El cambio climático y el derecho al agua: Relaciones múltiples, colectividad y mutualidad
Por: Astrid Stensrud
Antropóloga
El cambio climático está afectando a diferentes lugares, ecosistemas y grupos humanos en una forma desigual. En la sierra sur del Perú, el incremento de la temperatura y la irregularidad de las estaciones vienen afectando la provisión del agua y la agricultura de pequeña escala. A partir de una investigación etnográfica desarrollada entre los años 2011 y 2014, este artículo se interesa en discutir la manera en que las y los agricultores del valle del Colca, en la provincia de Caylloma, región Arequipa, percibieron y respondieron a los cambios ambientales, los cuales se han agudizado durante los últimos veinte años.
Para explicar el desarrollo de estas dinámicas sociales, el artículo considera imprescindible que el fenómeno del cambio climático tome en cuenta la categoría de “clase social” y “la colonialidad del poder” que, según Aníbal Quijano, significa que “el patrón de dominación entre los colonizadores y los otros, fue organizado y establecido sobre la base de la idea de ‘raza’”, y que fue “el fundamento de toda clasificación social de la población en América” (Quijano, 1999:139-140). También se hace imprescindible tomar en cuenta la colectividad y la multiplicidad, tanto en los análisis de las consecuencias del cambio climático, como para poder actuar y responder a la crisis ecológica actual y luchar por el derecho equitativo al agua y una alimentación segura y sana para todos.
En Chivay, la capital de la provincia de Caylloma, los agricultores están preocupados por el agua. Es por ello que en marzo de cada año participan en la celebración del Día Mundial del Agua, organizado por la Junta de Usuarios y la Administración Local de este recurso, y apoyado por la municipalidad y ONGs. (https://inboundrem.com/) En la conmemoración del 2011,las comisiones de usuarios de los diferentes pueblos del Valle del Colca marcharon en la plaza de Chivay, con pancartas que decían “El agua es vida – no la desperdicies”, “Gota a gota, el agua se agota”, y “El agua no se vende – el agua se defiende”. Después organizaron un foro para conversar y discutir los problemas que experimentaban relacionados al cambio climático: la desaparición de nevados, la disminución de los manantiales, las bofedales que se secan, y también los cambios de temperatura y de precipitación, y las épocas irregulares de lluvia y sequía.
“El mundo está al revés”, me dijo un día Miriam, una vecina de Chivay Urinsaya. Estábamos tomando té en su casa cuando me comentó sobre la lluvia que viene cuando quiere y que ya no respeta las épocas como antes. También me habló de las heladas que vienen de noche y el calor extremo durante el día. “Parece que el sol estuviera más cerca de la tierra”, me dijo. Su esposo se quejaba de que tiene que regar más a menudo que antes, porque el calor secaba la tierra.
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Los efectos de los cambios en el clima y los cambios ambientales se entremezclan y sobreponen a los efectos de otros cambios sociales y económicos, como las desregulaciones de los mercados y las políticas neoliberales que se han implementado en las últimas décadas.
Todos estos cambios se explican como resultado del calentamiento global; es una explicación que ha sido cada día más difundida y aceptada en la población. Sin embargo, los agricultores y campesinos del Valle del Colca no experimentan el cambio climático como un fenómeno aislado. Al contrario, es solo uno entre varios problemas que los agricultores de pequeña escala tienen que enfrentar. Los efectos de los cambios en el clima y los cambios ambientales se entremezclan y sobreponen a los efectos de otros cambios sociales y económicos, como las desregulaciones de los mercados y las políticas neoliberales que se han implementado en las últimas décadas.
