El 9 de agosto de 1982 tuvo lugar la primera reunión de trabajo de las Naciones Unidas sobre las poblaciones indígenas del planeta. Desde entonces, el 9 de agosto de cada año se celebra el Día Mundial de los Pueblos Indígenas con el fin de sensibilizar y de informar a la opinión nacional y mundial sobre la situación de los pueblos originarios que viven, en su gran mayoría, en los países del Sur, sufriendo de marginalización, de discriminación racista y de muchas injusticias.
En ese marco, el año 2019 ha sido proclamado por la ONU “Año Internacional de Lenguas Autóctonas”, razón por la cual la celebración que se realizó en Ginebra ha recordado que la mayoría de lenguas autóctonas del mundo está en vías de desaparición. En efecto, se estima que cada dos semanas una lengua desaparece, poniendo en grave peligro las culturas y los sistemas de conocimientos que les corresponden. La ONU ha lanzado una alerta sobre la necesidad urgente de revitalizar, promover y preservar las lenguas y los pueblos indígenas del planeta.
Según las estimaciones de Naciones Unidas, los pueblos indígenas cuentan cerca de 370 millones de personas y viven en 90 países. Aunque representen 5% de la población mundial, constituyen 15% de las personas más marginalizadas del planeta. Se estima además que estos pueblos tienen 5,000 culturas diferentes y al menos 7,000 lenguas. A pesar de esta gran diversidad, todos comparten elementos culturales comunes, en particular los lazos profundos con la naturaleza, con los territorios ancestrales y comparten la voluntad de preservar sus modos de vida, totalmente diferentes al modo de vida occidental, capitalista, consumista y ultra liberal que predomina en el mundo actual.
El reconocimiento de los derechos cívicos y de los derechos humanos de los pueblos indígenas por la ONU es; sin embargo, opuesto a la realidad que prevalece en el mundo post moderno, donde observamos que los diversos países donde viven no reconocen sus identidades, sus territorios, sus recursos naturales, y sus necesidades de protección. En ese marco, la destrucción de los pueblos originarios en las Américas, que empezó con la llegada de Cristóbal Colon a las Antillas, ha continuado hasta el presente, bajo la total responsabilidad de los Estados republicanos y democráticos de nuestro continente. Actualmente, el presidente de Brasil, el lamentable Jair Bolsonaro, está promoviendo la destrucción del ecosistema amazónico y la invasión de los territorios indígenas de la Amazonía en aras de la expansión de la agro-industria. Los movimientos de resistencia son fuertes.
¿Cuál es la situación en nuestro país? Después de la opresión colonial, todos los gobiernos republicanos han marginalizado a los pueblos indígenas de la costa, sierra y selva desde 1821. Aunque parezca paradójico, el primer gobierno que ha aportado reformas importantes en lo que concierne las identidades culturales de los quechuas y de los pueblos originarios amazónicos fue aquél del general Juan Velazco Alvarado. Luego de haber oficializado el quechua y de haber realizado la primera reforma agraria en 1969, en 1974 el gobierno militar promulgó la Ley de Comunidades Nativas. Más vale tarde que nunca. Pero esos avances legales provenientes del Estado no se han acompañado de campañas de sensibilización de la diversidad cultural y de los derechos ciudadanos de todos los peruanos. Para la mayoría de peruanos, los pueblos amazónicos siguen siendo considerados como “chunchos salvajes”, reacios al “progreso”. Peor aún, desde la década de 1990, cuando gobernaba el exdictador Alberto Fujimori, varias leyes ultra liberales han reducido los alcances de la Ley de 1974 que protegía los territorios amazónicos de la depredación de las empresas petroleras, agrícolas, de extracción maderera, y también de la depredación de los colonos provenientes de la sierra peruana que desconocen el ecosistema amazónico. Luego, la guerra interna ha dejado secuelas devastadoras entre los pueblos originarios ashaninka, asheninka, nomatsiguenga, yanesha de la selva central. El Estado no fue capaz de protegerlos y ulteriormente los abandonó a su suerte.
En 2017, se ha realizado el primer censo de autoidentificación étnica en el país, que nos permite saber que 60% de peruanos se reconoce como “mestizo”, 22% se reconoce como Quechua, y los pueblos originarios amazónicos representan tan solo 0,3% de la población; entre los cuales los Ashaninka son las más numerosos a nivel nacional. Veamos algunos detalles[1].
- La población del Perú ha pasado de 27’412,157 personas en 2007 a 31’237,385 personas en 2017[2].
