historia, es necesario conocerla. Ojalá sirva para que mucha gente deje de decir ‘a mí no me tocó’. Todos, absolutamente todas, somos parte de este país; es hora de sanar heridas.
Laura Gálvez
- Mientras no tengamos y preservemos la memoria, nuestro corazón no podrá sanar. Es tarea de todos hacer que las condiciones de vida sean justas, humanas, fraternas, dignas.
Claudia Sáenz Hostos
- La fortaleza de un pueblo está en saber perdonar, pero nunca en olvidar. Descansen en paz todas las víctimas.
Marco A.
- El primer paso ya está dado; el segundo, la reflexión, queda en cada uno de nosotros. No al olvido.
Jorge Bravo L.
- Viví la época más terrible al ser alumna de la Universidad San Marcos. Revivir la pesadilla en estas fotos me hace temer que la falta de una buena política haga renacer el imperio del terror.
Firma ilegible
- ¿Y los que nunca fueron fotografiados? ¿Los olvidados? Está en nuestras manos lograr que todo eso no se repita.
Javier B.
- Una muestra estremecedora que demuestra que todos pierden y las lágrimas por los muertos se lloran en todos los bandos.
Firma ilegible
- Ignorar el dolor humano equivale a decir que aquel humano que sufre simplemente no existe.
Carlos Barrios
- No solo para recordar, sino también para actuar.
Renato Loayza
- Ser parte del Perú, implica ser parte de su historia.
Anónimo
- Reservar la memoria colectiva es un deber de todo peruano.
Jesús
- A mi edad pongo menos atención a lo que dicen y veo más lo que hacen, muchos escaparon del terrorismo, pero también muchos no pudieron escapar. Nos toca aprender de los errores del pasado y sobre todo no olvidar.
Anthony Zaudera
- Alzo la mirada, miro el presente, pero sin olvidar el pasado.
Anónimo
- Yo fui una de esas personas que nunca quiso saber sobre el conflicto y que evadió el recuerdo por muchos años. Sin embargo, hoy entendí que la memoria puede ser la solución que necesita nuestro país para crecer como nación.
MarGi
- Extraordinario esfuerzo por mantener viva la memoria de un momento difícil de nuestra historia que no debemos olvidar para poder reconciliarnos de verdad como pueblo.
David Abanto
No olvidemos el rostro sufriente que vemos en las fotografías. No es pasado, sino presente y dolor de muchos que viven con esas ausencias. ¿Qué hacemos por ellos hoy?.
Silvia Cáceres Frisancho
- Siento vergüenza de esta trágica parte de nuestra historia, pero a la vez un gran compromiso que se renueva para aportar desde la luz del conocimiento de estos hechos para bregar en la tarea de evitar que estos hechos nunca más se repitan.
Richard Salinas
IV. Un camino hacia la Reparación
El reconocimiento de responsabilidades sociales: la discriminación, el racismo, la intolerancia, la falta de solidaridad por el otro, motivan indignación entre los visitantes. Algunos protestan, pero casi todos demandan una acción colectiva, social, pública o privada. La reparación se presenta como un desafío para las nuevas generaciones.
-
Todos fuimos, en una u otra forma, culpables de esto. Desde la tranquilidad de Lima, no quisimos enterarnos de lo que pasaba. A todas las víctimas, perdón.
Enrique Espinoza
- Tal vez aquí pensé encontrar la foto de Modesta, pero tampoco está. Ni foto, ni nombre. Ella era mi madre.
Luis A. García
- Aún nos queda un largo camino por recorrer para alcanzar un país libre de discriminación, racismo y violencia. Para que alcancemos un país que incluya la diversidad cultural, en donde todos alcancemos los mismos derechos.
Margarita Benavides
- Termino la visita entre lágrimas, después de escuchar el testimonio de una madre narrando la muerte de su hijo. No hay palabras para expresar mi solidaridad con ella, con todas las víctimas. Y creo que no hay justificación para nadie. Las responsabilidades están fuera de contexto, son de todos.
