La edición XX Encuentro de Derechos Humanos de la PUCP estuvo marcada por el reconocimiento de un tiempo sombrío para la vigencia de los derechos humanos a nivel global. Frente al debilitamiento del Derecho Internacional, el resurgimiento de gobiernos autoritarios y la proliferación de discursos de odio, el evento propuso una pregunta urgente: ¿es posible reconstruir un nuevo consenso basado en valores universales?
Desde el auditorio de Humanidades, la ceremonia de inauguración, realizada el 2 de junio, reunió voces clave del ámbito académico y del sistema internacional. El primero en tomar la palabra fue Miguel Giusti, director del Instituto de Democracia y Derechos Humanos (IDEHPUCP), quien recordó que el Encuentro busca promover el debate crítico sobre el estado de la vida democrática y los derechos humanos en el Perú y en el mundo. Este año, la reflexión se centró en los motivos detrás del desmantelamiento del consenso global surgido hace ochenta años, luego de horrores que exigieron un examen de conciencia para la humanidad: la liberación del campo de Auschwitz, los juicios de Núremberg y la creación de la Carta de San Francisco, documento fundacional de la ONU.
“Ese consenso”, señaló Giusti, “se expresó tanto en normas jurídicas como en convicciones filosóficas y políticas de gran alcance. Fue un esfuerzo por limitar el uso de la fuerza, mitigar los abusos del poder y construir una comunidad internacional comprometida con la paz”. No obstante, advirtió que hoy este andamiaje normativo y ético está siendo puesto en entredicho, especialmente desde la emergencia de nacionalismos autoritarios y populismos excluyentes. “El retorno de la persecución a migrantes y la aceleración de tendencias regresivas —aceleradas desde el ascenso de Trump— nos enfrenta a una crisis del pacto humanitario”, concluyó.
En la misma línea se expresó Rossana Dudziak, coordinadora residente del sistema de las Naciones Unidas en el Perú. Subrayó que el consenso internacional sobre los derechos humanos, construido tras la Segunda Guerra Mundial, atraviesa una etapa desafiante. “La confianza en las instituciones democráticas está erosionada. Proliferan los discursos de odio, las campañas de desinformación y las perspectivas polarizantes”, alertó. Estas tendencias, muchas veces impulsadas por actores estatales, han puesto en jaque los valores que costó décadas consolidar. Sin embargo, Dudziak recalcó que los derechos humanos no han perdido su relevancia, y que su protección requiere de una acción decidida, en la que la educación crítica y la labor de la academia juegan un rol esencial.
Por su parte, el rector de la PUCP, Julio del Valle, sostuvo que el Encuentro no solo representa un compromiso institucional con los derechos humanos, sino que también debe servir como espacio para la autocrítica. “No es suficiente responsabilizar únicamente a los líderes autoritarios por este desmantelamiento del orden internacional; también debemos interrogarnos sobre nuestra propia responsabilidad colectiva e institucional”, señaló. Cuestionó la idea de que el consenso alcanzado tras la posguerra fuera un punto de llegada, y propuso pensarlo como una construcción frágil que requiere cuidado constante, convencimiento y pedagogía pública.
Del Valle también abordó las razones del auge de los nacionalismos, señalando que la globalización dejó ganadores y perdedores, y que el abandono de sectores trabajadores podría explicar parte del resentimiento que nutre los populismos actuales. “Como universidad”, concluyó, “debemos alzar la voz frente a las injusticias, pero también agudizar nuestra capacidad de escucha. El compromiso con los derechos humanos debe ser firme, pero también comprensivo y compasivo”.
La búsqueda de justicia
La conferencia magistral que siguió a la inauguración estuvo a cargo del historiador argentino Juan Pablo Artinian, doctor en Historia y docente de la Universidad de Buenos Aires. En su exposición, titulada “Genocidios y crímenes contra la humanidad desde una mirada comparativa: un consenso global sobre derechos humanos y la búsqueda de justicia durante el siglo XX”, Artinian propuso una lectura histórica del proceso de construcción —y posterior crisis— del consenso humanitario internacional.
Según explicó, el genocidio contra el pueblo armenio durante la Primera Guerra Mundial constituye un antecedente directo del Holocausto y un fallido intento temprano de justicia internacional. En 1915, el Imperio Otomano llevó a cabo un exterminio sistemático de su población armenia, motivado por la intención de “resolver la cuestión armenia” y construir un espacio étnicamente homogéneo. Aunque las potencias aliadas acusaron a Turquía de cometer crímenes contra la humanidad y se planteó crear una corte internacional, nunca se llegó a establecer un tribunal supranacional efectivo. Los juicios en Constantinopla fueron limitados y no trascendieron las leyes otomanas.
Artinian sostuvo que la impunidad de este episodio dejó una marca imborrable. Algunos soldados alemanes que presenciaron el genocidio armenio años después formarían parte del régimen nazi, y la indiferencia global frente al exterminio de los armenios influyó en la decisión del Tercer Reich de ejecutar la “Solución Final”.
Tras la Segunda Guerra Mundial, los juicios de Núremberg marcaron una diferencia fundamental al sentar precedentes para el derecho penal internacional. Sin embargo, Artinian recordó que allí no se utilizó el término “genocidio” en las sentencias, sino “crímenes contra la humanidad”. Fue el jurista polaco Raphael Lemkin quien acuñó el concepto de “genocidio” en 1944, y quien luego jugaría un rol crucial en la redacción de la Convención de 1948 para su prevención y sanción. A pesar de este marco jurídico, señaló el conferencista, el siglo XX continuó viendo episodios de exterminio sistemático, como en Camboya, Ruanda o los Balcanes.
Lo que une a estos casos, apuntó Artinian, es la deshumanización previa de las víctimas, a menudo descritas como “ratas”, “parásitos” o “cucarachas”, y el uso de tecnologías modernas para llevar a cabo su exterminio. También subrayó que el proceso genocida no termina con la masacre: una fase posterior clave es la negación o relativización de los hechos, lo que obstaculiza los procesos de memoria, verdad y justicia.
Finalmente, intervino como comentarista la socióloga y escritora Irma del Águila, docente del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP. Del Águila conectó el análisis histórico con las amenazas contemporáneas, preguntándose si lo que ocurre hoy en la Franja de Gaza puede considerarse un genocidio. Aunque Artinian evitó tomar una postura categórica, reconoció que muchos lo interpretan como un proceso de limpieza étnica. Del Águila añadió que existe un amplio consenso en la sociedad israelí a favor de la transferencia de la población palestina de Gaza.
Más allá del caso específico, la socióloga alertó sobre los nuevos paradigmas que erosionan el consenso global: el ascenso de un nuevo orden transfronterizo marcado por el capital financiero, el uso estratégico de la inteligencia artificial, la fragilidad de los Estados Nación y la cultura de la hiperindividualización. “Vivimos en un mundo cada vez más isla”, sentenció. Por eso, planteó la necesidad urgente de establecer acuerdos básicos, mínimos, que vuelvan a conectar a las sociedades desde una base ética compartida.
Así, la inauguración del XX Encuentro de Derechos Humanos estuvo marcada por la necesidad de mirar el pasado con sentido crítico, comprender las amenazas del presente y construir alternativas de futuro. La historia de los genocidios nos recuerda tanto lo peor como lo mejor de lo humano: el racismo, la barbarie, la impunidad, pero también la empatía, la compasión y la tenaz búsqueda de justicia. Hoy más que nunca, defender los derechos humanos implica renovar el compromiso con ese frágil —pero imprescindible— consenso.