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Reportaje Revista Memoria N°44

Poner la memoria en su lugar

Diego Pajares Herrada

Por: Diego Pajares HerradaPeriodista

La memoria, esa capacidad que tenemos para recordar situaciones o hechos del pasado, nos hace preguntarnos cómo, por qué recordamos y por qué algunas personas quieren suprimir esos recuerdos. Hoy pareciera que la mayoría de los peruanos no estamos dispuestos a luchar por mantener esa memoria que tanto duele, pero que permite que nos reconciliemos con ese pasado en peligro de caer en el olvido de manera sistemática.

“Siempre, incluso antes de la CVR [Comisión de la Verdad y la Reconciliación], ha habido un sector político, y de la población en general, contrario a la preservación de la memoria en un sentido crítico, es decir, una que reconozca a las víctimas y las violaciones de derechos humanos de todos los actores armados del conflicto incluyendo a los estatales”, sostiene Salomón Lerner, presidente del Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la Pontificia Universidad Católica del Perú (IDEHPUCP). En el contexto actual, estas palabras adquieren un eco especialmente relevante. Veamos.

Durante los primeros días del año 2025 el gobierno de la presidenta Dina Boluarte convocó al director del Lugar de la Memoria, Tolerancia y la Inclusión Social (LUM), el historiador Manuel Burga Díaz, para comunicarle su destitución. El gobierno nombró en su lugar al viceministro de Patrimonio Cultural e Industrias Culturales, quien no posee la trayectoria de Burga, que desde el 2018 potenció el LUM como un lugar para dignificar a las víctimas de la violencia terrorista y abusos cometidos entre 1980 y el año 2000. En ese sentido, Lerner indica que “la remoción del cargo fue completamente injustificada y fue un ataque más a las políticas de verdad y memoria por parte de la coalición gobernante”.

Por su parte, el ahora exdirector del LUM, destaca que todo el trabajo de esta institución se trata de las víctimas de este periodo de violencia. “La memoria es como un botín, como algo que solo alguien quiere contar, controlar…”, dice Burga Díaz. “Bueno, la memoria no la van a poder controlar, porque es un fenómeno, le pertenece a cada persona y nadie les puede contar a ellas lo que han presenciado”, agrega.

Comúnmente la palabra “polémica” es usada para definir las actividades o muestras presentadas en el LUM. Salomon Lerner pone en perspectiva estas afirmaciones: “No es que el LUM haya ‘causado polémica’; decirlo así implica suponer que el LUM ha tenido alguna actitud provocadora ajena a su papel como lugar de conmemoración. El LUM ha estado haciendo lo que los espacios de la memoria tienen como tarea en cualquier sociedad democrática”.

Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social (LUM)

Un Lugar de la Memoria, Tolerancia y la Inclusión Social en estado ‘vegetal’

La idea de que el Perú tenga un Lugar de la Memoria nace como propuesta del informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, en agosto de 2003. Los números no se pueden olvidar: 69.280 muertos, dentro de los cuales hay 22 mil desaparecidos. “Sin embargo, nadie va a leer los nueve volúmenes del Informe, entonces el LUM existe para exponer [esta realidad] ante la ciudadanía, comprender a los familiares de quienes sufrieron estas fatalidades y entender que hay apuestas políticas —continúa el exdirector del LUM—, los que no aceptan que hay inocentes que han muerto —y eso es pura violación de derechos humanos— por las exageraciones de patrullas militares, de la Policía y de grupos de comité de autodefensa que buscaban aniquilarse unos a otros”, recuerda Burga Díaz.

Para la doctora en Historia, Natalia Sobrevilla, “las fuerzas hostiles serán cada vez mayores, ¿Qué sucede después de eso [de la salida de Manuel Burga Díaz del LUM]? Que se ha dejado ‘vegetando’ el Lugar de la Memoria. No se ha reemplazado a Burga con alguien ni bueno, ni medianamente a su altura, que tenga realmente conocimiento de qué es lo que se necesita para un lugar como este”, comenta. “Ni siquiera vemos un interés por desmontar, desbaratar o destruir el Lugar de la Memoria, sino simplemente dejarlo ahí. Es peor, a veces, quedar vegetal que morir, ¿no?”. Sus palabras llevan cierta resignación y tristeza.

“¿Por qué es importante la memoria para un país? Bueno, hay un elemento de reparación, que tiene que ver con cómo el Estado peruano repara a las víctimas y da espacio para que esas personas tengan un lugar de diálogo —reflexiona Sobrevilla—. Se habla muchísimo de que la memoria es importante para no repetir el pasado, pero yo creo que es importante conocer el pasado para entenderlo”.

