Ir al contenido principal Ir al menú principal Ir al pie de página
Opinión 15 de abril de 2025

Por Myra E. Flores (*)

La ciencia no solo avanza a través del conocimiento acumulado, sino también gracias a la diversidad de perspectivas que enriquecen su desarrollo. A lo largo de la historia, la contribución femenina en la investigación ha enfrentado desafíos sociales que han limitado su pleno reconocimiento y aprovechamiento. Sin embargo, cada vez más estudios confirman que la participación equitativa de mujeres y hombres en la ciencia no solo fortalece la producción de conocimiento, sino que también genera soluciones más innovadoras y relevantes para la sociedad.

Empecemos por referirnos al estudio publicado por Zhang y colaboradores en 2021[1]. Este reveló diferencias significativas en los enfoques de investigación adoptados por hombres y mujeres, incluso cuando estos pertenecen al mismo campo académico y ocupan posiciones equivalentes. Se concluyó que los investigadores varones, en mayor medida, tienden a centrar sus esfuerzos en el progreso científico, priorizando la producción de artículos de alto impacto en términos de citaciones dentro de círculos académicos especializados. Por su parte, las investigadoras priorizan, en mayor proporción, el avance social, desarrollando estudios con aplicaciones prácticas más amplias, especialmente en la mejora de condiciones humanas y sociales.

Lejos de representar un antagonismo entre enfoques, esta diversidad evidencia una complementariedad fundamental para el desarrollo de la ciencia. Las mujeres valoran y participan activamente en el progreso científico, pero además integran dimensiones humanistas en su trabajo, atribuyendo un peso significativo al impacto social. En este sentido, es imperativo reconsiderar los criterios de evaluación y financiación de la investigación, dado que en muchas ocasiones las métricas predominantes—como el número de citaciones—no reflejan la contribución social de los estudios, a pesar de su relevancia.

Otro estudio publicado en el 2022[2] en el queanaliza más de 6,6 millones de artículos científicos publicados en 15 000 revistas internacionales mostró que los equipos de investigación mixtos, conformados por hombres y mujeres, generan estudios más innovadores y con mayor reconocimiento académico en comparación con aquellos integrados exclusivamente por hombres o por mujeres. Los artículos producidos por equipos diversos no solo presentan un 7 % más de innovación, sino que además tienen un 14,6 % más de probabilidades de ser considerados de alto nivel.

La interacción entre distintas perspectivas fomenta una dinámica investigativa más enriquecedora, en la que convergen habilidades complementarias y enfoques multidisciplinarios para abordar problemáticas desde ángulos diversos. En un contexto global donde la ciencia desempeña un papel fundamental en la resolución de desafíos complejos, promover la diversidad de género en los equipos científicos no es únicamente un asunto de equidad, sino una estrategia esencial para la excelencia investigativa y la mayor capacidad de proponer soluciones.

Por otro lado, desde principios del siglo XX, se conoce que existen diferencias biológicas entre hombres y mujeres determinadas por los cromosomas sexuales (XX en mujeres y XY en hombres). Estas diferencias influyen en aspectos clave como el desarrollo de órganos, el sistema inmunológico, el metabolismo, la densidad ósea, la susceptibilidad a diversas enfermedades, entre otros aspectos. A pesar de este conocimiento, la investigación médica ha priorizado históricamente el estudio de los cuerpos masculinos, considerando a las mujeres como casos atípicos.

Esta falta de representación ha generado deficiencias sustanciales en el conocimiento sobre cómo ciertas enfermedades afectan a las mujeres, derivando en desigualdades en el acceso a tratamientos adecuados. Por ejemplo, las mujeres experimentan efectos adversos a los medicamentos en una proporción dos veces mayor que los hombres, y presentan un riesgo superior de rechazo de prótesis, como los de cadera, debido a diferencias anatómicas y a la ausencia de pruebas médicas diferenciadas por sexo.

Asimismo, la falta de estudios diferenciados por sexo biológico ha retrasado el reconocimiento de síntomas particulares en mujeres. En el caso de enfermedades cardiovasculares, los estudios tradicionales se han centrado en síntomas típicos masculinos, como el dolor torácico, ignorando manifestaciones frecuentes en mujeres, tales como fatiga extrema, náuseas o molestias en la mandíbula. Esta falta de enfoque diferenciado ha contribuido a diagnósticos tardíos o erróneos, afectando negativamente la calidad de los tratamientos y aumentando los riesgos asociados.

A pesar de los esfuerzos recientes por incluir a mujeres en ensayos clínicos y estudios médicos, los reportes de 2019 continúan evidenciando su subrepresentación en investigaciones sobre enfermedades que las afectan significativamente, como el cáncer y las afecciones cardiovasculares.

Por las razones descritas líneas arriba, fomentar la igualdad de género en la ciencia no es solo un principio de justicia, sino también una oportunidad para aprovechar el talento femenino subutilizado y enriquecer los enfoques investigativos y la innovación. En particular, una mayor presencia de mujeres investigadoras es clave para abordar problemáticas que han sido históricamente relegadas, como los déficits en salud femenina. Por ello, generar un entorno que permita a las científicas desarrollarse plenamente no solo fortalecerá el sistema científico nacional, sino que también impulsará un progreso sostenible y equitativo para la sociedad en su conjunto.

(*) Química y divulgadora de la ciencia.


[1] Zhang, L. et al. (2021). Gender differences in the aims and impacts of research. Scientometrics 126, 8861–8886 (2021). https://doi.org/10.1007/s11192-021-04171-y

[2] Yang, Y. y col. (2022). Gender-diverse teams produce more novel and higher-impact scientific ideas. Proc Natl Acad Sci U S A, 119(36), https://doi.org/10.1073/pnas.2200841119