Por Salomón Lerner Febres (*)
Me es grato participar en esta presentación de La violencia política en el Perú 1980-2000. Sendero Luminoso contra el Estado y la sociedad, de Mariella Villasante[1]. Es importante anotar que en esta traducción al castellano de un libro publicado originalmente en francés el lector encontrará un extenso trabajo guiado por una búsqueda de claridad conceptual, verdad y justicia.
Este último aspecto debe comprenderse mejor, especialmente en tiempos como los nuestros, en los que predomina la idea de que, una vez cumplida la tarea de eliminar la amenaza de los grupos insurgentes armados, no cabe mayor examen ni debate sobre cómo se llevó a cabo dicho objetivo. Se argumenta, en efecto, que era una demanda tan urgente que no cabe cuestionar bajo qué métodos fue lograda. Los grupos extremistas no solo violaron la democracia alzándose en armas, sino que además cometieron actos atroces infundados por un fanatismo incapaz de ver sus víctimas como personas sino como miembros de clases y grupos que debían ser o asimilados o exterminados. Sin embargo, las fuerzas del Estado incumplieron en reiteradas ocasiones el mandato constitucional de proteger a la población y cometieron también graves violaciones de derechos humanos. Veinticuatro años después del fin del conflicto observamos lo que muchos ya habían advertido: una conclusión sumamente trágica en tanto que la paz propiamente dicha no fue lograda porque las fracturas sociales que dieron forma a la violencia subsisten. Arrecian también el resurgimiento de movimientos extremistas tanto de parte de quienes reivindican los métodos de terror de los grupos insurgentes como de quienes ensalzan los métodos represivos ilegítimos. En efecto, las divisiones sociales y raciales subsisten y la imposibilidad de que el Perú se haya conformado en una comunidad política es visible en nuestros días. Nuestra democracia es débil y vulnerable, la desconfianza en las instituciones es generalizada y los espacios de diálogo están corrompidos y resultan siendo disfuncionales y carentes de representatividad. En este contexto, los conflictos continuos exhiben un notorio desinterés por la comprensión del pasado, pero también por la construcción de un futuro de justicia.
Mariella Villasante advierte esta condición crítica con extensos y detallados argumentos, Sin duda, la tarea académica debe buscar siempre la objetividad, el conocimiento y la comprensión de los hechos antes que realizar valoraciones, pero eso nunca puede excluir la búsqueda de la justicia. Esta justicia no solo observa críticamente el pasado sino apunta también hacia el futuro. Porque, en efecto, el argumento de este libro no se restringe a la reivindicación de las víctimas de los hechos de violencia ya acaecidos sino que propone una ruta para lo que la sociedad peruana puede llegar a ser en el futuro. El relato de la historia peruana que nos ofrece la autora puede transmitir por momentos sentimientos desoladores pero el mensaje no es ni pesimista ni fatalista. Nuestro destino puede ser mejor pero solo a la luz de la comprensión. En un momento de sus páginas finales, la autora cita a Tzvetan Todorov para hacer notar que no podemos “desear “dar vuelta a la página” antes de haber intentado siquiera leerla”.
Este libro es parte de una obra prolífica y destacada dedicada al estudio de la violencia en el Perú, pero no es una mera continuación de análisis previos de la autora, sino una expansión significativa de su trabajo. En ella, la autora amplía el marco conceptual con el que propone estudiar la violencia en el ámbito de la política y, a fin de ofrecernos una comprensión más precisa de nuestro conflicto armado interno, lo enmarca dentro de un contexto histórico vasto y complejo, integrando herramientas conceptuales tomadas de la filosofía, la antropología y la sociología. El resultado es un retrato de muchos matices que nos permite observar la violencia como un fenómeno que lamentablemente ha atravesado la historia del Perú. Como observa Mariella Villasante, los diversos intentos de modernización y reformas del Estado fueron contradictorios, titubeantes e ineficaces.
Este libro se atreve a ofrecer una perspectiva novedosa e incluso polémica respecto del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, así como de las obras de otros autores canónicos que han abordado el tema. La autora no escatima esfuerzos en cuestionar aspectos que escaparon a la visión que tales investigaciones ofrecieron. Su análisis se adentra en terrenos poco explorados, aportando nuevas luces sobre cuestiones complejas que requieren ser revisadas y debatidas con rigurosidad y valentía.
