Edición N° 29 16/08/2019 Artículo

“No estamos todes”: acciones colectivas en conmemoración a las víctimas LGBTI del Conflicto Armado Interno

Por: Ariana Jáuregui

Socióloga

Existe evidencia de que durante el Conflicto Armado Interno peruano existieron crímenes de odio contra personas lesbianas, gays, travestis y trans (Montalvo, 2017). El Movimiento Homosexual de Lima (MHOL) ha identificado 10 casos de crímenes de odio y 500 personas afectadas, de las que son responsables tanto los grupos subversivos, como las fuerzas militares. Uno de los casos que se volvió emblemático fue el del 31 de mayo de 1989, cuando seis integrantes del MRTA capturaron a ocho personas gays y travestis y las asesinaron a balazos en el bar Las Gardenias de la ciudad de Tarapoto, San Martín. Treinta años después, se considera el crimen de odio más grande de la historia peruana.

Estas ejecuciones estaban enmarcadas en un proyecto político de los grupos subversivos que buscaba la erradicación de las prácticas sexo-afectivas homosexuales y la expresión de género disidente. Este fue el caso de los Comités Abiertos Populares de Sendero Luminoso para el control sobre las prácticas matrimoniales y sexuales o las “cruzadas contra el vicio” organizadas por el MRTA para castigar a homosexuales, prostitutas y la infidelidad (Montalvo, 2017:62-64). La población de las localidades actuó permisivamente frente a estas ejecuciones, en ocasiones celebrándolas o solicitándolas. Algunos cuerpos nunca fueron reclamados por sus familiares y nadie solicitó que se investigaran  y sancionaran los hechos (2017:62-64).

2018. En «El Ojo que Llora», fue colocada una piedra con el nombre de “Las Gardenias”,que iba acompañado de las banderas del orgullo trans y gay pintadas, para conmemorar el más grande crimen de odio de la historia peruana. (Foto: Ariana Jáuregui)

En la construcción de una historia oficial sobre el conflicto armado, los perpetradores, las formas de violencia y las víctimas de los crímenes de odio no fueron visibilizados. Tampoco los proyectos políticos subversivos y la permisividad de la población. Si bien algunos casos fueron incluidos en el Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), su objetivo principal no fue investigar y documentar estos crímenes de forma particular y sistemática (Anaya y Valle, 2017).

En julio de 2003, el MHOL y el Movimiento Raíz presentaron el “Retablo de la Memoria TLGB”, que mostraba lo acontecido en Las Gardenias y llevaba los nombres de las más de 100 personas asesinadas por crímenes de odio desde 1989 hasta el 2003 (MHOL, 2011). A partir de ello, varias organizaciones acordaron institucionalizar el 31 de mayo como el Día Nacional de Lucha Contra la Violencia y los Crímenes de Odio hacia Lesbianas, Trans, Gays y Bisexuales, conmemorándolo por primera vez en 2004, en la Plaza San Martín.

Tras quince años de la primera conmemoración del 31 de mayo y treinta años de los sucesos, surge la necesidad de preguntarnos cómo se disputan esas representaciones.

Es evidente que existe una lucha por la representación del pasado. Tras quince años de la primera conmemoración del 31 de mayo y treinta años de los sucesos, surge la necesidad de preguntarnos cómo se disputan esas representaciones. En este artículo se analizarán las acciones colectivas de conmemoración de esta fecha emblemática que tomaron lugar en la ciudad de Lima durante el 2019. Para ello, primero se hará una breve descripción de cómo se entenderá la memoria y, en particular, las acciones colectivas de conmemoración. A la luz de este marco analítico, se hará una reflexión sobre dónde, qué, quiénes y cómo se conmemora. Finalmente, se propondrán algunas conclusiones.

Aproximaciones a las acciones colectivas de conmemoración

La reconstrucción y representación de hechos como los mencionados se da como un acto contencioso. Estos hechos no están “dados”, sino constituyen un producto de disputas y negociaciones de sentidos del pasado (Jelin, 2002:22). Ese pasado puede ser recordado, olvidado, resignificado o reinterpretado. Esto nos lleva a conceptualizar la memoria no como meros recuerdos eximidos de problematización, sino como un proceso de construcción social y político por representar el pasado.

