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Entrevistas 19 de noviembre de 2024

Yeniret es una niña venezolana que ha llegado a Perú junto a su mamá, su hermana, y su abuela. Su papá no está con ellas, pues se encuentra trabajando en otro país. Ella extraña muchas cosas, pero ahora, solo espera que el nuevo comienzo en la escuela sea diferente y su entorno se convierta en su nueva familia. Así inicia la historia de El Árbol de Yeniret, escrito por las investigadoras Cécile Blouin y Stéphanie Borios.

Esta obra no solo narra cómo Yeniret tiene que adaptarse a un nuevo colegio, sino que representa un esfuerzo por visibilizar la niñez migrante y por construir narrativas positivas en un país que enfrenta grandes retos en este tema.

En un contexto en el que aún son pocas las historias que reflejan la realidad de los migrantes, este libro es el proyecto ganador del Concurso Anual de Proyectos de Creación 2022 del Vicerrectorado de Investigación de la PUCP. En esta entrevista, Cécile Blouin, investigadora asociada al IDEHPUCP, reflexiona sobre el proceso de creación de El Árbol de Yeniret y el impacto de visibilizar estas historias en la literatura infantil.

Usted ha escrito otros libros académicos sobre migración, ¿cómo surge la idea de enfocar este escrito hacia una audiencia infantil?

La idea era salir de la esfera académica para llegar a otro tipo de público. Nace de observar que la realidad de las familias migrantes, especialmente de los niños y niñas, ha sido invisibilizada tanto en el ámbito académico como en la literatura. Muchas de sus historias no se conocen.

Una cosa es una publicación académica que aborde retos y experiencias de vida de los niños migrantes, y otra es una historia contada desde su propia perspectiva, dirigida a un público infantil. Existen algunas iniciativas de organizaciones internacionales, pero aún no hay una literatura extensa sobre niños migrantes.

Además, la idea también surge de nuestro último trabajo de campo antes de la pandemia, Trayectorias Migrantes: la juventud venezolana en el Perú, realizado junto al IDEHPUCP. Observamos que la migración era muy familiar. Es decir, las personas que llegaban al país solían tener hijos o estaban en proceso de reunirse con ellos, lo cual es otra realidad que el libro también refleja. Nos pareció importante plasmar estas experiencias.

¿Qué diferencias existen entre la realidad que plantea el libro y la realidad que realmente viven los niños que vienen desde Venezuela?

En El Árbol de Yeniret, intentamos visibilizar aspectos positivos, la escuela vista como un espacio de aprendizaje y empatía, donde los niños pueden sentirse apoyados por docentes y equipos. Pero, en la realidad, esto no siempre sucede. Es posible tener compañeros que ayudan, pero no necesariamente un docente pendiente de su situación.

Algunos temas reflejados en el libro, como el acceso a una escuela, el bullying, el hablar diferente o desconocer ciertas reglas, cobran relevancia porque pueden causar conflictos. Esto varía según la edad del niño, no es lo mismo adaptarse a los cinco años que a los quince.

¿Cuáles son, en su opinión, los mayores desafíos de representar la migración infantil en un formato accesible y empático para el público infantil?

Ha sido un trabajo arduo y difícil, con muchas negociaciones dentro del equipo. Es complicado transformar un lenguaje académico en uno accesible para los niños, en un formato corto y no especializado. Además, teníamos ciertas reglas, como no representar actos xenófobos explícitamente en el libro. Nos propusimos visibilizar estereotipos de una manera que no refuerce prejuicios, sino que los cuestionara.

¿Por qué no abordar estos estereotipos, como el tema de la criminalización de los extranjeros?

No creo que eso necesite ser contado. Pienso que la criminalización debería tratarse en espacios educativos y de otra manera. Es difícil abordar esto en un lenguaje simple, sin reforzar estereotipos o promover respuestas xenófobas. Sería ideal tener guías para que los docentes trabajen estos temas en niveles más avanzados.

Sin embargo, al leer el libro, uno logra empatizar con Yeniret y todo lo que vive. ¿Se podría generar una especie de conciencia si se abordan esas narrativas?

Creo que, si el lector logra empatizar con la protagonista, entonces el libro está cumpliendo su objetivo. Se trata de una contra narrativa a estas narrativas sobre la criminalización. A lo que voy es que si tú dices: “Yo sí siento empatía con esta niña por todo lo que le ha ocurrido”, pues ya nuestro trabajo está logrado. Es decir, hemos generado otra narrativa, no una en donde ellos son criminales, sino una en donde se muestra a personas que la han pasado difícil, que están saliendo adelante y que finalmente comparten muchas cosas en común con muchísimas familias.

Es una forma de narrar sin necesitar visibilizar algo que es tan recurrente, cansado, y que genera una otredad en cada momento. Hacerlo sería seguir alimentando lo que dicen, y el país no necesita eso. 

¿Qué espera que las personas se lleven tras leer El Árbol de Yeniret?

Que comprendan que somos distintos, que existen diferencias, y que debemos aprender de ellas.