Durante los primeros meses del 2025, tras la salida de Manuel Burga Díaz del LUM, personas integrantes de misiones de las Naciones Unidas comentan que no tienen con quién interactuar cuando del Lugar de la Memoria se trata. Nadie contesta los correos, nadie contesta el teléfono, cuenta de primera mano la doctora Sobrevilla.

La historia para comprender los recuerdos

Es importante mencionar que ni la memoria ni los lugares que la mantienen viva en el Perú y en otros países del mundo, buscan recordar a los perpetradores. “El Lugar de la Memoria, como todos los que existen en el mundo, recuerdan a las víctimas y a los que sobrevivieron, que llevan el dolor de sus pérdidas”. Las masacres de Uchuraccay son un ejemplo, asegura Manuel Burga Díaz.

El 26 de enero de 1983 ocho periodistas y la persona que los guiaba murieron en Uchuraccay, provincia de Huanta, Ayacucho. Los comuneros de este poblado eran víctimas de Sendero Luminoso y del hostigamiento de agentes del Estado. Este clima hostil llevó a que las nueve personas que llegaban fueran confundidas con subversivos y asesinadas por los comuneros. “El LUM recuerda a los periodistas, no a los perpetradores”, sostiene Burga Díaz. “Dos días antes, en un pueblo cercano, habían matado a cinco terroristas. Eso era una locura. Entonces no recordamos esa locura, ni el desenfreno, ni las especulaciones, sino los hechos”.

Entonces, ¿por qué las autoridades peruanas y hasta sudamericanas, en su momento, han ido tras las imágenes que aún quedan en nuestros recuerdos, a pesar de nunca haber pedido que se borre nuestra memoria? “De lo que se trata es de que en los últimos años quienes tienen el control del Estado han adoptado una actitud más intolerante y están desarrollando una agenda de negación de la violación de derechos humanos y de reconocimiento de las víctimas, y para esa agenda una institución como el LUM resulta inaceptable”, dice Salomón Lerner.

“Es como si nos hubiésemos quedado en la verdad y nos falta la reconciliación”, agrega Manuel Burga Díaz. “Y nos cuesta la reconciliación. Nos cuesta eso. En el interior del Perú hoy dicen ‘tú ya no eres terruco, eres runa [palabra quechua que significa persona, gente o ser humano]. ¿Cuándo llegará el momento en que el Perú diga ‘todos somos runa’ y que nos tengamos afecto y consideración todos? Ese momento parece lejano, dada las circunstancias actuales”.

Durante los primeros meses del 2025, tras la salida de Manuel Burga Díaz del LUM, personas integrantes de misiones de las Naciones Unidas comentan que no tienen con quién interactuar cuando del Lugar de la Memoria se trata. Nadie contesta los correos, nadie contesta el teléfono, cuenta de primera mano la doctora Sobrevilla.

Otras formas de borrar la memoria

La segunda semana de marzo se puso en marcha el plan para mudar los documentos históricos del Archivo General de la Nación (AGN), desde el sótano del Palacio de Justicia hacia algún lugar aún no definido.

Así es. Se intentó iniciar una mudanza sin tener otro lugar para colocar documentos con más de 200 años de antigüedad. Se ofreció un espacio en el Ministerio de Cultura que no cuenta con las características para mantener un archivo histórico. Lo cierto es que no existe un espacio adecuado para albergar documentos ministeriales, de los juzgados, prefecturas, inmigrantes, patentes. “¿Qué nos dice esto? El desprecio tan grande que tiene el Estado peruano por su propia memoria —sostiene la historiadora Sobrevilla—. Tenemos el Palacio de Justicia, pero también tenemos la Oficina de Correos. Nosotros tenemos documentos de hace 500 años. Realmente valiosos e importantes. Y se viene hablando desde hace más de 20 años de la necesidad de mudar la sede [del Archivo General de la Nación] del Palacio de Justicia”.

Ya existe una orden de desalojo del Archivo General de la Nación, nos informa Sobrevilla. Es decir, los documentos tienen que salir de ese lugar sí o sí. Como si fueran clientes morosos. “Por más que tengamos un compromiso del Ejecutivo, ya que hay 50 millones de soles que ya han sido destinados para trabajar esto, aún no tenemos respuesta concreta de lo que va a pasar”.

Se trata de un lío en el que nuestra historia, nuestra memoria, es básicamente un actor, un cliente más. El Poder Judicial —nos cuenta Sobrevilla— se apropió de un espacio que históricamente le perteneció al Archivo General de la Nación. Hay un proceso judicial contra el AGN y, por supuesto, este ha perdido en todas las instancias. El entrampamiento es tal que se ha indicado que los documentos no pueden salir del Palacio de Justicia hasta que tengan un lugar adecuado a dónde ir. La justicia, tratando de hacer justicia, creó una paradoja que pone en peligro cientos de años de memoria peruana.

