Ir al contenido principal Ir al menú principal Ir al pie de página
Entrevistas 4 de febrero de 2025

Por Laura Rivera (*)

La semana pasada, en una ceremonia pública, Dina Boluarte reconoció a Edmundo González Urrutia como presidente electo de Venezuela y le otorgó la condecoración de la Orden El Sol del Perú en el Grado de Gran Cruz, la máxima condecoración del Estado peruano. González visitó nuestro país como parte de su gira latinoamericana, en la que busca el respaldo de los mandatarios de la región ante la imposibilidad de asumir en su país el cargo para el que fue elegido. En Venezuela, el presidente continúa siendo Nicolás Maduro.

El discurso que Boluarte pronunció durante la condecoración a González llamó la atención de la opinión pública, pues la mandataria aseguró que su gobierno “no respalda tiranías”. Estas palabras no dejan de ser contradictorias si tomamos en cuenta que las pronuncia la presidenta con la menor aprobación en América Latina y cuyo mandato ha sido criticado por diversos organismos internacionales debido a los más de 50 muertos que se registraron a causa de la represión estatal en las protestas de 2022 y 2023.

Pero el gesto de Boluarte no es el único que ha llamado la atención. La gira por Latinoamérica que González Urrutia ha emprendido para lograr apoyo internacional ha desatado controversia, especialmente por los lazos que ha decidido estrechar con líderes como Javier Milei en Argentina y la propia Boluarte en Perú, ambos cuestionados por debilitar el orden democrático en sus países. Para analizar el mensaje político detrás de estos encuentros y sus implicaciones para la democracia venezolana, conversamos con el internacionalista Óscar Vidarte.

¿Qué mensaje político busca transmitir Edmundo Gonzales al visitar e interactuar con presidentes de países con democracias cuestionadas?

La estrategia de Edmundo González, en principio, busca aglutinar una mayor cantidad de apoyos a nivel regional para que la causa de la democracia siga vigente. La oposición venezolana ha adoptado una postura excesivamente pragmática y no le importa recibir el respaldo de gobiernos muy cuestionados en términos democráticos.

Creo que la estrategia no es la más adecuada. En la región existe un consenso sobre la falta de transparencia en las últimas elecciones en Venezuela, lo que ha llevado incluso a países como Brasil y Colombia a cuestionarlas. En este contexto, la oposición venezolana debió haber buscado un consenso más amplio en lugar de alinearse con gobiernos que, si bien son críticos de Maduro, también han sido señalados por sus propios déficits democráticos.

Por eso considero un grave error que la gira de González haya iniciado en Argentina con Milei, un presidente que genera muchas fracturas en la región. No fue políticamente hábil. Recibir el apoyo de figuras como Nayib Bukele tampoco es adecuado, ya que él mismo representa un modelo de liderazgo autoritario similar al que existe en Venezuela.

¿Cree que estas visitas puedan afectar la percepción de la esperanza de democracia que tienen los venezolanos?

No estoy seguro. El chavismo tiene más de dos décadas en el poder, y lamentablemente controla todos los espacios: el Estado, las fuerzas armadas y grupos paramilitares que mantienen el control en zonas urbano-marginales.

A lo largo de los años, se ha hablado de fracturas en el estamento militar, pero estas nunca se han materializado en un cambio real. Hace unos cuantos años vimos fuertes protestas y crisis económicas severas, pero de alguna manera Maduro superó esos momentos de inestabilidad. Hoy en día no hemos visto grandes fracturas, no hemos visto sectores militares que se hayan revelado, tampoco grandes protestas.

Existe la sensación de que es muy difícil sacar a Maduro del poder, y es cierto. Entiendo que en el discurso político brinden esperanzas para animar a la población. Pero la transición va a depender de los venezolanos. La comunidad internacional puede tener un rol, pero si no existe un movimiento interno, una presión interna, difícilmente se va a lograr un cambio.

¿Cómo se equilibra la necesidad de diplomacia con el riesgo de legitimar gobiernos cuestionados por su manejo de la democracia y los derechos humanos?