En mi última visita al Colca en 2014, los agricultores perdieron gran parte de sus cosechas por culpa de la sequía y la helada que sufrieron durante los meses de diciembre, enero y febrero, en la época que debió ser de lluvia. Miles de familias perdieron parte de sus cosechas de papas, habas, alverjas y maíz. Por ejemplo, en el distrito de Lari cada uno de los 320 agricultores perdió un promedio de 60% de sus cosechas. “Estamos en crisis por todo el valle”, dijo el alcalde de Lari. Me explicó que la mayoría de los agricultores habían tomado préstamos de las agencias microfinancieras y ahora tendrían que refinanciar sus préstamos. Hoy es más difícil ganarse la vida como agricultor de pequeña escala y muchas chacras están abandonadas porque no es rentable. El cambio climático y la volatilidad de los precios lo hacen más difícil. Varios agricultores me comentaron que antes los agricultores se ayudaban mutuamente entre familias y vecinos en el ayni, pero hoy es más común contratar a peones. Los bancos y las agencias financieras ofrecen crédito y prestamos con intereses muy altos, para que los agricultores puedan comprar fertilizantes, pesticidas, herbicidas y nuevas semillas. “Antes cultivábamos para el consumo, pero ahora todo es dinero”, me dijo Miriam.
Esta afirmación no hace si no expresar un sentimiento relacionado al paradigma extractivista de hoy, donde todo el ambiente se reduce a un contenedor de recursos para la extracción, como parte de la idea dominante de que el humano tiene el derecho a explotar la naturaleza para progresar.
En este sistema el agua también se reduce a un recurso económico, o “agua moderna”, entendida como solo un recurso, sin las connotaciones culturales, políticas, y éticas (Linton, 2010). Eliminar las prácticas hídricas que no son eficientes da la posibilidad a un ‘extractivismo hídrico’: la práctica de singularizar y estandardizar el agua en una categoría de “recurso” para dominarlo y extraer valor económico, como en la agro-exportación. Un ejemplo es el Proyecto de Irrigación Majes, donde el agua de la cabecera de cuenca en la parte alta de Colca se almacena en la represa Condoroma y se manda a través del canal Majes, que pasa por todo el valle del Colca, hasta su destino en la pampa desértica de Majes, donde riega 15800 hectáreas de tierra. Cuando se ejecutó el proyecto bajo el gobierno de Juan Velasco Alvarado en los años setenta, la meta fue cambiar la naturaleza para crear desarrollo (Zamalloa, 2013).
Las vulnerabilidades también se agudizan por un régimen hídrico que fomenta la competencia por el agua, y donde algunos usos y usuarios se priorizan más que otros.
La ley de Recursos Hídricos promulgada en 2009 reconoce que el agua es un bien público y patrimonio nacional. Sin embargo, la ley crea amplias oportunidades para la inversión e intervención de empresas privadas en la infraestructura hídrica (Del Castillo, 2011). Otro punto es que la ley y el reglamento fomentan el uso y manejo hídrico individualizado a través de las tarifas individuales y las licencias para el derecho de uso del agua (Seemann y Boelens, 2014). Esto implica que las responsabilidades para el manejo sostenible se distribuyen entre los usuarios individuales, que se vuelven más vulnerables ante los efectos del cambio climático y la volatilidad de los mercados globales. Frente a ello, considero que la vulnerabilidad se produce por estructuras sociales y políticas económicas, y no por procesos ambientales y climáticos. Las vulnerabilidades también se agudizan por un régimen hídrico que fomenta la competencia por el agua, y donde algunos usos y usuarios se priorizan más que otros (Lynch, 2012). Por ejemplo, en la cuenca Camaná-Majes-Colca, el Estado da prioridad a la industria de agroexportación a gran escala, como en el Proyecto de Irrigación Majes, y al mismo tiempo, es cada día más difícil sostener la agricultura de pequeña escala.
El derecho al agua a través de la colectividad y la mutualidad
Otra consecuencia es que cuando se entienden los derechos de uso como solamente una relación entre humanos y el Estado y nada más, se invisibiliza la red socio-hídrico donde se entrelazan relaciones con seres no humanos y que constituyen mundos múltiples. El derecho al agua, como es practicado en el Valle del Colca y en otros lugares en los Andes, es un derecho condicional, que se obtiene a través de (y como parte de) la colectividad y la mutualidad. Es un derecho dinámico y relacional que se tiene que activar y renovar constantemente en relaciones de alimentación mutua con los seres no humanos y en relación con el lugar donde uno vive.
