Edición N° 40 02/10/2023 Ponencia

La iglesia católica en una sociedad posconflicto

Cecilia Tovar

Por: Cecilia Tovar

Filósofa

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Ponencia pronunciada el 31 de agosto de 2023 por Cecilia Tovar, investigadora del Instituto Bartolomé de las Casas, en el conversatorio «El rol de las Iglesias en el proceso posconflicto y los desafíos de hoy».

 

No hablaré de lo que hizo la Iglesia católica durante el conflicto armado; sobre eso, la Comisión de la Verdad dio el siguiente resumen:

La CVR ha encontrado que, durante el período de la violencia en el Perú, la Iglesia católica desempeñó un importante papel de acompañamiento y protección de los peruanos golpeados por la violencia ejercida por las organizaciones subversivas y las fuerzas de seguridad del Estado. En numerosas regiones del país, fue una voz de denuncia de los crímenes y violaciones de los derechos humanos y proclamó y defendió el valor de la vida y la dignidad de la persona. La mayoría de los obispos, sacerdotes y religiosas, así como laicos y laicas constituyeron una fuerza moral y una fuente de esperanza; sin embargo, se ha constatado que, en ciertos lugares, algunas autoridades eclesiásticas mantuvieron un deplorable silencio. 

Cecilia Tovar exponiendo sus ideas en el conversatorio «El rol de las iglesias en el proceso postconflicto y los desafíos de hoy»

Voy a empezar con una pregunta: ¿por qué las Iglesias y las comunidades cristianas se comprometieron con este asunto? Fue por dos razones. En primer lugar, en la concepción de la corriente de Iglesia renovada a partir del concilio y de la opción por los pobres, la fe no puede separarse de la vida. Existían posiciones de Iglesias conservadoras que separaban la fe de la vida y decían que este tema era social y político y que no les correspondía intervenir; pero la Iglesia católica, mayoritariamente, consideró que la fe no se puede separar de la vida y, por lo tanto, es parte de su misión tratar estos asuntos; sobre todo cuando está en juego la vida de los más vulnerables. La segunda razón viene de una anécdota. Cuando hay un terremoto o un desastre, mucha gente pregunta «¿Dónde está Dios?». Ante las masacres y torturas ocurridas en el país duracte el CAI, le hice esta pregunta a Gastón Garatea, miembro de la Comisión, y me respondió: «En las víctimas». Esa es la segunda convicción: Dios está siempre en las víctimas, en los maltratados, en los pobres, en los hambrientos. Dios no interviene como una fuerza de poder, sino que se hace presente en los que sufren, y eso lo tenemos que tener presente. 

Hay una normalización de la violencia y de la violación de los derechos humanos. Después de una guerra, la violencia tiende a permanecer”

Voy a señalar cinco rasgos de una sociedad posconflicto, pues debemos saber que estamos en una sociedad de posguerra. Ustedes pueden sentir que nacieron después de que todo eso pasó, pero la sociedad está marcada por lo que ha sucedido, y no podemos dejarlo de lado. Tenemos que entender lo que ha pasado y cómo nos afecta. No he tomado todos los rasgos de una sociedad posconflicto porque trabajamos bastante ese tema, pero sí algunos en relación con la Iglesia católica.

Primero, hay una normalización de la violencia y de la violación de los derechos humanos. Después de una guerra, la violencia tiende a permanecer. Tenemos ahora el caso de El Salvador con las maras, y toda esa violencia se quedó allí después de un conflicto armado interno. Lo más grave es que se siguen produciendo violaciones de los derechos humanos, como torturas, ejecuciones extrajudiciales; y, de nuevo, las víctimas son los peruanos más humildes, pues la impunidad continúa. Hace solo unos días, después de cuarenta años, han dictado sentencia en el caso Cayara. Es decir, los familiares de las víctimas se han muerto esperando justicia; esto pasa con muchos otros y hasta ahora no se les hace justicia. Según la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH) y otras entidades, este año ha habido nuevos casos de violaciones de derechos humanos; y se ha constatado que estos hechos deplorables han ocurrido y que han llegado hasta la muerte injustificada de personas desarmadas que no estaban poniendo en peligro la vida de los efectivos y las fuerzas del orden. Muchos católicos asistieron a los manifestantes en Lima; es decir, los acompañaron y los apoyaron con víveres, agua, pequeñas colectas, alojamiento en casas de religiosos, parroquias donde los acogieron, un poco de apoyo legal, también, ante las detenciones. Las parroquias coordinaron la visita de la Comisión Interamericana en Juli (Puno); también los misioneros de Maryknoll apoyaron a las comunidades aymaras.

