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Editorial 9 de octubre de 2024

Se acaba de cumplir un año del atroz ataque de Hamas y otros grupos yihadistas en el sur de Israel, y la crisis así desencadenada, lejos de dar signos de resolverse, se ha convertido en una de las mayores tragedias humanitarias en lo que va del siglo.

Todos los intentos por establecer un alto al fuego han naufragado. Las partes parecen empeñadas en profundizar aun más el sufrimiento de toda la población afectada. La respuesta de Israel, como fue previsible desde el primer minuto, ha alcanzado unas proporciones de brutalidad que no pueden ser excusadas por el ataque sufrido. El sufrimiento que el gobierno de Israel está causando a la población de Gaza es documentado diariamente ante el asombro mundial. La organización Hamas, por su lado, mantiene rehenes sometidos a vejámenes e incluso los ejecuta. (No se debe pasar por alto, tampoco, el autoritarismo de la organización en el poder frente a sus propios conciudadanos).  Y la situación va dando lugar a una espiral de violencia de escala regional, según otros países se van involucrando con roles alternativos de agresivos y agresores.

Está fuera de dudas que en este trágico episodio que dura ya más de un año, pero que es parte de un longevo conflicto, las partes han incurrido en numerosos crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad. El ataque de Hamas significó la matanza de alrededor de 1200 personas y el secuestro de otras 250. No se trató exclusivamente de asesinatos, sino del despliegue de una violencia atroz, plena de sevicia, cometida fundamentalmente contra población civil. Ese ataque recibió en ese momento una amplia condena internacional y motivó la solidaridad contra sus víctimas directas. La retención de los rehenes o su ejecución o el trato inhumano o degradante al que están expuestos pueden constituir graves crímenes. De otro lado, el gobierno israelí ha dado una respuesta militar en la que o no se distingue entre civiles y militares o se ataca expresamente objetivos civiles, incluyendo infraestructura humanitaria como hospitales u otros mecanismos de alivio a la población. Se estima que ya han muerto más de cuarenta mil habitantes de Gaza y la población sobreviviente se encuentra sometida a intolerables privaciones sin que Israel permita un adecuado alivio humanitario. Ya en enero de este año la Corte Internacional de Justicia demandó a Israel tomar medidas que eviten el genocidio de la población palestina.

El aniversario que se acaba de cumplir habla, así, de una crisis que está muy lejos de acabar y de un sufrimiento humano que se profundiza día tras día. El derecho internacional –el instrumento central del que disponemos para limitar ese sufrimiento—hoy es desconocido en la práctica por el gobierno de Israel y por Hamas. Es responsabilidad de los grandes poderes globales presionar para poner fin a esta tragedia y, a la larga, también, propiciar una rendición de cuentas por los terribles crímenes cometidos.