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Entender la memoria como un producto y un proceso nos lleva a cuestionarnos sobre la construcción de la misma, más que en los hechos concretos (Jelin, 2002:22). Félix Reátegui (2011) propone que una aproximación a la memoria es a través de sus prácticas sociales; en específico, a través de la conmemoración. La conmemoración hace referencia a “actos específicos de recordación de personas o de sucesos, ocasiones de significado ritual o instancias de convocatoria colectiva” (2011, p. 370). Para la presente reflexión, nos interesa la conmemoración que se practica colectivamente, más a que a nivel personal. Analíticamente, la conmemoración puede entenderse desde dos dimensiones. Los actos de conmemoración implican una renovación y negociación de los actos en sí (la práctica) y los relatos sobre los acontecimientos (la narrativa). Aún más, los actos pueden estar insertos en la elaboración de una narrativa o pueden ser lo que desencadene esta narración (2011:371).

Elizabeth Jelin (2002) propone tres ejes para el análisis de la memoria. El primero se centra en los sujetos que conmemoran, es decir, quienes con diversos objetivos enuncian estas memorias, quienes luchan por su representación, y quienes tienen objetivos en torno a su construcción (17; 48-50). En este análisis nos ocuparemos de los sujetos colectivos. El segundo eje mencionado por Jelin se refiere a los contenidos que son conmemorados, tales como las experiencias personales, saberes, emociones, creencias, lazos sociales, entre otros (18). Por último, la autora menciona el eje de cómo se conmemora, haciendo referencia a las claves de activación de las memorias, sean expresivas o performativas, como los rituales y celebraciones (18). Además de estos tres ejes, Jelin desarrolla una temática que conviene incorporar, que es la problemática de los lugares (2002: 54-58). Así, agregaremos como eje analítico el dónde se conmemora, para problematizar los espacios donde se despliegan y materializan las prácticas de memoria.

Metodológicamente, para aproximarnos a estas acciones colectivas de conmemoración, se hizo un mapeo de las actividades que se realizarían en la ciudad de Lima el 31 de mayo de 2019[1]. Se tomaron como referencia la actividad “Crímenes de Odio Nunca Más: En Memoria de todxs lxs compañerxs”[2], a cargo de la organización de Lesbianas Independientes Feministas Socialistas (LIFS) y el Estudio para la Defensa de la Mujer (Demus). Se seleccionaron debido a que congregaban a más colectivos LGBTI como co-organizadores y contaban con la participación de representantes de otras organizaciones de sociedad civil e instituciones estatales. La pluralidad de actores presentes era clave para explorar cómo la representación de la memoria se negocia. Aún más, era la única actividad que se iba a desarrollar en un espacio público al aire libre. La actividad se desarrolló en el monumento del Ojo que Llora, entre las 12:00 y 2:00 p.m. y participaron alrededor de 70 personas. El recojo de la información se hizo a través de una observación participante que prestó atención a las cuatro dimensiones señaladas previamente.

La monumentalización de la memoria: dónde se conmemora.

Primero, es necesario situar espacialmente los actos colectivos de conmemoración. Ubicado en el límite de los distritos de Jesús María y Cercado de Lima, El Ojo que Llora se erige sobre el Campo de Marte, uno de los parques públicos más grandes de la ciudad. El monumento está compuesto por una piedra que actúa como núcleo de la cual se despliegan once círculos concéntricos formando un camino laberíntico. Estos círculos están delineados por miles de piedras que llevan grabados los nombres de las víctimas registrados en el Informe Final de la CVR (Moraña, 2012, p. 189-190).

La creación de El Ojo que Llora en 2005, como señala Drinot (2007), se enmarca en el surgimiento de la memoria como un fenómeno cultural y político en el Perú. El intento por anclar materialmente los recuerdos del conflicto armado introdujo un nuevo interés por la monumentalidad (69-71). Monumentos públicos y sitios de memoria empezaron a surgir con el propósito de contener la fugacidad y cambio permanente de estos recuerdos, ser su contraparte visual y representar las voces que los enuncian en el espacio público (Moraña, 2012). Esta monumentación implicó un conflicto post-conflicto: la pugna entre memorias. El Ojo que Llora generó una discusión sobre causas, responsables, víctimas y tipos de violencia que se sostenía entre negacionistas, organizaciones de derechos humanos, familiares y demás actores (Drinot, 2007). Este monumento a la memoria, así, es un espacio de tensión entre distintas interpretaciones sobre el periodo de violencia desde su creación.