Cecilia
- Es terrible reconocer la historia de nuestro país en lo que la CVR muestra a través de esta exposición. Tanto dolor, tanto desprecio, tanto odio envolvió a los peruanos. Ojalá que nos sirva para construir un Perú sin discriminación y con tolerancia. Es lo mínimo a lo que podríamos aspirar.
Firma ilegible
- Que las fotos y recuerdos de aquella época sangrienta del país, no queden como una cicatriz de rencor, el mantener en cierto modo “la herida abierta” ayuda a reflexionar sobre lo sucedido. Yuyanapaq es una muestra clara de los acontecimientos violentos originados por el malestar de un pueblo no escuchado y como consecuencia se tuvo una respuesta horrorífica a la que conocemos como “terrorismo”… Lamentable lo sucedido, sí; pero más lamentable sería que vuelva a ocurrir.
Anónimo
- No agradezcamos no haber vivido en esa época. Lamentémonos por no hacer nada ahora.
Lizbeth Huamán
Lizbeth Huamán
V. Una dimensión universal del conflicto
Desde diversas partes del mundo, el sufrimiento de las víctimas genera un sentimiento común: la solidaridad. Y es esa solidaridad la que ha convocado a gobiernos y agencias internacionales a apoyar el proceso de verdad, justicia, memoria y reparación en el Perú. Un proceso inacabado que tiene una dimensión universal que trasciende a los propios peruanos: la justicia transicional.
- Soy colombiano. Salí llorando al sentir que los seres humanos somos capaces de producir tanto dolor.
Carlos Naranjo
- Junto a la lucha por la justicia, la paz y la verdad del pueblo peruano hay la profunda solidaridad de los ciudadanos y voluntarios italianos.
Cristiano Morsoli y ONG Italiana ASPE
- No puedo plasmar en palabras lo que mi corazón siente en estos momentos: dolor, mucho dolor, tristeza, ira, amargura, injusticia… ¿Cómo ha podido suceder todo esto? Horroroso, es horroroso. Felicito y apoyo plenamente la labor de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Personas que han trabajado y trabajan para que la humanidad prime por encima del desquiciamiento de unos cuantos. Con esta exposición han demostrado un trabajo excepcional.
Española en Lima
- Hoy es mi Segundo día en Perú, siento con admiración el excelente trabajo que se ha hecho para acumular verdad, tan reciente y bochornosa, esperando que este lindo país no sufra más los horrores de una incomprensión tan grande hacia el ser humano. Con amor, de España que tanto ha luchado por la comprensión.
María, de Madrid
- Its first time in hear detailed information about the shining path, from first impression it all seems so pointless. No real reason to fight very vague ideals, resistance just for the resistance. I hope for Peru it would be over.
Es la primera vez que oigo información sobre Sendero Luminoso, la primera impresión es que no parace tener sentido. No hay una razón real para pelear tan vagos ideales, resistencia solo por resistencia. Anhelo que esto acabe para el Perú.
Adi Mahler
- Thanks you very much for making read what I had only heard of.
Muchas gracias por permitirme leer lo que antes solo había escuchado.
Louis Zarlay
- Ce n'est pas l'histoire de mon pays, pour autant grace a ce travail précis, je me suis concerné par ces annees de terreurs. Merci de laisser ce témoignage pour que les generations futures á plus á le connaitre.
Esta no es la historia de mi país pero gracias a este trabajo estoy consternado por esos años de terror. Gracias por mostrar estos testimonios que servirán para que las futuras generaciones lo recuerden.
ERM
- A very moving exhibit shows how governments are for the needs of the people and many times insurrections are we to not being responsive to their people. Governments only need to listen to their people.
Una conmovedora exposición que demuestra cómo los gobiernos existen para las necesidades de las personas y muchas veces las revoluciones se dan por esa falta de respuesta. Los gobiernos solo necesitan oír a sus ciudadanos.
Calvin Harst
- Faz muito tempo que eu ñao feliz uno agora! Sinto una alegría indescritible por estas aquí e poder conocer personalmente a historia peruana, que e muito parecida a la brasileira. Sempre que puder, voltarei. Um grande abraco.
