Ir al contenido principal Ir al menú principal Ir al pie de página
Entrevistas 24 de junio de 2025

Por Kathy Subirana (*)

Óscar Vidarte explica sin rodeos lo que estamos viviendo: una escalada bélica global donde el derecho internacional y los derechos humanos han pasado a segundo plano. Profesor principal del Departamento de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), Vidarte coordina el Grupo de Investigación sobre Política Exterior Peruana y es uno de los analistas internacionales más reconocidos en nuestro país.

En esta entrevista abordamos las acciones armadas de Israel sobre Irán y Palestina y la incursión de Estados Unidos en este panorama. Vidarte advierte sobre los riesgos de un conflicto entre Estados que parece expandirse sin freno y que amenaza no solo la estabilidad global, sino también los pilares éticos construidos tras el siglo XX.

¿Qué tan probable es que estemos ante una escalada hacia una nueva guerra global?

Es una pregunta difícil, pero lo que sí puedo afirmar es que estamos viendo una escalada. Esto no comenzó la semana pasada. Hace meses ya había ataques entre Irán e Israel; también recordemos que Estados Unidos asesinó a un general iraní en Irak, lo que provocó una respuesta. La dinámica militar se viene intensificando. Lo preocupante es que no sabemos hasta dónde puede llegar. Hoy Irán ha atacado una base estadounidense en Catar. ¿Responderá Estados Unidos? ¿Se mantendrá el conflicto en el plano de los misiles o habrá una guerra territorial prolongada, con presencia militar en campo?

En este contexto, ¿qué papel juegan los derechos humanos y el derecho internacional?

Lo que estamos viendo es una pérdida total del respeto al derecho internacional y a los derechos humanos. Israel ha violado numerosas normas internacionales, incluyendo resoluciones de Naciones Unidas sobre Palestina. Lo que ocurre en Gaza puede perfectamente considerarse genocidio. Israel agrede a un Estado soberano como Irán; Irán responde, y ninguno de los actores parece limitarse a objetivos militares. También se afecta a civiles. Estados Unidos, además, ha atacado instalaciones nucleares, lo cual está expresamente prohibido. La Agencia Internacional de Energía Atómica ha dicho: no se pueden atacar estas bases. Y, sin embargo, lo hacen de forma abierta y arbitraria.

¿Por qué estamos normalizando estas violaciones?

Estamos viendo asesinatos selectivos: científicos muertos, ataques con coches bomba, todo fuera de los marcos legales mínimos de un conflicto. Y eso me preocupa muchísimo: que lo estemos aceptando como parte del “escenario bélico”. Estamos retrocediendo. Se están incumpliendo compromisos asumidos por los Estados, y se están justificando esas acciones en nombre de supuestos intereses mayores, como impedir que Irán tenga armas nucleares, aunque eso signifique arrasar con instalaciones sin medir consecuencias sobre la población civil.

¿Qué consecuencias trae esta normalización?

Que no haya debate. Que se silencie todo. Después de un siglo de desarrollo del derecho internacional y de los derechos humanos, no es posible que estemos aceptando lo que vemos. Hace unos meses se criticaba duramente a Rusia por atacar Ucrania. Hoy nadie —salvo, por ejemplo, el presidente Boric de Chile— ha alzado la voz por los ataques a bases nucleares cometidos por Estados Unidos. Muchos países incluso han felicitado esa acción. Y eso incluye a países europeos. Lo que pasa en Gaza ya ni se menciona. Nadie habla de que más del 80% del territorio ha sido destruido. ¿Dónde quedó el escándalo? ¿Dónde quedó la humanidad?

¿Cuál es el margen de acción que tiene hoy la comunidad internacional?

Es limitado, pero existe. Es cierto que mientras Estados Unidos respalde a Israel, será difícil hacer algo contundente, pero hay herramientas: demandas ante la Corte Internacional de Justicia, denuncias en la Corte Penal Internacional contra Netanyahu. Si más países se sumaran a esas acciones, la presión sería otra. El problema es que pocos lo hacen. ¿Dónde está el Perú? ¿Qué papel ha jugado en todo esto? Si los países no asumen un rol más firme, Israel seguirá haciendo lo que quiera.

¿Y cómo afectan estos conflictos a países como el Perú, que parecen tan alejados de la escena?

Pueden parecer lejanos, pero tienen impacto directo. Por ejemplo, si se interrumpe el tránsito por el estrecho de Ormuz —por donde pasa el 20% del petróleo mundial— los precios subirán. Y Perú es un país importador. Ya lo vivimos con la guerra entre Rusia y Ucrania: no tuvimos fertilizantes durante un año. Nadie lo previó. Fue un golpe durísimo para nuestra agricultura, que además es un sector con población muy vulnerable. El impacto económico de estas guerras es real. Por otro lado, podemos recordar que, durante la Guerra de Corea, por ejemplo, Perú vivió un auge económico porque exportaba alimentos y minerales. Es terrible, pero algunos países se benefician de la guerra. Y eso puede hacer aún más difícil que se alce la voz frente a las violaciones de derechos.

¿Cuál es el mayor riesgo en este momento para el sistema internacional?

La normalización de conductas inaceptables. Ya nadie se escandaliza por los asesinatos selectivos, por los ataques a civiles, por la destrucción de Gaza. Y eso es gravísimo. En Gaza, los niños y las mujeres representan entre el 40% y 50% de las muertes. ¿Y a quién le importa? No estamos hablando de eso. Es como si un país entero hubiera sido borrado del mapa y simplemente lo aceptamos. Perú, por ejemplo, prioriza su relación con Israel por encima de cualquier criterio humanitario. Y eso es peligrosísimo. Ahora, no se trata de exculpar a Irán. Que Irán tenga un programa nuclear es preocupante. La proliferación nuclear debería alarmarnos. Irán ha demostrado que puede agredir a otros países incluso sin tener armas nucleares. ¿Qué pasaría si las tuviera? Pero también preocupa que Israel tenga armas nucleares y no haya firmado ningún acuerdo internacional sobre eso. El tema nuclear es mucho más amplio: no basta con cuestionar a Irán. También hay que mirar a Israel, a Estados Unidos. Y a nosotros, que callamos.

¿Cree que se ha perdido la posibilidad de una salida negociada?

Es preocupante ver cómo en las acciones del último fin de semana la diplomacia ha sido severamente afectada, ha sido ignorada y dejada de lado. Sin embargo, quiero creer que todavía hay esperanza. Antes del último ataque de Israel, Estados Unidos e Irán estaban avanzando en una negociación. Ese acercamiento se rompió, pero que haya existido demuestra que se puede. Ya en el pasado, Irán y las potencias llegaron a un acuerdo para limitar el enriquecimiento de uranio. Lo que hace falta es voluntad política. Pero con figuras como Netanyahu o Trump, esa posibilidad se debilita. Son actores que apuestan por la confrontación. Si no recuperamos la vía diplomática, vamos directamente al abismo.

(*) Periodista. Responsable del área de Prensa del IDEHPUCP