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Opinión 31 de octubre de 2022

Se puede definir a una red como “un conjunto de relaciones (líneas, vínculos o lazos) entre una serie definida de elementos (nodos) y sus enlaces”[1]. En otras palabras, es el conjunto de “relaciones sociales o interpersonales que ligan individuos u organizaciones en “grupos”[2]. De esta manera, el concepto de red es una de las formas de comprender la organización de la sociedad mediante la cual se enfoca aquellos ámbitos que conectan a las personas[3].  Es a partir de esos vínculos o conjunto de relaciones desde las cuales se puede interpretar las conductas de quienes integran esas redes[4].

Las redes están compuestas por nodos (actores) y enlaces (relaciones, vínculos). Los nodos son las personas (individuales o jurídicas, nacionales o internacionales)[5]; por ejemplo, funcionarios públicos o particulares[6] que van a actuar de manera interdependiente[7]. La ubicación de un nodo en la red “constriñe su comportamiento, su capacidad y horizonte de acción, y su acceso e influencia sobre los recursos e información que se distribuye dentro de cada red”[8].

Una característica importante de los nodos es su capacidad de intermediación. Es decir, que pueden conectar diferentes zonas de una red, incluso las que no estuvieran conectadas, permitiendo así el acceso a información y recursos[9]. Ello puede presentarse por iniciativa propia, promoviendo que se generen relaciones entre nodos (por lo que sería un catalizador), o a través de algún mecanismo (formal o no) establecido por la red (como podría ser el caso de un convenio)[10].

Por su parte, los enlaces expresan la conexión entre los nodos. Supone el “reconocimiento de las relaciones como los lazos que permiten unir, organizar, articular a los actores de la sociedad”[11]. Estas relaciones producen impacto en el comportamiento de los nodos y pueden modificarse en el transcurso de la relación[12].

Algunos aspectos que se pueden tomar en cuenta al momento de valorar los enlaces son su origen y antigüedad; la frecuencia de las interacciones; la proximidad entre nodos y la ubicación de los nodos en la red[14].

Así, los enlaces están dados por interacciones en donde destacan transacciones, operaciones, o cualquier tipo de intercambio, o también relaciones de amistad, familiaridad, o afiliaciones comunes[15]. Como puede apreciarse, los enlaces pueden ser de diversos tipos, incluyendo también la interacción a partir de conversaciones, llamadas o mensajes; conexiones físicas (que establezcan algún tipo de cercanía en el ámbito territorial o geográfico); vínculos de autoridad y ascendencia[16]. Las redes en sí mismas, por tanto, no tienen una carga negativa ya que son producto de nuestra interacción con otros miembros de la sociedad.

En el caso de la corrupción partimos de un contexto particular en el cual los ciudadanos son testigos de que en la mayoría de instituciones públicas los caminos formales son ineficaces, lentos o no funcionan, o que, si lo hacen, dan preferencia a la satisfacción de derechos de un determinado círculo de personas. Estos son por lo general conocidos, amistades o familiares de funcionarios de alto o menor rango.

Si esta es la situación en la que se desenvuelven los ciudadanos, aquella persona que no forma parte de las redes y que por tanto se encuentra aislada, se verá obligada a insertarse en el esquema de corrupción. Sobre todo si esa es la única manera de acceder a un servicio público determinado. Por tanto, tendrá que aprender las dinámicas de corrupción, conocerlas, comprenderlas y ponerlas en práctica para, por lo menos, disfrutar de los beneficios del servicio público que ofrece el Estado. En esta primera instancia las personas tendrán que decidir (en función al contexto específico en el que se encuentre) entre el camino formal y legal (ineficaz y/o lento) o el de la corrupción.

Habiendo decidido por el camino de la corrupción, esta persona tendrá que buscar una red que la acoja y de la cual aprender las dinámicas que correspondan. Ello resulta por lo menos complicado debido a que las redes no se manifiestan abiertamente. En esa línea se tendrán dos opciones: la primera de ellas será buscar a esas redes por su propia cuenta, siendo altamente probable que se conecte con falsos nodos de la red (lo que sería riesgoso para la satisfacción de sus intereses).

La segunda opción será recurrir a sus redes iniciales, sobre todo a aquellas que sean más afines a su necesidad. El objetivo de esta tarea será identificar si entre las personas que conoce hay alguna que sea parte de una red en particular. Es decir, si entre sus amistades o compañeros de trabajo o estudios alguien puede servir de puente o de intermediario para acceder a una red específica. Así, tendremos que identificar qué personas son útiles para satisfacer determinados propósitos u objetivos.

