Edición N° 36 08/05/2022 Reportaje

¿Cuentas claras?: A tres meses del ecocidio de Repsol

Alba Ñaupas / Mariafe Serra

Por: Alba Ñaupas / Mariafe Serra

Reportera en Sudaca.pe / Periodista en la Revista Sudor

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Cientos de trabajadores afectados por el derrame siguen sin recibir una compensación económica de parte de la multinacional española. “Nos están matando poco a poco”, afirma uno de ellos. Como si esta situación no fuera suficiente, especialistas medioambientales advierten que Pasamayo ya es una zona muerta donde no se podrá volver a pescar. Hasta el momento, más de 600 animales han muerto a causa del crudo vertido en el mar. Por todo este daño, la empresa ha pagado solo 2 millones de soles en multas y, por el contrario, ha judicializado el pago de 9 millones de soles. La respuesta de Repsol sigue siendo insuficiente.

No solo nos han perjudicado económicamente, sino que nos están matando poco a poco. Nos han quitado el mar a nosotros, que somos personas de mar”, se lamenta Víctor Rojas (64), pescador artesanal que pasa sus días en las playas de Pacasmayo desde hace 38 años. Ahora no puede pescar absolutamente nada.  Y no podrá hacerlo nunca más en esta zona, según advierten los especialistas.

El 15 de abril se cumplieron tres meses desde que Repsol derramó 11 mil 900 barriles de petróleo en el litoral peruano, matando a cientos de animales y dejando sin trabajo a miles de personas. Y aunque la empresa de hidrocarburos alega que, a la fecha, ya ha cumplido al 96% su plan de limpieza de las playas, las secuelas del desastre aún persisten. 

COMPENSACIÓN INJUSTA

Foto: Los Angeles Times

El derrame del hidrocarburo hizo imposible que los pescadores puedan seguir trabajando. Víctor Rojas, de la Asociación de Pescadores de Ancón (Apescaa), es uno de ellos. Junto a su organización, se reúne casi a diario para estar pendiente de la “compensación” prometida por Repsol.

Al principio, cuenta, recibieron vales para comprar víveres, pero esto no sirvió de mucho. “Algunos compañeros empezaron a vender sus tarjetas, y no porque no necesitaran los víveres, sino porque lo que necesitaban era el dinero en efectivo porque [luego de varias semanas sin trabajar] había que pagar deudas, algunos gastos médicos y pagar los alimentos que sacamos fiado los primeros días”, explica el pescador. 

Recientemente, Rojas recibió la primera indemnización de S/. 3.000 por parte de la multinacional española. A pesar de que pueda parecer mucho, “ no es suficiente”, asegura. De los más de 1 500 pescadores que son parte de Apescaa, solo 750 recibieron el bono. Ante esta injusticia, los que sí pudieron cobrar la compensación, compartieron parte del dinero con los que no tenían. 

Antes del desastre, Luz Pacaya solía ganar hasta 500 soles semanales por filetear pescado en Ventanilla. Luego del derrame, se volvió recicladora de basura en las calles.» 

La promesa de Repsol es que les volverán a dar otra compensación económica, pero Rojas tiene más incertidumbre que certezas. “Pronto entraremos al cuarto mes y no sabemos qué pasará. Ahora nos están volviendo a hacer encuestas porque han escrito mal los apellidos cuando antes ya nos habíamos registrado. La gente necesita. Los de Repsol son los poderosos en este momento, pero juegan con nosotros”, se queja el pescador.

Luz Pacaya (60) también recibió la compensación económica de S/. 3.000 por parte de Repsol. Pero este monto no logra cubrir todos sus gastos, como las medicinas de su hijo, quien padece de esquizofrenia crónica. Al igual que Rojas, tampoco sabe si volverán a darle un segundo bono. “Supuestamente es por dos meses, pero no sabemos qué pasará, si aumentarán”, cuestiona.

Antes del desastre, Pacaya solía ganar hasta S/500 semanales por filetear pescado en Ventanilla. Luego del derrame, sus ingresos se vieron reducidos a cero. Su desesperación era tanta que tuvo que ingeniárselas para sobrevivir. Así, se juntó con una vecina y se pusieron a reciclar en las calles. “Con lo que vendí el primer día gané S/3.80. Con eso compré hígado, zanahoria y cebolla para poder comer algo con mi hijo”, cuenta.