El monumento ‘El Ojo que Llora’, construido para recordar a las víctimas que dejó la guerra contra Sendero Luminoso entre 1980 y 2000. (Foto: Ariana Jáuregui )

A partir del 2014, las acciones colectivas de conmemoración por el Día Nacional de Lucha Contra la Violencia y los Crímenes de Odio hacia Lesbianas, Trans, Gays y Bisexuales se realizan frente a la escultura de El Ojo que Llora[3]. En la edición del 2018, se colocó en el monumento una piedra con el nombre de “Las Gardenias (8)”, que iba acompañado de las banderas del orgullo trans y gay pintadas [4]. La colocación en el espacio público del nombre de la masacre que se ha vuelto emblemática junto a estos referentes identitarios como las banderas del orgullo son prácticas de intervención de la memoria monumentalizada. Si bien esta intervención es reciente, evidencia un ejercicio de apropiación y transformación del sitio de memoria, convirtiendo a las personas LGBTI y aliados en actores dentro de la pugna por qué memorias deben ser materializadas.

Aún más, ese mismo año la Comisión Multisectorial de Alto Nivel (CMAN) del Ministerio de Justicia colocó una placa conmemorativa en Tarapoto para visibilizar y disculparse públicamente por la violencia dirigida a población LGBTI durante el conflicto armado[5]. Si bien esta placa se encuentra fuera del ámbito geográfico que enmarca los actos de conmemoración seleccionados, denota una intencionalidad por transformar los sitios de memoria, abrirlos a nuevas representaciones, y visibilizar estas formas de violencia. La transformación de estos ambos espacios públicos oficiales resuena entre sí, incluso cuando geográficamente están separados.

Crímenes de odio y violencia generalizada: qué se conmemora

El evento se inauguró con una breve narración de los crímenes de odio cometidos contra personas LGBTI durante el conflicto armado. Santiago Balvín, activista transmasculino, e Isabella Fernández, mujer trans, actuaron de maestros de ceremonia. Se tomó como referencia la descripción del caso de Las Gardenias consignada en el Informe Final de la CVR. La alusión a sucesos o víctimas específicas se retomó solo hacia el final de la actividad, cuando Jorge Bracamonte, actual Secretario Ejecutivo de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos (CNDDHH), compartió testimonios de Tarapoto, Juanjuí, Pucallpa, Tingo María y de Aucayacu recogidos a inicios del 2000 cuando era integrante del Movimiento Homosexual de Lima (MHOL).

2018. Conmemoración por el Día Nacional de Lucha Contra la Violencia y los Crímenes de Odio hacia Lesbianas, Trans, Gays y Bisexuales realizada frente a la escultura de El Ojo que Llora (Foto: Ariana Jáuregui)

Estas narrativas sobre lo ocurrido deben ser problematizadas. En lugar de tomar las descripciones como hechos o sucesos en sí, conviene interpretarlas a la luz de un conjunto de significados y relaciones que las envuelven. Primero, llama la atención los dos tipos de fuentes de las que emergen estas descripciones. Quienes actuaron como moderadores de la ceremonia, es decir, quienes representaban a las organizaciones convocantes, usaron como referencia el Informe Final de la CVR. Esta fuente, como expresó la CNDDHH, no es completamente legítima. La misma CVR se entiende como un espacio contencioso para quienes tuvieron que negociar la inclusión de estos crímenes. Desde esa postura, se buscó hacer referencia a los testimonios que no fueron recogidos por esa versión oficial de conflicto. Así, lo primero que hallamos es que no existe un consenso entre quienes narran los hechos sobre cuál es la versión legítima para describirlos.

contar estos hechos del pasado no responde únicamente al objetivo de visibilizar o difundir los crímenes de odio durante el conflicto armado, sino también al posicionamiento de otras demandas colectivas del presente.

En segundo lugar, contar estos hechos del pasado no responde únicamente al objetivo de visibilizar o difundir los crímenes de odio durante el conflicto armado, sino también al posicionamiento de otras demandas colectivas del presente. Esto se evidencia tras nombrar a las víctimas del bar Las Gardenias. Debido a que varias personas eran trans o travestis, no se reconocían con el nombre consignado en sus documentos de identidad, sino que habían elegido un nombre acorde a su identidad de género para utilizar en sus entornos sociales. En los últimos años, las organizaciones de personas trans han estado haciendo activismo para el reconocimiento jurídico y social de la identidad de género[6]. Por este motivo, además, existe una insatisfacción de no poder conmemorar a estas personas con los nombres que las identificaban. La verdad presentada sobre los hechos es parcialmente distorsionada.

Estamos aquí para conmemorar la muerte de nuestros hermanes (…). Entre estas hay personas trans. Hablemos de por qué es necesario el reconocimiento de la identidad. Quienes están nombradas ahí no usaban ese nombre para ser reconocides en un espacio social (…). Yo hago un llamado a que se siga buscando justicia por estas personas, a que se las nombre (Santiago Balvín, Diversidades Trans Masculinas).

Lo hemos visto cuando hemos acompañado a las compañeras de Tarapoto cuando recogíamos testimonios de lo que fue el conflicto armado interno en nuestro pellejo, en nuestro pueblo, el pueblo marica. Cuando íbamos al cementerio se confundían porque las compañeras no habían sido enterradas con su nombre propio sino con su nombre del DNI. Y ellas obviamente no las reconocían con ese nombre. Eso nos parece indigno (Jorge Bracamonte, CNDDHH).

Los crímenes de odio se presentan como un continuo, por lo que se elige conmemorar también a las víctimas recientes.

En tercer lugar, lo que se elige conmemorar no responde únicamente a los crímenes de odio cometidos durante el conflicto armado. La narrativa que se genera es que existe una violencia generalizada hacia las personas de la diversidad sexual y de género que era preexistente al periodo del conflicto y persiste después de su conclusión. Por un lado, la percepción de una violencia generalizada difumina la línea entre el “pasado” que se recuerda y el “presente” que se experimenta. Los crímenes de odio se presentan como un continuo, por lo que se elige conmemorar también a las víctimas recientes. Por otro lado, la narrativa de la violencia generalizada trasciende el motivo central de la fecha, los crímenes de odio, y denuncia otros actos de violencia dirigidos a los mismos sujetos. Se mencionan problemáticas vinculadas al acceso al trabajo, a la violencia familiar, e incluso a la esperanza de vida.

Pasó esa etapa de violencia, pero la violencia continúa, continúa cotidianamente. Este año hay por lo menos seis personas víctimas de crímenes de odio (Marisa Glave, Congresista de la República).

Estamos hoy aquí por el Día Nacional de Lucha contra los Crímenes de Odio y la violencia antes, durante y post conflicto armado interno. La violencia, nosotras las personas LGBTI, la sufrimos desde la infancia (…).Nosotres sufrimos una violencia cotidiana y permanente, desde que nacemos y nos empezamos a expresar como somos (María Ysabel Cedano, DEMUS).

Finalmente, la conmemoración también trasciende los hechos particulares y se crea una narrativa sobre qué significan los crímenes de odio de forma más abstracta. Se intenta resaltar la particularidad del motivo del crimen frente otras ejecuciones que se dieron en el marco del conflicto, y la importancia de reconocer esa diferencia. Esto, a su vez, responde al objetivo de incluir el impacto diferenciado que tuvieron las personas de la diversidad y reconocer las acciones en contra de ellas como parte de los proyectos políticos de los grupos subversivos.

Los asistentes escuchan atentamente una breve narración de los crímenes de odio cometidos contra personas LGBTI durante el conflicto armado. (Foto: Ariana Jáuregui)

Sujetos colectivos de la memoria: quiénes conmemoran

Pensar en las narrativas descritas previamente nos lleva a preguntarnos quiénes son los sujetos colectivos que las enuncian. Las participaciones se dividieron en tres momentos: a) organizaciones de personas trans femeninas y masculinas, b) instituciones estatales, c) organizaciones aliadas.

Del primer grupo, participaron Isabella Fernández de Féminas, Santiago Balvín de Diversidades Trans Masculinas, Sandy Sussel Ruiz de la Red Nacional de Mujeres Transgéneros Trabajadoras Sexuales “Unidas por Siempre”, Emi Godez de Trans Historias y Gabriela Mariño de la Asociación Ángel Azul. En el segundo momento, estuvieron presentes las congresistas Indira Huilca y Marisa Glave, el regidor de Lima Metropolitana, Manuel Siccha y Gisela Astocóndor como representante del Programa de Restitución de Derechos Ciudadanos de la CMAN. Finalmente, en el tercer grupo se invitó a Rosa Narváez de la Asociación Pro Derechos Humanos (APRODEH), María Ysabel Cedano de DEMUS y a Jorge Bracamonte de la CNDDHH.