Colombia y Brasil han optado por mantener vínculos con el régimen de Caracas sin adoptar posturas confrontacionales, porque, seamos sinceros, alguien tiene que asumir un rol en un escenario de negociación. Pensar que el régimen de Maduro va a implosionar, o promover una intervención externa es poco realista e irresponsable por todo lo que puede implicar.

Muchas dictaduras han caído a través de procesos de negociación, porque quienes ostentan el poder no tienen incentivos para abandonarlo si enfrentan la posibilidad de cárcel. Por ello, la presión internacional es crucial, pero debe ser acompañada de estrategia y diálogo.

Algunos países han optado por reconocer al líder opositor como presidente legítimo, pero eso los excluye de los espacios de negociación. Es decir, si se reconoce a otro sujeto como presidente, pero en realidad no ejerce el poder, de alguna forma, como mecanismo y presión, puede funcionar, pero te saca del juego: no te permite ser un actor que de alguna manera construye el diálogo y la negociación.

En contraste, países como Colombia y Brasil, que han cuestionado las elecciones de julio del año pasado, pero mantienen relaciones con Caracas, pueden desempeñar un papel clave en una eventual transición. Uno podría preguntarse por qué Colombia no rompe con Venezuela., y es que, primero, Colombia tiene una frontera inmensa con Venezuela, y en esa frontera porosa están implicadas muchas dinámicas comerciales e incluso asuntos de seguridad. Para Colombia no es tan sencillo romper con Venezuela y reconocer a otro sujeto como presidente cuando tiene intereses en una frontera que la obliga a dialogar con ese país.

Creo que hay que entender el papel que pueden jugar otros países al margen de solamente estas opciones rupturistas que implican reconocer a una persona que no ejerce el poder, y más bien tratar de promover el diálogo desde la comunidad internacional.

¿En qué errores está incurriendo la oposición con el fin de legitimarse?

Buscar apoyo internacional no es un error en sí mismo, pero debe hacerse de manera más estratégica. La oposición venezolana debería esforzarse en construir consensos amplios en la región, en lugar de apoyarse exclusivamente en gobiernos ideológicamente afines.

Por otro lado, la estrategia de reconocer a Edmundo Gonzales como presidente legítimo puede no ser la más efectiva, considerando el precedente de Juan Guaidó. En su momento, muchos países reconocieron a Guaidó, pero al final esto no tuvo impacto real y quedó sin resultados concretos.

En la práctica, Gonzales no ejerce el poder en Venezuela. Maduro sigue controlando el aparato estatal, y los países con intereses en Venezuela, incluidos Estados Unidos, continúan negociando directamente con él. Por eso, la oposición necesita replantear su estrategia para generar una mayor presión efectiva sobre el régimen.

¿Cuál es el objetivo de que el gobierno peruano reconozca como presidente a alguien que aún no tiene el poder? ¿Cuál es mensaje?

El mensaje que el gobierno peruano intenta transmitir es que no está alineado con el régimen de Maduro, que cuestiona la dictadura y que defiende la democracia en Venezuela. Sin embargo, el Perú no tiene mucha legitimidad para asumir esa postura por dos razones.

La primera es que este gobierno no ha mostrado el mismo interés por la democracia en otros casos importantes en la región. Si lo que pasa en Venezuela es importante, lo que pasó en Guatemala hace unos meses también lo era. ¿El gobierno peruano mostró el mismo interés por la democracia cuando mafias de derecha intentaban impedir la toma de posesión de Bernardo Arévalo? No. El gobierno peruano no tuvo una participación activa ni envió a un representante de alto nivel a la investidura. No ha mostrado el mismo interés por situaciones similares que también afectan la democracia en la región.

La segunda razón por la cual este gobierno no tiene mucha legitimidad sobre el tema es su situación interna: es un gobierno que camina hacia un sistema cada vez menos democrático. Según el índice de democracia de The Economist, el Perú ha sido catalogado como un régimen híbrido, es decir, ya ni siquiera es considerado una democracia plena.

La verdad es que el Perú, un régimen híbrido, no tiene legitimidad para hablar sobre defensa de la democracia en Venezuela.

(*) Integrante del Área de Comunicaciones del IDEHPUCP