Lograr que la empresa energética les haga caso no fue nada fácil. Junto a sus compañeros del Movimiento Juvenil Pachacutano -que agrupa pescadores, fileteadores y vendedores de la playa Cavero- fue día tras día a tocar puertas. “Tuvimos que ir y estar varios días. Fue un proceso muy largo. Días y días estuvimos ahí, bajo el sol, a veces sin comer nada porque no teníamos dinero”. De las 220 personas que forman esta asociación, solo 120 recibieron el bono.

Según la información compartida por Repsol, más de 4 500 personas ya recibieron el “adelanto de la compensación”. Respecto a los vales para víveres, aseguran que ya fueron entregados más de 8 500. Pero esta cifra está lejos de alcanzar a todos los afectados.

Las asociaciones de pescadores de Aucallama, por ejemplo, no han recibido esta indemnización. Ellos han rechazado la propuesta de Repsol, pues consideran que el monto no es proporcional al daño que les han ocasionado, explica Alejandro Chirinos, presidente de CooperAcción, organización que brinda asesoría legal a los afectados del ecocidio. Chirinos advierte también que la crisis económica podría forzarlos a darse por vencidos y terminar aceptando el irrisorio monto. 

No todos los que no han recibido el bono tuvieron la oportunidad de rechazarlo. Juan Carlos Riveros, director científico de la ONG Oceana, cuenta que algunos pescadores de Pasamayo y Aucallama ni siquiera están en el padrón de damnificados. “Muchos de ellos son ancianos que no tienen carnet de pescador, pero viven de eso. Pescan su comida diaria y ellos no existen ahora. No están en ningún programa de apoyo y son casi 70 personas. ¿Qué va a pasar con ellos?”, es la pregunta que se hace el científico.

Compensaciones injustas o que no llegan y mucha incertidumbre. Ese es el panorama actual. “Para una persona cuya economía depende del mar, la situación es terrible. Todos están muy desesperados y no solo por lo económico. ¿Qué va a pasar con su trabajo de aquí a seis meses?”, cuestiona Riveros. 

DAÑO IRREPARABLE

Foto: OEFA

En Pasamayo todavía vemos espuma negra y las piedras cubiertas de petróleo”, dice el director científico de Oceana. Si uno va a esta playa, el tiempo parece haberse detenido en los primeros días del desastre ecológico más grande del país. 

Ya a finales de febrero, el mismo ministro del Ambiente, Modesto Montoya, advertía la grave situación de Pasamayo y exhortaba a Repsol a remediar “las piedras empetroladas porque están dañando el ecosistema”. Al parecer, la empresa de hidrocarburos hizo oídos sordos. Prueba de ello es que, en plena Semana Santa, los pescadores de la zona siguieron reportando rastros de petróleo.

Los pescadores le están exigiendo al OEFA que recoja información sobre las verdaderas secuelas del derrame, una variable importanteal momento de estimar las compensaciones económicas.» 

Según Juan Carlos Riveros, esto se debe a que la multinacional de hidrocarburos abocó la mayor parte de sus esfuerzos en limpiar las zonas más visibles y dejó de lado las áreas de difícil acceso y con poca cobertura mediática como Pasamayo. “En casos como este, lo que se debió hacer en los primeros días eran quemas controladas para evitar que el petróleo llegue a la costa. Aquí no se hizo eso. Considerando la lentitud con la que Repsol actuó, yo pensaría que fue una cuestión de negligencia”, critica Riveros.

Lo peor de todo es que el daño es irreparable. “Va a ser declarada playa muerta. Eso significa afectar la vida de docenas de personas que pescaban ahí para siempre”, sostiene el especialista. Según su análisis, no va a volver a haber fauna en la zona. Alejandro Chirinos coincide: “Ahora Pasamayo es zona muerta. Se ha generado anoxia, no hay oxígeno […] también es una gran pérdida ecológica debido a que era una zona privilegiada para la reproducción de especies marinas”. 

A pesar de la gravedad del asunto, las instituciones del Estado brillan por su pobre accionar. Por ello, los pescadores de la zona le están exigiendo al Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA) que recoja información sobre las verdaderas secuelas del derrame porque esto es una variable importante a tomar en cuenta al momento de estimar las compensaciones económicas. También le piden a Repsol que “no solo invierta en limpieza, sino también en remediación y desinfección”, según cuenta el presidente de CooperAcción. 