Principales resultados del Censo de 2017
- Los datos sobre la autoidentificación étnica a nivel nacional conciernen 23’196,391 peruanos (74% del total). Entre ellos, 60% (13’965,254) se reconocen “mestizos”. Las otras categorías étnicas representan las minorías nacionales, en particular los Quechua (22%) (Inei, Base de datos, 2017). El criterio de autoidentificación implica que se desconoce la etnicidad de 8’040,994 niños menores de doce años, y de más de 700 mil personas que decidieron no responder a la pregunta étnica.
- En ese marco, 79,266 personas de más de 12 años se reconocieron como nativos amazónicos y 55,489 nativos se reconocieron Ashaninka, seguidos por los Awajun (37,690) y los Shipibo-Conibo (25,222). Además, 49,838 peruanos manifestaron pertenecer a “Otro pueblo originario” (Inei Perfil, 2018a: 214).
- El pueblo originario ashaninka sigue siendo el más importante a nivel nacional. En términos absolutos, su población total ha pasado de 88,703 en 2007 (INEI 2010: 31), a 115,669 en 2017[3]; por lo cual representan un tercio de la población nativa peruana (32%), que se elevaría a 432,867 personas.
En el Perú, el Día Mundial de los Pueblos Indígenas no es destacado en modo especial, hay mucha indiferencia y frialdad ante la situación precaria de nuestros compatriotas originarios del territorio en el que vivimos. Apenas algunos medios lo han evocado sin aportar ningún mensaje específico para reconocer la riqueza cultural de nuestros pueblos originarios, la necesidad de su inclusión en la nación peruana, y para rendir homenaje a algunas personalidades por su trayectoria personal.
Es por esta razón que me gustaría rendir un homenaje especial a Luzmila Chiricente Mahuanca, dirigente ashaninka que conozco y aprecio desde hace más de 30 años, cuando empezaba mis primeros trabajos de campo en la selva central, ella tuvo un rol de dirigencia importante durante la guerra interna, y actualmente es dirigente regional y nacional que sigue “luchando por su pueblo”, come dice a menudo. Debo agregar que Luzmila ha colaborado conmigo desde 2008 en la realización de un largo estudio antropológico sobre la violencia en la selva central, el primero en su género, que debe ser publicado en octubre próximo. Por lo cual le estoy muy agradecida.
- Luzmila Chiricente es originaria de la comunidad nativa de Cushiviani, distrito de Río Negro, provincia de Satipo, departamento de Junín. Cuando nos conocimos, ella trabajaba en el Club de Madres y era secretaria de la Junta Directiva Comunal, tenía grandes aspiraciones para que su comunidad obtenga una escuela primaria, una posta médica y un local comunal; con el apoyo de las familias de Cushiviani, lograron obtener esos locales. En 1986, participó en la reunión “Rimanacuy” organizada en Pucallpa. En 1987 fue nombrada secretaria de Asuntos Femeninos de la Confederación de Nacionalidades Amazónicas del Perú (CONAP).
- Entre 1988 y 1995, Luzmila Chiricente fue nombrada presidenta de su comunidad, los varones tenían miedo de ser asesinados por los subversivos del Partido Comunista del Perú, Sendero Luminoso (PCP-SL). Estos sediciosos la amenazaron de muerte en muchas ocasiones, cuando llegaban a la comunidad de Cushiviani para reclutar niños y niñas: los primeros eran utilizados como niños soldados y las segundas como esclavas sexuales de los mandos senderistas. En setiembre de 1988, los senderistas secuestraron a uno de los cinco hijos de Luzmila, Juan, que tenía 14 años. Nunca más se supo de él, pero ella, como madre, sigue esperando que un día lo va a encontrar.
- En tanto dirigente local y regional, Luzmila participó activamente en la lucha contra la subversión, organizando manifestaciones por la paz en Satipo, apoyando las acciones del Estado y de varias organizaciones de la sociedad civil, como el Centro de antropología y aplicación práctica (CAAAP), el Instituto de Defensa Legal (IDL), el Centro de Investigación para la Amazonía (CIPA), y el Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán, entre otras. En 1995, acompañó al representante de las Naciones Unidad, Francis Deng, en su visita a la selva central. A partir de ese periodo, fue contactada a menudo por organizaciones estatales y por ONG para apoyar sus actividades en las comunidades ashaninka y nomatsiguenga. Realizó muchas intervenciones en talleres y en congresos realizados en los “núcleos poblacionales”, donde habían sido conducidos los nativos “recuperados” de los que yo llamo campos de concentración senderistas (Villasante 2016[4], 2017[5]).