En primer lugar, cabe notar que entre los participantes no hubo organizaciones de familiares de personas desaparecidas ni personas afectadas directamente por los crímenes de odio del conflicto armado. El acercamiento a estos sucesos, entonces, no parte de la experiencia de victimización individual. Solo Jorge Bracamonte, por su activismo en el Movimiento Homosexual de Lima durante inicios del 2000, pudo relatar testimonios que había recogido directamente. A pesar de ello, se utilizan denominaciones como “hermanes”, “compañeras”, “comunidad”, “nuestro pueblo marica” para hacer referencia a una afectación colectiva. Esta memoria es enunciada y constituyente de un sujeto colectivo de conmemoración que trasciende la vinculación relato individual con los sucesos.

En segundo lugar, llama la atención la construcción de un sujeto antagónico. Diversos actores, y particularmente representantes del Estado, mencionan la constante incidencia en contra del reconocimiento de los derechos de las personas de la diversidad sexual y de género. Se percibe, además, que son opositores de otras reformas en el país como la lucha anticorrupción o que promueven el negacionismo.

Tenemos un proyecto presentado, el Proyecto de Ley 790 para Identidad de Género, para que se reconozca la identidad de género en el Parlamento. Sigue ahí, estamos peleando (…). pero está complicado como sabemos, porque hay una articulación política homofóbica, transbófica, machista, que no quiere permitir el avance, que no quiere permitir la plena libertad (Marisa Glave, Congresista de la República).

Esos mismos que se oponen hoy a la reforma politica, a la reforma de justicia, que se oponen a la lucha anticorrupción, esos mismos son los que se oponen a la igualdad de género, al enfoque de género, a la educación con enfoque de género (María Ysabel Cedano, DEMUS).

Por último, resalta la presencia del discurso “oficial” de la entidad encargada de las reparaciones a víctimas. La representante de la CMAN reconoció que el periodo de violencia había tenido un impacto diferenciado y que debía incorporarse a la población LGBTI de forma transversal en los programas de reparaciones. Aún más, resaltó que desde el Ministerio de Justicia se hubieran aprobado en setiembre de 2018 los “Lineamientos para la Adopción de Acciones Diferenciadas en la Implementación del Plan Integral de Reparaciones a Mujeres y Población LGTBI”. Contradictoriamente, el 31 de mayo no aparece como fecha emblemática en el Calendario de actos públicos de reconocimiento y/o fechas conmemorativas de dicho documento (MINJUS, 2018, pp. 21-22) y ninguna organización de personas LGBTI participó en la elaboración del mismo (2018, p. 5).

El ritual: cómo se conmemora

Además de los pronunciamientos de cada organización como parte del acto de conmemoración, se realizó un ritual denominado como “romería”. Este consistió en llevar rosas a la piedra que había sido colocada el año anterior con el nombre “Las Gardenias (8)”. Las rosas fueron llevadas por personas trans, después de que hablaran las y los representantes de sus organizaciones. Cada rosa estaba pintada de un color de la bandera arcoíris, bandera de orgullo LGBTI a nivel internacional. El luto colectivo como repertorio es bastante difundido para este tipo de conmemoraciones y el uso de la identidad lo hace específico al grupo que lo utiliza. Además, en el espacio se habían colocado más elementos que aludían a la identidad como banderas arcoíris, banderas del orgullo trans y carteles con diversos mensajes. Entre ellos se levantaba uno con la frase “No estamos todes”.

Algo particular de esta conmemoración es el uso del arte como recurso. El acto colectivo culminó con una presentación artística de Eme, una persona peruana, activista transfeminista, que se dedica a interpretar y componer música criolla. Eme cantó la canción de su autoría “Corazón Resiste”[7], cuya letra fue inspirada en dos poemas colaborativos escritos por más de 60 personas LGBTI de Lima y Huancayo en el marco del mes del orgullo de 2018. Partes de la letra hacen referencia a los crímenes de odio y la construcción de una memoria.

“Vine a sanar la muerte de tantas

A renacer la cicatriz

A florecer las heridas (…)

Nuestro grito quebranta el silencio

Memorias que nacen del fuego”

Conclusión

Este análisis de las acciones colectivas en conmemoración de los crímenes de odio del Conflicto Armado Interno nos deja algunas reflexiones. En primer lugar, los sitios de memoria donde se llevan a cabo estas acciones tienen una historia de negociación en torno a cómo se debe representar la historia. Nuevos actores como las organizaciones de personas de la diversidad sexual y de género están empezando a apropiarse de estos espacios, por ejemplo, a través de la transformación de los mismos.

