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6 de junio de 2023

Foto: Informate Perú.

Por Gerardo Caballero (*)

La revelación de que el periodista Mauricio Fernandini admitió haber recibido S/ 10 000 mensuales de la empresaria Sada Goray no solo ha sido una de las noticias más lamentables de los últimos días, sino que también representa una oportunidad para reflexionar nuevamente sobre las condiciones y la naturaleza del periodismo en el Perú.

Al acogerse a la confesión sincera, Fernandini ha admitido su participación en un delito. Pero más allá de su futuro judicial, es importante analizar otros asuntos relacionados con el ejercicio de una profesión donde los límites se borran o se desplazan según la conveniencia. El caso de Mauricio Fernandini llama a reflexionar críticamente sobre la práctica del periodismo porque ha sido en su condición de persona reconocida en medios de comunicación masiva, con acceso a micrófonos y pantallas, que consiguió los accesos necesarios para gestionar intereses.

En las aulas universitarias se enseña que el ejercicio del periodismo requiere independencia, objetividad y neutralidad. Por esta premisa, su práctica está reñida con todo tipo de militancias (ya sean partidarias, ideológicas, religiosas, etc.). La finalidad es que las decisiones que se toman en la generación de contenido informativo no sean infiltradas por intereses de terceros, ya sean políticos, comerciales, financieros o de otra índole. La regla implícita es que al momento de tomar decisiones editoriales primen solo los criterios estrictamente periodísticos.

Sin embargo, de cuando en cuando, acceden a las pantallas o a las páginas de medios de comunicación personas que en la práctica son verdaderos gestores de intereses.

En un inicio, se presentan como analistas o especialistas en temas de interés público, principalmente política y economía, vemos sus caras y sus nombres con frecuencia en medios de comunicación y, luego, acaban teniendo injerencia directa en las líneas editoriales de medios tradicionales, a pesar de que en la práctica son operadores de intereses políticos, económicos o ideológicos.

Otras veces, encontramos que un periodista se convierte, de manera discreta y sin que lo sepa el público, en un gestor de intereses. Aprovechando los contactos y la notoriedad que la actividad periodística les brinda, se encargarán de que ejecutivos de empresas o corporaciones accedan a autoridades de la administración pública o a ejecutivos de medios de comunicación para promover intereses económicos, principalmente. Y lo harán, obviamente, a cambio de una retribución monetaria.

Obviamente, ni unos ni otros aparecerán en el Registro Público de Gestión de Intereses.

Los informes periodísticos en torno al caso de Mauricio Fernandini, quien aparecía de lunes a viernes en la mesa de conducción de un programa en la influyente estación de radio RPP, evidencian dos cuestiones que debemos tener en cuenta sobre cómo la gestión de intereses opera en el campo de los medios de comunicación y el periodismo. De un lado, Fernandini tuvo un acceso privilegiado a un ministro de Estado: le escribió directamente a Geiner Alvarado a través de WhatsApp presentándose como periodista de RPP, algo que un ciudadano común no podría haberse permitido. Y de otro lado, Fernandini contaba con tal nivel de notoriedad que el entonces ministro Alvarado dispuso que su jefe de gabinete de asesores, Salatiel Marrufo, se contactara con él, algo que un ciudadano sin contactos no podría hacer. Recordemos pues, que, más allá de su carrera periodística, que incluyó el recordado programa “20 lucas”, cuando ocurrieron todos estos hechos hoy revelados Fernandini conducía el programa “Encendidos”, por el cual se dirigía durante dos horas diarias a la audiencia de RPP de lunes a viernes.

Por ello, resulta indispensable que, dado que los medios de comunicación contribuyen a que estos periodistas/gestores de intereses construyan su capital social (el cual, como hemos mencionado, se basa principalmente en las redes de contactos a las que acceden y a la notoriedad que alcanzan gracias a su exposición mediática), desarrollen mecanismos o procedimientos orientados a evitar que los gestores de intereses infiltren sus páginas o pantallas. O, en todo caso, los vuelvan más eficientes.

El caso de Mauricio Fernandini ha quedado al descubierto y generado revuelo debido a los ribetes delictivos de los hechos en los que se involucró y a las declaraciones brindadas al Ministerio Público por aspirantes a la colaboración eficaz. Pero ¿cuántos otros gestores de intereses ‒más sutiles, menos inescrupulosos‒ están infiltrados en los medios de comunicación? ¿Cuántos brindan consultorías o servicios de relaciones públicas y media training durante las tardes y conducen programas periodísticos por las mañanas o las noches?

Si los medios de comunicación desean recuperar la credibilidad perdida en los últimos años, bien harían en protegerse de personas que se acercan a los medios de comunicación no por vocación de informar y contar historias sorprendentes, sino por interés económico.

(*) Licenciado en Periodismo, Diplomado en Comunicación Política y Electoral y Magíster en Sociología. Docente de la Especialidad de Periodismo de la PUCP.