La sentencia tácita es que estamos a la deriva, otra vez. No hay un plan. No se sabe a dónde mover estos valiosos documentos. Se consideró un estacionamiento del Ministerio de Cultura, una sala dentro del mismo, pero que a todas luces no están preparados para albergar documentos de este tipo.

El Poder Judicial, ganador en todas las instancias, espera que le digan a dónde van a mover los documentos, cuenta Sobrevilla, pero no hay respuesta. ¿Cuándo, en los últimos años, hubo una respuesta concreta sobre algún tema trascendente en el Perú? “Estamos en el limbo, porque es más fácil que la señora jefa le diga al Poder Judicial ‘sí, sí, los vamos a mover’, pero después no sabemos ni cómo ni a dónde, y mientras tanto no se construye el local, que es lo más preocupante”.

“Tengo una posible respuesta”, dice en tanto Manuel Burga Díaz sobre el caso del Archivo General de la Nación. “El miedo a la historia, el miedo al pasado, el miedo a documentos objetivos del pasado, el miedo al registro de la propiedad rural, donde están registradas todas estas propiedades”, agrega.

Burga Díaz continúa: “Este país es producto de marchas y contramarchas. De la Plaza San Martín y [también de] la pasividad de los criollos en Lima. Hay que aceptarlo. ¿Por qué no? Yo diría, si las naciones se construyen así, con usurpaciones, con concesiones, ¿por qué tener miedo? ¿Por qué no apoyar una memoria más transparente y lúcida que podamos asumir todos?”. Y todo eso está en el Archivo General de la Nación, sostiene.

Y cerramos el círculo. ¿Por qué el Perú le tiene miedo a la memoria? Hay más preguntas que respuestas. El expresidente del LUM lo sabe muy bien, por eso, casi de manera desesperada, se las comienza a hacer una tras otra casi al final de esta entrevista. “¿Por qué tenemos miedo? ¿Hay una respuesta? ¿O la pregunta todavía está flotando en el aire? ¿Por qué el Perú le tiene miedo a la historia? ¿Por qué? ¿Por qué no asumir? ¿Por qué no saber?”.

¿Hay un ataque contra la memoria en nuestro país? El doctor Salomón Lerner, presidente del IDEHPUCP, lo dice claramente. “Hay una campaña desde una coalición de gobierno contra la política de la memoria. Lo comentado —el LUM y el Centro de Información de la Defensoría— son ejemplos claros de ello. Eso afecta el derecho a la verdad de las víctimas. Y, a la larga, también puede convertirse en una afectación al derecho de justicia en la medida en que se secuestre la información que también sirve para llevar adelante procesos judiciales”.

Esta información no está disponible

El Centro de Información para la Memoria Colectiva y los Derechos Humanos de la Defensoría del Pueblo contiene información sobre derechos humanos que elabora y recibe esta institución. Además, conserva el archivo de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (2001-2003), que incluye material impreso, digital y fotos.

Según la propia página de la Defensoría del Pueblo, todo esto hace “de este Centro de Información uno de los más importantes espacios de estudio para la historia y la situación de los derechos humanos en el Perú”. Por eso sorprendió tanto que, en marzo, la propia Defensoría emitiera un comunicado en el prácticamente pasaba por alto la Ley de Transparencia y Acceso a la Información. En él anunciaba que no iba a entregar documentos solicitados por medios de comunicación, los cuales son de acceso público. Tal fue el escándalo, que a los dos días publicaron otro comunicado retractándose de la decisión.

Y cerramos el círculo. ¿Por qué el Perú le tiene miedo a la memoria? Hay más preguntas que respuestas. El expresidente del LUM lo sabe muy bien, por eso, casi de manera desesperada, se las comienza a hacer una tras otra casi al final de esta entrevista. «¿Por qué tenemos miedo? ¿Hay una respuesta? ¿O la pregunta todavía está flotando en el aire? ¿Por qué el Perú le tiene miedo a la historia? ¿Por qué? ¿Por qué no asumir? ¿Por qué no saber?».

¿Se ha politizado la memoria?, le preguntamos a la doctora Natalia Sobrevilla. “Bueno, [este es] un esfuerzo más por limitar el acceso a la construcción de la memoria que puede considerarse ‘problemática’, ‘difícil’, o de la cual no se quiere que se hable. Pero vemos que aún existe una capacidad de reacción de la sociedad civil ante esta medida a todas luces inconstitucional”.

Manuel Burga Díaz elige contestar de una manera positiva, aunque sabiendo que es un tema claramente político. “Yo te respondo de manera afirmativa mirando hacia el futuro”, aclara.

