El oficio de periodista: el alto costo de informar
Por: Leah Sacín Gavancho
Periodista
Entre terribles cifras de periodistas asesinados y la descarnada radiografía del estado de la salud mental de los trabajadores de los medios durante la pandemia. Un vistazo por lo más terrible del oficio de aquellos que hacen posible que otros se informen.
- Según Naciones Unidas, el año 2022, la cifra de periodistas asesinados en el mundo aumentó en 50% respecto del año anterior: ochenta y seis comunicadores perdieron la vida.
- En cuarenta y siete días de guerra en Medio Oriente, cuarenta y ocho periodistas fueron asesinados, según Reporteros sin Fronteras.
- En el Perú, desde 1980 a la fecha, la Asociación Nacional de Periodista tiene registrados sesenta y cuatro periodistas asesinados. La tasa de impunidad está por encima del 95%.
Según cifras de Reporteros sin Fronteras, en Gaza es asesinado más de un periodista al día, convirtiendo esta en una de las guerras más mortales para periodistas de la que se tenga registro”.
Cuando la guerra —esa enfermedad crónica que recrudece cada tanto alrededor del mundo sembrando muerte y miseria— ocupa los titulares del mundo, allí están los periodistas jugándose la vida para informar. Según cifras de Reporteros sin Fronteras, en Gaza es asesinado más de un periodista al día, convirtiendo esta en una de las guerras más mortales para periodistas de la que se tenga registro. Sin embargo, en años anteriores, no ha sido Medio Oriente la zona más peligrosa para ejercer el periodismo. Según cifras de las Naciones Unidas, en el año 2022 se registraron ochenta y seis asesinatos de periodistas, con América Latina y el Caribe como la región más mortífera y Ciudad de México como la más fatal.
¿Por qué ponemos una especial atención cuando asesinan a un periodista? Cuando uno muere, se apaga una voz para siempre y, con ella, la posibilidad de tener la información que recogía. En su voz se apagan miles que se comunicaban a través de sus historias, reportajes y crónicas. Muere también una investigación que traería a la luz injusticias, una chance para poner ojos en lo invisible.
Para Zuliana Lainez, presidenta de la Asociación Nacional de Periodistas (ANP) en Perú y vicepresidenta de la Federación Internacional de Periodistas, este tipo de crímenes, además de un profundo impacto personal y familiar, tienen uno muy marcado y ligado a nuestras democracias: “Impactan los crímenes por sí mismos y la impunidad. Los crímenes debilitan las libertades informativas, porque un asesinato es la forma más ruda de imponer una mordaza. No solo silenciando la voz y el trabajo de la víctima; sino, además, por el miedo que genera en el colectivo de periodistas. Cuando las libertades informativas se debilitan, hay una directa afectación a la democracia”.
En el Perú, desde 1980, la ANP tiene registrados al menos sesenta y cuatro casos de periodistas asesinados con un porcentaje de impunidad que supera el 95%”.
Respecto de la impunidad, Lainez menciona que, en el Perú, desde 1980, la ANP tiene registrados al menos sesenta y cuatro casos de periodistas asesinados con un porcentaje de impunidad que supera el 95%: “El mensaje para los perpetradores primando la impunidad es: en este país se asesina a un periodista y no pasa nada. Por ello es clave garantizar acceso a la justicia y llevar a tribunales no solo a los sicarios, sino también a quienes han ordenado los crímenes”.
Si reconocemos que la libertad de expresión es uno de los pilares de la democracia, resulta evidente por qué el asesinato de periodistas es una forma grave de socavar los principios democráticos, lo que afecta también el derecho de acceso a la información. Y eso es solo si nos enfocamos en el rol social del periodista, sin mencionar por supuesto los derechos humanos que le asisten como a cualquier persona.
Y es que en el oficio de informar, muchos periodistas se juegan la vida y otros, como demuestra un estudio realizado durante la pandemia, su salud mental.
Vivir para contarla: ¿cómo sobrevivimos los periodistas a la pandemia?
En octubre de este año, la Universidad Técnica Particular de Loja, en Ecuador, publicó el libro Análisis de la salud mental de los periodistas durante la pandemia de COVID-19 en Ecuador, Perú y Venezuela, el cual corresponde a un informe de investigación que pretende ahondar en un tema del que no se ha escrito demasiado: la salud mental de los periodistas. ¿Cómo es la vida de ese obrero de la información que está expuesto a intenso estrés, muchísima dosis de cruda realidad y entornos laborales complejos? Pero la publicación buscó ir a un periodo específico y específicamente duro: la pandemia. El estudio se centró en tres países e incluyó la realidad de los periodistas peruanos.
El objetivo de la publicación era aportar en el desarrollo de políticas públicas que protejan la salud mental y física de los trabajadores de medios de comunicación que representan un grupo vulnerable. La pandemia en el Perú dejó cifras de horror en vidas perdidas y también en impacto económico, ya que fuimos uno de los países que más tiempo de cuarentena soportó. Este fue uno de los detalles que nos puso en la órbita de esta investigación. Uno de los autores del estudio, el doctor Byron Bustamante, comentó, en una entrevista para el programa La Encerrona, lo siguiente: “En Perú había un interés importante por el tema del trauma. Perú epidemiológicamente es uno de los países que presentó mayor mortalidad por COVID y quienes hicieron cobertura de esta situación de tanto sufrimiento humano fueron los periodistas”.
Sobre los hallazgos, hay información a la que es preciso prestarle dedicada atención. Los resultados en nuestro país tuvieron notorias diferencias con los de los otros dos países observados. Una de ellas es que el 25% de encuestados dijeron sentirse “poco” o “nada” preparados para realizar una cobertura de riesgo. Esto nos habla de problemas en la formación de los profesionales, pero también de las carencias en los centros de labores. Ante la emergencia, el aparato informativo trabaja para realizar las coberturas, pero no hay un enfoque en el ser humano que las realizará. Los cuadros de anexo del estudio muestran información recogida de las encuestas a los periodistas de los tres países. En el caso de los resultados en Perú, es llamativo que lideran en casi todos los problemas que se trataron de investigar en cuanto a salud mental.
En cuanto a la baja realización profesional, lidera Perú con 42,6% de respuestas positivas; también respecto del agotamiento emocional, con un 44,8% y en estrés postraumático, con 36,9%. Lo mismo ocurre en despersonalización, donde los periodistas peruanos fueron los que más respondieron que se sentían de esa manera, con un 30,9%. Solo en la medición de estrés por COVID, lidera Ecuador. Luego, en medidores de ansiedad, somatización, depresión y riesgo suicida, son los comunicadores peruanos los que en su mayoría responden de manera afirmativa. ¿Cómo se puede trabajar transmitiendo información de manera seria, profesional y serena en un contexto así? Pues parte del trabajo se enfoca en mencionar la relevancia de un acompañamiento psicológico de parte de los medios de comunicación a sus trabajadores; pero, sobre todo, de políticas públicas que incluyan a más periodistas, en especial en tiempos en que muchos trabajan de manera independiente.
Según una publicación del portal Salud con lupa, hasta abril de 2021, fallecieron 161 comunicadores en nuestro país debido a la epidemia por COVID, lo cual nos colocó como el segundo país en el mundo en cuanto a periodistas fallecidos”.
La lista de los problemas más mencionados por los periodistas la encabezan los trastornos del sueño, la ansiedad y la somatización. El doctor Bustamante agregó que “todas esas escenas, ese dolor, esas imágenes, no entran a tu mente y se van, se quedan un tiempo dando vueltas y te generan problemas”. Este es un tema que no se trató antes en el Perú de manera profunda y en el que tampoco hay políticas públicas específicas, como en general no las hay en muchos aspectos de la salud mental en nuestro país. El libro ahonda en la necesidad de visibilizar estos problemas y detectarlos de manera temprana para facilitar que los periodistas puedan acceder a servicios de salud mental adecuados y necesarios.
Este enfoque tiene que ver con la revalorización de la labor periodística, entendiéndola como una pieza fundamental en tiempos de crisis como lo fue la pandemia. Por su capacidad de brindar información, por su formación para desmentir bulos y por su posibilidad de conectar a las personas en tiempos de desconexión total. No obstante, es importante recordar que no solo la salud mental estuvo en riesgo, ya que los periodistas estuvieron también expuestos físicamente al virus. Según una publicación del portal Salud con lupa, hasta abril de 2021, fallecieron 161 comunicadores en nuestro país debido a la epidemia por COVID, lo cual nos colocó como el segundo país en el mundo en cuanto a periodistas fallecidos.
Guerra contra los periodistas: Gaza y cifras nunca antes vistas
Pero si hablamos de pérdidas de vidas de periodistas, lo que estamos presenciando en la Franja de Gaza es de lo más trágico que se haya narrado al respecto. En palabras de Zuliana Lainez, en su calidad de vicepresidenta de la Federación Internacional de Periodistas: “Lo que está sucediendo en la Franja de Gaza son crímenes de lesa humanidad. La Federación Internacional de Periodistas (FIP) ha documentado más de 40 periodistas asesinados. Una cifra récord en conflicto. El derecho internacional humanitario obliga a dar seguridad a quienes tienen responsabilidad de informar en contextos de conflicto. La FIP cree que los instrumentos internacionales para garantizar la seguridad de periodistas han resultado insuficientes”.
En el caso específico de lo que ocurre con periodistas palestinos asesinados durante el conflicto, muchos de ellos con toda su familia, otros en el campo haciendo sus coberturas y debidamente identificados, la FIP está promoviendo ante Naciones Unidas una Convención Internacional para la Seguridad de los Periodistas y otros profesionales de los medios, un instrumento específico adaptado a su situación para asegurar una implementación más eficaz del derecho internacional. Por el momento, solo sigue aumentando la cifra de periodistas asesinados mientras realizan su trabajo. Voces que se apagan y que nos van dejando a oscuras sobre lo que ocurre en una zona de guerra con miles de civiles que no tienen quién cuente sus historias.
Si bien los periodistas en zonas de conflicto no gozan de una protección especial que los diferencie en cuanto a sus derechos humanos de otros civiles, es importante mencionar que siempre deben estar identificados, por lo que se pretende evitar que sean blancos de ataques directos mientras realizan su labor. Sin embargo, la realidad de las coberturas recientes pone en entredicho que se estén tomando medidas para proteger a los periodistas identificados. Lainez agrega: “Existe una ventaja estratégica al apuntar a los medios, lo que el antiguo relator especial de la ONU sobre la libertad de expresión, Frank La Rue, describe como la preocupación de los beligerantes de ‘ganar la guerra de las imágenes’. Los que desean impedir la difusión de las informaciones y el escrutinio internacional elijen a periodistas como objetivo de sus ataques. Lo que está ocurriendo hoy en Gaza está siendo llevado a la Corte Penal Internacional. No debe quedar impune. La impunidad generará riesgos mayores a futuro”.
Nuestro horror: el caso Melissa Alfaro
En el Perú, en 1983, también sufrimos la peor masacre de periodistas de la que se tenía registro cuando ocho de ellos fueron asesinados en el poblado de Uchuraccay, Ayacucho”.
Esta serie de tragedias dentro del gremio periodístico mundial que parece lejana, la vivimos en el Perú por décadas durante nuestra terrible y dolorosa guerra: el conflicto armado interno. Según la ANP, al menos cincuenta periodistas fueron asesinados en tiempos de violencia entre 1980 y 2000; pero, si contamos hasta la fecha, el número se eleva a sesenta y cuatro. Entre estos casos, hay tres periodistas que permanecen desaparecidos: Jaime Ayala (Huanta), Pedro Yauri (Huacho) e Hilario Ayuque (Huancavelica). En el Perú, en 1983, también sufrimos la peor masacre de periodistas de la que se tenía registro cuando ocho de ellos fueron asesinados en el poblado de Uchuraccay, Ayacucho.
