Edición N° 32 20/10/2020 Entrevista

Jaime Saavedra: “Financiar la educación no es financiar un bien de consumo. Es una inversión que tiene réditos en la vida de los chicos durante los próximos 60 años”

Juan Takehara

Por: Juan Takehara

Periodista, encargado de prensa en IDEHPUCP

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Entre muchos de los problemas que ha generado la pandemia, uno especialmente grave ha sido la interrupción de clases en las escuelas del país. Buscando que se evite la deserción y la pérdida del año escolar, se implementaron medidas como el uso de clases a distancia, programas de enseñanza en televisión abierta e incluso distribución de tablets. Sin embargo, la crisis educativa es mucho más compleja pues ya en la época prepandemia los estudiantes se encontraban en un escenario desolador: un porcentaje elevado de niñas y niños no podían entender lo que leían. Para comprender por qué miles de jóvenes en el país todavía no puedan acceder a una educación de calidad, conversamos con Jaime Saavedra, economista por la PUCP, ministro de Educación entre los años 2013 al 2016 y actual director global de educación del Banco Mundial. 

¿Cuánto se ha retrocedido en la región en el cumplimiento de las metas 2020 en el sector educación por la crisis generada por la pandemia? 

En general, estamos todavía simulando impactos. Todavía no conocemos la magnitud. Sí vemos que los impactos pueden ser extremadamente grandes en términos de aprendizaje, en deserción escolar y también en ingresos a futuro. Un indicador que estuvimos trabajando desde el año pasado en el Banco Mundial es el que llamamos en inglés learning poverty, pobreza de aprendizaje, que es el porcentaje de chicos que, por ejemplo, a los diez años no pueden leer y entender un texto. Esa cifra debería ser cero. A los diez años lo que se quiere es que no lean solamente un texto corto o simple, sino una pequeña novela. Ese porcentaje de chicos que no podían leer y entender un texto, en países en ingreso medio o bajo es de 53%. En América Latina es el 51%. Es decir, la mitad de los chicos en la región no pueden leer y entender un texto. En Perú, prepandemia, es de 56%. Que la mitad de los chicos no puedan leer y entender un texto no es un problema, es una crisis. Esa cifra, por ejemplo, en Singapur es 1%, en Nigeria es 85%. América Latina está a media tabla del mundo. También hay unas inequidades muy grandes al interior de los países. En algunos estados o municipios en Brasil unos tenían la pobreza de aprendizaje de Francia, es decir, estaban muy bien, pero otros tenían el nivel de Honduras, estaban muy mal. Todo esto sucedía antes de la pandemia. Actualmente, creemos que puede aumentar 11 puntos en América Latina. Si antes era 51% puede subir a 62%. Serán 10 puntos más de chicos que no pueden leer y entender un texto. Otra simulación que tenemos es en función al menor número de años de escolaridad, simplemente por el hecho de no estar yendo a la escuela. Hay una pérdida potencial de ingresos a lo largo de la vida de esta generación que es alrededor de 16 mil dólares, que para una persona en América Latina es casi un año de ingresos. Esa es una pérdida por la menor acumulación de escolaridad. Nos preocupa muchísimo la deserción escolar en la secundaria y también la educación superior, donde los números que estamos viendo en los distintos países oscilan entre 15% y 25% de deserción de chicos que ya no van a regresar potencialmente a la universidad o instituto si estaban matriculados.Todo esto son pérdidas muy grandes para esta generación y eso es algo que se aplica a América Latina, África, Asia del Este, India, etcétera. Este es un problema global, no solamente en Perú o en la región. Hay potenciales pérdidas muy grandes justo para esta generación que será la que tendrá que pagar las deudas en la que todos los países están incurriendo – porque no te queda otra – para poder paliar los efectos de esta crisis. Es como estar en guerra: todos los países entran a un déficit fiscal para financiar la guerra. Pero justamente esta generación que es la que va a tener que pagar en los próximos 20-25 años esta deuda está perdiendo gran parte de su capital humano. Los países están haciendo esfuerzos con aprendizaje remoto, como «Aprende en casa». Se está haciendo lo más que se puede. Pero obviamente, nada de eso compensa la educación presencial.

Hubiera sido fantástico tener más conectividad y que los chicos tengan un dispositivo, pero también la pandemia nos ha demostrado que la educación es una experiencia social.»

La pandemia reveló que países que tienen grandes recursos financieros también pueden presentar un profundo déficit de servicios básicos. ¿Cómo se deberían invertir de forma inteligente para recuperar tiempo, recursos y productividad perdida? 

Según las simulaciones que se viene haciendo, hay una potencial productividad perdida. El problema que enfrentan la región y muchos otros países es que han sufrido un shock doble: una pandemia que ha sacado a los chicos del colegio y un déficit fiscal muy grande. La pandemia te lleva a los cierres, al lockdown, y esto ha generado una recesión brutal. Financiar la educación no es financiar un bien de consumo; es una inversión que tiene réditos en la vida de los chicos por los próximos 60 años. Es una inversión que se tiene que mantener. Cuando se dice que los estados tienen recursos, es cierto que los tiene en el sentido que mantenían sus cuentas en orden. Eso es verdad, y es bueno. Pero no quiere decir que un estado tenía los recursos suficientes para proveer de servicios básicos a toda su gente. El tamaño del Estado en Perú estaría más o menos en el 18% del PBI. Ese no es el tamaño, por ejemplo, en Dinamarca, donde es el 50%. La recaudación de impuestos en los países escandinavos es entre 40 y 60% del PBI. Las cuentas están claras, pero todavía se puede ser un país pobre con cifras ordenadas. El debe y el haber estaban bien, pero no en un equilibrio que te permite generar los recursos suficientes para proveer de servicios básicos a toda la población. En el caso de la educación, en particular, yo dejé en más o menos en 4% el gasto con relación al PBI. Lo subimos de 3% a 4% con Humala. No está mal pero no es suficiente. Incluso, más importante que mirar el porcentaje del PBI es saber cuánto gastamos por alumno en dólares. El número subió en 30%, pero estamos todavía en 1.200 dólares por alumno. Es aún mejor que Nigeria, que llega a 200 dólares o que Malawi que gasta 100 dólares. Pero los países de la OCDE gastan 6.000 dólares. La pregunta es: ¿con $1.200 al año puedes financiar una educación de buena calidad? La respuesta es no. ¿Te alcanza con tu 17% de recolección de impuestos? Tampoco. Entonces, tienes que subir tus impuestos, no hay magia. Y acá no hay préstamo del Banco Mundial que funcione. Es solo una ayuda, una asistencia técnica, lo que se llama un drop in the bucket, una gota en un vaso con agua. La educación no se financia con préstamos sino con recursos domésticos.

Entre octubre del 2013 a diciembre del 2016, Saavedra fue ministro de Educación en el Perú, donde se le recuerda por impulsar la reforma educativa.

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¿Con cambios en la política educativa hechos más temprano, quizá habríamos estado en mejor situación para enfrentar la problemática educativa durante la pandemia? 

Claro. Si bien siempre se dijo que la educación es muy importante, el gasto se mantuvo en 3% del PBI, que es un porcentaje bastante bajo, desde el 2001 hasta el 2014, con Acuerdo Nacional y todo. El Acuerdo dijo “vamos a subir el gasto en 0.25% del PBI todos los años, hasta llegar a 6%”. Eso no pasó, aunque lo firmó todo el mundo: empresarios, partidos, la Iglesia, etc.  No pasó nada, se quedó en 3% aunque, claro está, el PBI creció mucho entre el 2002 y el 2014. Sí, efectivamente, metieron un poco más de recursos, lo cual estuvo bueno, pero no es suficiente todavía. Es como haber subido 1.000 metros de una montaña de 8.000 metros. Es un camino muy largo por recorrer. 

¿De qué nos sirve hablar de todas las innovaciones pedagógicas y del entrenamiento o de la meritocracia de los maestros si el chico no se siente seguro cuando va a estudiar?»

Al parecer, cada cierto tiempo surgen sectores que se oponen a estos cambios para poder llegar a estos objetivos que indica. ¿Quiénes serían y dónde los encontramos? 

Hay varios tipos de cambios, por ejemplo, se necesita una reforma tributaria que te permita tener más recursos. Pero claro, en todos los países siempre hay esa discusión tipo MEF y Educación, de «para qué quieres más recursos si no lo estás ejecutando bien o no sabes qué hacer con ellos». Yo creo que el Perú ya está en la ruta de saber en qué gastar esos recursos. Ya existe una estructura meritocrática en la carrera magisterial, la cual se tiene que mantener. Hay ciertas presiones de la parte sindicalizada del magisterio, que no quiere la meritocracia. He vistos varias veces en los últimos congresos – incluyendo el actual – propuestas de, por ejemplo, reponer a los directores de escuela que perdieron su posición porque alguien les ganó en la evaluación (Nota del editor: Esta entrevista se realizó previo a la decisión del Congreso en reponer 14 mil docentes que no aprobaron el exámen de la Carrera Pública Magisterial en 2014).Justamente ése era el punto: escoger a los mejores maestros para que fueran directores. Los evalúas, les das capacitación y van como directores de escuelas. A los que fueron mal evaluados, los dejas en el aula. Querían convertirlos en directores por una cuestión populista. Eso es gravísimo. Hay que mantener una carrera meritocrática a la par de aumentarles el ingreso, prepararlos mejor, invertir más en ellos. Se necesita cerrar la brecha digital y sabemos qué hay que hacer. Eso costará dinero. Qué bien que se esté comprando tablets, tienes que cerrar esa brecha, pero eso va a generar un gasto corriente porque esos dispositivos vas a tener que ir renovándolos. En las manos de un niño no te va a durar más de tres años. Lo que has creado allí es una nueva línea presupuestal bastante fuerte y me parece correcto, pero es una línea permanente. Si no las renuevas en tres años, perdiste todo. Hemos entrado a una ruta de mejor calidad, mejor regulación, de más inversión en la universidad pública, pero tiene problemas. ¿Cuántas veces has visto que se quieren “volar” la reforma universitaria? Esas presiones existen, efectivamente. Creo que el Perú está bien situado en el sentido de conocer la ruta, pero hay que mantenerla desde el punto de vista político y defenderla de esas presiones.

¿Cómo se debe invertir en la educación remota, más allá de lo que suceda con la pandemia?

La educación es un servicio complejo. Es un error decir «esta es la bala de plata», cuando se indica que invertir en tecnología significa dar una tablet a todos los chicos porque son muy despiertos y con eso ya van a aprender todo lo que necesitan. Eso es falso. Hay que invertir en un paquete de todos los inputs que se necesitan para dar un mejor servicio y ese mejor servicio requieren dos cosas: la tecnología, sí, pero también que invirtamos mucho más en el factor humano y eso es algo que la pandemia nos ha demostrado. Efectivamente, con tecnología podríamos haber hecho muchísimas cosas, y si hubiéramos cerrado la brecha digital estaríamos llegando a más chicos. Hubiera sido fantástico tener más conectividad y que los chicos tengan un dispositivo, pero también la pandemia nos ha demostrado que la educación es una experiencia social. Es interacción con tus maestros y con tus compañeros. La inversión correcta va a tener que balancear el factor tecnología y el factor humano. Muchos padres de familia se han dado cuenta ahora que el rol del maestro es extremadamente importante pero también muy complicado.

Se entiende que una educación de calidad implica ir más allá de ofrecer solamente conocimiento y datos. En el Perú se intenta introducir temas importantes como el enfoque de género, la violencia doméstica, el acoso escolar, aunque con cierta resistencia…

No hay país civilizado para el que no sea fundamental asegurar que niños y niñas entiendan que todos tenemos los mismos derechos, deberes y oportunidades. Esto es independiente de quién eres o de la orientación sexual que tengas. En nuestro país esa narrativa es crítica, pero llegará el momento que esta discusión será irrelevante. Tenemos que asegurarnos que el sistema educativo ayude a que se tenga ese convencimiento. Esto tiene que pasar también en el hogar. Si en el colegio te enseñan una cosa y en tu casa hay violencia de género, es complicado. No es solamente un rol para las escuelas sino para los padres de familia. Este es un elemento central. Otro tema es la violencia en general. Por ejemplo, nosotros hemos impuesto como un pilar fundamental en el Banco Mundial hacer escuelas seguras e inclusivas. Ya estaba implementado en relación a ayudar a cualquiera que tenga alguna discapacidad, pero el tema de escuelas seguras es por la violencia dentro de la institución. Ya sea de alumno a alumno o de profesor a alumno. Quizá América Latina no es una de las peores regiones del mundo. Vemos más crítico lo que sucede en el Sudeste Asiático, India, Pakistán, Oriente Medio, África; quizá tienen un problema más grave de violencia en las escuelas. ¿De qué nos sirve hablar de todas las innovaciones pedagógicas y del entrenamiento o de la meritocracia de los maestros si el chico no se siente seguro cuando va a estudiar? Es crucial en la política pública que en las escuelas los chicos y las chicas sientan que se encuentran en un ambiente apropiado para aprender, pero también para desarrollarse como persona.

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