Escribe: José Alejandro Godoy (*)
Un balance preliminar de los comicios subnacionales nos lleva a constatar una serie de continuidades en la política regional y municipal, así como algunos fenómenos ya detectados en las elecciones generales realizadas durante 2021 ¿Cuáles son los elementos persistentes en esta elección?
En las elecciones regionales y municipales fuera de Lima, el principal rasgo es la prevalencia de un conjunto de agrupaciones de alcance departamental, denominadas “coaliciones de independientes” por el politólogo Mauricio Zavaleta. Se trata de núcleos de personas agrupadas alrededor de un líder sin tener necesariamente mayores vínculos ideológicos y programáticos entre sí y cuyo único objetivo es llegar al poder. Buscan reclutar candidatos atractivos en provincias y distritos, cuentan con operadores políticos para llegar a distintos tipos de públicos, buscan una buena presencia en medios de comunicación y redes sociales y, además, incorporan figuras reconocidas ajenas a la política para atraer a un público bastante desafecto a la misma. De las dieciséis regiones en las que no habría segunda vuelta regional, diez fueron ganadas por este tipo de agrupaciones.
Un segundo elemento es que no existen partidos nacionales que sobresalgan. Alianza Para el Progreso y Somos Perú obtienen triunfos en regiones en las que tradicionalmente han tenido cierto arraigo, como el norte (La Libertad y Tumbes) en el caso de APP, y la Amazonia (Loreto y San Martín) en el caso de Somos Perú. En los cuatro casos, los ganadores son figuras conocidas en sus regiones. El caso más resaltante es el de César Acuña, quien había postulado sin éxito a la Presidencia en dos oportunidades. Esta vez, tal vez con mayor realismo respecto de sus posibilidades, el jefe de Alianza Para el Progreso buscó el gobierno de la región donde tiene su mayor caudal de votantes. APP perdió la presidencia del Congreso, pero, gracias a un elector menos afecto a criticas éticas a los políticos, finalmente obtuvo el objetivo tan anhelado por su presidente y fundador.
Otro elemento repetido en las últimas décadas es la baja performance de los partidos que pasan a la segunda vuelta electoral presidencial. Esta vez no fue la excepción. Perú Libre ni siquiera pudo presentar candidatos en Junín – su región de origen – y, en términos generales, sus resultados han sido bastante malos. La agrupación oficialista pagó el desgaste de la actual administración y además mostró claramente su debilidad intrínseca. En el caso de Fuerza Popular, resulta tradicional que el fujimorismo tenga una baja performance en este tipo de comicios, pero, en este caso, ni siquiera llegó a presentar candidatos en varias zonas del país. Solo en los distritos limeños de San Isidro y San Borja los candidatos fujimoristas consiguieron puestos como regidores.
Para Acción Popular, la situación es particularmente dramática. A diferencia de los grupos anteriores, el viejo partido había tenido una buena performance en este tipo de comicios en el pasado. Esta vez no pudo presentar candidato a la alcaldía de Lima Metropolitana y no ha obtenido ningún triunfo importante en general. Para completar el espectáculo lamentable, miembros de sus diversas facciones se han culpado abiertamente en redes sociales sobre el pésimo desempeño de la agrupación política. Resulta evidente el desgaste producido por varios de sus gobiernos regionales y locales, así como la factura que los electores le han cobrado a una agrupación dividida y cuyos representantes no han hecho gala de ponderación política.
En cuanto a Lima, se confirmó que, desde el punto de vista electoral, es una plaza conservadora. Voto a voto, dos variantes de lo que fue el gobierno de Luis Castañeda Lossio – quien dirigió la capital del país por doce años – disputaron el puesto político más importante de estas elecciones. De un lado, Rafael López Aliaga, quien heredó el partido Solidaridad Nacional y lo transformó en Renovación Popular, planteó que Lima podía ser “potencia mundial. De otro lado, Daniel Urresti, asociado al congresista José Luna Gálvez – otrora financista de Castañeda -, planteó una agenda centrada en el principal problema para los ciudadanos: la seguridad ciudadana. Ambos proyectos plantean dos visiones conservadoras de la política: de un lado, la plasmación del supuesto sueño de eficiencia, obras y desarrollo centrado exclusivamente en la economía; del otro, la “mano dura” para enfrentar a la delincuencia. En una campaña electoral a la que los ciudadanos prestaron poca atención, la recordación de ambos postulantes – quienes fueron candidatos a la Presidencia de la República en 2021 – y la presentación de estas dos ideas genéricas fueron suficiente.
Por un margen muy estrecho, López Aliaga ganó la contienda limeña con la menor votación que ha obtenido un alcalde de la capital desde 1980. Sus seguidores más ideologizados atribuyen su triunfo a una supuesta búsqueda ciudadana de un líder opositor que logre la vacancia presidencia, tan ansiada por aquellos seguidores. Pero el triunfo del líder de Renovación Popular no está asociado con ese objetivo sino que se vincula con elementos circunstanciales: la decisión del candidato de suavizar un poco su estilo bronco y directo, los errores cometidos por su rival, Daniel Urresti, en la última semana de campaña – en particular, durante el debate organizado por el Jurado Nacional de Elecciones – y, finalmente, la división del voto más institucionalista entre las candidaturas de George Forsyth y Elizabeth León, vistos por varios electores como males menores frente a los dos postulantes conservadores.
Sin embargo, la elección de López Aliaga y su propia performance deben llamar la atención de los sectores progresistas. La izquierda más moderada pagó el costo de presentar un candidato inmerso en denuncias bastante serias (a las que respondía de manera destemplada), y de no tomar distancia frente al gobierno nacional actual. Por su parte, el centro, donde convergen las orientaciones políticas que algunos analistas denominan «republicanas», encarnado en el Partido Morado, no pudo presentar candidato en Lima Metropolitana y, salvo en algunos distritos de clases altas y medias, ha tenido un desempeño bastante bajo. Se confirma la crisis de ambos sectores, ya observada en la campaña electoral 2021.
Finalmente, la elección volvió a mostrar dos cuestiones importantes. De un lado, deben dejarse de lado reglas anacrónicas como la veda de encuestas durante la última semana, que genera condiciones para una mayor incertidumbre y fomenta la circulación de noticias falsas antes que un “periodo de reflexión para el elector”. De otro lado, urge que el Jurado Nacional de Elecciones ajuste los criterios de exclusión y tacha de los candidatos, así como los plazos en los que debe resolver estos casos.
(*)Docente del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP