Han pasado casi 26 años de la masacre de Accomarca e igual tiempo de impunidad por los terribles sucesos que allí ocurrieron. Aquel fatídico 14 de agosto de 1985, en el anexo de Llocllapampa, ubicado en el distrito de Accomarca (provincia de Vilcas Huamán, Ayacucho), 69 peruanos y peruanas murieron trágicamente. Hoy, 15 de julio de 2011, aquel militar a quien se atribuye haber encabezado la matanza, el subteniente EP Telmo Hurtado, ha sido extraditado de los Estados Unidos para ser juzgado en el Perú.
En estos tiempos en que algunos críticos del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) parecen querer adaptar sus contenidos en función de una reconciliación basada en el olvido y la impunidad de los crímenes perpetrados en el pasado, vale la pena recordar los horrores de aquel oprobioso suceso. El recuerdo sirve para no olvidar los detalles de la absurda violencia vivida en aquellos años, la misma que, por cruda e irracional, ningún peruano debe tolerar jamás.
Han pasado más de siete años desde que la CVR hizo público su Informe Final y con él, la revelación descarnada de los hechos y crímenes ocurridos en los años del conflicto. La verdad allí dicha partió en gran medida del relato individual o colectivo de miles de víctimas. Algunos de sus testimonios fueron brindados ante los equipos fijos e itinerantes de la CVR, y otros en el marco de las audiencias públicas organizadas por la comisión. Fue este último espacio, propicio para la dignificación y sanación de las víctimas así como de quienes pudieron identificarse con ellas, el que sirvió para que algunos sobrevivientes de la masacre de Accomarca compartieran públicamente su dolor y el horror de lo vivido. Fue hace casi 26 años y solo unas horas correspondieron al episodio mismo de violencia. El resto de tiempo, toda la secuencia de hechos posteriores, forma parte de la prolongada historia de impunidad que mantiene libres de condena y sanción efectiva a los responsables de aquel horrendo crimen. La fría estadística de 69 muertos, entre ellos decenas de niños, solo es el resultado final de una narrativa más cruel, conocida gracias a quienes fueron testigos del evento.
Aquel día -cuenta uno de los testigos- los militares llegaron en dos grupos y cerraron las salidas del pueblo (Llocllapampa). Sus habitantes, incluidos ancianos, mujeres y niños, fueron sacados de sus chozas por los militares (“reventando sus balas”, señala el relato) y reunidos con el cuento de una asamblea. Los separaron en filas, hombres a un lado y mujeres al otro, y las más jóvenes fueron arrastradas unos metros hacia un montículo, donde fueron violadas. Posteriormente, todos fueron conducidos a dos casitas del lugar: mujeres y niños a una, y hombres a otra. Una vez encerrados -en medio de gritos- fueron blancos de balas, luego de bombas y finalmente -ya silenciados- presas del fuego que terminó por consumir sus cuerpos despedazados. Cuando los militares se fueron, los testigos escondidos en los alrededores recolectaron las partes dispersas de los cuerpos carbonizados de sus seres queridos para depositarlos en una fosa común.
Telmo Hurtado, sindicado como el principal responsable de la masacre, ha sido extraditado para unirse al resto de procesados en el juicio oral seguido en su contra por estos graves hechos, y corresponderá a la Sala Penal Nacional resolver su responsabilidad penal y la de quienes con él participaron de la masacre. En ese sentido, la sociedad espera con expectativa que este colegiado y las partes del proceso (fiscal y abogados de las víctimas) cumplan de modo eficaz el papel que a cada uno corresponde en esta historia y honren la memoria de las víctimas con la justicia que por tantos años les ha sido esquiva.
(*) Coordinador ejecutivo del IDEHPUCP