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Entrevistas 12 de noviembre de 2024

Es su primera visita al Perú y la agenda de Philippe Sands (Londres, 1960) ha sido lo bastante apretada como para asegurarle, por lo menos, cinco encuentros con el público. Philippe Sands, jurista y profesor de Derecho Internacional en el University College de Londres, es especialista en Derechos Humanos y ha intervenido en destacados juicios internacionales celebrados en el Tribunal de Justicia de la Unión Europea y en la Corte Penal Internacional de La Haya, incluyendo los casos de Pinochet, la guerra de Yugoslavia, el genocidio de Ruanda, la invasión de Irak y Guantánamo.

El destacado escritor inglés llegó a nuestro país como uno de los invitados más esperados de la décima edición del Hay Festival Arequipa, actividad que contó con el auspicio de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Por ello, además de brindar tres charlas en Arequipa, participó en el conversatorio Democracia y derechos humanos, donde compartió ideas con nuestro director, Miguel Giusti; la abogada Michelle Reyes, especialista del programa de Justicia Internacional de Human Rights Watch, y Eduardo González, experto independiente de la ONU sobre la situación de los derechos humanos en Mali.

Teniendo en cuenta su experiencia, estoy segura de que en el Perú podría encontrar mucho material para trabajar.

En la vida es mejor tener mucho cuidado cuando uno dice algo sobre personas o lugares que no conoce o no entiende bien. Yo trataría al Perú con el respeto de un inocente.

Eso está muy bien porque vivimos en una época en la que todos son culpables hasta que se demuestre lo contrario.

Yo tengo el enfoque contrario. En la vida a veces nada es lo que parece y debemos tener cuidado antes de lanzar puntos de vista o conclusiones sobre temas o lugares que no conocemos bien.

Tiene razón. Pero no puedo evitar pensar que su respuesta, muy cauta, es la de un abogado.

En realidad, hablo como esposo. Mi consejera más importante es mi esposa. Me protege de mí mismo. Ella tiene familia española. Su madre es española y tiene familia en España, México y Chile. Una familia que también es mía y que es maravillosa.

¿El que tenga usted familia en Chile tuvo que ver de alguna forma con que se interese en escribir un libro abordando la historia de Pinochet?

Sí. Pero no lo sabía hasta que empecé a escribir el libro. Mientras hacía la investigación descubrí, completamente por accidente, el papel fundamental que desempeñó un familiar de mi suegra en Santiago…pero no puedo dar adelantos hasta que se publique el libro, el próximo año. 

¿Cómo un jurista como usted decide escribir, más allá de sus publicaciones académicas, libros de no ficción en los que narra historias de vida?

Yo soy sobre todo un académico hace más de 20 años y he escrito muchos libros académicos de los que estoy muy orgulloso, pero estoy seguro de que esos libros no han vendido más de 50 ejemplares. Me sorprendería mucho de verdad si me entero que han vendido más ejemplares. Yo quería llegar a un público más grande, porque a mí me importa el Derecho Internacional, y lo decidí en el marco de las protestas en Londres por la participación inglesa en la Guerra en Irak. En esa ocasión dos millones de personas marcharon en contra de la decisión del gobierno llevando carteles que ellos mismos habían hecho donde decían que esta decisión iba en contra del derecho internacional. Entonces yo me emocioné al ver que el Derecho Internacional había llegado a la conciencia de la gente y pensé “este es el público al que yo le quiero hablar”. Me gustaba mucho el gueto donde yo estaba (el académico) pero yo quería ir más allá.

¿Qué fue lo que encontró cuando salió del gueto?

Encontré que las personas son muy inteligentes. Que no se puede ni se debe subestimar al lector.  Mi libro Calle Este – Oeste se ha traducido a 33 idiomas y ha vendido casi un millón de ejemplares, y lo que esto nos dice es que un libro que tiene cierta complejidad sobre las reglas del derecho internacional, y que habla sobre genocidios y crímenes de lesa humanidad, es interesante para las personas comunes y corrientes y accesible para ellos. Esto es increíblemente emocionante.

Es emocionante pero también debe de ser difícil para usted acercarse a historias de vida tan complejas y en las que hay tanto dolor.