Un grupo de católicos y cristianos de otras confesiones redactamos una carta de apoyo a los pueblos indígenas (aymaras, uros, quechuas) para expresar nuestra solidaridad y reconocer que ellos son ciudadanos; defendían el derecho de participar políticamente porque eso todavía les es negado. Luego, hubo muchos otros pronunciamientos como la homilía del arzobispo de Lima, el famoso saludo del nuncio apostólico a la presidenta de la República en el que le decía que los manifestantes son principalmente pobladores de las regiones rurales urbano-populares que por años han sido invisibilizados, marginados o postergados, que se han desconocido sus derechos ciudadanos, que no debe prevalecer la ley de la fuerza, sino la fuerza de la ley. 

El segundo rasgo es que hay víctimas, y sus familiares: algunas han muerto, como es el caso de mamá Angélica, quien se quedó sin encontrar a su hijo Arquímedes, quien presumiblemente habría sido cremado en un horno en el cuartel de los Cabitos que estaba en Ayacucho. Quedaron víctimas asesinadas, 22 000 desaparecidos y sus familiares, pero de esta cifra falta encontrar a 20 000. Además, tener un desaparecido es grave, porque no puedes cerrar el duelo; es una situación sumamente angustiosa que desde el principio denunciamos. Las víctimas fueron asistidas por la Comisión Episcopal de Acción Social, por las pastorales sociales de diversas diócesis, por las vicarías. 

Las fuerzas conservadoras no aceptaron el Informe FInal de la CVR, entonces no existe un relato compartido de lo que fueron esos años, sino que hasta ahora las versiones están divididas según los intereses políticos y de los Gobiernos”

Quería señalar dos casos que recién se están conociendo. Siempre ha habido pedidos de justicia por los casos de los distritos en Manta y Vilca, donde soldados del Ejército peruano habían violado a mujeres y hasta ahora se pide justicia. Kimberly Theidon, antropóloga norteamericana que vivió varios años en Ayacucho recogiendo testimonios, publicó el libro titulado Legados de guerra, en el que sostiene que en todos los lugares donde hubo bases militares existieron violaciones de mujeres y niñas, o sea, no se trata solo de Manta y Vilca; eso fue generalizado, porque los campesinos construían la base, preferían eso a Sendero, y las mujeres y las niñas servían a los soldados. Hay niños nacidos de esas violaciones; se desconoce cuántos. Y es algo espantoso, pues imagínense cómo está marcada la vida de estos niños que, a veces, tienen nombres alusivos a lo que pasó, y que las mujeres les han puesto para denunciar estos hechos. Esto es algo que no hemos visto en estos veinte años.

Otro punto es que hay alcoholismo en los pueblos. Las personas que vivieron la guerra son ahora alcohólicas y se decía, unos años después del conflicto, que en los pueblos se encontraba a hombres y mujeres tirados en las calles.

Tercer elemento de la acción de la Iglesia católica y de otros muchos, es que en el posconflicto tuvimos el Informe Final de la Comisión de la Verdad; fue un hecho positivo convocar a esa Comisión; sin embargo, la CVR fue tremendamente combatida, acusada de terrorista, de «proterruca», entre otros ataques que recibió. Las fuerzas conservadoras no aceptaron el Informe Final de la CVR, entonces no existe un relato compartido de lo que fueron esos años, sino que hasta ahora las versiones están divididas según los intereses políticos y de los Gobiernos. Se han desclasificado documentos de seguridad de Estados Unidos que se han dado a conocer esta semana, con ocasión del aniversario del informe, donde se dice que en los Gobiernos de Alan García y Alberto Fujimori hubo autorización por parte de dirigentes políticos para que los militares asesinaran a todos los terroristas que encontraran, siempre que lo hicieran discretamente. Eso se sabe ahora, porque los Estados Unidos desclasificaron información secreta que se ha negado durante años, pero que sí se sabía. Ante toda esta polémica, se formó una corriente de apoyo social a la Comisión de la Verdad; entre ellas, el movimiento ciudadano Para Que No Se Repita.