En segundo lugar, encontramos que la fecha conmemorativa sirve más que para recordar los sucesos. Por un lado, existe una disputa por comprender el pasado que se expresa en la legitimidad de las fuentes para describirlo, el reconocimiento de un impacto diferenciado y los motivos específicos de esta violencia. Por otro lado, se vuelve complejo trazar una línea entre el pasado y el presente, cuando existe la percepción de que la violencia continúa y es generalizada a otras dimensiones de la vida. En ese sentido, esta fecha conmemorativa se utiliza como coyuntura para plantear demandas actuales de las organizaciones.

En tercer lugar, existen una diversidad de actores que se pronuncia en torno a los sucesos. Llama la atención que quienes los enuncian no tienen una afectación directa, sino que se han aproximado a ellos a partir de un sentido de colectividad e historia compartida. Finalmente, se utilizan referentes identitarios como recurso, sean banderas, carteles, ramos o canciones vinculados a la diversidad.


Referencias

[1] Además de la actividad seleccionada, se encontraron dos: i) el Quipu de la Memoria LGBT+, organizada por el Movimiento Homosexual de Lima y ii) LUM abre de noche contra los crímenes de odio, gestionada por el Lugar de la Memoria y la Inclusión Social.

[2] https://web.facebook.com/events/427365044745214/

[3] http://agenciapresentes.org/2019/05/31/noche-de-las-gardenias-la-masacre-a-lgbt-en-una-discoteca-peruana/

[4] https://manoalzada.pe/lgtbiq/conmemoraran-dia-contra-los-crimenes-de-odio-31m

[5] http://manoalzada.pe/especial/gobierno-reconoce-crimenes-de-odio

[6] En diciembre de 2016, las congresistas Indira Huilca, Marisa Glave de la bancada de Nuevo Perú (antes del Frente Amplio) presentaron ante el Congreso de la República el Proyecto de Ley N° 790, Ley de Identidad de Género. A la fecha, el proyecto no ha sido discutido en el pleno.

[7] https://www.youtube.com/watch?v=nszVWwVO56Y


Bibliografía

Anaya, Karen y Pamelhy Valle (2017). “Desde la Memoria Marginada hacia la De-construcción del Estado: Las personas LGBT como víctimas del conflicto armado peruano y los caminos para la no repetición”. Polemos. Portal Jurídico Interdisciplinario. Disponible en: http://polemos.pe/desde-la-memoria-marginada-hacia-la-construccion-del-estado-las-personas-lgbt-victimas-del-conflicto-armado-peruano-los-caminos-la-no-repeticion/

Drinot, Paulo (2007). “El ojo que llora, las ontologías de la violencia, y la opción por la memoria en el Perú”. Hueso Húmero, número 50, pp. 53–74.

Jelin, Elizabeth (2002). Los trabajos de la memoria. Madrid: Siglo XXI de España Editores, S.A.

Ministerio de Justicia (2018). Lineamientos para la Adopción de Acciones Diferenciadas en la Implementación del Plan Integral de Reparaciones a Mujeres y Población LGTBI. Disponible en: https://cman.minjus.gob.pe/wp-content/uploads/2019/03/PIR_LineamientosMujeres_PoblacionLGTBI_060319.pdf

Montalvo Cifuentes, José (2017). “Crímenes de odio durante el conflicto armado interno en el Perú (1980-2000)”. +MEMORIA(S). Lima, número 1, pp. 64-65.

Moraña, Mabel (2012). “El Ojo que Llora: biopolítica, nudos de la memoria y arte público en el Perú de hoy”. Latinoamérica, número 54, pp. 183-216.

Movimiento Homosexual de Lima (2011). “Perú: recuento del 31 de mayo, Día Nacional de Lucha contra la Violencia y los Crímenes de Odio hacia Personas LTGB en el Perú”. Ciudadaniasx. Activismo cultural y derechos humanos. Disponible en: http://ciudadaniasx.org/20-peru-recuento-del-31-de-mayo-dia-nacional-de-lucha-contra-la-violencia-y-los-crimenes-de-odio-hacia-personas-ltgb/

Reátegui, Félix (2011). “Las víctimas recuerdan. Notas sobre la práctica social de la memoria”. En Reátegui, Félix (ed.). Justicia Transicional: Manual para América Latina. Brasilia: Comisión de Amnistía, Ministerio de Justicia; Nueva York: Centro Internacional para la Justicia Transicional; pp. 359-380.

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