Descubrí que la mejor manera de abordar una cuestión es enfocarse en narrar una experiencia estrecha, detallada, del ser humano. Contar una historia más compleja. En La última colonia la protagonista es Liseby Elysé, una mujer de 71 años de edad, negra, que no sabe leer ni escribir. En Calle Este – Oeste los protagonistas son dos hombres que se salvan de las atrocidades de los nazis; y en mi nuevo libro ―Londres 38― hay personas que se ven entrampadas en los horrores de la década de 1940 y de 1970 también. Creo que la razón por la cual estos libros funcionan es que cuentan historias complejas a través del lente de una única experiencia humana. Los lectores, todos muy diferentes, entienden esto y quieren relacionarse con esto. Es muy importante para mí que mis colegas, tanto académicos como jurídicos, respeten lo que yo escribo, pero al mismo tiempo, este no es mi público principal.

Quienes se acercan a sus libros se sienten muy tocados por sus historias. ¿Cómo se siente usted al enfrentarse a estas historias? Hay personas que consideran que, después de los casos que ha visto, ya no le sorprende nada. O, en el otro extremo, que nada le deja de sorprender.

Probablemente no es ‘sorprendido’ la palabra, sino más bien fascinado. Fascinado por la experiencia humana. Si tomamos a Liseby Elysé, cuya historia se cuenta en La última colonia, las personas que leen este libro se relacionan con las injusticias que ella ha vivido, las entienden y se preguntan “¿qué haría yo?”. Tras haber hablado con muchas personas sé que son sobre todo las mujeres quienes se relacionan y se compenetran con la historia de esta mujer extraordinaria. Entonces, su historia, sorprendente y horrorosa, me fascinó porque una persona sin educación formal, que no lee ni escribe, haya mantenido una lucha por cincuenta años. Es increíble.

Son las personas que menos tienen las que más luchan por la justicia

Sí, es cierto. En mi experiencia he comprendido que quienes están más lejos del ejercicio de poder son quienes mantienen la dignidad y la lucha. Mientras más se tiene en la vida menos recordamos qué es importante y qué no es importante. Más nos alejamos de la noción de lo que es justo o es injusto.

Y estamos en una época en la que tenemos dificultades para discernir esto último. Con el avance de las extremas derechas los derechos humanos pasan a un último plano.

Yo soy una persona optimista. Para mí la ley y la justicia son un juego de largo aliento, y los resultados se verán a largo plazo. Es la única manera de ser optimista; de otra forma, si vemos el mundo actual sin esa perspectiva, nos terminaríamos preguntando cuál es el sentido de todo esto y nos iríamos a llorar a una esquina. Liseby Elysé no lo hizo, no se fue a llorar a una esquina. Tampoco Raphael Lemkin ―en Calle Este – Oeste― ni Carmen Soria ―en mi siguiente libro―. Son personas que nunca dejaron de luchar y son sus acciones las que nos dan esperanza y nos mantienen andando en una era de impunidad. Acaba de elegirse en Estados Unidos como presidente a una persona que es un delincuente sentenciado, que trata a las mujeres de una manera ilegal. ¡Y acaba de ganar por el voto popular! Entonces, una reacción puede ser decir “me rindo”. Pero no lo haré. No debemos hacerlo. No es el camino. He visto muchas cosas terribles, veo muchas vidas vacías, he observado muchos crímenes, pero, aun así, en medio de todos estos horrores, he encontrado a personas impresionantes y creo que la trayectoria de la historia favorece finalmente los derechos de las personas y los grupos. Como lo hizo mi abuelo. Como lo hizo Liseby Elysé. Como lo hace mucha gente en Perú. Hay algo en el espíritu humano que nos da esperanza, y debemos recordar que el derecho internacional es el único idioma que todos tenemos en común. En cualquier lugar del mundo yo hablo de derecho internacional y la gente sabe de qué estoy hablando.

Ahora que menciona que el Derecho Internacional es un lenguaje global, pienso en que hay personas que cuestionan su validez, su efecto, su funcionalidad. Hay una guerra en Ucrania, Israel está acabando con Palestina y son muchos los gobiernos alrededor del mundo que intentan ignorar los planteamientos del Derecho Internacional…son tiempos difíciles para esta materia.

Es una pregunta muy poderosa y no puedo dar una respuesta satisfactoria. Todo lo que puedo decir es que de hecho las reglas existen, incluso si es que no se implementan o no se hacen cumplir, y su existencia es capaz de por sí de ofrecer esperanza a la gente. El Derecho Internacional no puede evitar los horrores en Ucrania, en Sudán, en Israel el 7 de octubre o en Gaza desde el 7 de octubre; pero el mundo tiene claro qué es correcto y qué no lo es, y eso es mejor que vivir en un mundo en el que no existan esos instrumentos. Te digo esto siendo consciente de que a la gente de Ucrania, Sudán o Palestina estas palabras pueden sonarles vacías.

(*) Prensa IDEHPUCP