¡Hace mucho tiempo que no era feliz cómo ahora! Siento una alegría indescriptible por estar aquí y poder conocer personalmente la historia peruana, que es muy parecida a la brasileña. Siempre que pueda, regresaré. Un gran abrazo.
Maria Aneli
- People never learn from the history and that´s exactly why we need exhibitions that the reminders of how could things go wrong. Great exhibitions, thank you.
Las personas nunca aprenden de la historia y es exactamente por eso que necesitamos de exhibiciones que nos recuerden cómo todo puede salir mal. Gran muestra, muchas gracias.
Katerina, República Checa
- Justice for the innocent! Never forgot the atrocities against innocent people of the intolerance perpetrated only for the safe of power.
¡Justicia para el inocente! Nunca olviden las atrocidades de los intolerantes contra los inocentes solo por retener el poder.
Bill Epstein
- I´m a student of medicine form the United States. I consider myself an educated woman. I have heard the stories of those who survived the Holocaust, the genocide in Rwanda, the mass murder of Cambodia, the genocide in Darfur, but I had never learned about this internal armed conflict that spanned 20 years, during which I was alive. Thank you, to the Museo de la Nación and the people of Peru for being brave enough to tell this story. I will not forget.
Soy estudiante de medicina de los Estados Unidos. Me considero una mujer educada. He oído las historias de aquellos que sobrevivieron al Holocausto, el genocidio en Ruanda, los asesinatos masivos en Camboya, el genocidio en Darfur, pero nunca había aprendido sobre este conflicto armado interno que se extendió por 20 años, años en los cuales yo estaba viva. Gracias al Museo de la Nación y a los peruanos por ser tan valientes para contar esta historia. Nunca la olvidaré.
Nicole Brescia
- Credo che questo mostra siano lezione per tutto il mondo.
Creo que nos muestra una lección para todo el mundo.
Italia
- Que esto que ocurrió en el Perú, sea de conciencia para que sigamos adelante y que no se quede en los hechos sino que haya justicia.
Juan Carlos Fernández, Venezuela
- Es importante conocer los horrores y los terrores para poder rectificar. Esta exposición alerta sobre los peligros de la injusticia, la pobreza que también conducen a la violencia. La paz y la justicia se lograron con la acción de todos, en búsqueda de la verdad y amor al prójimo y a la patria.
Julio Suñol, Costa Rica
- A tragic episode in Peru´s history that needs to be investigated, need to be studied…the truth needs to be found…so that it never happens again.
Un episodio trágico en la historia del Perú que necesita ser investigado y estudiado. Se debe encontrar la verdad para que nunca se repita.
Richard Quantill, Inglaterra
- Todo país debe conocer su pasado, su historia para poder mirar al frente y poder avanzar, asumir los errores y perdonar, pero nunca sin olvidar. Para la gente que venimos de otros países es algo que nos conmueve pero que debemos conocer para entender la realidad del Perú, para explicarnos ciertas cotidianeidades. Nunca olvidar pero perdonar.
Adele Blasco, Alicante
- Nosotros, los colombianos, tenemos mucho que aprender de esta lección edificada en esta casa. Cada muerto es una razón para decir que la guerra nos perjudica a todos y que al final no habrá ningún ganador, sino, todos perdedores. Todos los actores han demostrado una demencia terrible a la que nos quieren seguir llevando. Bien por este ejercicio y por lo que deben venir para que la conciencia colectiva mitigue en algo el dolor de tantas y tantos hermanos peruanos.
Manuel Alfonso Mayorga, Bogotá
- Gracias! Por dinamizar nuestra memoria para construir la democracia desde la verdad de la historia y en la línea de un compromiso con la cultura de la paz, para nuestros pueblos de América Latina.
M. Olguín, Chile
- Para la construcción de la democracia en todo el continente esta exposición es de fundamental importancia. Gracias por el coraje, la competencia y la contribución a la afirmación de los Derechos Humanos en América Latina.
De Brasil