Mientras ocupaba el cargo de director del LUM, cuenta Burga Díaz que, se reunió con Salomón Lerner, Sofía Macher y otros especialistas sobre derechos humanos y memoria. Juntos idearon un proyecto para construir un archivo de 1700 metros cuadrados debajo de la explanada del LUM para albergar los documentos que se encuentran en la Defensoría del Pueblo. “Para que sea uno de los lugares de la memoria más atractivos de América Latina”, precisa.

La idea era que este recinto conserve la documentación de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, y que mantenga también las fotografías de la muestra Yuyanapaq, aquellas que nunca se han mostrado en el museo. Eso, claro está, nunca sucedió. “Nosotros dimos marcha adelante y la Defensoría dio marcha atrás”, resume Manuel Burga Díaz sobre su proyecto.

Y vuelven las cuestiones. “¿Por qué negar una cosa tan evidente? ¿Por qué negar el conocimiento? ¿Por qué no decirlo? ¿Están jugando con estos misterios?” Manuel Burga Díaz ha entendido que la clave es no dejar de hacer preguntas.

En nuestro país, el presente está lleno del pasado. Lo que tenemos que hacer, coinciden los especialistas, es definir qué es el pasado. Que vuelva al presente, para mirar hacia el futuro. Natalia Sobrevilla suena más realista ante la pregunta: ¿qué lugar le está dando el Perú a la historia y a su memoria? “Muy poco”, asegura. “Se llenaron la boca en los últimos años hablando del bicentenario, pero no dejan más que un cascarón vacío sin ningún interés en una discusión profunda sobre qué es el Perú y cómo llegamos a ser lo que somos hoy”.

La memoria regional

Los ataques contra lugares de la memoria, sean estos oficiales o simbólicos, no son exclusivos del Perú. Nuestra región hoy en día también quiere recordar y se hace preguntas similares a las nuestras, tras acontecimientos acontecidos en diferentes momentos de sus historias: Pinochet en Chile; Videla en Argentina, recientemente el conflicto con las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas (FARC) en Colombia, y podríamos seguir.

Es interesante ver cómo cada uno de esos países, de alguna manera, ha explorado su memoria, pero también ha sufrido ataques de sus gobiernos que intentaron (y siguen intentando) borrarla. La meta es la misma, que las víctimas (y todos los demás) olvidemos.

En Argentina, por poner un ejemplo, el gobierno de Javier Milei ataca los lugares de la memoria, asegura el periodista argentino, subeditor de la publicación “Página 12”, Roque Casciero. “El principal lugar de la memoria en Buenos Aires es la Escuela Superior de Mecánica de la Armada, la ex ESMA, donde hubo infinidad de torturas y desapariciones durante la dictadura cívico militar que empezó en 1976”.

En el lugar funcionan varios sitios de memoria que, asegura Casciero, “los quisieron vender”. “Se les hace complicado porque [es un lugar] de Naciones Unidas, está protegido, pero básicamente lo querían vender. Al final, lo que hicieron fue desfinanciarlo completamente, echaron casi a todo el personal, pero todavía funciona porque la gente quiere sostenerlo”.

Hace poco hubo un caso particular. Milo J, un rapero y cantautor argentino de 17 años cuyos familiares desaparecieron durante la dictadura argentina, quiso hacer en dicho recinto una ‘pre escucha’ de su disco; sin embargo, el Ministerio de Seguridad de la Nación mandó a la gendarmería y la policía a reprimir el pre estreno. Como resultado, el evento se canceló. “Los chicos se fueron, pero imagínate este lugar rodeado con carros de asalto, con cascos y las caras tapadas y máscaras anti gas… un delirio absoluto”, cuenta el periodista.

Así viene la mano con esto, afirma Casciero entre resignado y combativo. “Por supuesto que van en contra de todo lo que sea la memoria de esos años y la vicepresidenta, que actualmente está peleada con el presidente, es aún peor porque es hija de militares… y si fuera por ellos estaría todos sueltos”.

El Perú vive días que son el futuro de un pasado que se intenta enterrar. La memoria es individual, ¿Es una utopía hablar de una memoria colectiva? ¿Es aún más loco preguntárselo en medio de una balacera de ideologías políticas que parece no dar tregua? “Algunos se oponen [a que lugares como el LUM sigan existiendo] porque tienen responsabilidades directas o indirectas que no quieren reconocer; otros porque no valoran o reconocen a las víctimas por un espíritu racista o discriminador que los llevan a quitar importancia al sufrimiento de personas indígenas o pobres o excluidas por alguna otra razón; otros, porque creen en el discurso según el cual las Fuerzas Armadas podían y tenían que hacer cualquier cosa para combatir a Sendero Luminoso y asumen la idea errónea de que ‘las fuerzas armadas salvaron la democracia y por eso no se debe cuestionar sus acciones pasadas’”. La lucidez del doctor Salomón Lerner resuena en medio de esta lucha que aún no está perdida.

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