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Entrevistas 14 de junio de 2022

Por Juan Takehara (*)

Con el retorno a las clases presenciales se ha evidenciado la alarmante situación en la educación de niños y niñas de bajos recursos y se ha observado un significativo aumento de la deserción escolar. Sobre este y otros aspectos críticos del sistema educativo conversamos con Ana de Mendoza, representante de UNICEF en Perú.

¿Cómo observa el retorno a clases de niños y niñas, en especial en las zonas rurales del país?

Las escuelas rurales fueron las primeras que abrieron presencialmente desde fines del 2020. Sin embargo, en algunas zonas todavía existen problemas de niñas y niños que no han regresado, plazas docentes que no están cubiertas y es por eso que el proceso de reapertura no se ha completado. Adicionalmente, los niños y niñas de zonas rurales que tuvieron poca conectividad o no tuvieron acceso a una radio para seguir la estrategia de Aprendo en Casa tienen problemas y retrasos en los aprendizajes. Esto hace complicado el retorno normal y el trabajo que están haciendo los docentes tiene que ser más arduo.

¿Qué respuesta vienen recibiendo de los padres y docentes sobre esta situación?

Por su parte, los padres están contentos con la reapertura, pero necesitan más apoyo de los docentes para que acompañar a sus hijos e hijas para la recuperación de los aprendizajes. En ese sentido, los maestros y maestras se han enfocado desde un inicio en todas las condiciones para la reapertura incluyendo el tema sanitario, la bioseguridad, la infraestructura. Pero es una realidad que cada vez más aparecen los problemas vinculados a la pedagogía y a la recuperación de aprendizajes.

¿Tienen un cálculo de cuantos niños y niñas dejaron las escuelas o no han regresado a presencial en el país?

Las estimaciones de acuerdo con el Sistema de Información de Apoyo a la Gestión de la Institución Educativa, SIAGIE, del Ministerio de Educación-MINEDU, indica que en mayo había alrededor de 700 mil niños, niñas y adolescentes que no se habían matriculado. Sin embargo, esta cifra debe reconfirmarse en junio, que es la fecha donde el MINEDU hace el corte anual. Incluso, si la cifra fuese un poco menor, resulta igual de preocupante y está vinculada directamente a la deserción escolar fruto de la pandemia. El otro factor es el de aquellos niños y niñas que no han regresado al lugar donde están sus escuelas y siguen estudiando a distancia por diversos motivos que pueden ser de movilidad, es decir salieron de sus sitios de origen para irse a vivir a otro lado o no cuentan con recursos económicos. Adicionalmente tenemos adolescentes que están trabajando a tiempo parcial o total y que tienen grandes necesidades dentro de la familia y no están regresando a sus escuelas.

«Muchas escuelas públicas tienen más estudiantes de los que pueden albergar debido a que una gran cantidad migraron de escuelas privadas a públicas en el 2020 y 2021.»

En el caso de los niños y niñas que abandonaron definitivamente las escuelas, ¿qué respuestas proponen para resolverlo?

Una parte de ellos y ellas abandonaron la escuela por temas familiares debido básicamente a la situación de pobreza o por la movilidad de las familias. Para este grupo habría que ofrecer modalidades flexibles o aceleradas. Por ejemplo, “dos grados en un año”, para animarlos a regresar al sistema educativo, sobre todo si son adolescentes. En otros casos la deserción tiene que ver con la frustración de no poder llevar el ritmo del grado correspondiente. Esto se debe a que no han logrado las competencias requeridas en la etapa a distancia.  Hay adolescentes que, por ejemplo, están en primero de secundaria y se dan cuenta que tienen dificultades incluso para leer textos muy sencillos. Esto puede llevarlos a tomar la decisión de abandonar la escuela por no poder seguir el ritmo de sus compañeros. En estos casos se requiere estrategias de reforzamiento escolar personalizadas y efectivas en función de las necesidades de cada caso.

Han mencionado en anteriores entrevistas el déficit de infraestructura. Además de ello, ¿qué otros problemas deben resolverse para un retorno de manera plena a las aulas?

Además de la infraestructura existe un problema serio, sobre todo en ciudades grandes, de falta de mobiliario escolar. Esto se debe a que muchas escuelas públicas tienen más estudiantes de los que pueden albergar debido a que una gran cantidad migraron de escuelas privadas a públicas en el 2020 y 2021. Vinculado a este problema se encuentra la cantidad insuficiente de textos escolares y cuadernos de trabajo que son provistos por el MINEDU y útiles escolares que deben ser asumidos por las familias y muchas de ellas no pueden adquirirlos debido a la situación económica por la que atraviesan. De otro lado, los problemas socio emocionales derivados de la pandemia hacen necesario contar con más apoyo de parte de los psicólogos de la escuela o de la UGEL. Estos profesionales, junto con los directivos, deben establecer mecanismos eficientes para la derivación de casos a establecimientos de salud que tengan servicios de salud mental.  Por último, existe una diversidad en los niveles de aprendizaje de los estudiantes. Algunos tuvieron mejores condiciones para aprovechar la educación a distancia; otros, de manera parcial; y muchos tuvieron muchos problemas de conectividad que les impidió seguir las clases y ser acompañados por sus docentes de manera remota. Esta disparidad que hoy se encuentra en las aulas requieren capacitar a los maestros en metodologías para trabajar con tanta diversidad y poder acompañar los diferentes procesos de aprendizaje.

Aparte de las donaciones, muchas personas quizá tengan interés en apoyar al fondo de Unicef, ¿cómo ha sido el aporte reciente desde la ciudadanía?

Una experiencia exitosa al inicio del 2022 ha sido el voluntariado individual o corporativo para el reforzamiento en vacaciones útiles, que permitió de manera presencial o a distancia apoyar a muchos niños en competencias como lectura o matemáticas, con el apoyo de guías elaboradas por el MINEDU. Esto podría repetirse no solamente en el verano sino durante todo el año, sobre todo, con los niños y niñas que tienen menos nivel de competencias. Otra forma de apoyar sería impulsar emprendimientos que permitan hacer llegar contenidos digitales y manejo de tecnologías a docentes y familias para usar las tablets u otros aparatos electrónicos en las actividades de reforzamiento escolar, como se hizo con las clases a distancia durante el 2020 y 2021.

A partir de la crisis alimenticia, ¿cuál sería el impacto de los niños y niñas en cuanto a su nutrición en el país?

Es claro que el impacto de la guerra de Ucrania y el efecto en las cadenas de distribución afectará a todo el país, en particular a las familias más pobres. El programa de alimentación escolar Qali Warma tendría que paliar en parte este problema y se necesita que los sectores públicos trabajen de manera más articulada -salud, educación protección social-, y apoyen de manera orgánica y coordinada a las familias con el fin de maximizar los recursos disponibles. Así se evitaría la duplicidad en las intervenciones y se llegaría efectivamente a los que tienen más necesidad. También se debe continuar con los programas de alimentación saludable. Sin embargo, como el problema es mucho más hondo, habría que aprovechar el espacio de las escuelas para orientar a las familias a organizar sus recursos y crear o fortalecer el apoyo mutuo y la solidaridad. Paralelamente se debe continuar haciendo incidencia en autoridades locales o nacionales para orientar mejor el apoyo.

(*) Integrante del área de Comunicaciones.