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Notas informativas 18 de octubre de 2022

Katherine Zegarra (*) 

La democracia es un concepto difícil de definir. Desde una perspectiva minimalista, Joseph Schumpeter (1983) señala que la democracia puede entenderse como “el arreglo institucional para llegar a las decisiones políticas, en el que los individuos adquieren el poder de decisión mediante la lucha competitiva por sus votos”. Por su parte, Guillermo O’Donnell (2010) indica que en una democracia es necesario garantizar una serie de protecciones a las y los ciudadanos para que puedan participar y votar con libertad. Desde el retorno a la democracia, las instituciones electorales peruanas han buscado garantizar que la ciudadanía ejerza su derecho al voto y que exista una participación efectiva en los procesos electorales. 

La participación en elecciones es fundamental para la rendición de cuentas y es un indicador de la confianza ciudadana en el régimen democrático. En este sentido, la baja participación en las elecciones puede entenderse como la erosión de la confianza en los funcionarios y en la democracia en sí misma (Lizundia y Misra, 2022). Ante ello, cabe preguntarse si estas elecciones, en las que hubo un ausentismo electoral de 23% (casi un cuarto de la ciudadanía),  indican que la democracia es cada vez menos viable en el Perú. Cabe señalar que, a pesar de que la democracia no se reduce a las elecciones, es impensable desligarse de ellas.

Existe en la ciudadanía desilusión sobre la democracia y los políticos. Esto se evidencia en los bajos niveles de confianza ciudadana hacia sus principales instituciones democráticas. Según una encuesta realizada por el Instituto de Estudios Peruanos (IEP) en septiembre de este año, el 51% de la población se encontraban poco o nada interesados en el proceso electoral regional y municipal. Esto no es de sorprender si se tiene en cuenta que un buen número de nuestras autoridades tienen antecedentes y sentencias civiles y penales por delitos relacionados con violencia familiar, pensión de alimentos, actos irregulares contra la administración pública, etcétera. Ante un escenario como este -con baja participación y una clase política desprestigiada-, cabría pensar que la democracia va perdiendo sentido.

 A pesar de que la mayoría (56%) considera que el país es una democracia con grandes problemas, este régimen sigue siendo el más apoyado según el Latinobarómetro (2020), mientras que el 15% de peruanos considera que el país es una democracia con pequeños problemas[FRRC1] . Esta encuesta muestra que para el 53% “la democracia es preferible a otro tipo de gobierno”. Si bien el apoyo a la democracia ha presentado un comportamiento heterogéneo, este no ha bajado del 47.5%, lo cual puede significar que la democracia sigue siendo viable en el Perú a pesar de las considerables amenazas que enfrenta. 

Fuente: Latinobarómetro, 2001-2020. Elaboración propia. 

Sin embargo, es importante advertir que los comportamientos autoritarios han ido en aumento desde el 2017. Según el Latinobarómetro (2020), el 18.5% de las y los peruanos señalan que “bajo ciertas circunstancias, un gobierno autoritario puede ser preferible en comparación a uno democrático”. Esta cifra genera preocupación. Por otro lado, cabe indicar que el 12% considera que no contamos con un régimen democrático. ¿Qué hacer ante esta situación? En primer lugar, hay que considerar que, si bien un régimen democrático debe contar necesariamente con elecciones institucionalizadas, estas no son suficientes. La política no es solo votar, es también articular agendas locales o nacionales. En este sentido, el desarrollo de la ciudadanía es fundamental para que continúe sobreviviendo la democracia. Percibirnos como sujetos políticos tendría que ser el primer paso en esta defensa del régimen democrático. 


[1] Katherine Zegarra es magíster en Ciencia Política por la Universidad de Salamanca. Politóloga y docente de la PUCP.