En esa búsqueda es posible encontrar en las redes iniciales a funcionarios de alto, mediano o bajo rango; o familiares o amigos de estos funcionarios o quienes de manera indirecta (a través de uno, dos, o más intermediarios) puedan acercarnos a ellos. Cierto es que resulta más probable que desde las redes primigenias solo pueda accederse a personas con vínculos débiles. Si nos preguntamos por cuántos funcionarios de alto rango en las jerarquías institucionales (incluyendo familiares o amigos cercanos de ellos) conoce una persona promedio, la respuesta será a un número muy reducido o prácticamente a ninguno. Lo contrario sucederá en el caso de funcionarios de rangos iniciales o familiares, amigos o conocidos de estos. Aquí el número puede ascender, siendo suficiente para iniciar el camino hacia la red que se quiere alcanzar.

Si ello es así, cabe preguntarse qué papel juega la administración pública formal en estas dinámicas de redes. Una primera alternativa es entender que la administración pública provee el contexto de decisión en el cual se va a desarrollar esta breve lucha para definir a la red que será beneficiada. En una segunda instancia, la administración pública formal legitimará dicha decisión. Ello le dará vicios de legalidad, por lo que además contará con la protección de la institución pública.

Esta situación incluso es aceptada y admitida como normal puesto que, en la lógica de redes, a cada quien le corresponde (al menos) una oportunidad de tener esas cercanías e influencias sin que ello implique posteriores denuncias o reclamos por parte de algún integrante de la red que no alcanzó su cometido. Pero en el supuesto de que existiera alguna denuncia, si bien la propia institución podría rectificarse y abandonar esas prácticas de favorecimiento, lo más probable será que en adelante desarrolle sus dinámicas más cuidadosamente, lo que implicaría incluso reorganizarse y adecuar sus actividades.

(*) Investigador de la Línea Anticorrupción del Idehpucp.


[1] MONTEVERDE, Vicente Humberto. “Un análisis de actos y áreas de corrupción”. Revista internacional de transparencia e integridad, 2018, N° 7. P. 2.

[2] WAXENECKER, Harald. “Honduras: ¿Redes indebidas de poder, impunidad y enriquecimiento? Un bosquejo de una realidad compleja”. Fundación Heinrich Böl, 2016. P. 4.

[3] CABALLERO REYES, Claudia M. “Antecedentes a la teoría de las redes sociales. Algunos aportes desde la Sociología”. Horizontes y Raíces, 2015, vol. 3, N° 2. P. 31.

[4] LOZARES COLINA, Carlos. “La teoría de redes sociales”. Papers: revista de sociologia, 1996, N° 48. P. 108.

[5] MONTEVERDE, Vicente Humberto. Op. Cit. P. 3.

[6] SALCEDO-ALBARAN, Eduardo y GARAY-SALAMANCA, Luis. Macro-criminalidad: complejidad y resiliencia de las redes criminales. iUniverse, 2016. P. 5.

[7] RIVOIR, ANA LAURA. “Redes sociales: ¿Instrumento metodológico o categoría sociológica?”. Pp. 9-10.

[8] AGUIRRE, Julio Leonidas. “Introducción al análisis de redes sociales”. Documentos de Trabajo del Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas, 2011, vol. 82. P. 15.

[9] SANTOS ANAYA, Martín. “Más allá del dinero: redes familiares, amicales e institucionales y su relación con las trayectorias educativas postsecundarias de jóvenes peruanos”. Redes: revista hispana para el análisis de redes sociales, 2018, vol. 29, N° 2. P.168.

[10] Ibid. P. 168.

[11] CABALLERO REYES, Claudia M. Op. Cit. P. 32.

[12] Ibid. P. 34.

[13] BIDART, Claire y CACCIUTTOLO, Patrice. “En busca del contenido de las redes sociales: los «motivos» de las relaciones”. REDES. Revista hispana para el análisis de redes sociales, 2009, vol. 16. P. 181.

[14] MONTEVERDE, Vicente Humberto. Op. Cit. P. 3.

[15] MICELI, Jorge E.; ORSI, Omar Gabriel; RODRÍGUEZ GARCÍA, Nicolás. Análisis de redes sociales y sistema penal. Madrid: Tirant lo Blanch, 2017. P. 28.