Por ejemplo, se señala que Sendero Luminoso fue responsable de la creación de campos totalitarios. Estos campos totalitarios, según la indagación de Mariella Villasante, representan una nueva versión de los campos de reeducación del estalinismo, así como de los campos de exterminio instaurados por el nacionalsocialismo y el régimen de Pol Pot en Camboya. Con ello, la autora subraya la dimensión extrema y sistemática de la violencia desplegada por Sendero Luminoso, conectando estas prácticas con fenómenos totalitarios de la historia reciente. De esta manera, la historia de la violencia en el Perú posee sus propias características, pero a la vez está enlazada con motivos que están presentes en la historia universal y que son rasgos propios de una condición humana que los esfuerzos civilizatorios no han logrado sublimar.
La autora encuentra de especial relevancia el concepto de “violencia inútil” de Primo Levi. Para Levi, escritor sobreviviente del campo de exterminio de Auschwitz, la “violencia inútil” es aquella que no responde a ninguna lógica de necesidad o de utilidad práctica, sino que se ejerce de manera arbitraria y cruel, buscando humillar y deshumanizar a las víctimas. Este tipo de violencia no tiene un propósito que vaya más allá de infligir sufrimiento y quebrantar el espíritu de quienes la padecen, destacándose por su carácter irracional e inmoral. La autora emplea esta noción para abordar formas de violencia que, en muchos casos, escapan a las explicaciones tradicionales, revelando así dinámicas más profundas y perversas dentro de los contextos de conflicto y represión en el Perú.
Otro aspecto fundamental y novedoso de este libro es su enfoque comparativo, que enriquece considerablemente el análisis. Para ello, Villasante recurre al estudio de la violencia en Argelia, un país que, al igual que el Perú, vivió intensos procesos de conflicto y represión. Al poner en paralelo ambos casos, la autora nos revela tanto patrones comunes de violencia como rasgos distintivos propios de cada contexto. Esta comparación nos permite entender mejor las dinámicas de poder, resistencia y sufrimiento que se repiten en diferentes épocas y geografías, al tiempo que ilumina las especificidades culturales, históricas y políticas que diferencian ambos procesos.
Después de leer este volumen, se concluye que el periodo del conflicto armado interno en el Perú producido entre los años 1980 y 2000 no es un episodio aislado ni anecdótico. Por el contrario, se encuentra en él antecedentes que se remontan a lo largo de la historia peruana. Este periodo se distingue, además, por haber sacado a la luz profundas heridas sociales, como el racismo, que la autora aborda desde una perspectiva compleja y multifacética. Para ella, el racismo en el Perú no se limita a las categorías tradicionales de raza, sino que abarca también factores lingüísticos, culturales, económicos y educativos. Estos rasgos son el resultado de una larga historia de exclusión que la autora analiza con erudición y una mirada crítica, iluminando las raíces estructurales de las desigualdades que han marcado y aún marcan la configuración social del país.
Mariella Villasante argumenta que, aunque el racismo no fue la causa directa de la guerra entre los subversivos, las fuerzas militares y las rondas campesinas, la violencia que surgió en ese contexto sí se expresó en términos racistas. Esta manifestación de desprecio sirvió como una forma de denigrar y rebajar al otro, convirtiéndolo en un enemigo que debía ser eliminado. Estuvo presente en todos los movimientos sociales involucrados, así como en las brutales modalidades de represión utilizadas por las fuerzas del orden. Su análisis histórico y antropológico del concepto de “indio” nos permite observar cómo ha sido un eje crucial para diferenciar al otro y negarle agencia y ciudadanía. También ha servido para fines demagógicos, para disolver una multiplicidad de identidades bajo una sola categoría homogeneizante.
Este libro, aunque narra hechos terribles que marcan algunos de los episodios más oscuros de la historia peruana, es un instrumento muy importante para la comprensión profunda de las dinámicas que han dado forma a nuestra sociedad. Al desentrañar las raíces y las consecuencias de la violencia, ilumina las fracturas históricas y sociales que han alimentado el conflicto y que, aún hoy, desafortunadamente, persisten. Solo a través de un entendimiento cabal de estas heridas abiertas es posible imaginar caminos hacia la reparación. Al revelar con rigor y sensibilidad las estructuras de exclusión, racismo y desigualdad, este libro no se limita a describir un pasado doloroso, sino que ofrece las claves para construir un futuro en el que el reconocimiento y la justicia puedan ser los cimientos de la reconciliación.
(*) Rector emérito de la PUCP, presidente emérito del IDEHPUCP y expresidente de la CVR.
[1] Versión resumida del texto leído en la presentación de La violencia política en el Perú 1980-2000. Sendero Luminoso contra el Estado y la sociedad realizada en el Lugar de la Memoria (LUM) el 19 de septiembre.