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Notas informativas 8 de abril de 2025

Por Laura Rivera (*)

En tiempos en que el olvido parece haberse convertido en política de Estado, insistir en la memoria se vuelve un acto profundamente desafiante. Así lo demostraron las voces reunidas en el conversatorio Resistencia de la Memoria organizado por el Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la PUCP (IDEHPUCP) el pasado 4 de abril en el marco de la Noche de la Filosofía. El evento congregó a tres figuras destacadas de la defensa de los derechos humanos en el Perú: Salomón Lerner Febres, filósofo, expresidente de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) y presidente de IDEHPUCP; Manuel Burga, historiador, exrector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y exdirector del Lugar de la Memoria (LUM), y Jacqueline Fowks, periodista de investigación y docente de la Facultad de Comunicación de la PUCP. En el centro de sus intervenciones surgió una advertencia urgente y unánime: vivimos una campaña sistemática para demoler la memoria histórica del país.

En los últimos años se ha intensificado el ataque a instituciones clave para la preservación de la memoria. Los más evidentes han sido la hostilización constante al LUM, los intentos de bloquear el acceso a los archivos de la CVR custodiados por la Defensoría del Pueblo y la paralización de la Dirección General de Búsqueda de Personas Desaparecidas. La sucesión de estos hechos no ha sido azarosa.

Para Lerner Febres, el contexto actual no es un hecho aislado, sino que parte de una tendencia global de negacionismo que busca borrar las huellas de las violaciones a los derechos humanos. “Vivimos en general en un tiempo poco proclive a la defensa de los derechos humanos”, afirmó. “En el Perú, hoy vivimos una nueva arremetida contra la memoria. En la práctica, el LUM se encuentra abandonado a su suerte desde el arbitrario despido del historiador Manuel Burga”.

Manuel Burga fue director del Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social (LUM) desde agosto de 2018 hasta febrero de 2024, cuando fue destituido del cargo de manera arbitraria. Actualmente, la dirección del LUM está a cargo de la viceministra de Patrimonio Cultural e Industrias Culturales del Ministerio de Cultura, Moira Rosa Novoa Silva. Desde entonces, el LUM ha mantenido suspendidas sus actividades culturales.

Lo que se busca, en palabras de Burga, no es simplemente el olvido. Se trata de un intento por “reemplazar la memoria”. El LUM, comentó, es un espacio que surgió como iniciativa de la recomendación explícita de la Comisión de la Verdad y Reconciliación en 2003 y constituye un testimonio de las más de 22 mil personas desaparecidas durante el conflicto armado interno en el Perú.

“El LUM es un museo de las víctimas, como lo son los museos de Buenos Aires, de Medellín, de Santiago. No son museos de los perpetradores”, señaló con claridad. Y lanzó una pregunta que sigue resonando: “¿Por qué hay un temor a recordar? ¿Por qué hay temor a la memoria, a lo sucedido? Probablemente porque no somos una nación bien constituida”.

El acto de recordar, como mencionó también Salomón Lerner Febres, no es una actividad neutra ni un ejercicio anecdótico, es una práctica social, política, ética. “La memoria juega un papel fundamental en la construcción del mundo social. No es una reconstrucción pasiva del pasado, sino una reconstrucción activa y permanente. La memoria es una práctica conflictiva que se expresa bajo la forma de narraciones”, explicó.

Para Lerner negar la memoria es también negar las condiciones que permiten la democracia. “Todo autoritarismo se empeña en atacar la memoria, somete a los pueblos negando su pasado. La memoria deja de ser relevante en la medida en que la verdad deja de serlo”, sentenció.

Es importante entender que la lucha por la memoria, en la actualidad, no solo representa a las víctimas del conflicto armado interno, sino que también incluye a todas las víctimas de violencia estatal y represión de los últimos años.

“Las víctimas de noviembre de 2020, las de las masacres del 2022 y 2023, los 35 defensores ambientales asesinados en la Amazonía, todos ellos son parte de un continuo de violencia estatal. La memoria también está ahí”, explicó la periodista Jacqueline Fowks.

La resistencia de la memoria abarca también a los recientes acontecimientos que han marcado dolorosamente la historia contemporánea del país. Entre ellos, se cuentan la represión durante las protestas de noviembre de 2020 que acabó con la vida de Inti Sotelo y Bryan Pintado; las masacres de diciembre de 2022 y enero de 2023 en Ayacucho, Apurímac, Cusco y, especialmente, en Juliaca, donde 18 personas murieron en un solo día a causa de disparos policiales.

Frente a un poder político ocupado por perpetradores de ayer y de hoy, como denunció Fowks, los espacios de resistencia son otros. “La ciudadanía, las víctimas, las organizaciones y las redes son lugares de memoria cuando las instituciones son atacadas”, dijo.

Las reflexiones de los tres panelistas convergieron en una premisa que necesita ser recordada una y otra vez: sin memoria no hay democracia. Sin memoria no hay justicia. Sin memoria, el Perú queda condenado a repetir sus errores más trágicos, a permitir que el negacionismo gane terreno, que la violencia vuelva a ser presentada como método legítimo.

Lerner Febres resumió esta idea de manera clara: “La memoria está en discusión. Pero eso no debe entenderse como una debilidad. Es señal de su relevancia. El verdadero peligro es que se vuelva irrelevante, que la negación logre imponerse”.

En tiempos de posverdad y revisionismo, este conversatorio se presentó como un espacio de resistencia porque recordar, como reafirmaron Lerner, Burga y Fowks, es una forma de actuar. Y porque la memoria, aún estando bajo ataque, sigue viva en las voces de quienes se niegan a olvidar.

Revive el conversatorio aquí:

(*) Prensa IDEHPUCP