- A partir de 1996, empezó a viajar a las comunidades de Pangoa y del río Tambo para capacitar a las familias en los derechos de las mujeres y los derechos de los niños, y también para transmitir sus conocimientos sobre la protección de los territorios comunales. Luzmila pensaba que la situación de los nativos debía mejorar con los esfuerzos colectivos de todos los comuneros, sin necesidad de estar siempre dependiendo de los apoyos exteriores que, a menudo, introducen solamente la corrupción.
- En 1996-1997, realizó un recorrido de sensibilización en las comunidades de la provincia de Satipo para crear una oficina de la Defensoría del Pueblo para Asuntos Indígenas en Satipo. En 2000, fue promotora electoral para los pueblos indígenas de la ONPE de la provincia de Chanchamayo. Paralelamente, trabajó en la supervisión electoral general organizada por la Defensoría del Pueblo. En 1999 fundó la Federación regional de mujeres ashaninka, nomatsiguenga y kakinte (FREMANK).
- Entre 2002 y 2003, Luzmila participó en los trabajos de la CVR en la provincia de Satipo, acompañando a los encuestadores, traduciendo los testimonios recogidos, y haciendo talleres en las comunidades que fueron golpeadas duramente por la barbarie senderista.
- En 2012, fue nombrada miembro del Consejo de Reparaciones, y ha apoyado la documentación de miles de nativos y de colonos para su inscripción en el Registro Único de Víctimas.
- En abril de 2014, presentamos conjuntamente un seminario en el IDEHPUCP sobre el estado de la investigación sobre la violencia en la selva central que estaba realizando con su colaboración[6].
Luzmila Chiricente ha recibido algunos testimonios de reconocimiento por su trabajo generoso, humanitario y desinteresado por defender los derechos cívicos y humanos de los nativos, por mejorar sus condiciones de extrema pobreza; y también por su valiente trabajo social durante la guerra interna (de IDL, de APRODEH, de la Defensoría del Pueblo, de Amnistía internacional, del Ministerio de la Mujer). No obstante, Luzmila sigue viviendo pobremente, no tiene recursos permanentes, y sigue luchando por los derechos de los pueblos nativos de la selva central. Por sus cualidades humanas y por su altruismo, reciba nuestro homenaje y nuestro agradecimiento profundo.
Mariella Villasante, Antropóloga, investigadora independiente y asociada del Idehpucp. *
[1] Esta sección proviene de mi libro Violencia política en la selva central, en prensa, Lima, 2019.
[2] El Instituto Nacional de Estadística e Informática (inei), ha publicado los resultados del Censo de Población y de Vivienda en los siguientes documentos: Base de Datos [inei 2017]; el Perfil sociodemográfico, Informe final, en agosto de 2018 [inei 2018a]; y los Resultados definitivos (5 tomos y Anexos) en octubre de 2018 [inei 2018b]. En diciembre de 2018, publicó los resultados del III Censo de Comunidades Nativas de 2017 [inei 2018c]. Ver el Sitio oficial del inei.
[3] Para estimar el crecimiento de la población ashaninka he tomado en cuenta el índice definido por el Inei, que corresponde a 2,69 habitantes anuales por cada 100 personas en el periodo intercensal 1993-2007 (Inei 2010, Análisis Etnosociodemográfico de las Comunidades Nativas de la Amazonía: 31). El factor multiplicativo sobre 10 años es de 1,3.
[4] Ver : Por el reconocimiento de las víctimas de los campos de internamiento senderistas, Boletín del Idehpucp, 10 de febrero de 2016 [https://idehpucp.pucp.edu.pe/comunicaciones/opinion/por-el-reconocimiento-de-las-victimas-de-los-campos-de-internamiento-senderistas/ ]
[5] Ver: Los campos de concentración senderistas y los niños soldados en el Perú : desafíos para el derecho humanitario peruano, in Revista Ideele n°275, Lima, 15 de noviembre de 2017
http://revistaideele.com/ideele/content/los-campos-de-concentración-senderistas-y-los-niños-soldados-en-el-perú-desaf%C3%ADos-para-el
[6] Ver Chiricente 2014, https://idehpucp.pucp.edu.pe/wp-content/uploads/2014/05/Texto-Luzmila-Chiricente1.pdf; y Villasante 2014, La violencia senderista entre los Ashaninka de la selva central, Lima, 30 de abril de 2014, Boletín del IDEHPUCP del 27 de mayo de 2014. https://idehpucp.pucp.edu.pe/wp-content/uploads/2014/05/Seminario-ashaninka-Idehpucp-Mariella-Villasante1.pdf