En la conmemoración del Día del Agua en Chivay, en 2011, se llevó a cabo un concurso de pancartas. La pancarta ganadora fue elaborada por los usuarios en Chivay Urinsaya, con un mensaje escrito en quechua: ”Mamaccochata sumacta ttincaricusun hashcata yacuta ccohuananchispacc”, que se traduce como “T’inkaremos bien a Mamaccocha para que nos brinde harta agua”. La t’inka es como llaman al acto de rociar gotas de alcohol y brindar con un ser no-humano en una relación de mutualidad y reciprocidad. A través de ésta y otras prácticas los humanos se relacionan con los seres no-humanos que habitan en el medio ambiente. Estos seres pueden ser cerros (apus), manantiales (pukyos), lagos, estanques, canales, la tierra misma (pachamama) y también el agua misma, llamada Yakumama. Los agricultores en Chivay Urinsaya reciben agua del manantial Mamaccocha para regar sus chacras de papa, habas, alverjas y maíz. Mamaccocha también provee el agua potable para toda la población de Chivay. Dos veces al año, el 1 de enero y el 1 de agosto, el regidor de agua de Urinsaya, junto con el presidente de la comisión y un paqu (curandero), organiza la ofrenda de un pago – también llamado iranta – y las t’inkas para Mamaccocha.
Si el nevado desaparece, ya no hay vida, ya no hay pueblo. El cerro nos soporta… Sin Hualca Hualca nuestro pueblo no existiría. Por eso hacemos la t’inka.
Lo que Chivay Urinsaya comunicó con su pancarta fue la importancia de reconocer a Mamaccocha como su fuente de agua principal y el significado de ofrecer las t’inkas. Con los efectos del calentamiento global y la disminución de la provisión del agua, la importancia y la urgencia de hacer pagos y t’inkas ha aumentado. En algunos lugares se han revivido las costumbres que se habían dejado de hacer por años. Un ejemplo es el apu Hualca Hualca, un nevado de más de 6000 metros de altitud, que es fuente de agua para varios pueblos que lo rodean. En Pinchollo el Hualca Hualca es la fuente principal de agua y vida para el pueblo, pero ahora el nevado está desapareciendo. En 2011, los usuarios de Pinchollo subieron a pie el Hualca Hualca, donde empieza a correr el agua del nevado. Hicieron los pagos, tocaron el harpa, cantaron y bailaron en honor a su apu. Después, en la bajada, limpiaron el canal de tierra para que el agua corriera mejor. Un poblador de Pinchollo me lo explicó así: “Si el nevado desaparece, ya no hay vida, ya no hay pueblo. El cerro nos soporta… Sin Hualca Hualca nuestro pueblo no existiría. Por eso hacemos la t’inka”.
Los pagos y las t’inkas son prácticas de comunicación y afianzamiento de relacionesentre mundos diversos, y en estas prácticas emergen las entidades y seres llamados Apus, Pachamama y Yakumama, y también los pukyos que tienen vida y poderes. Los apus son considerados los verdaderos dueños del agua, y el derecho de usar el agua se obtiene a través de actos de respeto, alimentación y reciprocidad, expresado en las t’inkas y pagos. El agua misma también es múltiple: no solo es fuente que davida, sino que también tiene vida y participa en la vida social. Esta es una realidad que no viene anterior de las prácticas; la realidad se genera en la práctica. En vez de ver al mundo como compuesto por diferentes unidades, esto significa ver cómo las entidades emergen en las practicas, y esto implica también ver como diferentes entidades, prácticas y mundos puedan coexistir y se conectan parcialmente (Mol, 2002; De la Cadena, 2015). Entonces, el agua puede ser muchas cosas distintas simultáneamente: un recurso económico, una fuente de vida, una fuerza vital, una madre, y un ser vivo. Es una multiplicidad que no es simétrica cuando se habla del poder. Pero no es una simple dicotomía entre un mundo indígena contra un mundo moderno. Es parte de un mundo tejido de prácticas de vidas diferentes y también conectadas; un mundo abigarrado (Rivera Cusicanqui, 2000).
