Francisco De Roux: “Nos importa más la movilización que logremos ahora en Colombia, que el documento que escribamos al final”
Por: Gabriela Quevedo Castañeda
Periodista
Cuando Francisco De Roux, presidente de la Comisión de la Verdad de Colombia, corre ama. Un recorrido de cinco kilómetros en completo silencio. El movimiento y el silencio lo conecta con el misterio de amar. Y cuando hace eso cada mañana, trasciende. “Para mí no es simplemente un encuentro conmigo mismo”, me dice en el trayecto rumbo al aeropuerto, llegó a Lima únicamente a presentarse en el Coloquio Internacional Rostros del Perdón, su apretada agenda permitió que concediera esta entrevista así. “[Correr en silencio] es un encuentro con una dimensión mucha más onda, que es lo que me da energía y al mismo tiempo me da claridad. Pero no de rezar oraciones, sino simplemente percibiendo la experiencia del misterio del amor que nos mantiene en la vida y que nos hace encontrar con gente tan bella, que nos hace comprender el dolor humano también y que va con nosotros”.
La Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición en Colombia acaba de iniciar oficialmente labores, a lo largo de los próximos tres años, De Roux y otros once comisionados –cinco mujeres y seis hombres- liderarán la misión y reto de esclarecer lo que ocurrió durante más de medio siglo de guerra interna entre las Fuerzas Armadas, las guerrillas y los paramilitares. Cada ocho días, los comisionados entran en sesión, antes de empezar el sacerdote jesuita pide silencio. Esa es su forma de hacer que todos y todas conecten con lo más profundo, con aquella dimensión que les permitirá conectar con el sufrimiento de las víctimas, con el sentido de lo que hacen cada día, con la plenitud de cada uno como ser humano.
¿Cómo plantea la Comisión avanzar en sus labores contrarrestando actitudes negacionistas desde el sistema? Como lo fue la propuesta legislativa del partido Centro Democrático que buscaba restringir el acceso a la información clasificada a distintas instituciones, como la Unidad para la búsqueda de personas dadas por desaparecidas o la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) o para el Sistema Integral de verdad justicia reparación y no repetición.
Nosotros somos perfectamente conscientes de que la Comisión tiene que hacer su trabajo en un escenario de debates políticos fuertes en Colombia. Un escenario que prácticamente tiene dividido al país 50% – 50% y que se manifestó justamente en las elecciones, en donde el presidente ganó, pero no con una mayoría absoluta y que refleja también lo mismo que pasó en el referéndum a favor o en contra del Acuerdo de Paz. Hay mucho de los problemas del país que es imposible de aclarar si no podemos llegar a esa información. Ahora, gracias al debate pudimos echar abajo la propuesta. Pero eso no me preocupa, creo que es parte de posicionar la verdad en un país que le tiene miedo a la verdad.
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Nosotros no somos una organización de oposición, nosotros somos Estado. Somos además una institución de Estado autónoma de carácter institucional que no depende ni del Presidente, ni de la rama de Justicia, ni del Congreso. Nosotros no estamos en contra de nadie, ni del gobierno actual, ni del anterior, ni de ningún ex presidente, no estamos en contra de las Fuerzas Armadas, ni en contra de las FARC. Estamos en contra de la mentira. Estamos en contra del miedo, de silencios que son cómplices. Estamos en eso y eso lo mantendremos.
Nosotros no estamos en contra de nadie, ni del gobierno actual, ni del anterior, ni de ningún ex presidente, no estamos en contra de las Fuerzas Armadas, ni en contra de las FARC. Estamos en contra de la mentira.
¿Cómo conseguir verdad en medio de una marcada tendencia a las noticias intencionalmente falsas o falsas por falta de ejercicio o de prácticas básicas de periodismo, y donde tampoco se practica la búsqueda completa de los hechos?
A mí no me preocupan tanto las noticias falsas o los fake news, porque son fácil de desenmascarar. Me preocupan más las verdades que han sido ocultadas o los testimonios que se contraponen o los puntos de vista diferentes sobre iguales realidades. Por eso la Comisión tiene la responsabilidad de contrastar versiones sobre hechos. No solamente de escuchar a las víctimas que, por supuesto son de primera atención, sino también de escuchar a los responsables. Incluso para poder aclarar los hechos de la forma más rigurosa posible, le hemos pedido a sujetos sociales importantes como los empresarios, las universidades, las organizaciones indígenas fuertes, como las organizaciones afro fuertes, como sectores del periodismo, incluso como los militares, como las FARC, que hagan ellos sus propias versiones sobre lo que les pasó en el Conflicto. Pero les hemos insistido en que no hagan versiones apologéticas, versiones heroicas, sino en que sean versiones seriamente autocríticas, en las que reconozcan sus responsabilidades y errores, y al mismo tiempo nos digan por qué permanecieron en Colombia en medio del Conflicto, qué participación hubiesen podido tener en él. Nuestro propósito es contrastar esos puntos de vista e invitar a los colombianos a participar seriamente en la búsqueda de la Verdad.
