La región de Centroamérica no se salvó de los sanguinarios ochentas que convulsionó a prácticamente toda América Latina. Desde entonces, y por miles, hondureños, guatemaltecos y salvadoreños han migrado p’al norte en búsqueda del sueño americano. Pero muchos se han quedado en el camino… había que “cruzar el infierno para llegar al cielo”: México. Un país con inmigrantes, emigrantes, migrantes internos y una violencia que azota a propios y extraños con más de 40 mil desaparecidos y una tasa de homicidios en aumento. La tierra azteca, se había convertido hasta hace poco en el guardián de la frontera sur de Estados Unidos. Con diferentes planes y financiamientos como el Plan Mérida o el Plan Frontera Sur, recibía entrenamiento y equipamiento para reforzar también su frontera. México deportó más centroamericanos que Estados Unidos y se dedicó a hacer el ‘trabajo sucio’.
Los cambios en las olas migratorias no siempre son claros; tras el huracán Mitch que azotó Centroamérica, el número de hondureños aumentó drásticamente. En 2014, se dio un brusco aumento de niños no acompañados viajando hacia Estados Unidos como consecuencia de un rumor generado por coyotes según el cual el gobierno estadounidense otorgaría una amnistía especial migratoria.
De ahí que sorprendiera tanto la caravana de octubre del 2018. Tuvo tantas aristas como artistas: que si Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, desviaba la atención de la represión en su país financiándola, que si Estados Unidos estaba ejerciendo presión para las elecciones de medio término, o si Maduro también tenía alguna jugada política, o si el propio presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO) intentaba demostrar algo.
El punto es que el éxodo de Los Nadies, como los llamaba Eduardo Galeano, dejó en evidencia que el Triángulo Norte sigue viviendo en un infierno peor que el que tienen que atravesar. Huir o morir. El norte de Centroamérica sigue siendo uno de los lugares más mortíferos en el mundo. Según la Oficina de las Naciones Unidas contras la Droga y el Delito, la tasa de homicidios a nivel mundial es cinco por cada 100,000 habitantes. Pero tan solo la de El Salvador es de 51 comparado con 7.8 en Perú.
“Las personas se van orillados por la violencia, pero la realidad es más complicada, y es una mezcla de falta de oportunidades, de desastres naturales y ganas de ser alguien más en la vida. Son tales las carencias, que cruzan todo eso para tentar la suerte. La esperanza te da vida, de ahí que había tantas familias, niños o gente en sillas de rueda”, explica Sebastián Castañeda, autor del portafolio fotográfico.
Por eso cruzan dos o tres o cuatro fronteras para llegar a un país donde continuamente les dicen que no los quieren y que habrá tolerancia cero si llegan a cruzarlo. Y qué mejor que hacerlo en mancha, tratando de evitar violaciones, las fosas comunes, los balazos, o las extorsiones policiales, porque es un éxodo en avalancha. Con niños, mujeres y todo aquél que pueda sostener tremenda travesía de cerca de 4,400 kilómetros como nos muestra Castañeda en sus fotografías.
Que migren en grandes cantidades no es nuevo. Se calcula que en La Bestia, un tren de carga que une las frontera sur y norte de México, viajan gran parte de los casi 500,000 centroamericanos que cruzan México al año. Que lo hagan en mancha sí. En la primera caravana, la que salió de San Pedro Sula, Honduras, habían más de cinco mil personas.
En la frontera sur de México pasaron como si no existieran límites. Llegaron a Tijuana, a unirse a los haitianos que desde hace un par de años están varados en la frontera con Estados Unidos. Y ahí empezó a desquebrajarse el sueño. Sin trabajo, con poca ayuda y crecientes sentimientos anti-migrante, el final del embudo los hacía ver su suerte.
Han salido más caravanas. Han repetido la fórmula evidenciando la falta de estrategia del gobierno de AMLO. Un día crea una visa humanitaria, a los pocos días hay 13 mil solicitudes, deciden suprimir la petición, y así se va en un vaivén de decisiones que vulneran a una población ya trasgredida.
Lo que está claro es que la migración a nivel mundial seguirá retando a los gobiernos a replantear sus políticas internas y a los organismos internacionales a evolucionar. Pero sobre todo, nos pone a prueba a todos como humanos porque, por la razón que sea, nadie está exento de tener que dejar su país mañana.
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