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6 de octubre de 2020

Escribe: Pedro Francke (*)

La pandemia del Covid-19 significa también un agravamiento de la epidemia de inequidades que marcan al Perú desde su nacimiento como república.

Los más pobres y vulnerables enfrentaron la epidemia bajo una serie de condiciones que los hicieron mucho más propensos a resultar contagiados: su menor nivel educativo les dificultó la comprensión de un fenómeno nuevo que requería decisiones urgentes, las viviendas con hacinamiento hacía casi imposible impedir el contagio entre familiares, no tener una refrigeradora los obligaba a salir a comprar alimentos diariamente y la falta de empleo e ingresos los empujó a salir a buscar algún sustento en la venta callejera y a subirse a un transporte público donde el virus se trasmite con facilidad aun si se usa mascarilla y protector facial.

Si tenían la mala suerte de que su enfermedad se agravara, pasaban a sufrir el vía crucis de obtener oxígeno, que a menudo implicaba comprarlo de manera privada a comerciantes abusivos, algo que solo era posible para quien tuviera el dinero.

Algunos de estas inequidades crecieron por la debilidad de la respuesta estatal: un bono que demoró muchísimo en llegar, que en seis meses solo se dio una vez, aunque el monto alcanzaba para solo un mes y que todavía deja fuera a cientos de miles.

Pero las medidas tomadas para enfrentar la epidemia también han agravado inequidades en la educación básica. La propuesta de “Aprendo en Casa” podía atender, aun con sus limitaciones, a quienes, sobre todo en zonas urbanas, tenían mejor conectividad.

Las familias pobres tienen equipos menos funcionales y servicio de menor calidad, y su realidad de una vivienda hacinada y padres que deben trabajar largas horas para subsistir, agravan la situación.

Los que han sufrido más en su derecho a la educación son los miles de niños y niñas en zonas rurales que viven en zonas de baja o nula conectividad y carecen de equipos básicos, quedando totalmente excluidos a pesar de que en muchas comunidades rurales no había ni un solo caso de Covid.

La propuesta de abrir el servicio educativo en zonas rurales alejadas vino tarde y no se implementó nunca: los niños y niñas que ya venían de tener una educación de menor calidad pasaron a no tener nada.

Hoy que la epidemia parece ceder en su ferocidad, mucha injusticia queda por reparar.


(*) Magíster en economía, es profesor principal de la Pontificia Universidad Católica del Perú donde enseña hace más de dos décadas. Su especialidad son las políticas sociales y las políticas de salud.