En total, el derrame afectó a cuarenta y seis playas, dos áreas naturales protegidas y diecinueve puntas y acantilados. De aquellas zonas afectadas, Repsol declaró haber avanzado con la limpieza de 28 playas. Y aunque reconoce que en Pasamayo aún hay restos del hidrocarburo, no precisa que, a pesar de que se limpie, se trata de una zona irrecuperable, como aseguran los especialistas. Lo único que la compañía coloca en su web es que mantiene “un permanente monitoreo y vigilancia desde el mar para recuperar cantidades pequeñas de producto”. 

Consultados por el daño a la playa de Pasamayo, el OEFA -institución encargada de fiscalizar a la multinacional española en materia ambiental- solo respondió que se encuentra evaluando la zona para determinar “si es necesario ordenar la presentación de un plan de rehabilitación por parte de la empresa”. Repsol, por su parte, no contestó nuestras preguntas.

A pesar del silencio de la empresa responsable y la respuesta poco contundente del Estado, el director científico de Oceana es enfático en sostener que “no hay forma de reparar Pasamayo. Lo que había ya murió […] Esa es la herencia del desastre de Repsol: nunca más podremos ver a las nutrias bañándose en Pasamayo ni a los pingüinos ni a los pescadores en las rocas”.

DESASTRE ANIMAL

Foto: OEFA

Cuando Gonzalo Carrión, activista y rescatista de Unidos por los Animales (UPA), llegó a la playa Pasamayo hace un mes, el panorama era desolador: orillas negras y aves muertas completamente bañadas de petróleo. “Llegamos y la escena era la misma que la del primer día […] Es un lugar donde encontramos mucha muerte y nos imaginamos el sufrimiento de estos animales”, cuenta apenado Carrión.

Y no es para menos: desde el 15 de enero, al menos 600 animales han muerto producto del derrame del hidrocarburo, de acuerdo a cifras de Serfor actualizadas hasta finales de marzo. En contraste, hasta el momento, solo 70 aves marinas han sido liberadas luego de haber sido rescatadas y cuidadas. 

Diariamente, en las playas aparecen entre 10 y 15 especímenes muertos, según la bióloga Pilar Ayala, especialista en Fauna Silvestre del Serfor. “Sobre todo aves marinas, piqueros, guanayes, cormoranes, incluso pelícanos”, explica. 

Una de las especies más afectadas ha sido la nutria marina, animal que se encuentra en peligro de extinción. Según un estudio del biólogo marino Yuri Hooker, en las primeras semanas de enero había entre 10 a 15 nutrias en las costas peruanas. A la fecha, ya murieron seis de ellas. La última de ellas fue encontrada por Gonzalo y el equipo de UPA hace dos semanas. “Era una nutria que siempre nos acompañaba en nuestro recorrido de rescate de animales. Siempre la veíamos comer al pie de los peñascos y nos dolió mucho cuando la encontramos muerta”, cuenta el rescatista.

A veces – comenta un rescatista – llevamos a los animales en los brazos, en toallas, en los mismos polos. Son manejos fuera de protocolo, pero no tenemos el corazón de dejar a las aves sin ayuda.»

Durante este tercer mes, ya no se encuentran muchos animales empetrolados, lo que sí hay, en cambio, son animales “delgados, flacos o animales que están muertos con signos de no haber comido por mucho tiempo”, explica Walter Silva, especialista de Serfor. Esto no significa que las muertes no sean producto del derrame. “Siguen apareciendo animales que no tienen manchas, pero internamente podrían estar afectados por el petróleo […] Tenemos reportes que nos han brindado muestras de que sí hay hidrocarburo dentro del organismo de estos animales”, sostiene Silva.

En marzo, Serfor inició un procedimiento administrativo sancionador contra la empresa Refinería La Pampilla S.A. por “actuar con crueldad y causar la muerte” de cientos de especímenes de fauna marina. La sanción, categorizada como muy grave, podría llegar hasta los  S/23 millones de soles. Sin embargo, aún no hay un plazo determinado para saber si la sanción se hará efectiva, pues es “un proceso bastante complejo que podría tomar varios meses”, explica Walter Silva,

Las predicciones a futuro no son muy alentadoras. “Todo esto es un proceso largo, no creo que se solucione en unos meses, probablemente tendrán que pasar varios años para que se recupere el ecosistema, pero no volverá a ser como era antes”, advierte el médico veterinario Walter Silva.