La Comisión tiene la responsabilidad de contrastar versiones sobre hechos. No solamente de escuchar a las víctimas sino también de escuchar a los responsables.
En un corto documental sobre los senadores del Valle del Cauca que fueron asesinados por las FARC, Clara Rojas dijo: «[…] las FARC tienen que tener claro que, hasta el final de sus días, ellas y sus futuras generaciones, tienen que perseverar en la reconstrucción de la reconciliación y que no deben fallar en ningún esfuerzo, para que siempre que se les presente la oportunidad de pedir perdón y reunirse con las personas a las que tanto daño han hecho, lo hagan». ¿Qué piensa usted de este sentir? ¿Qué tan largo va a ser el proceso [de perdonar]?
A mí me ha llamado la atención, justamente, de parte de los líderes de las FARC, la actitud de tomar la iniciativa para pedir perdón en muchos sectores y en muchos momentos. Personalmente acompañé a las familias de los diputados del Valle del Cauca a Cuba, donde hubo una primera escena, muy fuerte, en el que los familiares, en todas las formas les dijeron a los representantes de las FARC que eran una partida de criminales. Y las FARC aceptó que eran [ellos] quiénes habían cometido el crimen y pidieron que se entrara a un proceso de conversaciones a fondo. Posteriormente en la iglesia de San Francisco, en Cali, porque estos diputados eran de la ciudad de Cali, donde los cogió las FARC y los tuvo secuestrados 5 años, y los asesinó la semana que debía entregarlos. En la iglesia de San Francisco de Cali tuvimos un acto solemne con el arzobispo de Cali y otras confesiones religiosas. Allí los familiares les reclamaron y señalaron a las FARC la gravedad del crimen que habían cometido. Después de eso, allí mismo, el miembro de las FARC responsable de lo que había ocurrido, que tiene el nombre de Pablo Catatumbo en la guerra, tomó la palabra para decir textualmente: «nosotros los teníamos en nuestras manos, nosotros los matamos, nosotros somos responsables, nosotros les pedimos perdón a las familias y estamos listos para aceptar lo que la Justicia Especial para la Paz nos exija como reparación”. De alguna manera, igual, Pastor Alape, que era el Comandante de las FARC en el Magdalena Medio, con quien yo tuve varias conversaciones cuando estaba en la guerra, vino a Bojayá, el pueblo donde las FARC disparó una bomba que se hace con cilindros, que cayó sobre una iglesia y mató cerca de 90 personas, la mayoría niños que se habían refugiado allí con sus mamás. Pastor viene a Bojayá y sin dar ningún tipo de excusa dijo textualmente: «nosotros somos responsables de la bomba que se tiró contra la iglesia». Y luego termina con una frase que a mi realmente me llamó la atención porque muestra una comprensión de la dificultad que tendrá la comunidad para perdonar. Y dice: «nosotros esperamos que algún día ustedes nos perdonen».
A mí me ha llamado la atención, justamente, de parte de los líderes de las FARC, la actitud de tomar la iniciativa para pedir perdón en muchos sectores y en muchos momentos.
A mí me llama la atención que he visto lo mismo de parte de los paramilitares que hicieron tanto daño, que hicieron más masacres de las FARC, entre otras, y más desapariciones forzadas. Pero he visto de parte de ellos no solamente una disposición de hablar y de contar de parte de ellos que fue lo que pasó, sino de pedir perdón. Y también lo he visto en militares. Entonces lo que siento en este momento es que parecería que el país, en muchos sectores, hubiese estado esperando el momento de poder hablar. Pero me estoy refiriendo no solamente a víctimas, sino a responsables, a perpetradores. Francamente no sé qué va a pasar, pero hay una dinámica que está moviéndose en esa dirección. (https://fernandez-vega.com)
¿Qué lecciones del proceso de paz en La Habana está aplicando o va a aplicar en este proceso que lidera?
En La Habana hubo una verdadera reconciliación entre las personas que estuvieron allí. Desafortunadamente esa reconciliación que, después de cinco años [de proceso], hubo en La Habana no se vio en la sociedad colombiana, pero en allí sí se produjo. Lo que quiero decir es que ese cambio real de reconciliación se produjo allá, la gente que fue a La Habana cambió. Y creo que el momento más importante fue la llegada de las víctimas y la forma en que les hablaron a los responsables de todos los lados. Las víctimas plantearon un mensaje simple, pero muy hondo. Señores ustedes han estado exigiendo aquí cambios estructurales profundos para que se pueda firmar la paz y tienen razón. Hay problemas estructurales muy grandes, no resueltos, que no permiten que tengamos una verdadera democracia en Colombia. Somos uno de los países más injustos, más impunes, más inequitativo del mundo, que más ha concentrado tierras en el mundo, todo eso es cierto. Pero el problema estructural más hondo no es ese, el problema estructural más hondo es la forma en cómo los colombianos nos hemos excluido, nos hemos odiado. Hemos llegado a pensar que hay vidas humanas que valen más que otras, nos hemos agredido hasta la muerte durante 50 años. Resolvamos primero este problema estructural, que en el fondo pone en evidencia una ruptura del ser humano muy honda y generalizada entre nosotros, revela una crisis espiritual. Y resuelto esto, ya con la tranquilidad de que no nos vamos a matar, pongámonos a resolver los otros problemas en el diálogo democrático, sabiendo que pensamos diferente.
¿Usted ha atravesado esa crisis espiritual?
Sí por supuesto, no solamente la he vivido cuando yo he sido afectado, sino la he vivido cuando es más duro, cuando uno tiene que reconocer sus propios errores. Por eso insisto mucho en que la única forma de no tener miedo a la verdad es que nosotros como personas humanas estemos abiertos a reconocernos y aceptarnos como somos. A comprender que un ser humano es un conjunto de buenas intenciones, de algunos logros bellos, y muchos errores y equivocaciones. No conozco a una persona en el mundo que no haya dicho mentiras, que no lleve en el alma el dolor de haber sido consistente en la lealtad y el amor. Tenemos que reconocer que el mundo está construido por seres falibles. Por qué no comprender que simplemente somos seres humanos inevitablemente limitados e inevitablemente constructores en medio de fragilidades muy grandes.
La única forma de no tener miedo a la verdad es que nosotros como personas humanas estemos abiertos a reconocernos y aceptarnos como somos
¿Cómo hará sentir involucradas a aquellas personas que han adoptado una posición de rechazo fuerte contra la Comisión, a quienes no quieren saber o seguir este proceso?
Nosotros nos hacemos la misma pregunta. Analizando lo que pasó con La Habana, uno de los vacíos hondos, perfectamente reconocido por el grupo que estuvo en ese proceso, fue la ausencia de una pedagogía para la sociedad colombiana y una forma de información real de lo que estaba pasando. En La Habana, se pensó que lo mejor era mantener en silencio lo que estaba ocurriendo allí y que solamente al final se le compartiría al país las decisiones que se tomasen, entonces la sociedad no se vio implicada. Nosotros pensamos enfrentar eso y ya lo estamos haciendo con un desarrollo pedagógico muy de fondo. Eso supone la incorporación de periodistas de los principales medios, trabajo pedagógico muy de fondo y dedicado en las distintas regiones. El empleo de formas simbólicas como el teatro, los documentales, para tener muy empapada a la sociedad. Y aquí quisiera decir una cosa, nosotros le damos muchas más importancias a la movilización que podamos hacer en Colombia desde ahora, que al documento que escribamos al final. Para nosotros el documento es un resultado lateral. Lo que nos importante desde ahora, es que los colombianos se apropien, se apoderen de la verdad y que todos los colombianos nos metamos a ese proceso.
Finalmente, ¿de qué manera la experiencia peruana nutre a la colombiana o la va a nutrir a partir de este punto?
Sé que [en la CVR] fueron muy criticados con las cifras, pero no les dio miedo, tuvieron el coraje de ponerle números a las cosas, ponerle los números a los distintos tipos de responsables.
Yo encuentro muy valioso lo que se hizo en el Perú, cuando leo los documentos o cuando veo lo que nosotros estamos enfrentando en Colombia. Encuentro muy valiosa y me sorprende que en dos años hubiesen llegado a dotarse de una visión hermenéutica y epistemológica con verdaderas definiciones sobre lo que iban a entender por verdad, lo que iban a entender por víctimas, lo que iban a entender por responsables, y definiciones propias logradas por la Comisión. Encuentro muy valiosa la combinación que hacen de esos tres ejes, que establecieron en el corazón del problema a las víctimas, en el entorno enfrentar las instituciones y los gobiernos. Encuentro muy valiosa la dimensión ética, que yo creo que sobre todo se la imprimió Salomón Lerner, y formulada con un gran rigor en los escritos de él. Encuentro muy valiosa la organización misma, el esquema que finalmente siguieron. Primero meterse con las cifras. Sé que fueron muy criticados con las cifras, pero no les dio miedo, tuvieron el coraje de ponerle números a las cosas, ponerle los números a los distintos tipos de responsable. Segundo, una cosa que me sorprendió es que cogieron gobierno por gobierno y miraron con decisión las responsabilidades de cada gobierno. Y luego pasaron de allí a mirar con cuidado lo que había pasado en los territorios y a plantear salidas de la situación. Pero uno aprende también de los que les faltó. Por ejemplo, desde los tiempos de la preparación, hemos empezado a empujar un movimiento nacional. Que el país sienta que la verdad es un derecho público y que tenemos que tomarlo entre todos. Levantar este proceso con los sindicatos, las organizaciones indígenas y ponerlos como partícipes, de manera que la verdad no fuera la verdad de la Comisión sino la verdad levantada entre todos.
A pocos días de esta entrevista un equipo de la Comisión colombiana, a cargo de la organización de los ‘Encuentros de Paz’, espacios que para la Comisión de la Verdad y Reconciliación del Perú fueron las audiencias públicas, llegó a recoger pormenores sobre el diseño y organización de estos eventos. Colombia quiere aprender de Perú, y si es posible conseguir finalmente paz.
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