Sin embargo, vamos a hablar de otro caso. Uno que, treinta y dos años después, parece encaminado a obtener justicia. Se llamaba Melissa Alfaro Méndez y tenía veintitrés años. Era jefa de informaciones en la revista Cambio. Fue asesinada al recibir un “sobre bomba” en la puerta de su centro de trabajo. Su caso llegó el año pasado a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
La abogada de la Asociación Pro Derechos Humanos, Gloria Cano, lleva el caso de la familia Alfaro y resume lo que ha sido este camino de más de treinta años, en el que pasaron al menos tres en etapa de control de acusación. Un caso afectado por permanentes cambios de funcionarios y en el que no se percibe diligencia alguna de parte del Estado ni por tratarse de una periodista y tampoco por ser parte del Conflicto Armado Interno. En palabras de Cano: “Tenemos un solo juzgado que ve los casos de derechos humanos, pero que también ve los casos de ejecución de sentencias. Tenemos recién una sala penal adicional por las constantes quejas de que los casos demoran demasiado. En lugar de promover que las causas sean investigadas dentro de un plazo razonable con eficiencia y puedan ser juzgadas en un plazo mínimo, lo que tenemos es que cada caso está demorando hasta cinco años en juicio oral”. Con un acceso a la justicia tortuoso y lenta, muchos familiares no llegan en vida a escuchar las sentencias.
El camino para la familia de Melissa Alfaro ha sido realmente complejo. La abogada Cano narra cómo las causas de casos de la misma época se archivaban a lo largo del tiempo y cómo incluso era una política para “aligerar” la carga procesal. No obstante, tanto Aprodeh como la ANP, empujaron el proceso de Melissa a lo largo de los años, como cuenta Zuliana Lainez: “La defensa de este caso fue particular. Probablemente sea uno de los casos que tuvo que cargar por años con un fuerte estigma dada la línea editorial del semanario Cambio. La ANP tuvo que batallar contra el estigma y por justicia. Habían instituciones que no estaban dispuestas a comprarse el pleito y durante mucho tiempo fue un batallar casi en solitario al lado de Aprodeh y otras organizaciones de Derechos Humanos”.
Como dijo el Premio Nobel de la Paz, Liu Xiaobo, “la libertad de expresión es la base de los derechos humanos, raíz de la naturaleza humana y la madre de la verdad. Matar la libertad de expresión es insultar los derechos humanos, es reprimir la naturaleza humana y suprimir la verdad”.
Es como si el propio motivo por el que el periodista es asesinado —es decir, su línea editorial, sus reportajes o sus opiniones— fuera también un obstáculo para que obtenga justicia. “Aquí en el Perú se instaló una política antisubversiva de asesinatos selectivos y para ello se utilizó el aparato estatal para crear cuerpos de inteligencia que estaban destinos a ello. El periodismo siempre ha sido un objetivo de estas acciones clandestinas de inteligencia, Tenían blancos definidos y uno de esos blancos era el semanario Cambio”, menciona Cano.
Aprodeh llevó el caso de Melissa Alfaro, como muchos otros casos de tiempos del CAI, y pudieron determinar que los periodistas eran un blanco específico en estas acciones clandestinas ejecutadas por grupos de inteligencia del ejército. Gloria Cano agrega: “Eran un blanco precisamente por la información. Hugo Bustíos, Jaime Ayala, el semanario Cambio (donde trabajaba Melissa) fueron objetivos de inteligencia precisamente por la información que manejaban, las investigaciones que se efectuaban. Sabemos también de un plan para asesinar a Cesar Hildebrandt que no se llevó a cabo. En este caso, pretendieron silenciar al semanario Cambio”.
Todo crimen contra un periodista es una intención de silenciar una voz; pero la voz de Melissa Alfaro parece sonar con más intensidad con el paso de los años. La ANP inauguró una sala con su nombre el pasado 10 de octubre, fecha en que se rememora su pronta partida. Por su parte, colectivo Trenzar montó una obra de teatro inspirada en ella, titulada Melisa: una constelación.
Como dijo el Premio Nobel de la Paz, Liu Xiaobo, “la libertad de expresión es la base de los derechos humanos, raíz de la naturaleza humana y la madre de la verdad. Matar la libertad de expresión es insultar los derechos humanos, es reprimir la naturaleza humana y suprimir la verdad”.