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24 de enero de 2023

Fuente: Head Topics.

Por Dr. Martín Nizama Valladolid (*)

La salud cognitiva, emocional y espiritual de los peruanos sufre un impacto conmovedor en el contexto de la convulsionada crisis política que vive el país, comenzando por la indignación popular que crece aceleradamente en el día a día. Esta situación lacera la dignidad, autoestima e identidad de los connacionales, principalmente del Perú profundo, andino, quechuahablante y aymara, que en cantidades importantes se trasladó a Lima en la “Marcha de los 4 Suyos” para una utópica “Toma de Lima”, la misma que no se concretó.

Las demandas políticas de los manifestantes indignados comprenden principalmente la renuncia de la presidenta Dina Boluarte Zegarra y el cierre del Congreso. Con los mismos objetivos, se produjeron sendas movilizaciones populares en varias ciudades del sur del país como Arequipa, Cuzco, Puno, Juliaca y Ayacucho, entre otras. Todas estas marchas fueron controladas por la intervención de la Policía y el Ejército, cuyo mayor desarrollo fue los días 18 y 19 de enero, teniendo a Lima Cercado como epicentro en la Plaza San Martín.

Obviamente, estos acontecimientos sociales de origen político estremecieron intensamente al país, generando zozobra, incertidumbre y miedo en la población, cuyas consecuencias en su salud mental deben ser vistas como un asunto de atención prioritaria en el camino a la reconciliación.

Tras el fin de las recientes movilizaciones de los ciudadanos del Perú andino, quedarán enconos crónicos en ese sector de la población nacional que se ha sentido maltratada desde siempre. Estos resentimientos deberán ser superados mediante la implementación de políticas gubernamentales intensivas de salud mental destinadas a combatir las grandes brechas sociales en educación, cultura y atención en salud mental comunitaria. Con el objetivo de fortalecer una identidad nacional única, se debe tratar grandes problemas sociales como el racismo, la estigmatización, la inequidad social, entre otros, que constituyen la base patológica del Perú fragmentado y tercermundista.

De modo urgente, el Ministerio de Salud requiere implementar con anticipación programas de salud mental comunitaria destinados a prodigar atención especializada a la población del Perú andino quechuahablante y aymara para la promoción, prevención y tratamiento de los problemas de salud mental. Para ello, es menester enviar equipos de salud mental multidisciplinarios quechahablantes y con dominio del aymara, que brinden atención en salud mental integral a la población infantil, juvenil, adulta y de la tercera edad.

En lo inmediato, se puede establecer que entre los manifestantes movilizados prevalecen sentimientos de indignación, vehemencia, ansiedad, temor a la represión policial y ánimo de confrontación. También son parte del escenario los actos destructivos realizados, al parecer, por infiltrados violentos ajenos a las demandas políticas de los manifestantes. Muchos indignados están dispuestos a seguir en la lucha hasta lograr sus objetivos, según ellos, hasta las últimas consecuencias. En cambio, otros sucumben en la angustia, impotencia, dolor, sufrimiento, tristeza y desaliento por la pérdida de vida de un compañero de lucha, prisión de algún amigo o compañero de protesta, o por haber sufrido contusiones o heridas durante los enfrentamientos con las fuerzas del orden.

Así mismo, al sentirse muy lejos de sus hogares, de su entorno social y ecológico les produce depresión, episodios de ansiedad y desesperanza por la hostilización, rechazo y estigmatización de la que son objeto por parte de un sector de la población que los etiqueta como terroristas. Estas actitudes generan una sensación de difamación y ninguneo puesto que los protestantes se perciben a sí mismos como luchadores por la justicia social y por ser reconocidos sin ser discriminados ni tratados como ciudadanos de segunda clase.

En cambio, entre el público observador se puede percibir personas que se identifican abiertamente con las banderas de los manifestantes mientras que otros rechazan sus demandas. Hay también quienes se mantienen indiferentes o ambivalentes ante la protesta social; esta podría ser la gran mayoría de la población nacional, que desarrolla su vida con normalidad dentro de lo posible en este contexto. Como ya sabemos, resolver los problemas de un pasado violento toma tiempo y es responsabilidad del gobierno dar el primer paso. En ese camino, es fundamental pensar un enfoque integral dando importancia a la salud mental comunitaria y los problemas que va a dejar esta crisis social.

(*) Médico de salud mental, psiquiatría, familia y adicciones. Doctor en Medicina. Prof. Principal de la UNMSM, profesor principal cesante de la UPCH. Médico del staff médico de la Torre de Consultorios Angloamericana, San Isidro. Director de la Clínica Nizama, especializada en adicciones.

Lima, 23 de enero del 2023