Inspirada por la filósofa Isabelle Stengers (2014), que insiste en la necesidad de pensar a través de la multiplicidad y la colectividad, sugiero que si incluimos las relaciones con los no-humanos vamos a tener una comprensión más matizada de los derechos humanos en el contexto actual de cambio climático y crisis ecológica. Stengers sugiere que no es posible encontrar una solución universal, o una receta para crear un mundo mejor para todos, o como dice ella “un buen mundo común”, porque no hay un acuerdo universal de lo que implica un buen mundo. Por eso, lo que hay que crear es “un espacio de vacilación respecto de lo que hacemos cuando decimos buen” (Stengers, 2014: 21). Lo que significa un buen mundo, o una buena vida es algo que hay que negociar cuidadosamente.
Lo que surge de varios conflictos ambientales en los Andes es el deseo de tener el derecho a participar en la construcción del mundo desde diferentes posiciones.
Para concluir reitero que la vulnerabilidad no se puede ver aislada de sistemas económicos y jerarquías de poder, y de la misma manera, no se puede ver la adaptación como aislada de estructuras económicas de producción y del consumo, y de estructuras hegemónicas del conocimiento. Segundo, sugiero que para hablar de justica climática e hídrica, también se debe hablar de justicia cognitiva y ontológica (Sousa Santos, 2010; Burman, 2017). Lo que surge de varios conflictos ambientales en los Andes es el deseo de tener el derecho a participar en la construcción del mundo desde diferentes posiciones. Por eso, propongo que en vez de reducir la realidad a problemas aislados que hay que manejar técnicamente, y reducir a las personas en la categoría de víctimas a quienes hay que ayudar a adaptarse, se deben buscar alternativas en la multiplicidad de prácticas ambientales diversas.
Biografía
Burman, A. (2017). The political ontology of climate change: moral meteorology, climate justice, and the coloniality of reality in the Bolivian Andes. Journal of Political Ecology 24: 921-938
Del Castillo, L. (2011). Ley de recursos hídricos: Necesaria pero no suficiente. Debate Agrario 45: 91-118
De la Cadena, M. (2015). Earth-beings. Ecologies of practice across Andean worlds. Durham, NC: Duke University Press
Linton, J. (2010). What is water? The history of a modern abstraction. Vancouver: UBC Press
Lynch, Barbara D. (2012). Vulnerabilities, competition and rights in a context of climate change toward equitable water governance in Peru’s Rio Santa Valley. Global Environmental Change, 22:364-373
Mol, A. (2002). The Body Multiple: Ontology in Medical Practice. Durham, NC:Duke University Press.
Oré, M. y Rap, E. (2009). Políticas neoliberals de agua en el Perú. Antecedentes y entretelones de la ley de recursos hídricos. Debates en Sociología 34: 32–66.
Oré, M.T.; Del Castillo, L.; Van Orsel, S. y Vos, J. (2009). El Agua, ante nuevos desafíos: Actores e iniciativas en Ecuador, Perú y Bolivia. Lima: Instituto de Estudios Peruanos.
Quijano, A. (1999). Colonialidad del Poder, Cultura y Conocimiento en América Latina. Dispositio 24(51): 137-148
Rivera Cusicanqui, S. (2012). Ch’ixinakax utxiwa: A Reflection on the Practices and Discourses of Decolonization, The South Atlantic Quarterly 111 (1): 95-109
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Seemann, M. y Boelens, R. (2014). Forced engagements: Water security and local rights formalization in Yanque, Colca Valley, Peru. Human Organization 73(1): 1-12
Stengers, I. (2014). La Propuesta Cosmopolítica. Revista Pléyade 14: 17-41
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Stensrud, A. (2019). The formalisation of water use and conditional ownership in Colca Valley, Peru. Water Alternatives 12(2): 521-537
Zamalloa, E. (2013). Reseña Histórica del Distrito de Majes. Lima: Corporación Grafical
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