Cecilia Tovar junto a los ponentes del conversatorio. De izquierda a derecha se encuentran: Rafael Goto, Fiorenza Fattorini, Silvia Cáceres (moderadora) y Milushka Rojas.

El cuarto aspecto ha sido el apoyo a los pobres y a sus organizaciones. Este es un servicio a la población que apoya, y lo sigue haciendo, en comedores populares, atención de la salud, formación de líderes, asistencia diversa; y hay muchas organizaciones que trabajan en eso, como nuestro Instituto Bartolomé de Las Casas, el ISAÍAS Sur Andino de Puno, el Centro Esperanza de Chiclayo, el Centro Loyola de Ayacucho y muchas otras. Luego, el compromiso en defensa de los pueblos amazónicos se ha extendido, y es realmente triste porque recientemente se supo que los culpables del asesinato de Edwin Chota y otros cuatro líderes nativos que se oponían a la tala ilegal han sido absueltos; es decir, se ha anulado la sentencia que ya los había condenado. Han pasado ocho años de esto; las mujeres de estos héroes de la Amazonía siguen buscando justicia y no la encuentran. 

Otro gesto de solidaridad de la Iglesia católica ha sido el comunicado de tres obispos del norte del país contra el proyecto Río Blanco en Piura. Los obispos de Chulucanas, Chachapoyas y el vicariato de Jaén se pronunciaron en mayo pasado para denunciar que había corrupción, afán de lucro y un profundo desinterés por la población.

Por último, entre las víctimas están los migrantes. Entre los afectados por la violencia se encuentran cientos de miles de desplazados que fueron obligados a huir de sus zonas por la violencia; en ocasiones se quedaron en localidades intermedias; y otras llegaron a la capital. Estos migrantes han quedado desenraizados porque han perdido sus comunidades. Ha habido un movimiento de retorno, pero poco. Ahora tenemos otro fenómeno de migración: la venezolana. Se trata de un millón y medio de personas que tienen una buena formación, pero en nuestro país existe una campaña xenófoba por parte de los medios de comunicación que los acusa de todos los delitos. Se usa un relato estigmatizante que siempre se ha usado también contra la población indígena. 

Por otro lado, hay que señalar un tremendo rasgo de la sociedad posconflicto, que es la desconfianza generalizada. En la época de la violencia no se sabía con quién podías hablar, si tu vecino te iba a delatar por gusto o te iba a atacar. Esa desconfianza se ha fortalecido con la ola de corrupción. Por ejemplo, el Barómetro de las Américas del 24 de octubre de 2022 dice que el Perú ocuparía el último lugar en confianza interpersonal. Solo el 40 % de la gente confía en las personas cercanas; por ello, por ese nivel de desconfianza, varios estudiosos han señalado que con esto es imposible construir un proyecto político, una sociedad participativa o con una democracia viva. En el Perú, la confianza es frágil y fácilmente se puede perder. La Iglesia católica es una de las instituciones que todavía gozaba de confianza de la población. En los sondeos recientes, el Reniec es la institución que da más confianza (52 % ), y la Iglesia católica está en segundo lugar (46,4 %), pero puede perderla si se abstiene de intervenir en problemas agudos de la sociedad o se queda callada por temor. 


Referencias:

  • CVR, IF, T.III, cap.3.1, p. 263
  • Theidon, Kimberly: Legados de guerra, Lima, IEP, 2023
  • Páginas, Separata nº5, marzo 2023, y Páginas 270, p. 80
  • Luis Ernesto Fodale y Raúl Valdez: Heridas abiertas. (ref. a Thorne, Cecilia; Jozef Corveleyn; César Pezo; Tesania Velázquez; y Raúl Valdez, 2011, Buenas prácticas en la prevención y atención de la violencia social. Sistematización de la labor realizada por instituciones y organizaciones peruanas, Lima, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú)