Edición N° 34 30/09/2021 Entrevista

Maxwell Cameron: "no es suficiente tener un régimen democrático, se requiere un Estado democrático que apoye al ciudadano a ejercer sus derechos"

Juan Takehara Mori

Por: Juan Takehara Mori

Periodista, encargado de prensa en IDEHPUCP

Tras las elecciones generales en Perú, observamos que la defensa de la democracia no es solamente una tarea conjunta y que necesita un largo proceso para afianzarse, sino también, que su protección debe ser atendida tanto por la ciudadanía como por el apoyo continuo de la sociedad civil. Para comprender cuál sería el rumbo a tomar entre el Ejecutivo y el Congreso, y la importancia de crear consensos, entrevistamos a Maxwell Cameron, Profesor Principal de Ciencia Política en University of British Columbia (Vancouver, Canadá) y director del Centro para el Estudio de Instituciones Democráticas (CSDI) de la misma universidad. Cameron es uno de los investigadores sobre política y democracia de América Latina más destacados de la región, y con un importante interés en seguir la particular política peruana.

¿Qué puede representar para el sistema democrático la elección de Pedro Castillo?

Para muchos, Pedro Castillo ha sido una gran sorpresa en un país que ha tenido un consistente nivel de continuidad en política pública desde la caída del régimen de Alberto Fujimori. Esta ruptura con el modelo neoliberal es necesaria, pero a la vez corre el peligro de desestabilizar el sistema político, pues el nuevo gobierno está recién aprendiendo cómo gobernar y, aunque hay un sector que ya estuvo en el poder antes, aún no sabe cómo hacer una oposición leal y constructiva. Esto va a generar situaciones de inestabilidad política e ingobernabilidad sumamente preocupantes, como una crisis de gabinete o, incluso, del régimen. Sin embargo, considero que el gobierno de Castillo representa una ruptura necesaria. Hay cambios que serán difíciles de hacer –como atender a las necesidades de salud, educación y trabajo–, pero que, si se implementan, podrían ser positivos. Mi preocupación radica en que el gobierno no tenga la capacidad para llevar a cabo los cambios necesarios al modelo neoliberal.

En la actual situación de fragilidad y debilidad en la que se encuentra el Gobierno, es difícil esperar cambios radicales. Considero que el gran problema del sistema político peruano es que es tan oligárquico como democrático. Anteriormente, escribí que en cualquier sistema democrático y representativo siempre existe una tensión, a veces complementaria y otras veces contradictoria, entre elementos oligárquicos y democráticos[1]. Basta recordar, por un lado, el poder de facto que tuvieron en las últimas elecciones los medios de comunicación, las Fuerzas Armadas y los grupos de poder económico y, por otro lado, un sistema electoral que pudo convertir a un maestro de una escuela rural de Cajamarca en presidente del bicentenario de la República. Indudablemente, este hecho representa un proceso profundo de democratización de la sociedad y la política. Lo que veremos en los próximos meses o años será una mayor tensión entre las tendencias oligárquicas y democráticas en el Perú. La tarea más urgente es fortalecer las tendencias democráticas del sistema político.

El país sigue fracturado y este es realmente el reto de la democracia: generar, desde las diversas poblaciones y comunidades, la idea de un “somos”, una identidad colectiva, que se reconoce como parte de un mismo proyecto.

La campaña ha sido inusualmente agresiva, porque ciertos sectores han sentido que pueden perder el control en el corto o mediano plazo.

Observando esta polarización desde fuera, veo el contraste que representó, por un lado, el fujimorismo-oficialismo contra Castillo y, por otro lado, el voto rural no limeño. Ya es un cliché decir que el Perú no ha logrado consolidarse como nación, pero para mucha gente en los sectores urbanos pudientes la sola idea de que un campesino sea presidente es imposible en su imaginario. Creo que se utilizan etiquetas falsas e inverosímiles en las acusaciones de «terrorista», «comunista» o «corrupto». Tampoco es que no hayan elementos que puedan y deban ser cuestionados e investigados, pero mi crítica apunta al uso del lenguaje y no al verdadero problema que es darse cuenta de la existencia de grandes diferencias y desigualdades entre los peruanos. Hay una gran diferencia entre la manera de vivir en Lima y las zonas rurales provincianas. Los grandes contrastes son notorios, no solo en términos de ingresos y acceso a servicios, sino también en culturas y lenguas. La última elección demostró una fuerte división entre el voto rural y urbano, entre el norte costeño y sur andino. El país sigue fracturado y este es realmente el reto de la democracia: generar, desde las diversas poblaciones y comunidades, la idea de un “somos”, una identidad colectiva, que se reconoce como parte de un mismo proyecto. Lo que busca la democracia es construir una ciudadanía en donde todos somos agentes con derechos, capaces de aplicar nuestra razón práctica y juicio moral en la búsqueda de una manera de vivir juntos. No obstante, en los procesos electorales –donde, en teoría, la democracia se materializa– aparecen conflictos y cuestionamientos de derechos y privilegios. Los votos se cuestionan y la narrativa de fraude (sin evidencias) aparece. Al final lo que se busca es simplemente descalificar al otro. En Estados Unidos, hemos sido testigos de situaciones similares donde la descalificación de ciertos electores pone en evidencia un sistema clasista y racista. La tarea es fortalecer la democracia, empezando por respetar las reglas de juego, confiar en las autoridades electorales y aceptar los resultados. Se debe encontrar un consenso básico en el cual todos somos ciudadanos con iguales derechos y obligaciones. Eso requiere cultivar una clase política capaz de representar a la población.

«Creo que se utilizan etiquetas falsas e inverosímiles en las acusaciones de «terrorista», «comunista» o «corrupto». Tampoco es que no hayan elementos que puedan y deban ser cuestionados e investigados, pero mi crítica apunta al uso del lenguaje».

Usualmente, se habla de los primeros cien días como el ciclo prudente para dar carta libre al gobierno sin mayores ofensivas. Pero la situación actual es completamente diferente. ¿Qué hacer cuando en democracia no hay posibilidad de consenso desde el primer día?

La pregunta es si existe voluntad para mantener y proteger la democracia. Veo muy difícil esta situación, porque las tendencias oligárquicas se han agudizado por el modelo económico neoliberal. Ha habido una falta de inversión en salud y educación, nula preocupación por la informalidad en el mercado de trabajo, déficits de inversión social y hay que sumarle las más de 180 mil vidas que se perdieron por la incapacidad de controlar la pandemia. La elección de Castillo representa indudablemente un fuerte reclamo de invertir más en políticas sociales y romper con ciertos elementos del modelo económico que no han permitido o han limitado las inversiones sociales. Este modelo económico y la constitución que lo representa han sido cuestionados como nunca antes. Sin embargo, hay un espectro de opinión, supuestamente liberal, que acepta la tesis de que cualquier cambio constitucional significa el cambio hacia un régimen “comunista” o “chavista”. El cambio constitucional o la creación de una asamblea constituyente pueden ser buenos o malos de acuerdo con la forma como se ejecuten. El Congreso Constituyente Democrático de Fujimori fue muy poco democrático, por eso, la Constitución del 93 refleja el fujimorismo de los años noventa. Por esencia, es neoliberal, muy restrictiva y no permite el tipo de inversión social que requiere el país. Las encuestas indican que los peruanos quieren cambios moderados. Sobre esa base, hay que sentarse a dialogar. El diálogo es necesario para construir un modelo distinto que le permita al Estado cumplir funciones básicas que en cualquier país son esenciales. Cada peruano debe tener acceso a salud y educación pública de calidad. Es extraordinario que el mercado laboral siga siendo tan informal. Todos los esfuerzos para cambiarlo han fracasado, porque han sido ajustados al actual modelo neoliberal que ha priorizado bajar los impuestos a las empresas pensando que emplearían a más gente. La solución a la informalidad requiere gastos e inversión por parte del Estado. Hay un conjunto de cosas que son necesarias, reconocerlas sería el inicio de una conversación que luego puede llegar a acuerdos que busquen proteger también el interés de los empresarios. Todos son ciudadanos y el Estado debería atenderlos de manera universal, sin exclusión ni discriminación. Construir una clase política que vea los grandes problemas de esta manera ayudaría a generar un consenso más amplio entre sectores conservadores empresariales y populares.

«El diálogo es necesario para construir un modelo distinto que le permita al Estado cumplir funciones básicas que en cualquier país son esenciales».

Una posibilidad a los cambios constitucionales es a través de un referéndum. ¿Hasta qué punto es necesario este mecanismo?¿Puede también ser un elemento populista?

En medio de una pandemia, ante la necesidad de reducir el contagio y en una situación políticamente precaria, puede ser un arma de doble filo.En general, convocar un referéndum puede ser una estrategia inteligente para enfocar la atención del público en algo concreto en el cual podría participar. Se debe promover la democracia directa a través de la participación, pero también hay que tener mucho cuidado porque a veces, como dice Aristóteles, «las políticas democráticas pueden tumbar la democracia». No hay que provocar una reacción que genere más crisis y complique la gobernabilidad.Por ahora, el gobierno tiene al frente un camino muy angosto y espinoso, no obstante, sería bueno pensar en un referéndum para iniciar el proceso de cambio constitucional en algún momento, en parte porque no veo voluntad en el congreso de sentarse con el gobierno y negociar. Un referéndum puede ser un mecanismo para inspirar a la población a participar en un proceso de cambio y también puede ser un mecanismo para presionar al congreso. Asimismo, se deben buscar mecanismos constitucionales, que eviten la concentración y acumulación de poder en manos del ejecutivo y a costo de los legisladores, como lo hizo el chavismo.

Cuando decidimos participar en una marcha, votar o apoyar un partido político, estamos haciendo política. Somos por naturaleza, como dijo Aristóteles, animales políticos, pero hacer política correctamente requiere formación y experiencia.

La presión social o, incluso, la denuncia pública es también una forma de participación ciudadana, en particular para los jóvenes.  

Hay muchos mecanismos políticos abiertos a la ciudadanía, pero se necesita el apoyo de un sistema sólido de partidos políticos que puedan funcionar como organizaciones representativas. Lamentablemente, los partidos no tienen lazos fuertes con la sociedad. Mirando desde fuera y observando las movilizaciones en los últimos años, me parece que los jóvenes están interesados en la política, pero este interés no está canalizado a través de los partidos, sino por otros mecanismos como las protestas espontáneas. Si cultivan el interés que tiene la juventud en la política, los partidos políticos tienen la oportunidad de construir organizaciones más amplias e inclusivas. En el pasado, el Perú tuvo la capacidad de ampliar sus partidos políticos como lo hicieron en su momento el APRA, Acción Popular o el PPC. No hay ninguna razón por la cual los partidos políticos no puedan esforzarse en fortalecer su organización y tender puentes con los jóvenes. El fujimorismo es una excepción con su Escuela Naranja[2] que le permite formar cuadros. Aparte, considero que las universidades podrían aportar a la formación de políticos como parte de su currícula de profesionalización. En la Universidad de la Columbia Británica –donde enseño–, tenemos desde hace ocho años el Instituto para futuros legisladores[3]. La idea es que las personas con vocación de servicio público puedan estudiar la política de manera práctica y concreta, no solo como teoría. No se trata de leer textos filosóficos, sino de aprender cómo hacer política partidaria de la mano con políticos veteranos. Es una gran experiencia tanto para los alumnos como para los profesores y políticos que participan. Pienso que la PUCP es el lugar idóneo para crear un espacio de formación de cuadros políticos. A veces, uno no se atreve a entrar en política, porque piensa que es un lugar peligroso y corrupto, pero es necesario educar a la clase política y, en ese sentido, las universidades tienen como deber fortalecer la cultura democrática.

La democracia, vista desde cerca, parece ser un esfuerzo demasiado exigente para una sociedad que en muchos casos es un espectador que termina prefiriendo sistemas autoritarios.

Participar en la política es algo que da sentido a nuestra vida. Cuando nos planteamos la pregunta en torno a qué hacer, estamos empezando a pensar y actuar políticamente. Cuando decidimos participar en una marcha, votar o apoyar un partido político, estamos haciendo política. Siento pasión por la democracia, porque es el sistema político que nos permite expresar nuestra voluntad colectiva para tomar decisiones. Somos por naturaleza, como dijo Aristóteles, animales políticos, pero hacer política correctamente requiere formación y experiencia. Hay que reforzar a las instituciones que permiten canalizar la voluntad de participar políticamente de una forma constructiva. Lo que hacen los políticos en el congreso y lo que hacen las instituciones formales de poder del Estado no es tan diferente de lo que tú y yo estamos haciendo ahora o cualquier persona cuando conversa de política; es decir, estamos reflexionando y deliberando. Tratar de comprendernos mutuamente requiere de aprender a escuchar, ser empáticos, requiere de una capacidad de colocarse en el lugar del otro al comunicar nuestras aspiraciones y deseos. La historia de las dictaduras demuestra que siempre fracasan, porque colisionan con el deseo que tenemos todos de ser actores que toman decisiones y buscan definir nuestro propio destino. Sé que hay mucho pesimismo sobre la democracia actualmente y que hay mucha literatura en la ciencia política sobre todos los problemas que tienen los sistemas democráticos. Eso es muy preocupante, mas sigo siendo optimista sobre el futuro de la democracia, pues siempre tenemos la capacidad de superar situaciones de conflicto y polarización.

También la democracia nos da la posibilidad de ser creativos en la vida cotidiana. No es solo elegir rigurosamente a nuestros representantes.

Exacto. La democracia no es solo elegir, es una forma de vida. Incluso, no es suficiente tener un régimen democrático, se requiere un Estado democrático que apoye al ciudadano a ejercer sus derechos. Un Estado que no le discrimine y le ayude a crear condiciones bajo las cuales todos pueden participar en la esfera pública; lo cual implica las inversiones sociales que hemos comentado en torno a la salud, educación, estabilidad laboral, necesarias para poder ejercer plenamente la ciudadanía. Es a través de la acción política que buscamos mejorar las condiciones de vida de nuestros conciudadanos, no solo cuando hay elecciones o cuando hablamos de fortalecer los partidos políticos, todo el esfuerzo que hacemos como comunidad política contribuye a crear el tipo de sociedad que anhelamos.


[1] El artículo se titula The return of oligarchy? Threats to representative democracy in Latin America, publicado en la revista Third World Quarterly, 42:4, 775-792. Encontrado en https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/01436597.2020.1865794?journalCode=ctwq20
[2] Encontrado en: https://escuelanaranja.pe
[3] Encontrado en: https://democracy.arts.ubc.ca/ifl/