Mientras tanto, la labor de los rescatistas continúa. Algunas veces, ponen su propia vida en riesgo. “Cuando hacemos algún rescate, a veces nos salimos del protocolo. Si bien la salud de uno tiene que ser primero, a veces me he metido a nadar para salvar un ave. Mi compañero también se ha metido a playas empetroladas a rescatar aves”, cuenta Gonzalo Carrión, de UPA. Diariamente, de lunes a domingo, recorren las playas afectadas para ayudar en las labores de rescate. 

“Cuando estamos de regreso nos damos fuerzas entre nosotros y decimos ‘buen trabajo’. Nos abrazamos y felicitamos entre nosotros porque es un trabajo difícil […] A veces llevamos a los animales en los brazos, en toallas, en los mismos polos. Son manejos fuera de protocolo, pero no tenemos el corazón de dejar a las aves sin ayuda”, finaliza el médico veterinario Carrión.

MULTAS Y SANCIONES

Foto: OEFA

Como parte de sus labores de fiscalización, el 13 de abril el OEFA ordenó a la empresa Repsol dejar de mezclar arena contaminada con petróleo y arena limpia como “método de limpieza”. Ya que, como explican los especialistas, esta práctica, que venía ocurriendo desde hace meses, ocasiona mayor contaminación. “Si vas a muchas de las playas afectadas y haces un hueco en la arena, vas a encontrar petróleo, a pesar de que se ven limpias”, explica Juan Carlos Riveros.

Osinergmin le impuso S/. 9,8 millones de multa coercitiva por no sustentar adecuadamente las medidas que tomaría en caso de un nuevo derrame. Sin embargo, la empresa judicializó la multa, evitando su pago.» 

Tras el derrame de crudo, el OEFA impuso cinco multas coercitivas a Repsol por un total de  23 millones de soles, las cuales fueron pagadas entre marzo y abril. Los motivos de las sanciones son varios: desde incumplimiento en la identificación y limpieza de las zonas afectadas, hasta por no contener el hidrocarburo del segundo derrame. A la fecha, todas las multas fueron pagadas. 

Además, por estas mismas faltas, la entidad fiscalizadora también inició cinco procedimientos sancionadores a la Refinería La Pampilla. De resultar responsable de dichas infracciones, consideradas muy graves, deberá pagar S/. 96,6 millones. Hasta el momento, no se ha informado un plazo para conocer si las sanciones se harán efectivas. Cabe recordar que actualmente el OEFA se encuentra descabezado, pues hace unas semanas el presidente de la institución Mario Mallaupoma renunció al cargo por conflicto de intereses, pues su hermano menor trabajaba en Repsol.

Por otro lado, el Organismo Supervisor de la Inversión en Energía y Minería (Osinergmin) le impuso otra multa coercitiva de  9,8 millones de soles por no sustentar adecuadamente las medidas que tomaría en caso de un nuevo derrame. Sin embargo, la empresa judicializó la multa, evitando su pago. 

Repsol también enfrenta otros tres procesos sancionadores por parte del mismo organismo por presentar información inexacta e incumplir el plan de respuesta ante emergencias. Las sanciones y multas continúan, pero aún no parecen estar cerca de equiparar el daño ocasionado.

“Pienso que esto es como una pesadilla en la que todo lo que pudo salir mal, salió mal», concluye Juan Carlos Riveros. “Este fue nuestro pequeño Chernobil. Quedó demostrado que somos un desastre y vamos a tener que vivir con él por varios años”.

Según un informe de las Naciones Unidas, publicado en febrero, la recuperación del mar peruano tardaría entre seis a diez años. Un mes después, la Universidad San Marcos emitió un reporte aún más desalentador, pues asegura que las remediaciones podrían demorar hasta 20 años. Por su parte, el OEFA advierte que sigue recibiendo denuncias de “nuevas zonas potencialmente afectadas por el derrame”.

Repsol me está matando a mí y a mi familia. Me han quitado el mar. Quiero que me devuelvan mi vida, porque el mar era mi vida” se lamenta Víctor Rojas, pescador de Pacasmayo mientras pela docenas de pollos desde la 5 am. Ya no podrá volver al mar.